17 febrero 2009

Editorial


A lo largo del tiempo la música ha estado ligada al ser humano de una forma que ninguna otra forma de la expresión ha podido igualar. Dicen que la música es el vehículo por el que el arte a logrado popularidad, es decir, se ha hecho, de alguna manera, popular. La música no sólo acompaña al individuo, sirviéndole de consejero, cómplice y maestro (un amigo siempre estaba hablando, con cierta malicia en su semblante, de “el soundtrack de su vida”), también ha servido, en muchos casos, como marco circunstancial de todo un pueblo. La cinta magnetofónica no sólo llegó a grabar sonidos, sino también pedacitos de la historia de todo un grupo social. Por ejemplo, pienso en el blues, el country, el ranchero, la bachata (o aunque me pese, la misma música banda, la antigua y la actual), por mencionar tan sólo unos poquísimos géneros que están cargados de todo el estilo, la forma física y el contenido de aquellos que los gestaron y los siguen cultivando. Se necesita un aspecto para ser inmediatamente ligado a un tipo de música en particular y con ello ser etiquetados usando una vulgar escala social, eso lo vivimos muchos casi cada día. Si vemos a un metalero en la calle, con audífonos, los tres dedos de frente nos dirán, casi en una fracción de segundo, que está escuchando metal de Eslovaquia o de un país de aquellos envueltos en niebla. Si vemos a un adepto a asistir a los toros subir al camión no hace falta que nos diga nada, para ello ya nos hablan sus bototas piteadas, el cinto de animal rastrero y el sombrero sepia y quizá aterciopelado. Aún más, podemos identificar a un director de orquesta en la calle sólo por su forma de conducirse y sus atuendos. Ese ha sido el legado de nuestra historia colectiva: la capacidad de encasillar absurda pero efectivamente (en verdad vemos muy pocos músicos de reggae con traje formal y a muy pocos músicos de cámara interpretando con chamarras de cuero o flecos en la mitad de la cara, así de impresionantes son nuestras etiquetas).


Hay música que en algún momento, a todos nos ha dolido, música cuyo recuerdo nos hace sonreír casi desapercibidamente. Música que nos calma, que nos excita, que nos sorprende, que nos llena de nostalgia o juventud. Y no sólo la que hubo con nosotros, sino toda aquella que nos está esperando para que nuestra madurez o nuestro estado mental nos hagan acercarnos a ella para no separarnos jamás. Aunque no pretendo hacer un repaso histórico por la música, si quería recalcar lo que yo he visto y sentido en, de y con ella. Y el por qué de una editorial así… No lo sé… No es el hecho de que la música representa un símbolo por el que ha valido la pena pelear en muchas veces, ni por los lazos que en su evolución ha hecho con la poesía, ni porque está cargada de un contenido social y de un metalenguaje que va más allá de lo que se escucha simplemente. No. Es más bien que había que hacer una editorial que se sostuviera dentro del tema de las artes y pues se me acaba de ocurrir… Y pues hay que respetar a la musa. Mil gracias por seguir leyéndonos… Nos leemos el mes que entra.

MUTACIONES FOSILIZADAS
(Historia de un futuro antiguo)


Zona norte, 19, Febrero, 2009 D.C.

La significación que tiene la prehistoria para la historia del mundo es algo tan diverso que hasta la fecha sospechamos todavía no hemos visto nada.
La comunidad paleontóloga de investigación de la “Sociedad Universal para el Restablecimiento de la Tierra” (SOUNRETI) ha iniciado durante varias décadas una exploración en la zona norte del planeta; obteniendo resultados en el año 2006 D.C. (Después de la catástrofe) al hallar fósiles animales dentro de una cueva subterránea bajo las capas ígneas, que al parecer en la antigüedad fue un depósito de agua.

Los científicos especulan que se trata de seres que vivieron aproximadamente hace cinco mil años. Algunos discuten que esta teoría carece de datos contundentes y que no sólo existieron hace miles de años, sino, millones. En lo que sí están de acuerdo, es en creer que estos animales evolucionaron en su estructura física tanto externa como interna gradualmente, conforme el planeta cambió de clima.

Imágenes fósiles:


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01 ARQUESARRASALMUS. (K -2006)
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02 CALIGO TEUCE OENOTHERO BIENNIS. ( GT-2007)
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03 CHAC-MOL. (GOMO--6903)
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04 PHASEOLUS CARACALLE BUTHUS OCCITANUS. (GARAN-2007)
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05 TRITURUS MARMOTATUS VERNÁCULO. (GOMO-0330)
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06 APIS VERNÁCULO. (INT-2006)
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.Obed González

PLAGUICIDAS NO SON LA CAUSA DE DAÑO GENÉTICO EN ESPECIES DEL LAGO


Este mes tenemos algunas noticias buenas y algunas malas acerca de nuestro querido lago de Chapala.Lo bueno es que los niveles de nueve de los pesticidas (DDT, lindano, clordano, heptacloro, endrín, metaxicloro, aldrín, toxifeno, dieldrín) considerados como los más peligrosos del mundo por el programa ambiental de la ONU son todos más bajos que lo esperado en el lago de Chapala y, de hecho, son adentro de las normas de seguridad establicidas por el USEPA y el gobierno mexicano. Lo malo es que hay algo en el medio ambiente que causó daño a los genes en unos pelícanos (Pelicanus erythrorhyncus) y en unas mojarras (Goodea atripinnis) en el lago. En este momento, hay evidencia de daño genético en las dos especies, pero nadie sabe exactamente lo que lo causa.

El estudio que condujo a estas noticias se debatió durante una presentación pública celebrada el 21 de noviembre de 2008 en el Palacio Municipal de Chapala y patrocinado por Amigos del Lago de Chapala, A.C. Amigos del Lago es una organización de voluntarios que trabajan para preservar y proteger el lago de Chapala y su flora y fauna.

La ponencia de noviembre se inició con un discurso muy interesante por el Dr. Carlos Álvarez Moya, del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agrícolas (CUCBA) de la UdeG. El Dr. Álvarez se refirió a la relación general entre la enfermedad de cáncer, los genes, y cómo los cientos de miles de productos químicos en el medio ambiente y los miles en nuestros cuerpos pueden causar daño celular en el ADN (es decir, la mutación genética) que entonces pueden causar cáncer en los organismos. El Dr. dijo que los plaguicidas, incluidos los “contaminantes orgánicos persistentes” (COPs) son conocidos por ser cancerígenos. Es decir, si entran estas sustancias químicas en nuestros cuerpos, pueden causar daño genético que permite a las células cancerosas florecer en el cuerpo.

Después de la introducción general del Dr. Álvarez, el Dr. Armando Arévalo Hernández presentó los resultados de su investigación doctoral del año 2007 con la Universidad de Guadalajara. En primer lugar, buscaba evidencia de daño genético en mojarra y pelícanos del lago de Chapala. Usando la prueba del Cometa Alcalino que es una metodología para estudiar el ADN en los núcleos de las células hepáticas, estudió las células de varios pelícanos y mojarras del lago. Él esperaba encontrar daños genéticos en ambas especies. También, estudió el ADN en los nucleos de las células de cientos de pelícanos y mojarras del lago de Sayula al oeste de Jocotepec, al otro lado de la montaña. Él no esperaba ver la evidencia de daño genético en esos animales. Lo que encontró fue que había daño genético en ambas especies de ambos lagos.

A continuación, el Dr. Arévalo analizó si había suficiente de cualquiera de los plaguicidas COPs en los dos lagos para causar los daños genéticos que encontró en las mojarras y en los pelícanos. Él tomó muestras de agua de cada lago en los años 2004 y 2005 y, utilizando una máquina de cromatógrafo ubicado en ingeniería de proyectos de la UdG, midió la cantidad de los COPs presentes. Comparó esas cifras con las normas mexicanas, y encontró que todos estaban dentro de los límites de seguridad. Esto significa que los COPs no podían haber causado los daños genéticos en las mojarras o en los pelícanos.

Entonces, ¿qué es lo que causó los daños genéticos en los peces y los pelícanos? Aparte de los productos químicos COPs, varios estudios científicos han demostrado que la acumulación de metales pesados (como mercurio, plomo o arsénico) pueden causar tales daños genéticos. El Dr. Arévalo considera que el daño genético en las especies estudiadas es probablemente causado por la acumulación de uno o más de los metales pesados en esos organismos, pero hay que hacer otras investigaciones para comprobar esta hipótesis.

Nos complace que los Dres. Álvarez y Arévalo proyectan trabajar juntos con Amigos del Lago para conseguir fondos para lograr la respuesta a la cuestión de metales pesados que pueden ser responsables de los daños genéticos a algunas especies de la vida animal de esta región. Animamos a cualquier persona interesada en apoyar a estos estudios de ponerse en contacto con Amigos del Lago (376-766-4248) para más información. Una vez que hayamos respondido a esta pregunta, vamos a poder asesorar mejor a los habitantes, científicos y funcionarios gubernamentales acerca de qué medidas son necesarias para mejorar la situación y reducir los riesgos a los animales y la vida humana.

Para más información, se puede contactar al Dr. Álvarez al calvarez@cucba.udg.mx y al Dr. Arévalo al manduk54@hotmail.com. Se puede leer el estudio completo del Dr. Arévalo (en español) al www.amigosdelago.org. Los dos sirven como asesores científicos para Amigos del Lago.

Los Miembros de la Mesa Directiva
Amigos del Lago de Chapala, A.C.
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Goodea atripinnis





Pelicanus erythrorhyncus

Naranjas Médicas




El paso de James Lind por la historia de la medicina fue definitivo en dos importantes campos: erradicó un mal que cobraba muchas vidas en su tiempo y realizó la primera prueba clínica de todos los tiempos. Lind nació en Edimburgo, Escocia en 1716. Estudió medicina en el Royal College of Surgeons of Edinburgh y se unió a la marina en 1739 como médico. Y fueron esos años en los que realiza la prueba que resolvió el mal del escorbuto. Los datos más antiguos sobre el escorbuto pertenecen a las obras del médico griego Hipócrates (460-380 a.C.). Este mal, presenta síntomas como manchas en la piel, sangrado de las membranas mucosas, palidez, pérdida de las piezas dentales, ceguera, alucinaciones y la muerte. Era muy común entre los marineros y piratas que pasaban grandes temporadas en alta mar.

Lind estuvo a bordo del Salisbury, un buque que surcaba el atlántico en trayectos de 10 y 11 semanas, entre los años 1746 y 1747. Durante estos viajes, observó cómo el escorbuto se desarrollaba alarmantemente entre los marineros y que de 350 de ellos sólo 80 lograban sobrevivir. James Lind llegó a creer que el escorbuto era el resultado de la putrefacción del cuerpo por falta de ácidos y así que se dispuso a incluirlos en la dieta para detener la enfermedad. Lind era un fanático de la higiene y a él se deben muchos avances en este campo.

Para su experimento reunió a doce marineros y los dividió en seis grupos de dos integrantes. Todos recibían la misma dieta con la diferencia de que a cada pareja se le administraba un suplemento diferente para observar las variaciones. Durante el experimento un grupo tomaba un cuarto de cidra; otro 25 gotas de elixir de vitriolo (ácido sulfúrico); otro más 6 cucharadas de vinagre; otro media pinta de agua de mar; otro más, dos naranjas y un limón y al último agua de cebada. Conforme la prueba clínica avanzó, Lind descubrió que el grupo que tomaba las naranjas presentaba los mayores signos de mejoría. Las naranjas y los limones eran el mejor remedio contra el escorbuto. Lind publicó sus hallazgos hasta en 1753, en una obra que tituló “Tratado sobre la naturaleza, las causas y la curación del escorbuto”, que pasó inadvertida.

Sin embargo, Lind convenció al Capitán Cook de que debía alimentar a su tripulación con frutas frescas. Y fue hasta 1789 fue cuando se dio crédito a las investigaciones del médico y la armada británica comenzó a tomar medidas contra este mal. Aún faltaba más de un siglo para que el químico polaco Kazimierz Funk (1884-1967) desarrollara el concepto de vitaminas o micro-nutrimentos esenciales para la salud. Y que se supiera que el escorbuto es provocado por falta de Vitamina C. Aunque la teoría de la putrefacción de Lind era falsa, su experimento fue un hecho clave en la historia de la medicina.

Servando Macías Fermín.

VIOLENCIA EN LAS AULAS.

Mis queridos lectores, este es el mes del amor y la amistad, pero también es el mes en que inician las inscripciones de los niños para las escuelas. Deberían estar ligados estos dos temas ya que nuestros maestros son las personas a quienes les confiamos a nuestros pequeños cuando no están en el seno familiar. Ellos son los que les deben de dar amor y amistad a los jóvenes para que con estas dos herramientas tomen la educación como algo del valor que se merece, ya que sin la educación, nuestra sociedad no hubiese avanzado al nivel en el que actualmente estamos. Estas personas dedican con paciencia y virtud su tiempo para comunicarle a los niños todo aquello que nos rodea y el cómo funciona: desde el jardín de niños hasta la preparatoria, que son obligatorios, laicos y gratuitos en nuestro país por ley, lo maestros pasan por diversos retos. Pero, ¿qué pasa cuando estas personas importantísimas en nuestra sociedad ya no hacen su labor con paciencia? Cuando recurren a los gritos y hasta a la violencia para tratar de obtener el control de sus estudiantes.



Es una triste verdad y lamentablemente mis dos hijos han sido victimas de abuso psicológico por parte de malos maestros. Zeida fue la maestra de mi hijo David en su primer año de primaria. Ella no sólo discriminaba a los niños utilizando la palabra “indio” despectivamente (muy mal hecho ya que esta raza nos ha demostrado que son personas que con orgullo abrazan sus raíces prehispánicas), sino que también les propinaba coscorrones cuando ella fallaba en lograr llamar la atención y se distraían sus estudiantes. Esto es algo muy común ya que es de humanos el ser distraídos y a veces dirigir la atención en otras cosas que suceden en el entorno. Los niños no lo pueden evitar pero los maestros deberían de recurrir a la creatividad para mantener ésta y lograr completar los mensajes que desean transmitir.


En mi primer artículo en esta revista, que titulé “La existencia y la inexistencia”, narré cómo un servidor público ya no hacía su trabajo bien y les di como consejo para cambiar el mundo el cambiar el trabajo que desempeñamos si es que ya lo hacemos con enfado, porque afectamos las vidas de lo demás si lo hacemos mal. Lamentablemente, el maestro que le tocó a mi hija Tahubé, en su tercer año de primaria, en la escuela vespertina de la población de San Pedro T., es una de estas personas. El muy cerdo no sólo distrae a los niños al mandarlos a la tiendita a comprarle comida chatarra para luego comérsela frente a ellos, antojándolos cruelmente, sino que su ortografía da mucho que desear para alguien que se supone debería de estar enseñando a leer y escribir correctamente a niños que aún confunden el uso de las dos bes (“huebo”, escribió un día en el pizarrón)…


Su manejo de los libros es deplorable ya que los maltrata al darle la vuelta a las páginas y los raya constantemente con pluma. Pero el pecado más grande de este, y lo digo con la mayor falta de respeto hacia el “tipo”, es que violó la confianza que se le depositó al recurrir a los golpes en la cabeza a sus alumnos. Claro que le fui a reclamar y lo reporté con el director y hasta involucré al delegado del pueblo; llegué hasta el ministerio público pero me detuve ahí, sabía que se iría por oficio la denuncia y él terminaría en la cárcel por abuso y violencia. También difundí la noticia de que teníamos un maestro violento en la escuela con los vecinos del pueblo. Hubo quienes le apoyaban pero también muchos más que me aplaudieron el haberlo denunciado. Yo me molesté mucho cuando tocó a mi hija de forma violenta. Yo le trato de enseñar a mi pequeña que no se deje tocar por nadie y aquí se encontró como victima de una persona sin escrúpulos que piensa y los hace pensar que se lo merecen.


Él dejó de levantar la mano un tiempo. La mirada fuerte de mi hija lo detuvo en más de una ocasión de que repitiera el abuso a sus compañeros. Pero la confianza ya estaba rota, el respeto se había terminado ya pues a diario se vivía con la zozobra de que si mi hija asistía a la escuela este malvado la estaría golpeando de nuevo a ella o a otro de los pobres niños a los que les toca este neófito como profesor. La pregunta que se repite cada día a las seis de la tarde cuando Tahubé regresa es: ¿no te pegó hoy el maestro? ¿Por qué tiene uno que vivir esto? El enojo me hace ver rojo y las ganas de vengarme a veces me ciegan.

Esta situación es más común de lo que uno se puede imaginar. En todas las escuelas estamos propensos a que alguien abuse de nuestros hijos, ya sea de forma violenta o hasta de forma sexual. Les damos el poder de intimidar a nuestros hijos y ellos por miedo callan su dolor. Muchas veces ni siquiera estamos prestándoles atención cuando se animan a decirnos, no les damos la importancia necesaria, y luego nos sorprendemos cuando ellos reaccionan de diferentes formas. Mi hijo sufrió sonambulismo y mi hija despierta gritando en la noche. Llega un momento en que ya ni nos tratan de decir porque piensan que de plano no nos interesa lo que les sucede y lo toman con una normalidad que espanta. ¿Por qué tienen que vivir con esto? Aun cuando le sucede a otro de sus compañeros, el trauma se instala en sus cerebros –el maestro tiene el poder de pegarnos y nadie ni nada lo va a detener–, es lo que sus infantiles cabecitas piensan.

Esto está mal y quien calle debería de ser condenado tal y como deberían de ser condenado aquellos quienes recurren a la violencia en las aulas. Le pedí a mi hija que dibujara lo que le sucedió para compartirlo con ustedes en este artículo.


En este mes, cuando acudan a las escuelas a inscribir a sus niños, piensen, a quién les están dejando a sus hijos, conózcanlos y si algo no les parece, hablen. El callar otorga, poder y abuso de este. No dejarían que nadie que no conocieran bien se hiciera cargo de sus hijos, ¿Por qué les damos a los maestros la confianza a ciegas?

Confianza que no siempre se respeta. Para cambiar el mundo, ¿qué les parece si paramos la violencia en las aulas? ¿Cómo? De cualquier forma que esté dentro de la ley y claro, conociendo a aquellos que educan a nuestros hijos, dándoles a entender que no nos vamos a dejar más.



Paloma Arau

HISTORIA DE UN GRAN AMOR

Se reflejan las luces de los candelabros en el agua; se veían tan apacibles cual si fueran un ardid de mariposas hipnóticas bailando al compás de la música que suena al fondo con ritmos armoniosos. Sentía el frío en su piel y esa sensación que carcomía su cuerpo desde adentro. Se convencía a sí misma que la espera con la que vestía su alma, pronto sería arrancada de tajo para no volverle a hacer compañía; recorría mentalmente una y otra vez toda su estampa, usando zapatos amarillos de encaje con hilos negros entreverados que rompían la monotonía, el vestido largo de crinolina muy almidonada y ajustado al talle, el cuello partía de la cuarta costilla y abrazaba sus hombros y su espalda, era de seda blanca partido en forma de “V” con una flor negra de fino encaje al centro. Usaba guantes blancos largos a un cuarto de cubrirle por completo los brazos, el cabello negro profundo en donde su mirada tierna se extraviaba en un universo inexplorado por ojos extraños… Sus oídos encuentran los sonidos de la orquesta que sin descanso suena al fondo de los gruesos muros hechos de rocas, conectados por corredores que cual si fueran venas van de una sala a otra; recorren por completo la fortaleza que culmina en la armería donde los soldados montan guardia de vigilancia, el viento sopla más fuerte en la ausencia de muros y al pasar por las bocas de los cañones silva anunciando su presencia de vigías en el puerto. Son los ojos que ven al horizonte y que escupen bolas de metal que iluminan el firmamento nocturno, mientras los soldados corren de un lado a otro con la consigna de luchar por su patria.

El cian del cielo se funde con el mar con apenas destellos arrancados a la luz, los arbustos son su confidente, puede sentir como arañan suavemente su piel, dejando apenas ver entre las hojas las siluetas que danzan en abrazos simulados. Su estomago revolotea y su corazón da un brinco desbocado cuando a lo lejos escucha los cascos de los caballos que tiran de los carruajes. Ya lleva un buen tiempo escondida en la penumbra, y cuando más palidece su semblante por el frío, el cálido toque de una palma la hace voltear y ver su imagen reflejada en los espejuelos… Él, caballero de estatura elegante, ataviado con la finura del mejor casimir francés, con un austero moño que rodea el cuello de algodón almidonado. Al mirarlo de frente no puede menos que sentir cómo la adrenalina recorre vertiginosamente su interior; es él, la espera eterna se vuelve dicha, el amor que les une es tan grande que se juran jamás separse, su funden en un abrazo como el cielo en el mar. Como el horizonte se pierden de las miradas indiscretas ajenas a aquel sentimiento. Ella lo recorre con la mirada desde abajo y mientras lo hace puede sentir cómo tiemblan sus rodillas de emoción… Él toma su cara en sus manos y la eleva para besar sus labios. Al llegar a contemplar aquel rostro que tanto esperó, encuentra en su mirada serena un remanso lleno de amor, su amor, hombre inteligente, prudente y valiente que llevó a la patria a llenarse de gloria. Y mientras la dicha los consume, la patria también es abrazada por disturbios y traiciones; de pronto gritos, carreras de hombres y de caballos se vuelven uno. Él toma su mano y corren a esconderse, se deja guiar por la fortaleza hasta que de pronto zumbando cual insecto hambriento, en su pecho siente una mordida despiadada. Él recuesta su cuerpo en sus piernas mientras ella siente cómo un calor intenso es excretado por su piel. Elevando la mirada puede descubrir al fin el rostro que tanto ama y que la luz de la luna le permite contemplar, es Ignacio Zaragoza, su gran amor; sus ojos se cierran llevándose el rostro de su amado empapado en lágrimas, nunca más lo volverá a ver.

Al doblar la esquina puede sentir una extraña sensación en el alma y el corazón le brinca rítmicamente agitado. Se van descubriendo poco a poco los muros de San Juan de Ulúa, los corredores cuentan sus secretos con voces silenciosas, mientras el guía no deja de hablar. A cada paso se adentran más hasta llegar al puente que cruza el agua salada como las lágrimas que vertieron sus ojos un día. Descubre que ya había estado en ese sitio que jamás había visto, los reflejos en el agua ciegan sus ojos pero iluminan su memoria, juraba que ya conocía el lugar y pudo ubicar cada bartolina y cada personaje ilustre que dejó su paso y parte de su historia en la nuestra.
Aún sin entender qué pasa, se marcha contando cómo ya conocía el lugar en una época posterior al porfiriato mexicano.

Al pasar de los días recorriendo museos, llega al museo militar en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Visita a las diferentes salas manteniendo su mente ocupada. Las imágenes se van posicionando una a una, los muros lucen cual medallas militares, retratos en marcos fabulosamente decorados. Y ahí, en un pequeño muro con austera moldura, encontré aquellos ojos llenos de amor que lloraron por mi ausencia un día, me miraba apacible, tierno; se que aún me espera aunque mi nombre hoy sea otro y mi vestido no sea de encaje y de seda.

Carmen Dolores Murillo Muñoz
Guadalajara, Jalisco 22 de febrero de 2008
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Diosa Urbana

Por ahí dicen que el pavorreal es el animal más vanidoso después del hombre.

Ayer pero de hace varios años, mientras caminaba por la av. Alcalde, el sol era un completo energúmeno, no recuerdo que antes se haya comportado así. Los camiones dentro de sus entrañas transportaban a la gente, la ciudad gritaba como una loca despavorida, las prisas de las personas transmitían la voracidad por caminar casi corriendo. El estar dentro de esta jungla urbana me había hecho un robot, pero sobre mi hombro ella me rozó con su mano, iba a mi lado a la par de mí, esa mujer despampanante, quién la ignoraría; esa fragancia era a ese perfume caro que sale en las contraportadas de las revistas de espectáculos. Hasta la papera del rebozo azul, esa que está en la esquina de Arista, se dejó llevar por la fragancia.

Ella caminaba con unos movimientos que incitaban a ultrajarle las pomposas caderas, su torso se contorsionaba y los dos volcanes mellizos anunciaban una erupción. Yo me detuve un poco para observar calmadamente su gran fisonomía trasera. En mi mente me preguntaba qué no haría con esta diosa urbana. Era raro el ambiente, la calle de Alcalde parecía una corte inglesa, aquellos transeúntes se habían convertido en un instante en lacayos vulgares, que le abrían paso como lo que es, una verdadera reina, y yo su fiel mayordomo. Me enfurecía el que los demás la admirasen y los coches con gran estruendo tocaban el claxon al verla pasar. La calle era Jesús García y el taconeo que provocaba el golpetear de sus zapatillas con el asfalto marchaba al compás de los latidos de mi excitado corazón.

Sé que nunca he sido un Don Juan y que en mis años sólo he tenido una novia, y eso fue en la secundaria, pero que más da, lo mejor es olvidarme de esas diminutas cosas. Ahora lo que importa es que el cielo se ha nublado y solos estamos yo y ella, aquella espalda cubierta solamente por esa cabellera negra, y el aroma que seguía revoloteando en mi nariz. Esta traidora mente ya hacía de las suyas, me decía: “háblale Jaime, tú puedes, háblale… no pierdes nada”. Estos pensamientos fugaces inundaron mi ser. Ahora un pensamiento me hacía contemplar una vida futura. Me imaginaba con ella, con esa diosa urbana, y con tres hijos y ella a mi lado; después de haber salido de misa de la Merced nos sentamos en la Plaza de Armas a degustar una nieve Bing, los niños corrían entre las jardineras y ella me miraba con su rostro hermoso, tal vez es un presagio de mi vida futura. Sin duda alguna le hablaré y tendremos una vida maravillosa.

Volteé hacia mi alrededor, ya el sol había vuelto y seguía quemando con sus rayos, sin ni siquiera dispensar el momento. Yo terminaba de echarme ánimos, me decía a mí mismo: “vamos Jaime, vamos, tú puedes, es toda tuya, nadie se opondrá a tu felicidad”. Entonces me acordé de los partidos de la selección, de aquel estruendo del ¡sí-se-puede! ¡Sí-se-puede!

Ya llevo caminando a la par de ella tres calles y miro cómo me ve de reojo. Ella sabe que yo la miro y que camino a su paso, por momentos camina a prisa y yo la sigo en su rápido camino. De repente se para, así nada más de tajo, y yo me agacho y disimulo con las agujetas de mis zapatos.

Presiento que tal vez ella esta desesperada por que yo le hable, a lo mejor ella también se enamoró de mí como yo de ella: a primera vista. Es ahora o nunca, rezaré un padre nuestro, y zas, me le lanzo, ya debo afrontar mi destino porque lo tengo enfrente de mí, ya no perderé más tiempo, además el sol quema re gacho. Pero ¿cómo llego? Si le digo “buenas tardes” sonaré como un anciano. ¿Cómo le hablare? Debe ser una forma que no suene como galán de balneario. Así que eso de hablarle de “hola mi amor” o “qué tal mi reina”, tampoco es buena idea. Bueno, aunque la última frase es la que usa Armando en los antros, y vaya que le da resultado. Sí definitivamente esa será la estrategia para hablarle.

–Hola mi reina. ¿Sabes? Te vengo siguiendo desde hace ya 6 calles y pues la verdad es que…

–Policía… Policía, ayúdenme por favor.

–¿Qué es lo que te pasa m´ija? ¿Por qué le gritas a la policía?

Yo la verdad no sabía por qué, pero en eso que llegan dos patrullas y la gente empezó a rodearla, y que un pinche policía le pregunta a mi diosa urbana:

–¿Qué le pasa señorita, en que podemos servirle?

Hasta raro era de que así tan rápido se parara la policía, y más hablando con cordialidad. Pero la verdad a mí me dio coraje que nomás le viera los pechos, y que ella le dijera: “mire oficial, ese naco me viene siguiendo desde hace rato y me quiere asaltar y manosear”.

¿Tú crees? Yo jamás hubiera querido hacerle esas horribles cosas. Y pues toda la gente chismosa que… ya vez cómo son. Que gritan “agárrenlo”. Yo creía que me linchaban, pero no fue así, que me trepan a la patrulla. Yo no sabía que decir la puritita verdad, y pues todos me miraban. Yo vi a mi diosa urbana llorando en lo hombros de una señora de mandil verde, y ella me miraba como nunca antes me han mirado las mujeres y que jamás podré borrar de mi mente.

Ya ni sé porque estuve en el bote, pero fueron varios años en el Puente Grande. Ahora estoy aquí en el mismo lugar, la Av. Alcalde y Arista, con la ilusión de volverla a ver y decirle, ahora sí lo que le tengo que decir.

José Agustín Zamora

Bahía de Santiago

A mi niña ECTM:

Cae el sol de lo alto
Detrás de la Bahía de Santiago
Luna,
Vences
En la cima
El mar
A tus
Pies
La sima oscura
En las profundidades
Insondables.

Brisa del Pacifico
Sonaja
Batidero
Olas, olas,
ad infinitum
A lo lejos
Una barca varada
Aquí: tu presencia
Disfraz del tiempo
Cobija del recuerdo
Una copa
Un respirar efímero
Entre trago y trago
Tu carita de rosal marino
Ancla del amor perpetrado
Vendaval en la madrugada desposeída
Sola como tú,
Sin mí
Sin quien las cuide,
Sin quien les arrime una taza de café con mantequilla
Una almohada de gato
Para que desmarañen su sueño
Solas las gaviotas que surcan las corrientes
Con alas más fuertes,
Más sólidas: no de Ícaro
Cardumen,
Fosa de escamas,
Cueva de protozoarios
De algas y de uvas:
Valles de la vid profunda
Solsticios de luz verde
Equinoccios de matriz oscura
Tu piel: (otra vez) arena
Tus manos: estrellas de mar
Tus ojos: perlas
Tu boca: profundidad del océano
Yo: un pequeño molusco
Que todo lo ve,
y lo calla
Y no se deja
atrapar.-
Arturo García
Manzanillo (Playa La Audiencia)
11 de Agosto, 2008
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NOCTURNO

A ti, ¿a quién más?

A veces la envidio
Pienso que es más fuerte que yo
Que es más integra
Eso me hace envejecer de angustia
Pero luego todo lo tolero
Cuando escucho su voz
Ella está en el agua de mi cuarto
En esta pecera nocturna,
Taciturna
Casi sabia

A veces la envidio porque es ella
--Y no yo--
Quien mece en su vientre
El (producto) de nuestro amor
Tan eternamente esperado
Tan largamente deseado

La eternidad tiene manos de luz
Cuando todo se apaga

También la envidio por su belleza interna
Porque ella no tiene el corazón de hierro
Y si lo tuviera,
(Lo ablandaría mi fuego)

Ella es la envidia de todos
Quienes no han logrado
Lo que el amor alcanza
Con esa lanza
Que con el viento resquebrajó
Su estancia.

Todas las musas la envidian
: ella es mía
Las sirenas se esconden a colear
en chismorreos
Dicen: Periquita esto, Periquita esto otro.
En lo alto del cenit, empero,
los unicornios juegan
a picotear las nubes con su punta
filosa de algodón marfil.

El filo de los días ya no hace mella
Yo la envidio
--Es cierto--
Pero más la amo.

Arturo García
Denver, CO
28 de diciembre de 2008