17 marzo 2009

Editorial

Ya lo reza el sabio dicho: “torcido que nace el árbol, es por sus ramas que no endereza”.

Ah cómo nos gusta torcerlo todo. Cometer errores no sólo es humano, es animal. Lo humano es el absurdo de utilizar los errores intencionados para ocultar la deliberada torpeza cuando se trata de cumplir la palabra empeñada. Por eso tengo mucho cuidado cuando empeño la mía, las promesas imposibles son terreno peligroso pero créanme que es uno a los que se acude con mayor frecuencia. Es un escenario común en nuestra política: promesas exageradas para ganar votos y enseguidita ridículas medidas para cubrir la incapacidad a la hora de cumplirlas. Es el siglo XXI, y aún pretenden jugarnos el dedo en la boca, insólito. Cuando pienso en esas figuras plenipotenciarias que hacen campañas ridículas con discursos aberrantes y propuestas, para nuestra inteligencia, indecorosas, salta inmediatamente a mi rescate el rostro de Hegel diciéndome que el mal reside en la mirada que percibe el mal.

Nuestra percepción, como creadores literarios es un tanto excéntrica para la realidad actual, aunque para nada errada. Lo primero que pensamos lastimeramente es en cómo nos pretende gobernar un cabrón que carece del mínimo de cultura general y que el último libro que sus ojos vieron fue el de contabilidad cuando lo estaban auditando por ratero. Y entonces, como permitimos que asciendan por pura hambre de poder, sin dejar en claro su capacidad, sensibilidad y ante todo humanismo. No se trata de ser representados por auténticos eruditos como en tiempos helenos, pero es difícil creer qué tanto nos hemos pervertido al grado de votar por una serie de animales que serían tan interesantes para el Discovery Chanel. En serio, inconcebible. A mí alguna vez, hace ya un tiempo, un político de mi propio municipio me dijo con toda falta de escrúpulos y respeto ajeno: “yo no los entiendo a ustedes los artistas, no sé para qué existen”. Observa: “NO SÉ PARA QUÉ EXISTEN”. Avanzadito el siglo 21. En ese momento callé y supuse que de estar un burro en el otro lado del escritorio no me hubiera dicho lo mismo. Como tres horas duró mi asombro pero después de una birria en los portales y cinco coronas bien heladas me olvidé del bizarro episodio.

Apreciado lector: se acerca la gran farsa de las campañas electorales y la pantomima de la democracia mexicana; y es mi responsabilidad y la de Meretrices suplicarte que te informes muy bien antes de tomar una decisión sobre tu voto, que analices fríamente al candidato, que lo evalúes, que entres de golpe en el nuevo milenio en el que las revoluciones serán de conciencia social. No tengo que decirte lo que sucederá pues es exactamente lo mismo que ha sucedido desde hace décadas, pero sí advertirte que está en nuestras manos no permitir que siga pasando.
En nosotros está agradecerte por la permanencia. Este mes disfrutarás de los Charales-K y de todo nuestro contenido cultural.

Nos seguiremos leyendo.

El Principio de Rotación



Corría el siglo XIX, y a pesar de que era de todos conocido que la Tierra giraba alrededor de su propio eje aún no se había logrado demostrar la teoría con certeza. Astrónomos, médicos, físicos, eruditos de todas las materias observaban noche tras noche la bóveda celeste tratando de encontrar un indicio que pudiera reforzar al movimiento de rotación que nuestro planeta efectúa para separar el día de la noche. La verdad, estaban muy equivocados tratando de resolver el dilema en el cielo pues la respuesta, como muchas veces estaba más cerca de lo que pensaban: al ras del suelo. Entonces apareció Jean Bernard León Foucault (1819-1868) quien con un experimento sencillo tuvo el mérito de comprobar una hipótesis para muchos maravillosa.

En uno de los experimentos más conocidos de la ciencia, Foucault tuvo la gran idea de que la mejor forma de probar la existencia de un eje imaginario sobre el que gira la Tierra, era utilizando un péndulo, pues se sabía que éste mantiene el mismo plano de oscilación aunque gire su punto de unión. Se dispuso a realizar cientos de pruebas preliminares que no arrojaron resultado alguno. Sin embargo, la información recabada en ellos le permitió llevar a cabo el célebre experimento del péndulo en el Panteón de París. Fue la tarde del 26 de marzo de 1581, cuando, ante un público vasto entre el que se encontraba el emperador Napoleón III, quedo demostrado de una vez y por todas, que nuestro planeta tenía un movimiento de rotación determinado y que éste se podía medir con total precisión.

Para construir su péndulo empleó una bala de cañón de plomo de 28 kilogramos sostenida de un hilo de acero que medía 67 metros y con una pequeña aguja en la parte inferior. El suelo del panteón fue cubierto de arena húmeda para poder así registrar el movimiento de oscilación del péndulo. Conforme pasaron los minutos, las marcas que dejaba la aguja en la arena se iban moviendo a razón de dos milímetros a la izquierda cada dieciséis segundos porque la Tierra estaba, por puro sentido de la lógica, girando. Los asistentes pudieron notar que el movimiento ocurría a pesar de que la tensión del hilo que soportaba la esfera y la fuerza gravitatoria mantenían su plano vertical. Sin embargo el plano de oscilación aparentaba girar en el sentido de las manecillas del reloj. El dibujo en la arena era definitorio; demostraba que el suelo se movía ligeramente, es decir, que el planeta se desplazaba sobre su propio eje.

Con este experimento logró demostrarse la aceleración angular o Fuerza de Coriolis: en el hemisferio norte las masas se desvían hacia le derecha, en el hemisferio sur hacia la izquierda. De acuerdo con el punto de la Tierra donde se realice esta prueba, el péndulo registra diferentes periodos (en el ecuador no rota mientras que en los polos lo hace sólo una vez por día). De esta forma se puede conocer la latitud de un lugar sin necesidad de observar al cielo.

Servando Macías Fermín

Y al final morir

Busqué una palabra que significara todo…
Y la encontré cuando dije tu nombre.
Sihara Nuño

Inevitable como el batir de alas en una libélula, inevitable como el eco de las olas en el mar, así es, inevitable el valor de soñar. Imposible vivir sin respirar, la vida es… me parece, una hipnosis que transformamos en realidad. Eso a lo que cada uno de nosotros llamamos vida, nuestra verdad. Pero ¿al final?, al final cuando el encanto se ha roto, cuando la hipnosis termina como pinchazo de abeja indefensa, cuando la ilusión se hace nula y se nos termina (como dijera Albert Camus) la sed de la vida, entonces nos viene la inevitable muerte.

Cuando todo ensueño acaba podemos pensar: “que suerte la de estar muerto y no recordar nada de aquello que murió antes que nosotros”. Sí, el muerto ya no piensa, ya no siente, ya no evoca recuerdos de una juventud vigorosa, ya no evita pensar en los besos secos del amante, pues que fortuna.

Sin embargo hay quienes no mueren al tiempo, ni al fin de la materia, ni cuando los ojos son incapaces de deslumbrar su propia realidad, hay quienes enterrando el cuerpo tierra abajo descansan el alma y hay quienes cargan con sus muertos de regreso a casa. Este es Luigi Pirandello, quién en “Los huéspedes del recuerdo” vive con muertos que siguen vivos a través de él, porque los muertos no mueren cuando uno los piensa.

Este es un claro ejemplo de por qué lloramos cuando la muerte se hace presente, le lloramos al que nos arrebató parte de nosotros mismos cuando decidió que las manos se le pusieran tiesas al no tener motivos de sueño, lloramos a lo que ya no vemos de nosotros cuando aquél cerró sus ojos, y lloramos porque al final hay que morir.

Y para ponerme un poco menos poética y sí más académica sigamos hablando de otro excelente escritor y sus muertos. Es importante y fundamental, según mi punto de vista, conocer un poco del perfil de Fernando Pessoa, ya que nos permite entender la actitud de este escritor. Habitaba en él la necesidad de expresar una gran diversidad de ideas y estilos, místico, creyente de las propuestas masónicas, tenía fe en las reencarnaciones, en la vida en los diversos planos. Por ello la creación de sus heterónimos, sus otros yo con otras cosas que decir. Así mismo su poesía es una eterna reflexión, el amor, la música, la belleza y ese dios natural que nos comparte la vida. Con pensamientos sumamente profundos profesa sus ideales a la vida, a la muerte, al tiempo, a la añoranza de su tierra, creando palabras sin traducción como lo es saudade: añoranza por Portugal.

Conocedor de ciencias ocultas, describe el alma, la lluvia como una luz divina que lo iluminaba en la oscuridad, el temor de ser y no ser nada lo afirma él. Es consciente del ciclo de la vida y de la muerte y para tener el claro ejemplo:

“y cada lluvia que se enciende es mas lluvia golpeada en el cristal… y se apagan las luces de la iglesia en la lluvia que cesa”

Fernando Pessoa tuvo relaciones con el ocultismo y el misticismo, especialmente con la masonería y los Rosacruces (si bien no se conoce ninguna afiliación concreta a una logia o fraternidad de esas organizaciones), habiendo inclusive defendido públicamente las organizaciones iniciáticas en el "Diario de Lisboa", el 4 de febrero de 1935, contra los ataques por parte de la dictadura del Estado Novo. Su poema hermético más conocido y apreciado entre los esoteristas se titula "En el túmulo de Christian Rosenkreutz". Tenía la costumbre de hacer consultas astrológicas para sí mismo (según consta en su partida de nacimiento, nació a las 15h 20m; tenía ascendiente Escorpión y el Sol en Géminis). Realizó más de mil horóscopos.

Cierta vez, leyendo una publicación inglesa del famoso ocultista Aleister Crowley, Fernando encontró errores en el horóscopo y escribió al inglés para corregirlo, puesto que era conocedor y practicante de la astrología, conocimientos que impresionaron a Crowley, quien, aficionado a los viajes, llegó a ir a Portugal para conocer al poeta. Junto con él fue la maga alemana Miss Jaeger, quien se carteó con el poeta utilizando un pseudónimo ocultista. El encuentro fue amigable, pese a los graves desequilibrios psíquicos y espirituales que ya por entonces Crowley tenía y enseñaba.

Entre todos los heterónimos, Campos fue el único en manifestar fases poéticas diferentes a lo largo de su obra. Era un ingeniero de educación inglesa y origen portugués, pero siempre con la sensación de ser un extranjero en cualquier parte del mundo.

Comienza su trayectoria como un decadentista (influenciado por el Simbolismo), pero luego se adhiere al futurismo. Tras una serie de desilusiones con la existencia, asume una vena nihilista, expresada en aquel que es considerado uno de los poemas más conocidos e influyentes de la lengua portuguesa: Tabacaria.

El heterónimo Ricardo Reis se define como latinista y monárquico. De cierta manera, simboliza la herencia clásica en la literatura occidental, expresada en la simetría, armonía, y un cierto bucolismo, con elementos epicúreos y estoicos. El fin inexorable de todos los seres vivos es una constante en su obra, clásica, depurada y disciplinada.

Según Pessoa, Reis se trasladó a Brasil en protesta por la proclamación de la República en Portugal, y no se sabe el año de su muerte.

José Saramago, en El año de la muerte de Ricardo Reis continúa, en una perspectiva personal, el universo de este heterónimo. Saramago hace reencontrarse a Fernando Pessoa, ya muerto, con su heterónimo, que sobrevive a su creador.

Caeiro, nacido en Lisboa, fue la mayor parte de su vida un campesino casi sin estudios formales (sólo cursó la instrucción primaria), pero es considerado el maestro entre los heterónimos (inclusive por el ortónimo*). Muertos su padre y su madre, se quedó en casa de una tía-abuela, viviendo de una renta modesta. Murió de tuberculosis. También es conocido como el poeta-filósofo, pero él rechazaba ese título y pregonaba una "no-filosofía". Creía que los seres simplemente son, y nada más: se irritaba con la metafísica y cualquier tipo de simbolismo de la vida.

De los principales heteronimos de Fernando Pessoa, Caeiro fue el único que no escribió en prosa. Alegaba que solamente la poesía sería capaz de dar cuenta de la realidad.

Poseía un lenguaje estético directo, concreto y simple, pero aun así bastante complejo desde el punto de vista reflexivo. Su ideario se resume en el verso "Hay suficiente metafísica en no pensar nada".

Y aquí los dejo con algunas reflexiones para contemplar en la pared.

Sihara Nuño

*Nombre que designa a un escritor real que ha creado varios heterónimos.

Las Labores Laborales Laborosas

En nuestra vida cotidiana nos rodeamos de labores distintas para diferentes ramos de producción y trabajo, algunas buenas, algunas malas, unas peores y otras más, pero todas en su momento que las mostramos son dignas y “con mucha honra”, es trabajo al fin de cuentas, como toda actividad productiva para el ser humano.

Qué mejor que poder estar en casa rascándose las partes innombrables por éste medio masivo que no es necesario mencionar, pero que de ser así seríamos unos parásitos, unos gusanos en casa que no están produciendo lo más importante para la supervivencia: el dinero.

“El dinero no lo es todo, pero sin dinero no hay de todo. “

Vamos a florear un poco la moneda.

Dado a que las actividades laborales en su mayoría son desgastantes, estresantes en sus diferentes niveles, físico, mental y motivacional, siempre hace falta alguna actividad extracurricular, alguna distracción, para la que muchas veces se necesita el dinero.

El dinero puede ser propio, ajeno, de papa y mamá, del sudor de la frente o de algún buen negocio que no te haga sudar, o robado de diferente manera. La mejor manera de disfrutarlo es cuando has hecho algo para obtenerlo, un esfuerzo, aunque al final te lo hayas acabado en las distracciones y debas volver al mismo círculo vicioso donde trabajas para gastarlo al día. “La vida es hoy”, algunos dicen, no tenemos comprado el futuro. Podemos ahorrar para nuestro futuro, pero ¿qué si no llegamos? ¿Qué pasó con el esfuerzo de cada día después de despertar, reflejado en plata? Juntamos para disfrutarlo después pero no llegamos a ese momento donde teníamos planeado saborear.

Money Money Money!, por Dios, no lo es todo. De labores a labores tenemos las que nos gustan y las que odiamos. Que normalmente odiamos, sólo por el hecho de tener que trabajar. Veámoslo así, es mera naturaleza del hombre… y a ver, las mujeres no se salvan, también trabajan.

Hay trabajos sucios, como los que, “alguien tiene que hacerlos”. Pero son trabajos. Nos dan para comer, que eso es lo más importante.

Existe un pensamiento tonto en algunos; no tenemos trabajo y los que encontramos no son tan buenos porque pagan muy poco. Son las oportunidades que dejamos ir, porque la remuneración económica es muy baja. Y ¿qué pasa entonces? seguimos sin trabajo. ¿Dónde encontramos lo tonto? lo poco que nos pagaban ahora no lo tenemos, ni siquiera eso, así que nos quedamos “sin nada” (aun que sea lo mismo que quedarnos CON NADA).

Muchas veces esperamos encontrar el trabajo ideal y mientras tanto rechazamos varios, los que, mientras tenemos el bueno, nos están manteniendo. Fácil, deja tu trabajo malo en cuanto encuentres el correcto, mientras tanto sácale dinero para sobrevivir al primero.

Éste fenómeno se da más con los jóvenes, no tenemos responsabilidades y podemos darnos el gusto de rechazar empleos que no creemos dignos o ideales.

Cuando no nos importe tanto el dinero en un empleo, es que la razón principal de hacerlo es porque nos gusta, es porque no estamos trabajando aunque debamos entrar y salir en un horario, sino que nos estamos divirtiendo y estamos disfrutando nuestra vida en el ámbito laboral y productivo más de lo que nos están pagando.

Tener un trabajo que disfrutemos, es lo primero que pensamos al despertar de madrugada, en la mañana, con ese apuro cotidiano de llegar temprano o simplemente de llegar y comenzar a hacer lo que debas y porque te gusta.

Felicidades. Cuando ir a trabajar sea tu motivación para despertar, lo has logrado y tienes el empleo ideal, haces lo que te gusta, haces lo que te hace bueno ser, eres para ese trabajo.

Cuando, al abrir los ojos al escuchar el despertador y la alegría de amanecer sólo te dure al verte al espejo y notar lo gracioso que luces todo modorro pero que al recordar que te levantaste para ir a trabajar y desde ya estés estresado y malhumorado porque aparte de trabajar como burro recuerdas que le darás la mitad al gobierno, bienvenido al mundo laboral de las labores laborosas.
Diego Amezcua
Guadalajara Jal. 18 Febrero del 09

CONFIANZA A CIEGAS


Mis queridos lectores, me gustaría compartir otra más de mis vivencias que son de las que le abren los ojos a uno, por mas pequeñas, comunes o insignificantes. Vives el momento encontrándote con sentimientos que alteran todo lo que conoces como un estado mental pacifico.

Como mi coche se descompuso, me he visto en la necesidad de convertirme nuevamente en un usuario más del transporte público. Y esto es muy molesto ya que a veces te encuentras esperando interminables minutos u horas al lado del camino, esperando por el autobús que te llevará a tu destino. Este tiempo para mí es tiempo perdido y para alguien como yo que me gusta tener control de lo que hago con él, es una sensación desesperante.

Por fin al llegar el camión, te subes y pagas el boleto, normalmente la gente se sienta en uno de los asientos traseros, donde la sección en la que va el conductor no es visible. Pero yo no soporto ir atrás y me gusta, si es posible, tomar el primer asiento al lado contrario del conductor, desde este punto puedo observar todo lo que el conductor hace. El otro día me subí a uno de estos camiones, mi ruta era desde San Pedro Tesistán, hasta un rancho que queda pasando la ranchería de Puruagua, al borde del lago, antes de llegar a Tizapán. Desde que me subí, noté que el conductor actuaba chistoso, se sobaba la rodilla, indicando que aún no estaba acostumbrado al pedal, esto me pasó a mí cuando comencé a conducir y por eso reconocí el síntoma de un conductor nuevo. Pero eso no es lo que me sacó de onda, sino que el tipo no dejaba de distraerse a sí mismo, desde ir saludando a todos los conductores de autobuses que nos pasaban del lado contrario de la carretera casi soltando el volante al hacerlo; jamás me percaté de que el conductor pasara más de diez segundos a la vez mirando la carretera. Cuando nos acercamos a San Luis Soyatlán, sacó su celular y se puso a marcar un número mientras conducía, de nuevo apenas fijándose en la carretera. Mi curiosidad hacia este señor que tenía en sus manos mi vida y la de los demás pasajeros, se convirtió en enojo y me empecé a fijar más y más en todos sus movimientos. Se acomodó la corbata literalmente soltando el volante para meter la parte más delgada en la etiqueta que está detrás de la gruesa, prestando toda su atención a este movimiento. “Sólo falta que se saque el moco” pensé; y dicho y hecho casi al llegar a Tuxcueca, se lo sacó…


Jugó con su anillo de oro, le hizo clic varias veces al dispositivo que está junto a la palanca de velocidades, jugó con los botones que están a su mano izquierda, varias veces, siguió saludando a los demás conductores, se checó si su cierre estaba arriba, hizo todo lo imaginable dentro de los confines de su asiento de conductor. Yo ya no soportaba la tensión del viaje y en Tuxcueca, me aseguré que el boletero se fijara en mi cara al mirarlo fijamente, no me atreví a hablar aún. Casi al llegar a mi destino me levanté y con una voz muy calmada y baja le informé lo molesta que estaba con él y con su falta de profesionalismo al ir jugando en vez de prestar atención al camino que es su primordial función como transportista público. Él me escuchó y antes de frenar el camión donde le indique que me bajaría, me dio las gracias y me dijo que no estaba consciente de lo que había hecho. También le mencioné que escribiría este articulo y en que mes se publicaría para que si pudiera consiguiera la revista y le dije que tenga por seguro que estaba hablando de él

Poco después, cuando mi amigo al que fui a visitar y yo fuimos a Tuxcueca por unas piezas que le hacían falta, vi que el boletero aún estaba en la parada de esta estación, y me dirigí a él. Le pregunté si me recordaba y me aseguró que sí. Le di mi boleto de pasajero junto con mi queja, le dije que no lo hacia con el afán de que despidieran al conductor, sino para que tuvieran conciencia de que estas personas a veces no reciben la capacitación adecuada para que ejecuten su trabajo con la seriedad que se merece. Y me hizo pensar…

Uno se sube al camión, taxi, pesero, metro, cualquier transporte público con una confianza a ciegas. Sólo te sientas ahí y esperas llegar a tu destino. No te fijas en la seriedad que estas personas están tomando con algo tan valioso como la vida de los demás. Y después pensé, que como lo mencione en el artículo de febrero, en el cual menciono que no deberíamos de darles tanta confianza a los maestros ya que muchas veces se toman libertades con nuestros hijos que no son adecuadas y pueden ser hasta violentas, pensé en todas aquellas personas a las que la sociedad le deposita confianza a ciegas. Lamentablemente, las personas ya no toman esto como deberían. Se han oído casos de niños ahogados en albercas donde hay salvavidas, pero éstos ya no tomaban su trabajo con el respeto que se merece y se distraen por largos periodos de tiempo, en los cuales, las desgracias ocurren, lo mismo con policías, bomberos, demás servidores públicos, transportistas, maestros, guarderías, e incluso en la misma iglesia, no quiero ondear en este tema pero todos sabemos a qué me refiero.

Aquí el culpable no es uno, ya que la sociedad nos dicta que debemos acatar a estas autoridades y obedecerlas porque ellos son los que nos dirigen en las normas que debemos seguir o que debemos de sentarnos, calladamente en estos medios de transportes. Mi mensaje es para aquellos que gozan de algún tipo de autoridad, o que su trabajo implica la seguridad de una o varias personas más. Por favor, tomen su trabajo con seriedad, responsabilidad y apego a las leyes y normas que sean necesarias. No podemos estar jugando con las vidas de los demás a nuestro antojo, y debemos de crear conciencia para que este mundo cambie y sea mejor. Todos somos en algún momento de nuestras vidas depositarios de la confianza de otros, valórenla, no la vean como algo que no importa, sean dignos de ella y cumplan adecuadamente con sus responsabilidades.

Aun estoy esperando que el mundo cambie, cambie para bien. Quizá algunas cosas se puedan hacer mejor, quizá algunas deban de ser nuevas, pero los valores humanos, nunca deben de ser cambiados por el ahí se va, o el ya mero o el qué importa. Para que el mundo cambie a veces debemos de hacer aquello que se hacía antes, y que funcionaba bien, estas pequeñas cosas nunca deberían de pasar de moda, ni de ser subestimadas. Y nuevamente les recuerdo que si uno cambia su forma de ser, el mundo tiene que cambiar aunque sea a nivel personal. Y así, esto causará un efecto dominó, que a la larga ayudará a cambiar las vidas de todos los que co-habitamos en esta pequeñísima parte del universo llamada Tierra.


Paloma Arau

Del alba al anochecer...

El alba toca a mi puerta,
despertando a mi alma,
amaneciendo con la idea loca,
que ya te quiero...
que ya te amo...

Con el sol en el cenit,
viene tu recuerdo a mí.
Inundándome de emociones
que me provocan sentir,
que ya te siento...
que ya estás en mí...

La noche aprisiona al día.
La Luna toma posesión del cielo
y tú vienes conmigo,
compartiendo mi alegría...
compartiendo mis anhelos...

Al anochecer,
antes del alba,
de madrugada,
en contacto con Dios,
te recuerdo en mis plegarias...
pidiéndole al Creador,
que nazca en tu corazón, el bendito Amor...

André Michel

***

Llega la noche...

Llega la noche
y tu recuerdo me domina.
Me susurra al oído tu nombre
y se me impregna tu aroma...

Tu belleza la llevo en los ojos
y tu sonrisa en mis labios.
Tus manos en mi tacto
y tus palabras en mi voz.
Tu ternura en mis actos.
¿Y tus latidos?
Tus latidos en mi corazón...

Tus pasos en mi camino
y tus gestos que son delirios,
me provocan locuras,
que sin dominio,
me invocan a un insomnio
que me susurran al oído:
“No hay razón,
ni un porqué...
¿Porqué habría de ser?”
¿Tonta ilusión?...
Sólo Dios sabrá qué...

André Michel

***


Intento...
He recorrido muchas calles.
He conocido muchas ciudades,
y en cada una, he dejado amistades.
Pero, ¿cómo fue que coincidimos?;
pues te encontré en medio de un abismo
y aunque sé que el futuro es incierto,
y que bien puede decirme el Amor:
“Aquí no crezco”.
Aún así,
haré el intento.
André Michel
***

Amor:

Es embullir tu rostro
en mi desierto tardío

y teñir mi savia
con tu sublime bálsamo

es tu hiedra
enmarañando
mi diáfana epístola

llena de cánticos
y lágrimas
de faustos ríos

corazones perfumados
resguardando mi horizonte

en tu laberinto incierto
de mocedad perenne.


Alejandro Martínez
30 de Enero, 2009