21 mayo 2013

EDITORIAL


Las cosas permanecen vivas cuando las recordamos. La memoria no debe ser privilegiada. Basta un segundo durante el día en que se recuerde un suceso, una sonrisa, un panorama lluvioso rodeado de árboles inquietos para garantizar la inmortalidad de esas cosas. Hay recuerdos que tienen la virtud de detonar obras de arte y obras de arte que a veces recordamos en un ciclo infinito de vaivenes y entregas de estafeta para recorrer exactamente el mismo tramo. En alguna parte leí que los recuerdos son como un espejo retrovisor al que sólo acudes para verificar qué viene tras de ti y que vivir observándolo provocaría, indudablemente, un accidente fatal. Observar siempre hacia el frente y tomarse en veces la molestia de poner la vista en el pasado para confirmar la ruta es una actitud de sabios. Vivir en el ayer momifica. Afortunadamente existe el arte. En la obra de arte, en la obra creativa se unen pasado, presente y futuro de la forma más natural y sin forzarse. La pieza de arte se crea con la materia prima de lo vivido en el pasado, durante un proceso creativo presente que se vive con intensidad y, al fin, para que el resultado represente al autor, sus ideas y su tiempo en lo futuro. Es en este escenario donde ninguna de las tres fases del tiempo cobra mayor valor, es igual de importante el pasado del que todo parte que el futuro en donde todo acaba y ese instante infinitamente pequeño que llamamos presente. Esta suma de los tiempos es lo que hace del arte un objeto universal, una piedra fundacional que seguirá revelando siempre quiénes fuimos, qué hacemos y a dónde pretendemos llegar. Aunque algunos digan que el tiempo es subjetivo y existe únicamente en la mente humana estamos sujetos a él y su paso implacable nos va destruyendo poco a poco. Actuemos con buena estampa y sepamos darle la justa dimensión al tiempo, antes de que sea demasiado tarde. 

El lenguaje: introducción



Desde el momento en que el Hombre se dio cuenta de su condición el lenguaje se gestó en su seno y creció y se fortaleció en él. El pensamiento[1] es un lenguaje anticipado, ¿es el lenguaje mismo? El lenguaje es una transmisión prevista por el hombre en su interior y al mismo tiempo es la construcción de dos entes, la idea y el concepto. A partir de que el Hombre inventó un lenguaje cumplió con su función, la de hacerse al nombrarse. El lenguaje valida al Hombre como Hombre y es, pues, una condición necesaria para Ser Hombre; el Hombre ya no puede Ser sin el lenguaje, ahora el lenguaje es su condición. A partir de que el Hombre inventó un lenguaje cumplió con su función, la de hacerse al nombrarse. El lenguaje valida al Hombre como Hombre y es, pues, una condición necesaria para Ser Hombre; el Hombre ya no puede Ser sin el lenguaje, ahora el lenguaje es su condición.

La idea, con su origen en el lenguaje, es el acto primordial que en el hombre define al pensamiento; sufrió un cambio más drástico que el concepto, se hizo de costumbres plásticas y se desarrolló a partir de una constante imitación de las formas más complejas, en las que podía cumplir una misión como portadora de mensajes, condición para que se cumplan el signo y el símbolo. Las ideas tuvieron un papel importante en el desarrollo de nuestra “naturaleza divina”, en el acto de ser Hombre, mostrando con esto un orificio por el que el Hombre asomó instintivamente los sentidos sin sospechar siquiera lo que acechaba del otro lado de esa apertura: una sentencia seductora que le hizo dueño de cierto numen. El concepto según la Real Academia de la lengua Española (RAE) es una idea que concibe o forma el entendimiento y el pensamiento expresado en palabras. El concepto, por consiguiente, se ve afectado y evoluciona a la par de las ideas.  

Cuando Octavio Paz nos dice que la primera actitud del hombre ante el lenguaje fue la confianza: el signo y el objeto representado eran lo mismo de alguna manera nos dice que el lenguaje era el pensamiento y lo comunicado surgía de ambos. Octavio Paz dice del lenguaje, pensamiento y ritmo, que la necesidad de preservar el lenguaje sagrado explica el nacimiento de la gramática, en la India védica. O sea, en un primer y único intento por preservase a sí mismo, el pensamiento inventó las acepciones. Con el nacimiento de la gramática en la India el pensamiento hace que las palabras nombren; el objeto en particular adquirió su nombre y la palabra, cada vez más, perdió su capacidad para nombrar la esencia de las cosas y se abrió un abismo entre los nombres y las cosas que nombran. Ya en La Biblia se relata el instante en el que el Hombre, al buscar grandeza en la conciencia que es consciente de ser consciente, construye un monumento a sus intentos, monumento que llegaría a los cielos y lo haría dios, la Torre de Babel; antes de terminar el proyecto perdimos el λόγος y con él la comunión con el pensamiento. Todos, al querer nombrar para hacer valer “nuestro derecho a ser creadores, a ser dioses”, negamos la verdad del lenguaje, la de ser indecible o incomunicable a los demás antes que a nosotros mismos, negamos al lenguaje antiguo que es el pensamiento. 
Los recuerdos son el único vestigio de lo que alguna vez fue el lenguaje puro. La memoria es la forma en que el lenguaje antiguo se ha preservado de manera incompleta, la memoria es sólo uno de los rasgos de aquél lenguaje que hemos perdido y solamente es cuando se piensa porque es en el pensamiento donde esta capacidad vio la luz. Sin embargo hay un misterio que intencionadamente, creo, no se ha resuelto quizá porque realmente “nadie” ha sido capaz de hacerlo y es el siguiente: en el Hombre ¿el lenguaje precede al pensamiento? o, ¿el pensamiento precede al lenguaje? Es muy probable que el Hombre, antes de resolver cualquier cuestión de comunicación con sus semejantes se afirmara como tal, como hombre. El lenguaje es un atributo de todo. Al poseer la intención indirecta de servir como un mensaje la existencia gestó, en su transcurrir, un ente consciente de ser consciente y de saberse acreedor del lenguaje, del pensamiento que piensa y se comunica los signos, del lenguaje que construye símbolos.

Primero se asumió el signo como elemento esencial para el lenguaje y después, sólo después, el símbolo surgió de entre las imágenes solventes. Anterior al lenguaje escrito, hablado, gesticulado, etc., existió el pensamiento. Es aquí donde la imagen tiene un papel preponderante en esa emisión de lo descifrado, de lo resuelto, que es en los mensajes un sustento para poder afirmar que somos conscientes y que, a demás, resolvemos esa consciencia al construir significados que descifran los que pensamos. El pensamiento probablemente no es algo que sólo el Hombre posee sino que el lenguaje, como pensamiento descifrado, tampoco lo es. Con este preámbulo ahora podemos hacer, valga su nulidad por lo hasta aquí previsto, definiciones o en su caso aserciones que nos permitan continuar con nuestro análisis en un artículo posterior.  

El lenguaje natural tiene un lagar especial en nuestra diferenciación porque es, quizá, el instinto de recuperación del lenguaje puro, del signo pensado. En sus características, el lenguaje natural, tiene unos rasgos curiosos, por ejemplo: el mensaje humano es temporal, con ello implica lo intrascendente de sus comunicados, las palabras se las lleva el viento; la función metalingüística solamente se agrega para afirmar su anhelo que, en su caso, es la súplica por su vuelta a ser trascendente. El lenguaje es un entramado de esqueletos significativos y necesarios, necesarios hasta que se encuentran sintetizados en sistemas que efectúan redundantemente su función, ser signos y pensarse para significar, los símbolos. El pensamiento llega como algo entendido y que se entiende, ideas, imágenes, signos puros. El pensamiento resuelve el problema del lenguaje natural y es en sí el verdadero lenguaje natural.

El abismo al que Octavio Paz hace referencia en sus estudios es, muy probablemente, el abismo que ahora nosotros entrevemos entre el signo y el símbolo, abismo del cual nos ocuparemos de manera exhaustiva en la parte siguiente, en un artículo posterior.

 Miguel Orozco Rico. 


[1] Con pensamiento, lo mismo que con lenguaje, me refiero al humano; será en otro momento que hablaré de ellos como atributo de los animales. 

Gelatina Para Soñar.



Lis tenía dos mundos totalmente fuera uno del otro, lo malo de la historia es que en muchas ocasiones éstos se mezclaban, era entonces cuando surgían seres asombrosos.
Cada vez que se quedaba sola comenzaba a escuchar aquellas voces que le hacían saber las travesuras que vivían en su inquieto interior. Su padre salía todas las madrugadas a pescar en el lago que se encontraba a media calle de su chocita. Cuando el sol se asomaba, la madre de Lis le dejaba listo el desayuno, el cual consistía en un tazón de lentejas con jitomate picado y unos trocitos de jamón. Lis, después de comer, debía alcanzar a su madre y ayudarle a sacarles las tripas a los pescados, lavarlos y hacer filetes. Al término de esta actividad salía a la calle a venderlos de casa en casa. A pesar del hecho de hacer esa actividad todos los días, Lis odiaba el olor del pescado y más aún el tener que destriparlos; cada vez que acercaba el cuchillo al cuerpo escamoso del pescado que la miraba fijamente, el olor que despedía era muy similar al de agua sucia y estancada de mucho tiempo. Mientras hacía su labor cerraba los ojos e imaginaba que lo que estaba entre sus manos era un trozo de melón y el aroma era de frescura y al mismo tiempo dulce, que la hacían salir corriendo de su realidad. Conforme pasaba el tiempo la rutina la volvía loca, así que no le quedaba más que salir de paseo con su mente, dejaba volar su imaginación. En ocasiones pensaba que era una sirena y que el agua le había impedido oler lo que tanto odiaba. Veía todos aquellos pescados que en alguna ocasión había destazado, sin embargo, no importaba; era su sueño y ella escogía lo que pasara, era dueña de su imaginación y en su mente solamente ella mandaba, éste era su lugar favorito.
Una noche, después de una buena venta, su padre decidió beber un poco de cerveza. Ese poco de repente se convirtió en una borrachera. Llegaron las tres de la mañana y no había señales del padre de Lis, su madre aprovechó que Lis dormía para salir a buscarlo. Sin hacer ruido, acomodándose un pequeño chal color rojo y un bastón que le ayudaba a mantenerse en pie ya que sufría de una malformación en la rodilla que se le extendía hasta el tobillo. De esta forma se lanzó contra el viento y la brisa provenientes de la laguna. Las olas crecían cada vez más y el agua se tornaba más turbia. La mujer caminaba con dificultad a cusa de los fuertes vientos, a paso lento se fue perdiendo en la oscuridad de la noche. Lis despertó de repente, al verse sola, no tuvo más opción que asomar la cabeza por la ventana y después salir a la calle buscando una cara conocida. La luz de la luna era inconstante, el viento movía las nubes de un lugar a otro cubriendo y descubriendo a cada instante la luna. La niña no tenía miedo, sentía que era otro de sus viajes a su imaginación. Ella caminaba observando cómo los árboles se movían de un lado a otro haciendo sonidos que parecían sollozos de alguna persona con mucho miedo. Lis llegó a la orilla de la laguna y no pudo evitar ver las lucecitas que se encontraban del otro lado del agua. Ella pensaba que si llegaba hasta el otro lado encontraría un mundo desconocido. Su padre le había contado alguna vez de un mundo mágico que solamente se podía ver durante la noche. Lis se convenció a sí misma que esas luces eran de aquel lugar, así que tomó la canoa de su padre y se puso en marcha. Al llegar a la mitad del camino su canoa comenzó a moverse de una manera extraña, parecía que algo la golpeaba desde el fondo de la laguna. Se quedó quieta y esperó un momento, se inclinó para ver qué es lo que la golpeaba y no pudo creer lo que veía, el agua comenzaba a burbujear como si alguien se estuviese ahogando. De repente una burbuja salió y se posó a la altura de su cara. Comenzó a hacerse grande cada vez más hasta alcanzar el tamaño de dos metros. Ésta se rompió enfrente de ella y un ser extraño de color verde semejante al vómito con los ojos saltones y brillantes parecidos a los de una carpa a punto de ser destazada y unos tentáculos que no paraban de moverse apareció. La criatura no paraba de escurrir una sustancia que parecía gelatina a medio cuajar y su olor era exactamente igual al que Lis odiaba con todas sus fuerzas. Al ver semejante espectro Lis intentó gritar, trató de moverse pero una fuerza mayor que ella le impidió hacerlo, solamente se quedó ahí viendo aquella figura que le producía náuseas y al mismo tiempo tranquilidad. “­­­—Sé qué es lo que odias” —le dijo aquel ser extraño al tiempo en que colocaba un tentáculo en la frente de la joven. En eso momento Lis comenzó a ver dentro de su cabeza el platón de lentejas, las tripas de los pescados y sus manos llenas de escamas. La criatura le contó de un mundo sin todo lo que odiaba, le prometió llevarla a ese lugar, siempre y cuando ella hiciera algo por él. Las palabras de esta criatura fueron tan cálidas que Lis accedió a prestar su ayuda. El trato consistiría en que destruyera a dos monstruos terrestres que amenazaban con su mundo, uno de ellos llevaría una botella en las manos, lo que la joven debía hacer era quitársela y llenarla con agua de color brillante; la otra bestia caminaría siempre a la orilla del malecón con un bastón. Dando estas señales Lis debía cumplir con su misión y luego podría irse a aquel lugar mágico. A la joven le pareció justo, tomó los remos y regresó a su casa. Buscó entre los productos de limpieza un líquido brillante que era un desinfectante. Tomó una botella de cerveza que se encontró, la llenó de dicho líquido y salió de su casa. Las nubes volvieron a cubrir la luna y la noche se tornó totalmente oscura de nuevo. Entre tanto caminar se topó con un bulto que hacia ruidos extraños con su garganta. Lis notó una botella en la mano derecha de la bestia y antes de que despertara intercambió las botellas, después se alejó y le arrojó una piedra para ver si estaba vivo. El bulto movió la botella y la acerco a su boca, dándole un gran trago. Lis observó pacientemente cómo comenzó a gritar, luego a vomitar y por último a revolcarse en la arena hasta que dejó de moverse. “Me falta uno” se dijo Lis entusiasmada. Corrió hacia el malecón y se escondió tras unas palmeras; esperó un momento. A lo lejos podía observar una silueta que sujetaba un bastón entre sus manos. Lis buscó una parte del malecón donde los trabajadores habían colocado las piedras que retiraron de la construcción y que era honda, al encontrarlo hizo guardia hasta que aquella figura de bastón se acercó lentamente a ella. Una vez que la tuvo frente a sus ojos, tomó todo el impulso que pudo y se lanzó sobre ella arrojándola a las piedras y luego al fondo de las aguas turbias y contaminadas.
Al terminar su misión Lis regresó al centro de la laguna; de nuevo aquel ser gelatinoso se acercó a ella, la enredo entre sus tentáculos y la sumergió en el agua.  La joven hacia todo lo posible por zafarse de esta criatura; sin embargo, el aire ya no llegaba a sus pulmones llenos de agua. De pronto una tranquilidad se posesionó de su mente y cuerpo hasta que su sueño más recurrente se volvía realidad: estaba en el agua sin tener que respirar y los peces danzaban junto a ella. Aquello era mágico para Lis, era lo que siempre había soñado. No sabía cómo pero estaba ahí, lo que ella no sabía es que nunca podría regresar de ese lugar.
Al día siguiente encontraron al padre de Lis muerto a espaldas de su casa, a causa de envenenamiento; el cuerpo de su madre estaba entre las olas, golpeándose contra las rocas. A los pocos días, la canoa del papá de Lis llegó completa a la orilla de la laguna, lo único que contenía era una botella de desinfectante y tripas, no precisamente de pescado. 

Nora Ríos. 

Yo grité gol una vez





Nací cuando los potros de hierro del Atlante habían perdido la final del campeonato mexicano en contra de Tigres, lo recordé un día que tomaba café con mi hermano viendo pasar a la gente deprisa, alejándose de la lluvia y tal vez mojando su única chamarra. En una servilleta escribí una frase “vale mucho más sufrir que ser vencido”. Atlante era un equipo que a veces sus números subían rápidamente, otras veces caen como un avión hundiéndose en el mar; así era mi vida tan similar a la del equipo del pueblo. El invierno pasado había sido uno de los más complicados de mi vida: enfermé inesperadamente del corazón. Estrechamiento o bloqueo de las arterias coronarias, los vasos sanguíneos que suministran sangre al propio corazón. A esto se le llama Enfermedad de las Arterias Coronarias, se desarrolla lentamente con el transcurso del tiempo. No entendí nada de lo que me había explicado el doctor, pensé en silencio que era como si el Atlante se quedara sin un jugador en un partido importante. Tuve que mudarme de la casa de mi padre porque no me gustaría enfermar su corazón, mi padre no tiene que ver cómo puedo ser expulsado de la vida. Mi nueva casa era inmensa: dos pisos, con una cochera grande, la sala era mi habitación, ahí podría haber vivido toda mi vida, los muros de esa casa tenían en su mayoría un espejo colgado. “El Negro” era el dueño de la casa, ahí vivía también su cuñado. No sé por qué me dejó quedarme ahí hasta que se casara con su novia, tal vez porque él era amigo de mi hermano. Se pasaba días enteros en su trabajo, a veces llegaba por las noches en silencio junto con su novia, uno o dos días cenábamos juntos y platicábamos largamente de los preparativos de su boda. Buscamos afanosamente cómo ahorrar ya que el dinero que ganaba era lo suficiente para pagar esa enorme casa que le había dejado de herencia su madre. Planeamos comprar el whisky más barato, reducir costos para que a todos en el día de la boda nos alcanzara una rebanada de pastel junto con una botella de whisky. Al final de la plática ellos subían a su habitación, yo dormía en la en el piso alfombrado, todo quedaba en silencio. El recuerdo de un amigo muerto aparecía como lo amargo de aquel día en el que Atlante perdió la final del campeonato mexicano en contra de Tigres, ese recuerdo era como los penales fallados esa final. “El Negro”  duró más de una semana trabajando casi las veinticuatro horas del día para pagar los gastos de la boda, con sus pantalones azules, nunca se veía diferente, o tal vez las únicas veces que lo vi; siempre traía sus tenis Nike casi a punto de perder su color blanco, sus lentes de sol deportivos, con la playera oficial del los rayos del Necaxa, su cabello bien cortado. Descansó muy poco en esa semana. Yo pasé el tiempo leyendo poesía de Rubén Bonifaz Nuño y de Efraín Huerta, también yendo con el doctor. Las consultas eran tan caras que tuve que hablar con unos amigos argentinos para que me ayudaran con algo de dinero ya que no podía trabajar. Ellos habían hecho una revista turística. En el trascurso de ese proyecto yo trabajaba con Martin vendiendo publicidad y por las noches siempre buscando en qué bar pasarían los juegos de la selección argentina. Ahora que les iba por fin bien en ese proyecto sabía que ellos me ayudarían en esta parte triste del invierno, sería como si me dieran algo de gloria en el campo de fútbol dándome un pase de gol o dejándome definir el partido con un movimiento inteligente. Vino a casa con su esposa y me dejó algo de dinero; para ser exacto me dejó 100 dólares. Unos cuantos minutos después se fue. Ese dinero me alcanzó para cuatro consultas más con aquel doctor. “El Negro” ya había casi juntado casi el costo total de la boda. Yo limpiaba la casa, lavaba los platos sucios, casi en su totalidad dejaba todo limpio, menos el cuarto en donde dormía su cuñado (el nunca hacia nada). Al barrer su cuarto dejaba el polvo con rastro de papeles en el pasillo, eso me enfadaba. Un día al abrir el congelador había unas bebidas de un licor preparado. Las tomé porque pensé que eran del “El Negro”. Al día siguiente en el desayuno le dije que me había tomado esas bebidas, él me dijo que no eran de él y sonrió un poco. Yo tomé como pago el tomarme esas bebidas por levantar durante meses el polvo de aquel pasillo. Ese mismo día subimos a la habitación donde él dormía, era una habitación totalmente equipada para un matrimonio, en el peinador tenía una fotografía donde él estaba con su novia, tenía una terraza donde se podía ver la lluvia (imagino que con un buen jazz de fondo). Prendí el televisor y encontré el juego de los potros de hierro del Atlante contra el Cruz Azul. El juego se tornó con dominio de los cruzazulinos, ellos tenían un jugador rapidísimo y con gran técnica individual, Cesar “El Chelito” Delgado, no tardó mucho para hacerse presente en el juego. Una mala salida de Federico “El Jefe” Vilar al no cortar un centro frontal, “Fede” como le decimos los aficionados al Atlante, él era nuestra estrella, falló en ese instante. “El Negro” me dijo torpe y volvió su vista hacia mí. El juego continuó. No recuerdo bien el minuto ni en qué tiempo cuando marcaron una falta al borde del área grande de la portería cruzazulina. “Fede” tomó el balón en sus manos y lo colocó cerca de él, su traje de portero color negro relucía en el estadio. Yo le dije al Negro: ­“él va a meter ese tiro libre”. Él me dijo que no iba a hacer eso ese perdedor. La barrera estaba en su lugar. “Fede” tomó distancia. Adelante de la barrera rival estaba Patricio “El Pato” Galaz; “El Jefe” Vilar se dirigió con una velocidad enorme, golpeo el balón con brutalidad y salió un tiro raso y colocado a la derecha de Oscar “El Conejo” Pérez. Él no pudo atajar, Vilar salió eufórico a festejar el gol. “El Negro” hizo una cara de enfado. Yo grité gol una vez. Ellos dos. Atlante ganó ese partido. Ya caía la tarde cuando “el negro” me dijo que si lo acompañaba a hacer el último pago. Me sorprendí al llegar al salón de eventos, quedé como en fuera de lugar, como si entrara de cambio en un juego donde todo está perdido; ese salón ya lo conocía, ahí había vivido un gran amigo que había muerto, el que regresaba los días de silencio. Nunca supe bien de qué murió, sólo lo vi en el ataúd. Vivía en la parte de arriba con su abuela, era su única compañera. A veces iba a ese departamento con él a comer o para invitarle una cerveza. Al llegar a la oficina para finiquitar la cuenta de la boda me percaté que la mujer que atendía en ese momento era la madre de mi amigo fallecido, eso era como haberme salvado de una expulsión en un momento complicado del juego. Ella me tomó de la mano fuerte y el Negro nos vio detenidamente. Ella le dijo al Negro: “me hubieras dicho que eras amigo de Rubén, para mí ya es un caso especial, el paquete de bodas que compraste ya no será el mismo, te daré el más caro por cortesía de la casa”. Eso a mí me agradó ya que tenía una deuda con él, con esto sabía que el Negro se daría por pagado por esa incomodidad de tenerme en su casa. Fue como festejar un triunfo del Atlante cuando había oportunidad. Al mes siguiente ya las cosas habían cambiado. Rento mi hermano un departamento amueblado. En todo este tiempo sin trabajar y con problemas del corazón me sentía como un futbolista fracturado y sin poder jugar. Mi hermano, como un gesto de fraternidad conmigo rentó el departamento con su dinero. Vi a mi viejo amigo Martin con sus hijos en un supermercado. Supe que era él porque traía una playera de la selección argentina; lo saludé, no pudimos platicar, nos despedimos con un buen abrazo. No lo he vuelto a ver. Espero encontrarlo algún día aunque sea para platicar de algunas jugadas o resultados inesperados, como ese día en que ganó el Atlante. El Negro se casaba ese día. Compré un traje en las tiendas de ropa usada, olía a húmedo. Fui a la boda con mi hermano. En la pista vi bailar al Negro, vestía elegantemente un esmoquin. Su mujer intacta con el vestido de novia en su piel, era como ver al Atlante con su traje tradicional de color azul-grana. Un fotógrafo llegó hasta nuestra mesa, nos tomó una fotografía a mí y a mi hermano. Sólo bebí poco whisky. Amanecía en mi departamento; viendo el juego de Atlante grité gol otra vez, el equipo contrario grito tres. El Negro hubiera visto una tragedia más en mi vida. Tiempo después tuve que dejar ese apartamento porque el arrendador era un grandioso gruñón, cortaba la electricidad, nos reducía el agua y no había caliente, eso ponía de mal humor a mi hermano; el arrendador golpeaba por las noches siempre a su mujer, eso no nos dejaba dormir. Decidimos irnos sin un rumbo fijo. Un día yo y mi hermano tomábamos café en la cafetería central, un hombre con aspecto de vagabundo leía el periódico de deportes, en la portada del periódico leí: “Los Potros de Hierro siguen en espectacular caída y con problemas de descenso”. Ese día cayó una lluvia torrencial. Mi hermano y yo no sabíamos donde dormiríamos esa noche. Tomé una servilleta y escribí un verso que recordaba “hoy amanecí dichosamente herido de muerte natural”.

Rubén Macías Esparza

Poesía, Verenice Miramontes.



La tercera es la vencida
  
Froto la lámpara maravillosa tres veces;
sin tener ningún deseo,
sin amar,
sin querer que pase lo imposible.

Pero mejor cuento hasta tres para que desaparezcas,
también te doy días sin dormir,
sin comer,
sin darte a probar ese licor que tanto te gusta.

Sin embargo
yo podría dormir a la primera
y de una buena vez por todas.

***

Dos tiene la cerveza

El sobrenombre de mi esposo tiene una letra “X”
pero como me gustaría que por las noches él tuviera conmigo tres.

***

Para mi pesar mis versos 

Para mi pesar mis versos
que son como la nostalgia
que me llama y desea
hasta que me hace suya
arrancándome lo que me queda de vida
hasta que poco a poco esté saciada
y termine con toda esperanza.

***

En muchas palabras, Mujer 

Enredada en instintos,
rabiosa cuando se necesita,
llena de cariño
y en muchas palabras, mujer.

***

Genialidad

Sal,
sal,
prometo no pedirte nada
pero sal,
¿estás?
puedes tú mejor pedirme lo que quieras
y te lo concederé siempre que pueda,
pero sal,
sé que no me he portado de lo más bien contigo;
incluso lamento lo de meterte hasta el fondo en la pila,
lo del cerillo fue desastrazo y espero estés sano,
el arrojarte desde el octavo piso fue mala idea,
pero tu sabes
que mi intención no ha sido hacerte daño,
ya antes que cualquier intento
te frote varias veces y no saliste,
ahora sal,
vuelve a salir
que quiero enseñarte a mis amigas
en, únicamente, un momento
¿sí?
Sal.

***

Ni lo pienses
  
Cunando pienso en sexo
mi cerebro dice;          Ni lo sueñes.

Pienso en sexo.
                                   Ni lo digas.

Cuando sueño en sexo;
ni lo digo
ni lo cuento.





Poesía, Siomara España.




LA CASA VACÍA

no
invites a
nadie a nuestra casa
  pues   repararan   en
  puertas, paredes, escaleras
y ventanas, mirarán la polilla en los
rincones, los  cerrojos oxidados, las lámparas
 ciegas, arruinadas. no traigas a nadie
 a nuestra casa, pues no  tendrán  más 
                            que angustia              de  tu   mesa,
                            de  tu  cama,              del     mantel,
                            del mobiliario,             se  reirán  de
                           pena  por las              tazas, fingirán
                                              nostalgia
   de mi nombre
y reirán también de nuestra hamaca.
No traigas más  gente a nuestra casa
pues te escribirán canciones,
te entusiasmaran el alma,
te susurrarán traviesos,
sembraran una flor en tu ventana.

Por eso no debes, te lo ruego,
traer más gente a nuestra casa
pues se pondrán rosados,
verdosos, rojizos o azulados,
al descubrir paredes rotas
las plantas marchitadas.

Querrán barrer en los rincones
querrán abrir nuestras persianas
y encontraran seguro entre mis  libros
las excusas perversas que buscaban.

No traigas mas nadie a nuestra casa,
así descubrirán  nuestros absurdos
te llevaran lejos a otras playas
te contaran historias de naufragios
te sacaran  a rastras de esta casa.


****


DIOS ES UN HOMBRE GENEROSO

Dios es un hombre generoso
que me ha dado a veces,  cigarrillo y sopa,
que se sienta silencioso sobre la cama de mis penas
que me reza versos de mentiras que le creo,
porque dios es un santo generoso
que sabe lo que creo
como y cuando creo
Porque dios se asoma tras el humo de mis desventuras
Emerge como Efrit de su lámpara kamikasica
se ríe de mis fantasmas
se horroriza de mis aberraciones
y se coloca de espaldas en mi puerta.
porque dios siempre fue conmigo un hombre generoso,
porque dios es, un hombre generoso,
que no se cansa
de inspirarme
y de insultarme.


***


DESPEDIDA

Me despido de tu cuerpo,
de tus ojos, de tus manos,
de la cama vieja y de su estruendo,
me despido de las fiebres,
de los ecos de mis huesos en tus manos,
de tus  dientes mordedores.

Me despido porque es temprano,
porque aún escucho tus gemidos,
porque a chorros me sangran las heridas de tus besos,
porque aún escarbo la nostalgia de tu cuerpo.

Porque si no me marcho…
podríamos  ser felices.



Pintando a Contracorriente: Entrevista a Francisco González



Meretrices (M): Estamos en el estudio de Francisco Gonzáles, quien es un artista plástico de aquí de Ajijic, de la Ribera de Chapala. Aunque proveniente de una familia Francisco Gonzáles es, quizá, una de las propuestas más auténticas, más legítimas en términos de búsqueda estética y de renovación de los estilos y de la paleta de colores. Pretendemos la tarde de hoy desvelar algunos secretos a través de esta humilde entrevista que le realizamos. Francisco, ¿por qué no, para arrancar y agarrar un poquito de calor, por qué no nos cuentas cómo fue que llegaste a determinar que lo tuyo iba a ser pintar?
Francisco González (FG): Bueno, a mí me gustó pintar desde niño. Dibujaba mucho. Hasta rayaba mis tareas antes de entregarlas. Es la misma historia que por ahí se cuenta; ahí Efrén Gonzáles anda diciendo que ahí andábamos con Angelita, con Neill James. Pero no, nunca pensé que fuera a ser pintor, sabía que tenía la habilidad, incluso vendí algunas cosas pero nunca me interesó. Yo me interesé hasta que me casé con doña Hilda Martínez. Éramos anticuarios, bueno, somos todavía, y me dio por restaurar pinturas. Ella me dijo: “¿por qué no te vas a la universidad y aprendes algo de eso?”. Y me fui, cuando estoy allá me di cuenta que no se trata de eso la universidad, la pintura era otra cosa. Sí entré a restauración I y II; pero no, la carrera se volvió otra cosa y mi interés creció, como que era la necesidad del mensaje, de lo que es entrarle al mensaje de la sociedad. Y entonces ya en la escuela, casi, casi hasta se te olvida pintar: te ponen a leer, te hablan del problema que tenemos en este país y que a través de la pintura puedes hacer un mensaje sin letras, puedes plasmar lo que muchos quisieran decir y no tienen las palabras. A mí no se me dan las palabras pero sí me gusta de vez en cuando hacer algo que hasta me han censurado a veces. Así empezó mi onda, yo no creía que iba a ser pintor pero aquí estoy. Y ya se me hizo vicio porque bien no me va, bien no me va y no busco que me vaya bien; me vale madre yo sigo pintando y creo que me voy a morir pintando.
M: ¿Terminaste la licenciatura de artes plástica?
FG: Sí, terminé mi licenciatura de artes y no es algo que me dé preocupación. Yo creo que en la carrera no tiene que ver el título.
M: Eso resuelve un poco la pregunta que estaba a punto de hacerte: ¿los pintores necesitan de carrera?
FG: Yo creo que no. En mi caso aprendí otras cosas que nada tenían que ver con la pintura y allí es donde entiendes que si tú quieres ser revolucionario y entrarle a dejarle algo a la gente o estar entre la bola yo creo que no necesitas estudiar. Claro, técnicamente sí me sirvió en algunas cosas pero que yo diga: “es que sin la universidad yo no hubiera sentido el gusto por la pintura” yo creo que no porque yo desde niño tenía la necesidad de pintar pero no creí que fuera a acabar de pintor. Es más, hice trámites a derecho y mientras esperaba salir en listas pasó algo dentro de mí, y nunca lo olvido, dije: “yo cómo me veré en una pinche oficina o siendo gato de otros cabrones… no, ni madres”. Y no. Yo hice eso porque mi vieja estudiaba eso y anda uno diario tras la pinche vieja pero luego reaccioné… aunque un punto muy importante fue que Hilda me dijo: “éntrale a la carrera”; yo no quería, decía que ya sabía. Yo hacía copias de los libros de los grandes maestros y me quedaban bien gachos, bueno, no me quedaban todavía chidas pero ya decía: “no, yo sé pintar, yo sé pintar”. Y la verdad es que hoy le agradezco mucho porque descubrí tantas cosas en la carrera que nada tienen que ver con la técnica: tu preferencia, tu estilo de pintura. Me topé con maestros bien cabrones que me decían: “no cabrón, pintar no es nada más pintar, ser estudiante de artes es una revolución, es hacer otras cosas más importantes para la sociedad”.
M: En tu opinión, Francisco, ¿el artista debe pintar para vender o vender es una consecuencia de una búsqueda mayor?
FG: Pues te diré que yo pienso que yo pinto para mí… y se venden mis chingaderas. Pero sí soy muy criticado; es más, hasta mi técnica busco que sea tan original que está tan inconclusa, parece que no está terminada, no tiene sentido pero así me gusta porque he tenido muchas experiencias. Esta experiencia se la digo hasta al Chivo, se la digo a muchas personas y no es a consecuencia de lo que pasó pero un día en la universidad yo iba a mi clase de pintura, recuerdo que estábamos utilizando la técnica de la espátula sobre madera y me detuve a ver una explicación afuera, en los pasillos de una persona que acaba de morir, de El Greñas, le estaba explicando en dos cartoncitos a un maestro de nosotros como él tuvo que ir en la mañana a ese lugarcito donde había un pequeño lago con arbolitos y pintó la mañana, como cuando salía el sol; pero luego se fue en la tarde y le empezó a explicar que en la tarde es lo que vio y lo plasmó, dos pinturitas, tan horribles, tan malhechas pero no fue lo que me conmovió, las pinturas, sino su manera, él creía en él, y yo tomé ese ejemplo.
M: De creer en ti.
FG: Sí, porque lo explicó con tanta fuerza que el maestro le creyó y yo le creí… y las pinturas estaban horribles, yo creo que ese wey me echó a perder (risas).
M: Sospechamos, Francisco, que hay más de una realidad, que hay muchas realidades y quizá alguno de los primeros seres en revelar esas realidades fueron los pintores hace ya muchos, muchos años; porque la intención de los pintores varía de uno a otro: hay quienes pintan para descubrirnos otras caras del mundo y hay quienes pintan únicamente para reproducir la realidad inmediata, como si se tratara de un artificio de fotografía La búsqueda es distinta entre cada artista. Cuando tú preparas el lienzo y tomas el pincel o la espátula y tus materiales ¿qué es lo que pasa por tu mente?, ¿qué es lo que buscas al pintar?
FG: Esa discusión la tuve con mi maestro Sergio Murillo González, que decía que teníamos que inspirarnos y luego ejecutar; y yo a veces no me inspiro, ejecuto. Yo no sé qué chingados va a salir del lienzo pero siempre tengo esa costumbre. Yo nunca boceto, cuando dibujo si vuelvo a reproducir ese dibujo siento que ya es una copia. Estoy tan acostumbrado a agarrar el pincel y ponerme a trabajar y que en el camino es cuando van saliendo las cosas. Nunca sé qué va a salir. Muchas gentes cuando tengo mis lugares como tipo galerías o estudios llegan y me dicen: “¿cuántos artistas están aquí?” Nada más yo… en esta ocasión sí hay varios de mis amigos pintores pero en otras ocasiones soy sólo yo. Entonces me dicen: “nada tiene que ver una pintura con la otra”. Es que yo no tengo un plan. ¿Por qué? Porque el mismo Murillo González me enseñó algo muy chingón. Una vez le dijo una chava, la Violeta, me acuerdo que así le decían: “maestro, yo siento que usted ni sabe, yo siento que cuando entramos aquí usted experimenta, usted hace todo espontáneo aquí”. Él le dijo: “gracias por ayudarme con la clase, eso lo iba a decir yo pero ya me ayudaste, aquí se viene a experimentar”. Porque eso es el arte, un experimento, un laboratorio. La maestra Rosa también me decía lo mismo: “el arte es un laboratorio y es la carrera más difícil de todas porque tienes que aprender de todo, tienes que saber un poquito de todas las demás profesiones para poder ser tú en el arte, para poder encontrarte”. Es un laboratorio el arte, yo por eso no le tengo miedo al lienzo, salen unas cosas que al principio no las acepto pero luego estoy contento. Es mi manera de hacer las cosas.
M: ¿Eres un pintor de tiempo completo, Francisco, o cuando recargas el pincel te conviertes en otra persona?
FG: Yo creo que me convierto en otra persona, creo que no puedo ser yo mismo. Cuando me clavo en hacer una obra me olvido de todo y pueden pasar las horas. Es más, he pintado de noche y me amanezco pintando. Es más, se me olvida comer, no se me olvida pistear pero sí se me olvida comer. Te transformas. En mi caso sí. Por ahí criticaban que los pintores buscamos una facha, aparentar que somos pintores; yo no creo en eso. Yo me dejo el pelo largo luego me lo corto y es un gusto a parte. Yo siento que pelón o greñudo sigo con el pincel en la mano; con short, con pantalones, encuerado o con ropa yo sigo siendo el mismo, el que cree en el pincel.
M: ¿En dónde pones al alcohol en la vida de un artista?
FG: Yo creo que el alcohol es el detonante de la felicidad cuando nos juntamos toda la bola de cabrones. Yo creo que si no tuviéramos alcohol no seríamos tan sociales entre nosotros. Personalmente cuando pinto no puedo tomar, no es cierto, yo no puedo. Si tomara alcohol al pintar no podría. Muchos dicen: “eh, ¿qué fumaste o qué tomaste?” No, es al contrario, si yo fumo y tomo no pinto. Yo cuando pinto estoy sobrio, estoy dedicado al 100% a lo que estoy haciendo. Cuando tomo ya me gusta echar poesía de mis pinturas, hablar con mis amigos pintores y todo pero el alcohol creo que no lo necesito para pintar, pero sí para convivir con los demás güevones igual que yo (risas).
M: Mencionas a la poesía y me llama mucho la atención. ¿Qué tan importante es para el pintor, en tu opinión, que pueda rozar todas las disciplinas del arte como la buena música, el teatro, la literatura, la poesía, el cine, etc.? ¿Qué tan importante es para su desarrollo?
FG: Bueno, yo en la escuela entendí que el arte no sólo es la pintura: es la música, la literatura, la fotografía, la escultura, etc. Todo es un arte. Nos decían en la escuela: “la fotografía va de la mano de la pintura”. Yo creo que sí pero hay momentos cuando ciertos artistas tienen esa necesidad o esa tendencia es respetable; no es mi caso. Sí lo hice en su momento utilicé la fotografía. La música… pues si no tienes la música no puedes pintar. La música sí la necesitas, es como una especie de droga que te impulsa a seguir pintando y pintando; pero de lo que no te puedes despegar… podrás pintar sin música algunas ocasiones pero de lo que no te puedes quitar es de la literatura porque desde el inicio hasta el final de mi carrera siempre nos dijeron: “si quieres pintar y ser original tienes que leer, leer, leer”. Yo no soy un gran lector pero sí leo buena parte de libros. Intento leer lo mejor, lo que mis amigos que saben me recomiendan. Pero siempre saco algo de la literatura. Incluso, los pintores somos medio mamones, cuando ya andamos medio pedos nos gusta hablar rebuscadón, usar palabras juguetonas y ¿por qué no? echar una poesía. Cuando tenemos un amigo que sea poeta y que lo escuchamos nos volamos. El Joaquín Sabina nos encanta: músico y poeta. Y por ahí va… yo creo que es bien importante la música y la literatura.
M: En términos de artes plásticas ¿me podrías mencionar a tres de tus maestros favoritos?
FG: De la escuela Jorge Pérez Pérez, borracho en las mismas clases; me mandaba por las modelos, las cervezas no las viejas, las viejas ya las teníamos allí. Me decía bien pedo cuando llegaba yo a las siete de la mañana, teníamos una modelo encuerada y me decía antes de empezar: “vamos a ponerla como tú quieras cabrón, como tú quieras”. Y yo de hijo de la chingada le decía: “ponla como una rana, chingue a su madre”, nomás por hacer la maldad. Aparte la vieja estaba fea. Un gran maestro, lo quise mucho; alcohólico, muy alcohólico, llegaba bien pedo a darnos clases pero me enseñó tanto ese maestro; por ejemplo, me enseñó la confianza en mí mismo y nunca tuvo pelos en la lengua para criticar mi obra y decirme lo mal que estaba en ciertos trabajos. Yo vi cómo aventaba los trabajos de otros por el aire ya borracho porque estaba diciendo: “tú estás reprobado, nunca te paraste en el semestre, a mí me vale madre que seas hábil, aquí te quiero… entonces ¿qué te estoy enseñando”. Y me decía bien pedo: “si tú quieres pasa, es tu compa, si tú quieres no pasa”. Yo le decía: “no, maestro, cómo quién pasa y quién no pasa; por él que pase pero por ti como maestro pues es tu pedo, pero sí avienta otra pintura por favor”. Y la aventaba.
Sergio Murillo González, a ese señorón siempre lo recuerdo, fue uno de los primeros. Lo quise mucho, me enseñó mucho, me regañó mucho, nos reímos mucho. Fuimos a una conferencia a Toluca. Es un desmadre ese señor y siempre lo recuerdo. De hecho fue maestro del Chivo y siempre platicamos de él. Fueron muchos pero esos dos fueron los más importantes junto con la maestra Malú, pasante de arquitectura, estuvo allí en la universidad, una gran maestra. La recuerdo por esta anécdota (yo recuerdo a los más importantes por anécdotas que no olvido): Una vez llega una compañera y le dice: “maestra, aquí está mi trabajo”. La maestra le dijo: “oye, pero ¿qué pasó allí?, ¿y esta parte qué?”. Yo les explico a muchas personas que debemos darnos cuenta de que cuando estás en la universidad nada es cierto, te tienen a prueba todo el tiempo, tú crees que los trabajos son importantes, sí lo son pero por esto que voy a decir: la compañera le respondió: “no, maestra, es que no tenía color amarillo, por eso es que no terminé”. La maestra dijo: “jamás digas que no tenías color amarillo y que por eso no lo terminaste; siempre vas a decir ‘así lo quiero yo, sin amarillo y con este pedazo faltante’, así debe de ser”. Por eso soy tan coachalote (sic) para pintar. Nunca la olvido, fue de los tres que me enseñaron más.
M: Y tres de tus pintores favoritos.
FG: El primero y que me inspira es Picasso. Estoy leyendo ahorita su historia no sólo su biografía, su historia. Tengo otro libro donde está toda su obra. Entonces, cuando leo el libro y luego veo la obra estoy entendiendo por qué pintó, cuándo y cómo. Tuvo una vida muy difícil y fue una persona que sufrió mucho como pintor, como persona, tuvo muchas mujeres, sufrió por ellas. Ahora entiendo por qué es tan importante… El genio le llamamos el Chivo y yo, es un genio, lo vemos y nos quedamos impresionados. Francisco Toledo, me impacta, me encanta su trabajo tan minucioso, me gusta que viva actualmente. Francisco Toledo es mi pintor favorito mexicano. El tercero sería… el Chivo no (risas). Diría Javier Arévalo pero no conozco muy poco de su obra, me gusta mucho pero conozco poco su trabajo. Es que no quiero hablar de las leyendas, quiero hablar de los que están ahorita. Pues hablando de lo que soy yo creo que el Greñas, aunque ya se fue también. Yo lo respeté. Y yo le decía al Chivo hace muchos años, cuando de recién empecé a andar con el Chivo, le decía: “para mí los mejores pintores son tú y el greñas”. Y luego ya pedos le repetía: “¿sabes quiénes son los mejores pintores? tú y el Greñas”. Y me decía el Chivo: “sí, sí, ya sé, ya vas a decir que yo y el Greñas”. Chivo hasta se molestaba. Pero sí es cierto, muy buen pintor.
M: Hace algunos años recuerdo que no muy lejos de aquí tuve oportunidad de llegar a tu, en ese entonces, estudio y comentarte lo que sentía, lo que pienso de tu obra. Ahora, años después y tras seguir en contacto con tu trabajo y con tu obra y con tu crecimiento como ser humano y artista, me da la impresión de que tu pintura tiembla, como si tus cuadros sufrieran de un temblor. Creo que uno de los síntomas más importantes que delatan que uno está vivo es el temblar. Por lo que creo que tus cuadros tienen vida, un estertor de vida. ¿Cuál dificultad has encontrado con este tipo de práctica pictórica viviendo en un lugar tan lleno de pintores que sólo reproducen canoas y escenas del lago y señoras que van arrastrando toda su identidad mexicana en una canasta de flores? ¿Qué problemas has encontrado en este contexto?
FG: Es bien difícil. Yo le explico a mucha gente, incluyendo a los gringos que son los compradores número uno de todo tipo de arte, que yo tengo muchos amigos que me dicen: “no quiero el arte tradicional, yo quiero cosas originales que sean de ti”. Mi problema y no quiero ser mamón, he comentado mucho con gente que tiene buen gusto, que es una chinga educar a la persona para que te compre algo que valga la pena. Tienes que invertir en educar a la persona, decirle: “mira, es que esto no va a valer nunca”. Y metérselo por el lado de la inversión… qué lástima que tenga que sacar uno el lado de que es una inversión que te va a dar a futuro y que no lo acepten simplemente pues porque es algo original. Igual yo no soy tan bueno, como quisiera. Decía un maestro en la universidad: “si tu obra no causa una emoción entonces no estás haciendo buena obra; tu obra muerta no vale nada”. Mira, más vale que te la rompan, que te escupan, que se rían de ti, que te crean absurdo, loco pero estás causando una emoción. Esa es la misión, causar una emoción. Mis trabas en esta zona es educar a la gente. Yo no puedo criticar a los demás en cuestión de sus canoas porque ya estoy cansado, no van a entender; dijo el Chivo un día: “no lo van a entender, primo, déjalos, así van a morir”. Sí es bien difícil hablar con la gente y decirle porqué deberíamos de trascender todos juntos, tanto los que pintamos como los que compran.
M: Ese sentido de rebeldía me recuerda un poco a Jean-Michel Basquiat que todos sabemos pasó por cosas similares al romper esquemas. ¿Hay alguna exposición en la que tú hayas participado que te valga como la mejor, que te sea la más recordada, la más sentida? Háblanos un poco de tus exposiciones.
FG: Aquí en Ajijic no me gusta exponer por el elitismo que existe en la Casa de la Cultura (sic). Pienso que nunca voy a exponer mientras existan estos grupos elitistas llenos de preferencias por sus intereses personales. Para mí la mejor exposición la tuve, y creo que fue una de las últimas, en Jocotepec, en la Casa de Cultura. Pinté a cristo desnudo, una especie de burla, le puse bombas, le puse cuanta madre. En ese tiempo estaba de director de la Casa de la Cultura, Luis Guzmán. Recuerdo que me llamó por teléfono muy en la mañana, quince días después de la exposición, me dijo: “primeramente para felicitarte”, le tengo mucho respeto y cariño a Luis Guzmán porque es una persona que conoce, hice una serie de cuatro pinturas; me dijo: “primeramente te felicito y luego te digo que tengo que bajar tu obra sino la van a romper y me van a linchar aquí junto con tu obra”. Todos dicen que llegaron grupos de personas, de religiosos de allí de la comunidad de Jocotepec que llegaban a ver los cristos, todo mundo: incluso decía la señora que está allí: “oye, deberíamos de cobrar, nunca se había llenado tanto la Casa de Cultura, muchísima gente”. Esa exposición para mí fue la mejor porque hice lo que tenía que hacer y lo logré por primera vez. Pero eso sí, yo tuve un tiempo de abandono de mí mismo, tenía muchos problemas personales. Yo creo que todos somos más aventados cuando algo nos falta, cuando estamos de güevones y tranquilamente no hay mucha creación. En ese tiempo yo pasaba por unos problemas muy fuertes con mi familia y fue cuando hice esa obra, me valió madre. Me acuerdo que la hice en la cueva con el Chivo, me decía: “primo, nos van a linchar, si vienen yo voy a decir que tú la hiciste” y me daba carrila. Mucha gente cuando la estaba haciendo me decía: “oye ¿y tú por qué así a Jesucristo?” Yo les decía: “no, en primera yo puedo pintar lo que quiera y si me hablas de religión así lo tienen, como un payaso, comercian con él, hacen todo lo que pueden con él; y por otro lado es una manera de enfrentarme a mí mismo y de ver que puedo hacer lo que quiera. Irreverente siempre he sido en mi pintura y fue una gran exposición, los resultados fueron los mejores que me han pasado en mi vida de pintor.
M: Francisco, imaginemos que seguimos aquí durante un tiempo más y que estamos en un estudio donde tú pintas dentro de 30 años. Quiero que me respondas esto con mucha sinceridad y desde el fondo de tu corazón ¿qué es lo que pretendes al pintar?, ¿cuál es el principal legado que te gustaría dejar?, ¿a dónde quieres llegar dentro de un lapso de tiempo?
FG: Bueno, y quisiera, primeramente, perder más el miedo y seguir mi camino. No quisiera yo verme cambiar de estilo por necesidades económicas. No quisiera yo que los que me han seguido con la vista, que de repente digan: “ah, cabrón, este ya valió madre, se frenó, se puso a hacer canoas por vender”. No quisiera eso. Yo me veo a futuro creando algo que no está en la tierra todavía. Pero para eso tengo que exponerme al ridículo, bueno, a lo que todos llaman ridículo, a mí no se me hace ridículo, se me hace aventura. Muchos le llaman cometer errores, yo no creo que los errores existan, existe la experiencia; ¿si no cometo errores de dónde voy a aprender? El cometer errores o el fallar, lo que todos llaman fallar me hace entender que debo ir más arriba, más arriba y nunca ir para atrás. Yo me veo pintando, me veo anciano y me veo igual, con la misma necesidad, influenciado por gente más importante. No tengo mucha oportunidad de salir pero sí sé de otras personas en muchos lugares, en Guadalajara, en el D.F, escuchas, ves por internet, te das cuenta de que hay gente igual que nosotros. Yo me veo igual: pintando.
M: El artista es el mismo a lo largo de la historia y es el mismo en todos los rincones del mundo. En los últimos meses me he percatado, Francisco, a través de algunas acciones que hemos realizado, de que hay un, no me gustaría llamarle boom aunque un poco es eso, un boom de jóvenes pintores en la ribera de Chapala que, hay que reconocerlo, esos jóvenes pintores andan tras la huella y siguiendo la sombra de maestros como tú , Isidro y una lista larga de pintores de aquí que hay que nombrar; pero la lista de jóvenes que están empezando a pintar y que tienen hambre de arte es, de verdad, muy larga y a mí me ha sorprendido mucho. Esos jóvenes, esos incipientes artistas buscan quien les enseñe el tip, cómo hacerle, cómo rascarle, cómo difuminar, encontrar puntos de fuga, etc., etc., pero también, mucho más allá de eso, buscan quién les pueda dar algún consejo de las cosas con las que uno se enfrenta cuando uno se entrega a la vida del arte. Nosotros que hemos habitado un poquito más que ellos en esta bola de barro que llamamos Tierra tenemos, como bien dices, un poco más de experiencia. A todos esos muchachos que están allí y que seguro te van a ver en esta entrevista, que están pintando, que tienen hambre de que les digan prepárate para esto y para esto otro, en términos de cultura y de experiencia humana ¿qué les tienes que decir?
FG: Así como decirles directamente no siento que tenga yo el calibre para eso, no lo tengo. Pero sí les puedo platicar algo que me sirvió mucho de experiencia: primero que suelten el pincel, que suelten la mano, que pierdan el miedo a expresarse. En una exposición en el MUSA en Guadalajara de Alejandro Colunga, hay un pequeño teatro allí, me senté a ver la fotografía y todo lo que se escribió sobre su obra; allí leí algo que me llamó la atención porque siempre busco justificarme, decía Alejandro Colunga: “para todos aquellos jóvenes que pintan rebuscadamente, que buscan la perfección, que quieren hacer todo como si fueran fotografías yo los critico y yo los reto a que suelten el pincel, que sean ellos mismos, que no terminen ni las cosas”. Otro que admiro mucho es a Alejandro Colunga porque a él le viene valiendo madre cómo quedan las cosas, reta a todo, le vale madre la sociedad, la religión, el gobierno. Es un gran señor Alejandro Colunga. Y sí, yo diría que los jóvenes deben ser más sueltos, más relajados, que no busquen la perfección y que no tengan miedo. Y que no guarden sus colores como el Chile de Joco que deja su cajita y que le dura tras años porque se la regaló su hermana (risas). ¡Qué se acaben los pinches óleos, las acuarelas, lo que tengas! Que se suelten, así no van a poder ser ellos. No los estoy invitando a vender, lo peos es que no van a vender pero van a encontrarse. Ese es el camino de todos los pintores: encontrarnos.
M: ¿Hay alguna cosa que quisieras agregar a esta entrevista?
FG: Primeramente lo que voy a agregar es: muchas gracias, muchas gracias por esta entrevista porque yo siempre la quise y me llegó y la estoy disfrutando. Yo no sabía cómo iba a ser la entrevista pero la estoy disfrutando. Para es un honor que hayas venido a entrevistarme. Yo sabía que iba a llegar en su momento pero si yo lo hubiera pedido hace tiempo no hubiera sido igual. Esto se maduró a su momento, en su tiempo. Yo no estoy haciendo dinero pero me estoy divirtiendo un chingo con el arte y era muy importante para mí una entrevista en Meretrices, es parte de lo que estoy haciendo. Estos son los verdaderos logros.
M: Gracias.