Meretrices (M): Estamos en el estudio de Francisco Gonzáles, quien es un artista plástico de aquí de Ajijic, de la Ribera de Chapala. Aunque proveniente de una familia Francisco Gonzáles es, quizá, una de las propuestas más auténticas, más legítimas en términos de búsqueda estética y de renovación de los estilos y de la paleta de colores. Pretendemos la tarde de hoy desvelar algunos secretos a través de esta humilde entrevista que le realizamos. Francisco, ¿por qué no, para arrancar y agarrar un poquito de calor, por qué no nos cuentas cómo fue que llegaste a determinar que lo tuyo iba a ser pintar?
Francisco González (FG): Bueno, a mí me gustó pintar desde niño. Dibujaba mucho. Hasta
rayaba mis tareas antes de entregarlas. Es la misma historia que por ahí se
cuenta; ahí Efrén Gonzáles anda diciendo que ahí andábamos con Angelita, con
Neill James. Pero no, nunca pensé que fuera a ser pintor, sabía que tenía la
habilidad, incluso vendí algunas cosas pero nunca me interesó. Yo me interesé
hasta que me casé con doña Hilda Martínez. Éramos anticuarios, bueno, somos
todavía, y me dio por restaurar pinturas. Ella me dijo: “¿por qué no te vas a
la universidad y aprendes algo de eso?”. Y me fui, cuando estoy allá me di
cuenta que no se trata de eso la universidad, la pintura era otra cosa. Sí
entré a restauración I y II; pero no, la carrera se volvió otra cosa y mi
interés creció, como que era la necesidad del mensaje, de lo que es entrarle al
mensaje de la sociedad. Y entonces ya en la escuela, casi, casi hasta se te
olvida pintar: te ponen a leer, te hablan del problema que tenemos en este país
y que a través de la pintura puedes hacer un mensaje sin letras, puedes plasmar
lo que muchos quisieran decir y no tienen las palabras. A mí no se me dan las
palabras pero sí me gusta de vez en cuando hacer algo que hasta me han
censurado a veces. Así empezó mi onda, yo no creía que iba a ser pintor pero
aquí estoy. Y ya se me hizo vicio porque bien no me va, bien no me va y no
busco que me vaya bien; me vale madre yo sigo pintando y creo que me voy a
morir pintando.
M: ¿Terminaste la licenciatura de artes
plástica?
FG: Sí, terminé mi licenciatura de artes y no es
algo que me dé preocupación. Yo creo que en la carrera no tiene que ver el
título.
M: Eso resuelve un poco la pregunta que estaba a
punto de hacerte: ¿los pintores necesitan de carrera?
FG: Yo creo que no. En mi caso aprendí otras
cosas que nada tenían que ver con la pintura y allí es donde entiendes que si
tú quieres ser revolucionario y entrarle a dejarle algo a la gente o estar
entre la bola yo creo que no necesitas estudiar. Claro, técnicamente sí me
sirvió en algunas cosas pero que yo diga: “es que sin la universidad yo no
hubiera sentido el gusto por la pintura” yo creo que no porque yo desde niño
tenía la necesidad de pintar pero no creí que fuera a acabar de pintor. Es más,
hice trámites a derecho y mientras esperaba salir en listas pasó algo dentro de
mí, y nunca lo olvido, dije: “yo cómo me veré en una pinche oficina o siendo gato
de otros cabrones… no, ni madres”. Y no. Yo hice eso porque mi vieja estudiaba
eso y anda uno diario tras la pinche vieja pero luego reaccioné… aunque un
punto muy importante fue que Hilda me dijo: “éntrale a la carrera”; yo no
quería, decía que ya sabía. Yo hacía copias de los libros de los grandes
maestros y me quedaban bien gachos, bueno, no me quedaban todavía chidas pero
ya decía: “no, yo sé pintar, yo sé pintar”. Y la verdad es que hoy le agradezco
mucho porque descubrí tantas cosas en la carrera que nada tienen que ver con la
técnica: tu preferencia, tu estilo de pintura. Me topé con maestros bien
cabrones que me decían: “no cabrón, pintar no es nada más pintar, ser
estudiante de artes es una revolución, es hacer otras cosas más importantes
para la sociedad”.
M: En tu opinión, Francisco, ¿el artista debe
pintar para vender o vender es una consecuencia de una búsqueda mayor?
FG: Pues te diré que yo pienso que yo pinto para
mí… y se venden mis chingaderas. Pero sí soy muy criticado; es más, hasta mi
técnica busco que sea tan original que está tan inconclusa, parece que no está
terminada, no tiene sentido pero así me gusta porque he tenido muchas
experiencias. Esta experiencia se la digo hasta al Chivo, se la digo a muchas
personas y no es a consecuencia de lo que pasó pero un día en la universidad yo
iba a mi clase de pintura, recuerdo que estábamos utilizando la técnica de la
espátula sobre madera y me detuve a ver una explicación afuera, en los pasillos
de una persona que acaba de morir, de El Greñas, le estaba explicando en dos
cartoncitos a un maestro de nosotros como él tuvo que ir en la mañana a ese
lugarcito donde había un pequeño lago con arbolitos y pintó la mañana, como
cuando salía el sol; pero luego se fue en la tarde y le empezó a explicar que
en la tarde es lo que vio y lo plasmó, dos pinturitas, tan horribles, tan
malhechas pero no fue lo que me conmovió, las pinturas, sino su manera, él
creía en él, y yo tomé ese ejemplo.
M: De creer en ti.
FG: Sí, porque lo explicó con tanta fuerza que el
maestro le creyó y yo le creí… y las pinturas estaban horribles, yo creo que
ese wey me echó a perder (risas).
M: Sospechamos, Francisco, que hay más de una
realidad, que hay muchas realidades y quizá alguno de los primeros seres en
revelar esas realidades fueron los pintores hace ya muchos, muchos años; porque
la intención de los pintores varía de uno a otro: hay quienes pintan para
descubrirnos otras caras del mundo y hay quienes pintan únicamente para
reproducir la realidad inmediata, como si se tratara de un artificio de
fotografía La búsqueda es distinta entre cada artista. Cuando tú preparas el
lienzo y tomas el pincel o la espátula y tus materiales ¿qué es lo que pasa por
tu mente?, ¿qué es lo que buscas al pintar?
FG: Esa discusión la tuve con mi maestro Sergio
Murillo González, que decía que teníamos que inspirarnos y luego ejecutar; y yo
a veces no me inspiro, ejecuto. Yo no sé qué chingados va a salir del lienzo
pero siempre tengo esa costumbre. Yo nunca boceto, cuando dibujo si vuelvo a reproducir
ese dibujo siento que ya es una copia. Estoy tan acostumbrado a agarrar el
pincel y ponerme a trabajar y que en el camino es cuando van saliendo las
cosas. Nunca sé qué va a salir. Muchas gentes cuando tengo mis lugares como
tipo galerías o estudios llegan y me dicen: “¿cuántos artistas están aquí?”
Nada más yo… en esta ocasión sí hay varios de mis amigos pintores pero en otras
ocasiones soy sólo yo. Entonces me dicen: “nada tiene que ver una pintura con
la otra”. Es que yo no tengo un plan. ¿Por qué? Porque el mismo Murillo
González me enseñó algo muy chingón. Una vez le dijo una chava, la Violeta, me
acuerdo que así le decían: “maestro, yo siento que usted ni sabe, yo siento que
cuando entramos aquí usted experimenta, usted hace todo espontáneo aquí”. Él le
dijo: “gracias por ayudarme con la clase, eso lo iba a decir yo pero ya me
ayudaste, aquí se viene a experimentar”. Porque eso es el arte, un experimento,
un laboratorio. La maestra Rosa también me decía lo mismo: “el arte es un
laboratorio y es la carrera más difícil de todas porque tienes que aprender de
todo, tienes que saber un poquito de todas las demás profesiones para poder ser
tú en el arte, para poder encontrarte”. Es un laboratorio el arte, yo por eso
no le tengo miedo al lienzo, salen unas cosas que al principio no las acepto
pero luego estoy contento. Es mi manera de hacer las cosas.
M: ¿Eres un pintor de tiempo completo,
Francisco, o cuando recargas el pincel te conviertes en otra persona?
FG: Yo creo que me convierto en otra persona,
creo que no puedo ser yo mismo. Cuando me clavo en hacer una obra me olvido de
todo y pueden pasar las horas. Es más, he pintado de noche y me amanezco
pintando. Es más, se me olvida comer, no se me olvida pistear pero sí se me
olvida comer. Te transformas. En mi caso sí. Por ahí criticaban que los
pintores buscamos una facha, aparentar que somos pintores; yo no creo en eso.
Yo me dejo el pelo largo luego me lo corto y es un gusto a parte. Yo siento que
pelón o greñudo sigo con el pincel en la mano; con short, con pantalones,
encuerado o con ropa yo sigo siendo el mismo, el que cree en el pincel.
M: ¿En dónde pones al alcohol en la vida de un
artista?
FG: Yo creo que el alcohol es el detonante de la
felicidad cuando nos juntamos toda la bola de cabrones. Yo creo que si no
tuviéramos alcohol no seríamos tan sociales entre nosotros. Personalmente
cuando pinto no puedo tomar, no es cierto, yo no puedo. Si tomara alcohol al
pintar no podría. Muchos dicen: “eh, ¿qué fumaste o qué tomaste?” No, es al
contrario, si yo fumo y tomo no pinto. Yo cuando pinto estoy sobrio, estoy
dedicado al 100% a lo que estoy haciendo. Cuando tomo ya me gusta echar poesía
de mis pinturas, hablar con mis amigos pintores y todo pero el alcohol creo que
no lo necesito para pintar, pero sí para convivir con los demás güevones igual
que yo (risas).
M: Mencionas a la poesía y me llama mucho la
atención. ¿Qué tan importante es para el pintor, en tu opinión, que pueda rozar
todas las disciplinas del arte como la buena música, el teatro, la literatura,
la poesía, el cine, etc.? ¿Qué tan importante es para su desarrollo?
FG: Bueno, yo en la escuela entendí que el arte
no sólo es la pintura: es la música, la literatura, la fotografía, la
escultura, etc. Todo es un arte. Nos decían en la escuela: “la fotografía va de
la mano de la pintura”. Yo creo que sí pero hay momentos cuando ciertos
artistas tienen esa necesidad o esa tendencia es respetable; no es mi caso. Sí
lo hice en su momento utilicé la fotografía. La música… pues si no tienes la
música no puedes pintar. La música sí la necesitas, es como una especie de
droga que te impulsa a seguir pintando y pintando; pero de lo que no te puedes
despegar… podrás pintar sin música algunas ocasiones pero de lo que no te
puedes quitar es de la literatura porque desde el inicio hasta el final de mi
carrera siempre nos dijeron: “si quieres pintar y ser original tienes que leer,
leer, leer”. Yo no soy un gran lector pero sí leo buena parte de libros.
Intento leer lo mejor, lo que mis amigos que saben me recomiendan. Pero siempre
saco algo de la literatura. Incluso, los pintores somos medio mamones, cuando
ya andamos medio pedos nos gusta hablar rebuscadón, usar palabras juguetonas y
¿por qué no? echar una poesía. Cuando tenemos un amigo que sea poeta y que lo escuchamos
nos volamos. El Joaquín Sabina nos encanta: músico y poeta. Y por ahí va… yo
creo que es bien importante la música y la literatura.
M: En términos de artes plásticas ¿me podrías
mencionar a tres de tus maestros favoritos?
FG: De la escuela Jorge Pérez Pérez, borracho en
las mismas clases; me mandaba por las modelos, las cervezas no las viejas, las
viejas ya las teníamos allí. Me decía bien pedo cuando llegaba yo a las siete
de la mañana, teníamos una modelo encuerada y me decía antes de empezar: “vamos
a ponerla como tú quieras cabrón, como tú quieras”. Y yo de hijo de la chingada
le decía: “ponla como una rana, chingue a su madre”, nomás por hacer la maldad.
Aparte la vieja estaba fea. Un gran maestro, lo quise mucho; alcohólico, muy
alcohólico, llegaba bien pedo a darnos clases pero me enseñó tanto ese maestro;
por ejemplo, me enseñó la confianza en mí mismo y nunca tuvo pelos en la lengua
para criticar mi obra y decirme lo mal que estaba en ciertos trabajos. Yo vi
cómo aventaba los trabajos de otros por el aire ya borracho porque estaba
diciendo: “tú estás reprobado, nunca te paraste en el semestre, a mí me vale
madre que seas hábil, aquí te quiero… entonces ¿qué te estoy enseñando”. Y me
decía bien pedo: “si tú quieres pasa, es tu compa, si tú quieres no pasa”. Yo
le decía: “no, maestro, cómo quién pasa y quién no pasa; por él que pase pero
por ti como maestro pues es tu pedo, pero sí avienta otra pintura por favor”. Y
la aventaba.
Sergio Murillo González, a ese señorón siempre
lo recuerdo, fue uno de los primeros. Lo quise mucho, me enseñó mucho, me
regañó mucho, nos reímos mucho. Fuimos a una conferencia a Toluca. Es un
desmadre ese señor y siempre lo recuerdo. De hecho fue maestro del Chivo y
siempre platicamos de él. Fueron muchos pero esos dos fueron los más
importantes junto con la maestra Malú, pasante de arquitectura, estuvo allí en
la universidad, una gran maestra. La recuerdo por esta anécdota (yo recuerdo a
los más importantes por anécdotas que no olvido): Una vez llega una compañera y
le dice: “maestra, aquí está mi trabajo”. La maestra le dijo: “oye, pero ¿qué
pasó allí?, ¿y esta parte qué?”. Yo les explico a muchas personas que debemos
darnos cuenta de que cuando estás en la universidad nada es cierto, te tienen a
prueba todo el tiempo, tú crees que los trabajos son importantes, sí lo son
pero por esto que voy a decir: la compañera le respondió: “no, maestra, es que
no tenía color amarillo, por eso es que no terminé”. La maestra dijo: “jamás
digas que no tenías color amarillo y que por eso no lo terminaste; siempre vas
a decir ‘así lo quiero yo, sin amarillo y con este pedazo faltante’, así debe
de ser”. Por eso soy tan coachalote (sic) para pintar. Nunca la olvido, fue de
los tres que me enseñaron más.
M: Y tres de tus pintores favoritos.
FG: El primero y que me inspira es Picasso. Estoy
leyendo ahorita su historia no sólo su biografía, su historia. Tengo otro libro
donde está toda su obra. Entonces, cuando leo el libro y luego veo la obra
estoy entendiendo por qué pintó, cuándo y cómo. Tuvo una vida muy difícil y fue
una persona que sufrió mucho como pintor, como persona, tuvo muchas mujeres,
sufrió por ellas. Ahora entiendo por qué es tan importante… El genio le
llamamos el Chivo y yo, es un genio, lo vemos y nos quedamos impresionados.
Francisco Toledo, me impacta, me encanta su trabajo tan minucioso, me gusta que
viva actualmente. Francisco Toledo es mi pintor favorito mexicano. El tercero
sería… el Chivo no (risas). Diría Javier Arévalo pero no conozco muy poco de su
obra, me gusta mucho pero conozco poco su trabajo. Es que no quiero hablar de
las leyendas, quiero hablar de los que están ahorita. Pues hablando de lo que
soy yo creo que el Greñas, aunque ya se fue también. Yo lo respeté. Y yo le
decía al Chivo hace muchos años, cuando de recién empecé a andar con el Chivo,
le decía: “para mí los mejores pintores son tú y el greñas”. Y luego ya pedos
le repetía: “¿sabes quiénes son los mejores pintores? tú y el Greñas”. Y me
decía el Chivo: “sí, sí, ya sé, ya vas a decir que yo y el Greñas”. Chivo hasta
se molestaba. Pero sí es cierto, muy buen pintor.
M: Hace algunos años recuerdo que no muy lejos
de aquí tuve oportunidad de llegar a tu, en ese entonces, estudio y comentarte
lo que sentía, lo que pienso de tu obra. Ahora, años después y tras seguir en
contacto con tu trabajo y con tu obra y con tu crecimiento como ser humano y
artista, me da la impresión de que tu pintura tiembla, como si tus cuadros
sufrieran de un temblor. Creo que uno de los síntomas más importantes que
delatan que uno está vivo es el temblar. Por lo que creo que tus cuadros tienen
vida, un estertor de vida. ¿Cuál dificultad has encontrado con este tipo de
práctica pictórica viviendo en un lugar tan lleno de pintores que sólo reproducen
canoas y escenas del lago y señoras que van arrastrando toda su identidad
mexicana en una canasta de flores? ¿Qué problemas has encontrado en este
contexto?
FG: Es bien difícil. Yo le explico a mucha gente,
incluyendo a los gringos que son los compradores número uno de todo tipo de
arte, que yo tengo muchos amigos que me dicen: “no quiero el arte tradicional,
yo quiero cosas originales que sean de ti”. Mi problema y no quiero ser mamón,
he comentado mucho con gente que tiene buen gusto, que es una chinga educar a
la persona para que te compre algo que valga la pena. Tienes que invertir en
educar a la persona, decirle: “mira, es que esto no va a valer nunca”. Y metérselo
por el lado de la inversión… qué lástima que tenga que sacar uno el lado de que
es una inversión que te va a dar a futuro y que no lo acepten simplemente pues
porque es algo original. Igual yo no soy tan bueno, como quisiera. Decía un
maestro en la universidad: “si tu obra no causa una emoción entonces no estás
haciendo buena obra; tu obra muerta no vale nada”. Mira, más vale que te la
rompan, que te escupan, que se rían de ti, que te crean absurdo, loco pero
estás causando una emoción. Esa es la misión, causar una emoción. Mis trabas en
esta zona es educar a la gente. Yo no puedo criticar a los demás en cuestión de
sus canoas porque ya estoy cansado, no van a entender; dijo el Chivo un día:
“no lo van a entender, primo, déjalos, así van a morir”. Sí es bien difícil
hablar con la gente y decirle porqué deberíamos de trascender todos juntos,
tanto los que pintamos como los que compran.
M: Ese sentido de rebeldía me recuerda un poco a
Jean-Michel Basquiat que todos sabemos pasó por cosas similares al romper
esquemas. ¿Hay alguna exposición en la que tú hayas participado que te valga
como la mejor, que te sea la más recordada, la más sentida? Háblanos un poco de
tus exposiciones.
FG: Aquí en Ajijic no me gusta exponer por el
elitismo que existe en la Casa de la Cultura (sic). Pienso que nunca voy a
exponer mientras existan estos grupos elitistas llenos de preferencias por sus
intereses personales. Para mí la mejor exposición la tuve, y creo que fue una
de las últimas, en Jocotepec, en la Casa de Cultura. Pinté a cristo desnudo,
una especie de burla, le puse bombas, le puse cuanta madre. En ese tiempo
estaba de director de la Casa de la Cultura, Luis Guzmán. Recuerdo que me llamó
por teléfono muy en la mañana, quince días después de la exposición, me dijo:
“primeramente para felicitarte”, le tengo mucho respeto y cariño a Luis Guzmán
porque es una persona que conoce, hice una serie de cuatro pinturas; me dijo:
“primeramente te felicito y luego te digo que tengo que bajar tu obra sino la
van a romper y me van a linchar aquí junto con tu obra”. Todos dicen que
llegaron grupos de personas, de religiosos de allí de la comunidad de Jocotepec
que llegaban a ver los cristos, todo mundo: incluso decía la señora que está
allí: “oye, deberíamos de cobrar, nunca se había llenado tanto la Casa de
Cultura, muchísima gente”. Esa exposición para mí fue la mejor porque hice lo
que tenía que hacer y lo logré por primera vez. Pero eso sí, yo tuve un tiempo
de abandono de mí mismo, tenía muchos problemas personales. Yo creo que todos
somos más aventados cuando algo nos falta, cuando estamos de güevones y
tranquilamente no hay mucha creación. En ese tiempo yo pasaba por unos
problemas muy fuertes con mi familia y fue cuando hice esa obra, me valió
madre. Me acuerdo que la hice en la cueva con el Chivo, me decía: “primo, nos
van a linchar, si vienen yo voy a decir que tú la hiciste” y me daba carrila.
Mucha gente cuando la estaba haciendo me decía: “oye ¿y tú por qué así a
Jesucristo?” Yo les decía: “no, en primera yo puedo pintar lo que quiera y si
me hablas de religión así lo tienen, como un payaso, comercian con él, hacen
todo lo que pueden con él; y por otro lado es una manera de enfrentarme a mí
mismo y de ver que puedo hacer lo que quiera. Irreverente siempre he sido en mi
pintura y fue una gran exposición, los resultados fueron los mejores que me han
pasado en mi vida de pintor.
M: Francisco, imaginemos que seguimos aquí
durante un tiempo más y que estamos en un estudio donde tú pintas dentro de 30
años. Quiero que me respondas esto con mucha sinceridad y desde el fondo de tu
corazón ¿qué es lo que pretendes al pintar?, ¿cuál es el principal legado que
te gustaría dejar?, ¿a dónde quieres llegar dentro de un lapso de tiempo?
FG: Bueno, y quisiera, primeramente, perder más
el miedo y seguir mi camino. No quisiera yo verme cambiar de estilo por
necesidades económicas. No quisiera yo que los que me han seguido con la vista,
que de repente digan: “ah, cabrón, este ya valió madre, se frenó, se puso a
hacer canoas por vender”. No quisiera eso. Yo me veo a futuro creando algo que
no está en la tierra todavía. Pero para eso tengo que exponerme al ridículo,
bueno, a lo que todos llaman ridículo, a mí no se me hace ridículo, se me hace
aventura. Muchos le llaman cometer errores, yo no creo que los errores existan,
existe la experiencia; ¿si no cometo errores de dónde voy a aprender? El
cometer errores o el fallar, lo que todos llaman fallar me hace entender que
debo ir más arriba, más arriba y nunca ir para atrás. Yo me veo pintando, me veo
anciano y me veo igual, con la misma necesidad, influenciado por gente más
importante. No tengo mucha oportunidad de salir pero sí sé de otras personas en
muchos lugares, en Guadalajara, en el D.F, escuchas, ves por internet, te das
cuenta de que hay gente igual que nosotros. Yo me veo igual: pintando.
M: El artista es el mismo a lo largo de la
historia y es el mismo en todos los rincones del mundo. En los últimos meses me
he percatado, Francisco, a través de algunas acciones que hemos realizado, de
que hay un, no me gustaría llamarle boom aunque un poco es eso, un boom de
jóvenes pintores en la ribera de Chapala que, hay que reconocerlo, esos jóvenes
pintores andan tras la huella y siguiendo la sombra de maestros como tú , Isidro
y una lista larga de pintores de aquí que hay que nombrar; pero la lista de
jóvenes que están empezando a pintar y que tienen hambre de arte es, de verdad,
muy larga y a mí me ha sorprendido mucho. Esos jóvenes, esos incipientes
artistas buscan quien les enseñe el tip, cómo hacerle, cómo rascarle, cómo
difuminar, encontrar puntos de fuga, etc., etc., pero también, mucho más allá
de eso, buscan quién les pueda dar algún consejo de las cosas con las que uno
se enfrenta cuando uno se entrega a la vida del arte. Nosotros que hemos
habitado un poquito más que ellos en esta bola de barro que llamamos Tierra
tenemos, como bien dices, un poco más de experiencia. A todos esos muchachos
que están allí y que seguro te van a ver en esta entrevista, que están
pintando, que tienen hambre de que les digan prepárate para esto y para esto otro, en términos de cultura y de
experiencia humana ¿qué les tienes que decir?
FG: Así como decirles directamente no siento que
tenga yo el calibre para eso, no lo tengo. Pero sí les puedo platicar algo que
me sirvió mucho de experiencia: primero que suelten el pincel, que suelten la
mano, que pierdan el miedo a expresarse. En una exposición en el MUSA en
Guadalajara de Alejandro Colunga, hay un pequeño teatro allí, me senté a ver la
fotografía y todo lo que se escribió sobre su obra; allí leí algo que me llamó
la atención porque siempre busco justificarme, decía Alejandro Colunga: “para
todos aquellos jóvenes que pintan rebuscadamente, que buscan la perfección, que
quieren hacer todo como si fueran fotografías yo los critico y yo los reto a
que suelten el pincel, que sean ellos mismos, que no terminen ni las cosas”.
Otro que admiro mucho es a Alejandro Colunga porque a él le viene valiendo
madre cómo quedan las cosas, reta a todo, le vale madre la sociedad, la
religión, el gobierno. Es un gran señor Alejandro Colunga. Y sí, yo diría que
los jóvenes deben ser más sueltos, más relajados, que no busquen la perfección
y que no tengan miedo. Y que no guarden sus colores como el Chile de Joco que
deja su cajita y que le dura tras años porque se la regaló su hermana (risas).
¡Qué se acaben los pinches óleos, las acuarelas, lo que tengas! Que se suelten,
así no van a poder ser ellos. No los estoy invitando a vender, lo peos es que
no van a vender pero van a encontrarse. Ese es el camino de todos los pintores:
encontrarnos.
M: ¿Hay alguna cosa que quisieras agregar a esta
entrevista?
FG: Primeramente lo que voy a agregar es: muchas
gracias, muchas gracias por esta entrevista porque yo siempre la quise y me
llegó y la estoy disfrutando. Yo no sabía cómo iba a ser la entrevista pero la
estoy disfrutando. Para es un honor que hayas venido a entrevistarme. Yo sabía
que iba a llegar en su momento pero si yo lo hubiera pedido hace tiempo no
hubiera sido igual. Esto se maduró a su momento, en su tiempo. Yo no estoy
haciendo dinero pero me estoy divirtiendo un chingo con el arte y era muy
importante para mí una entrevista en Meretrices, es parte de lo que estoy
haciendo. Estos son los verdaderos logros.
M: Gracias.