10 diciembre 2007

Editorial

Este mes de Noviembre y los primeros días de Diciembre se celebró en Guadalajara, como desde hace ya 20 años, la Feria Internacional del Libro. La feria presume ser el mayor mercado mundial de publicaciones en español, reuniendo a más de 1600 casas editoras de todo el mundo junto con personajes destacados y un público hambriento por cultura. Y efectivamente lo es, andar por sus pasillos impresiona por la inmensa cantidad de libros. Y su programa siempre llama la atención por tener, en uno de los nueve días cualquiera, a los escritores de mayor impacto en la farándula. Yo siempre que voy quedan mis sentidos alterados por las cosas que veo, leo y escucho.
Sin embargo, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara tiene una particularidad, en sus estantes sólo se ven libros con ciertos requisitos que le dan un tono un tanto aburguesado al evento, incluso hay quienes creen que es elitista. En verdad no se dan cita a la FIL la totalidad de los pilares sobre los cuales se sostiene la vida cultural del país. Es decir, todos los que generan literatura en el nivel directo del consumidor, las redes estatales o incluso municipales. Hay en Guadalajara por ejemplo (por no mencionar municipios no conurbados) una intensa labor literaria que, ya llevada sobre los hombros de la Secretaria de Cultura, el Consejo Estatal para la Cultura o ya por organismos independientes o colectivos públicos, rara vez hace presencia en la FIL pues ésta o es económicamente inaccesible o tiene los lugares llenos de los actores de la cultura que ya es una fábrica de marketing e intercambio de posiciones de prestigio.
Y es que ese concepto, el de cultura, ese que manejamos los que estamos inmerso en este ambiente, cuesta trabajo decirlo pero ya está contagiado de esa enfermedad que se llama poseer estratos (algo paradójico dada la naturaleza misma de la cultura). Estratos que dividen la poesía de calles y cantinas con la poesía de corbata y paraninfos universitarios, por ejemplo (lloro por el día en que veamos a Lalo Quimixto leer para cuatrocientas personas su poética urbana engalanada en esta feria). Estratos que permiten escritores que recorren las ciudades en el metro con el manuscrito de su última novela bajo el brazo y escritores que recorren la ciudad en su Stratus del año para desayunar con el burócrata que tiene departamento en la misma zona residencial que el susodicho. Divisiones marcadas, en la cultura, por precios de stans desorbitados en la FIL y plaquettes que duran años vendiéndose en las librerías y que marginan a los autores. Con esto no quiero satanizar a la feria porque no hay duda de la derrama económica que deja al estado y la posibilidad de acercar a los lectores con autores que no verían en otras circunstancias (yo cada año voy y me sigo emocionando), no, sólo intentaba acuñar levemente el otro lado de la moneda y dar un poco de luz sobre lo ventaja de que en este vasto mundo cultural hay lugar para todos y todo.
Con este número trece de Meretrices comenzamos un año más de trabajo diario en la cultura de nuestra ribera, con el pleno conocimiento de que proyectos como este, con sus lectores y detractores, forman parte del contrapeso literario a esa magna pasarela de personajes caricaturescos, poderosamente atractivos para el usufructo de esa rentable industria cultural que se conoce como la FIL.
Esto podrá ser cierto, o sólo será mientras la Meretriz no tenga un lugar en la Feria del Libro, porque cuando esto suceda, no sabremos a qué precio se venderá esta vez la prostituta de las letras, o qué será lo que ande diciendo en cada esquina.
Ah, y por cierto: Feliz Navidá y Próspero Año Nuevo…

Morir Creciendo
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La tragedia nos sigue, día a día, escondida tras cada lugar por el que pisamos. A pesar de esto, de nacer con la certeza de que algo malo siempre está por suceder, cuando pasa, nos hacemos creer los sorprendidos, nos obligamos a la ceguera de que lo sucedido está encadenado a hechos que quisimos pasar desapercibidos o que disfrazamos de sutilezas. Y de entre estas tragedias, la más tortuosa, la más dentada, es la que producimos nosotros mismos con nuestras creaciones. El arte está cimentado sobre pilares frágiles de creación. Todo en el arte es creación, y llega el momento en el creador que esa obra suya, esa de la que se siente más orgulloso, se convierte en el maquiavélico Franquestein que lo persigue hasta asesinarlo, se torna en esa mítica joya egipcia que arroja silenciosas maldiciones sobre él, sus hijos y los hijos de los hijos de sus hijos.
Toda obra pulida y producida bajo horas incansables de trabajo y dedicación termina por superar a su creador (algo así como el tan simple ejemplo de los hijos que, cuando capaces, dejan el hogar), y esto obedece sencillamente a que esa creación, si es representativa, esta forjada con los más profundos y morbosos detalles de la psicología más oculta y quizá pervertida del creador (recuerdo cómo Juan Matus superó a Castaneda o Sherlock Holmes a Conan Doyle hasta convertir sus vidas en los libros mismos).
El día que llegó a mis manos J. M. Barrie and the Lost Boys, (1979), de Andrew Birkin, me obligué a seguir la pista del novelista y dramaturgo escocés James Matthew Barrie. Famoso recientemente por el filme Descubriendo Nunca Jamás (2004), en el que Johnny Depp interpreta al literato inmortalizado por crear a Peter Pan, el niño que no quiere crecer.
Barrie, quien también fue periodista, siempre manejó el tema de la infancia con un énfasis extremista, defendiendo la idea de que el hombre no debe nunca de crecer, o por lo menos debería mantener vigente al niño balerero que todos llevamos dentro. Pero Barrie no veía la niñez como un territorio romántico en el cual se encontrara la punta del hilo negro, él le temía a la madurez, detestaba a los adultos porque éstos lo hacían sufrir por sus deficiencias físicas y emocionales (media poco más de metro y medio y sufría de complejas patologías psicológicas con respecto a su madre), al grado que sólo hallaba refugio en los momentos de seguridad que recordaba de su infancia. J. M. Barrie, cuando tenía sólo seis años, fue encontrado por su madre, quien en la oscuridad lo confundió con su recién fallecido hermano mayor. El escocés jamás entendió porque su madre lo confundía con un muerto y sus pequeños procesos, a esa corta edad, le hicieron creer en la juventud eterna de su hermano, eterna por la muerte, y esto lo hace envidiarlo, lo sume desde ese entonces en una pre-tierra de nunca jamás emocional.
La historia narra que Barrie mientras paseaba a su perro Porthos por los jardines centrales de Londres, en 1897, conoce a tres niños que le servirían para crear más adelante al joven Peter Pan; los hermanos George y Jack y Peter Llewelyn Davies. El escritor quedó prendado inmediatamente de los niños y de esa mañana en adelante construiría una relación obsesiva hacia ellos. Comienza a verlos primero en el parque, una, dos, hasta tres veces por semana, enseguida sigue la relación hasta su casa, donde conoce a sus padres y rápidamente les hace amistad. Barrie les cuanta a los niños historias maravillosas (él ya había hecho puestas en escena y eso de las historias se le daba con bastante facilidad). La relación era en veces enfermiza. Barrie mezcla las “chispas” de los tres niños Llewelyn Davies y crea Peter Pan, que daría la vuelta al mundo en todo tipo de formatos y re ediciones.
La primera aparición de Peter Pan fue en la oscura novela The Little White Bird de 1902, donde apenas es un personaje secundario. Dos años después Peter se convierte en un héroe en la obra teatral Peter Pan or the Boy who would not grow up. Pero su cumbre, ya como personaje central y héroe romántico e invencible fue en la novela de 1911, Peter and Wendy. Para ese entonces Peter Pan ya era famoso de extremo a extremo de Londres pues la obra de teatro se montó por primera vez el 27 de Diciembre de 1904, es decir, siete años antes, y como comenta Rodrigo Fresán: convirtiéndose de inmediato en un éxito monumental, un fenómeno de masas, una de las primeras muestras de histeria colectiva en el mundo del espectáculo, una aceitada máquina de merchandising, y una instantánea tradición navideña[i]. La obra introduce el término “audience participation” con la escena en la que se le pide al público más aplausos para poder salvar a Campanita.
Barrie estaba terminando la novela Peter y Wendy cuando repentinamente los padres de los hermanos Llewelyn Davies mueren en un accidente (no faltó el ocioso que dijo que no fue un accidente) dejando a los niños, que ahora son cinco con la adhesión de Michael y Nicholas, bajo el cuidado del aniñado escocés, quien, a manera de agradecimiento por la fama que le había regalado el personaje creado por los hermanitos, mandó a poner la noche del 30 de Abril de 1912 la estatua de Peter Pan en los jardines donde se conocieron con la intención de que “los niños pensaran que la estatua había aparecido allí como por arte de magia”[ii]


Ese fue el momento en que Peter Pan comenzó a perseguir a Barrie y a los niños hasta devorarlos y sobrevivirles. El primero de los niños en morir fue George Llewelyn Davies en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Y parece ser que los seres más cercanos al escritor correrían con idéntica suerte pues Charles Frohman, amigo y productor de sus obras teatrales, se hunde junto con el Lusitana bajo un ataque alemán, mientras que Robert Falcon, otro de sus más allegados, desaparece en la Antártida y jamás se vuelve a saber de él.
Michael Llewelyn Davies, el favorito de sus hijastros, quien decía ser el que más tenía de Peter Pan, muere ahogado en un estanque con uno de sus compañeros, se dice que fue debido a un pacto homosexual suicida porque el argumento de “muerte por accidente” dejaba muchos huecos vacíos. Después de la muerte de Michael, J. M. Barrie cae en la peor de las depresiones, jamás volvió a ser el mismo, siempre aparece cansado, triste, dejándose morir todos los días. En 1922 donó los derechos de autor de su obra cumbre al Hospital de Niños de Great Ormond Strett, deshaciéndose de ese monstruo que lo había llevado a la sombra y lo obligaba a yo querer escribir.
Barrie no tuvo hijos naturales, murió en Londres en 1937, a los setenta y siete años, amargado e infeliz. Ya sólo faltaba Peter Llewelyn Davies, quien en 1960, con una carrera de editor y por publicar un libro en el que incluía fotografías y datos de Barrie y que irónicamente le llamó La Morgue, se arrojó bajo las ruedas del metro británico. "Peter Pan se suicida", tituló un periódico.
Peter jamás soportó que le preguntaran una y otra vez qué se sentía haber inspirado a uno de los héroes más conocidos de la literatura Además siempre se refirió a la obra de Peter Pan como "esa espantosa obra maestra".
Peter Pan aún alberga la esperanza de una juventud eterna, sin sufrimientos, llena de anhelos y sin preocupaciones ni responsabilidades. Y la historia sigue contando la divertida hazaña que hacen Wendy y sus dos hermanos a la tierra de Nunca Jamás, aunque en la vida real, la historia sea más parecida a una triste tragedia griega.

Mario Z Puglisi.



[i] Peter Pan, Crecer o no Crecer, Rodrigo Fresán, en Qué Pasa, 12 de Febrero de 2005
[ii] Ed Glinert, en A Literary Guide to London

“PASTORELAS”
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Tintineo de cascabeles que cuelgan de báculos engalanados, rayitos dorados que desprenden las coronas de oropel, olor a musgo y heno, cantar de morenos pastorcitos que huyen despavoridos ante un demonio con máscara de cartón…
Las pastorelas mexicanas son escenificadas desde hace casi quinientos años, cuando los frailes misioneros, tratando de enseñar la doctrina cristiana, encontraron en el teatro el medio más directo no sólo de trasmitir el dogma de fe, sino de conmover la sensibilidad delicada y pura de los naturales. ¡Gran hazaña la suya, la auténtica conquista! Pues, mientras el guerrero blanco destruía, el monje humilde ganaba las almas de un pueblo al cual desconocía, pero amaba profundamente. Y fue ese mismo amor que lo hizo abandonar el ritual sistemático y monótono para buscar y experimentar nuevos caminos que lo llevaran al centro mismo del corazón de los recién bautizados.
Así, a unos cuantos años de la caída de Tenochtitlan, en 1533, se lleva a cabo la primera representación de teatro religioso, exactamente en Santiago Tlatelolco, que fue el “Auto del Juicio Final”, esta misma obra se volvió a montar pocos años después en la capilla de San Antonio de los Naturales, representación a la que asistieron el obispo fray Juan de Zumárraga y el virrey don Antonio de Mendoza. Pero la noticia que tenemos de la primera pastorela en nuestro país es, según don José Rojas Garcidueñas:
“Pruebas de la eficacia de las representaciones piadosas como medio de evangelización las constituyen su generalidad y su persistencia; así encontramos, en 1596, y en las lejanas misiones de Sinaloa, la noticia de que festejaban la Pascua de Navidad con un mitote y con villancicos y un coloquio en su lengua regional, compuesto sin duda por alguno de los jesuitas que dirigían aquellas misiones”.
De esta inquietud misionera nace la Pastorela Mexicana, con origen en el teatro medieval. Estas piezas de tipo didáctico nos muestran a la humanidad, representada por los pastores, oscilando entre el Bien y el Mal, Ángel y Demonio respectivamente; hasta el triunfo pleno y total del Bien, con el nacimiento de Jesús, luz y guía de todos los humanos.
Para tan sencillo argumento el lugar es lo de menos, el atrio de la iglesia, una plaza o callejón; lo verdaderamente importante es que el mexicano pueda desbordar su talento e imaginación en la confección de trajes, máscaras y adornos, pues todo trabajo o gasto es poco si se trata de engalanar a los Reyes Magos, embellecer a la dulce María o recitar el parlamento con emoción y fervor.
Tradición esta que cumplió ampliamente su misión al catequizar a un pueblo, pues que ¡mucho le debe la iglesia al teatro!
Zaida Cristina Reynoso.

Un Día de Contracultura


Por quinto año consecutivo, el Centro Universitario de Los Lagos y la revista Generación llevaron a cabo en Lagos de Moreno el Congreso Nacional de Contracultura. 22, 23 y 24 de noviembre, exactamente.

La segunda jornada inició en El cisne, un pequeño bar acurrucado en una esquina de Luis Moreno y Allende, de donde algunas veces vi salir tambaleando a Black Killer, gladiador precursor de los hermanos dinamita. Ahí se celebró por la tarde el convite contracultural, mientras Andrés, el propietario, despachaba sendos tragos de elixir a los asistentes.

Llegamos a medio programa, pues ya se había llevado a cabo la mesa redonda “Tequila vs. mezcal” y se presentaba el libro Cultura/Contracultura y redes de poder, de Eliseo López y Rubén Becerra.

Yahaira Padilla, una de las organizadoras, nos invitó a presentar una muestra de la Red de revistas independientes, pues en Jalisco también se hacen aguas y son, afortunadamente, un torrencial que aporta al país productos creativos de alcance mayor.

La mesa estuvo compuesta por Favio Gámez, de La Jericalla ahogada, Gaby Saldaña, de La otra realidad, Mario Z. Puglisi, de Meretrices, Berónica Palacios, de Papalotzi y Rosario Orozco, de Va de nuez. Nos faltó Sergio Fong, director de La rueda, quien tuvo que quedarse en Guadalajara a preparar el arranque de La otra FIL. Tres revistas de Guadalajara, una de Atotonilco y una de la ribera de Chapala se posesionaron por un rato entre los oyentes, haciendo de la sesión de preguntas y respuestas un foro para embestir con los astados de quienes editan la voz subterránea en este coso regional.




Después de abandonar El Cisne fuimos a comer e instalarnos al Hotel Colonial. Es pequeño el mundo, de veras, pues Mario Z. Puglisi resultó ser pariente de la propietaria y fue allí donde nos encontramos con Alicia Martín, actriz laguense de ferviente amor a la vida artística.
Quien a Lagos llega debe rondar por sus calles y rinconadas, subir al Calvario y tomarse una foto con la estatua de Azuela en el jardín de san Felipe. Eso hicimos el resto de la tarde. Por La noche tuvimos show en Casa Serrano. Primero se inauguró una exposición de Jorge Vite y luego se llevó a cabo la mesa redonda “La cultura como misoginia… de monja a cabaretera”, con una ponencia-performance de la impredecible Iris México y comentarios de Nayeli Santos y Roberto Castelán.

Beropa instaló una mesa con publicaciones periódicas jaliscienses, algunos libros y productos eróticos de Iris México. Luego vino la música, encendida con el sonido urbano de Fractal, un acoplado en el que tocan Iván Antillón (¡qué buena esperanza tapatía!), Delmiro García, Julio Lara y Carlos Avilez, bien conocido por ser miembro de la emblemática banda Cuca.

A medio traqueteo de la emoción vino Checovich Navarro y me dijo “Ahí está Jaime López”. Órale. Siempre hay que creerle a Checovich, quien es lector avanzado y coleccionista de buena música. Efectivamente, el maestro estaba casi embarrado en la pared del fondo, escuchando como cualquier parroquiano. Dijo que sí a un par de fotos y flash flash flash yacuzá yacuzá…

Fue entonces que Fractal interrumpió su sabor e Iván Antillón invitó al escenario a Jaime López. Por una noche me convertí en algo así como un grupi. Cómo no, si el otrora “mequetrefe”, comenzó a tocar Corazón de cacto (“la perra de perras”, diría un conocido mimo de Lagos) y Caite cadáver, dos piezas de mi soundtrack personal que hicieron de Cecilia Toussaint una gurú del rock en los años ochenta. A Jaime López se le conoce más por rolas como La chilanga banda o Ella empacó su bistec, pero es un reverendo compositor de la ciudad y sus achaques. Nació en el Matamoros de Rigo allá por los cincuenta y en el DF se fue agrandando y compartiendo su música con los Toussaint, con Café Tacuba, con José Manuel Aguilera y con otros intérpretes de sobra conocidos.


No me dejarán mentir quienes se quedaron un rato más a pisarle las huellas al inmortal cangrejo: estaba de fiesta la fiesta. Algunos no tendríamos cuerda para el día siguiente, pero otros llevarían a cabo una prórroga de contracultura en esta ciudad a ratos luminosa.

Dante Alejandro Velázquez





...De Fútbol Mediocre y de Complejos...

La pasión futbolera atrapó hasta a los menos atraídos a ese fenomenal deporte. Digo fenomenal porque es mero fenómeno la pasión que se levita en torno a un balón contorsionado por un par de diestros pies que pareciera que tuvieran ojos. Atrapó también a los incrédulos, a los esquivos y a los insomnes. Mi caso es uno de esos. La pasión se me escabulló por donde se escabulle el morbo y en un silbatazo me encontré contagiado pegando brincos frente a un monitor estúpido que me permitía ver el día del otro lado del mundo. Catorce horas de diferencia. Allá, el sol empecinado en quemar los estadios con su luz mientras aquí nos daba la espalda.

El himno nacional se siente en México, pero en país ajeno se vive. Ruedan las lágrimas a las primeras estrofas. Mexicanos al grito de guerra, el acero a prestad y el bridón... La sangre hierve en euforia, los pómulos se saltan, la piel se eriza. El humo invisible de un éxtasis patriótico se fragua en las camisetas verdes, en las cornetas, en las gargantas y los atuendos simbólicos, luego, el pitazo y los gritos de la raza que corea un Mé-xi-co, tá-tá-tá Mé-xi-co, tá-tá-tá, seguido de un inapropiado y trillado Cielito Lindo, que ridiculiza los contornos de una selección que se rehúsa al abandono de la mediocridad arraigada del fútbol que no trasciende el “ya merito”. Las porras se confunden con las voces de quienes comentan los movimientos balompédicos con sus ridículas metáforas y el aturdimiento provocado por todo aquello, excita las pasiones que siguen fieles a su equipo. Balón corto. Toque para Borgetti. Jugada larga. La pierde. La tienen los blancos. Luis Hernández se cierra. No logra detenerlo. Balaaaaaaaaaazo. Cerca. El balón rasura el poste...

Todo es confusión. La esperanza cunde y se respiran los goles a través de los porosos arcos pero no llegan los balones. Veintitrés hombres en el terreno de juego en estado de sudoración siguen una bola fetichista que gira y se levanta como si se revelara a las leyes físicas y gravitacionales. En las tribunas se divisa una mancha verde y gelatinosa que se ahoga en desatino entre gritos indescifrables y otros más lúdicos y floridos. La pasión está allí. Al lado del emperador azteca, la mujer que dejó todo en Tepito por ir a apoyar a su selección se hunde en su impotencia por no poder estar dentro de la cancha y enseñarles a esos desgraciados cómo se juega. En su cara se refleja la desesperación y de su boca emana un grito que hace cimbrar las losas de concreto en el estadio: ¡Métanle huevos cabrones! Acto seguido, el emperador azteca y los sombreros de charro se desmoronan ante un siniestro gol de los contrarios.

La Máscara del Santo luce estoica. Pero los contrarios son los Estados Unidos. No en un juego de béisbol, no en uno de baloncesto, no en uno de hockey: es un partido de fútbol. Un deporte que es aún idioma extranjero para los sajones pero que igual les sabe a gloria. Las esperanzas no se hunden empero. El subconsciente balbucea que es un gol de suerte y que la selección se levantará.

Lo demás es sabida historia.

¿Qué pasó? Hace eco la pregunta en los medios de comunicación, en la cancha, en los vestidores, en las salas aturdidas por la incertidumbre. ¿Qué pasó, pues? Lo de siempre. La mediocridad de una selección mexicana que no nos ha podido tapar la boca. Duele. ¡Claro que sí duele! En un país en el que no hay cabida para otro deporte. Duele. En un país en el que el deporte parece tener un sólo significado: fútbol. ¡Duele! Lo demás no sirve. Ahora nada sirve. Perder frente a los Estados Unidos no puede tener otro calificativo que vergonzoso. ¿A dónde está el orgullo, a dónde está el coraje? O Ya ni llorar es bueno... serán, hasta el final del mundial, el reemplazo de Ay, ay, ay, ay, canta y no llores... Sonará menos ridículo. Sonará quizá más digno.

El show se terminó para los alemanes que miraban con estupefacción al mexicano gritón que no cesaba de hacer bulla, al otomí tepitense que ondea la bandera mexicana pintada en sus gelatinosos cachetes a cada grito desgarrador, o al que, fehaciente e inmóvil, adornaba su sombrero de charro con un altar a la virgen de Guadalupe. De este lado de las tribunas, ya no habrá más que desvelarse. Habrá que guardar las banderas y las matracas hasta Sudáfrica. La resaca de la derrota habrá de durar más allá del final de la copa. La resaca del orgullo pisoteado quedará petrificada en las mentes de quienes, por instantes, soñaron que soñaban en la copa.

Esta derrota es, entre otras cosas, la calca del gran complejo de inferioridad que prevalece y que nos ha venido siguiendo desde centurias, desde la conquista de los españoles. Desde que el mestizo se avergonzó de su sangre de indio, desde que Estados Unidos se adjudicó la mitad de México, desde que el país vecino se convirtió, en la acomplejada mente del mexicano, el país de la utopía: el big brother; desde que el gringo se convirtió en el Mister para una raza de lacayos conformistas. Esta derrota en el fútbol no pasará de allí; seguro habrá derrotas más vergonzosas. ¿Cuándo llegará el hastío? ¿Cuándo nos cansaremos de perder? ¿Cuándo le ganará la tenacidad al conformismo? Quizá cuando al entregar el corazón, entreguemos también algo de inteligencia. Pero antes, mucho antes de albergar ese sueño de triunfo, tendremos que vencer nuestros complejos. Tendremos que poner la integridad, antes del orgullo. Ese día, sabrán mejores las fiestas.

Por: Arturo García

Un homicidio olvidado
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Recobras el conocimiento ignorando cómo fue que llegaste hasta ahí. Miras alrededor y no ves a nadie, sólo a la distancia reconoces algunas lanchas con pescadores, que tiran sus redes y esperanzas en las aguas plateadas del lago bajo la claridad de la luna llena, con la confianza de obtener lo que la contaminación y el lirio poco a poco les van negando. Sacudes la arena de tu saco negro y quitas la maleza enmarañada en tus cabellos con los dedos, quitas también la ira que había reptado en ellos y que parasitaba en tu pensamiento. Te das cuenta que la depresión que te abrazaba momentos antes se ha quedado en el suelo, que estás más ligero. Y decides regresar a casa donde nadie te espera, y te das cuenta que estás lejos, notas que el faro, tu compañero de a lado, sólo es un pequeño hongo cuando lo observas desde la ventana de tu cuarto.


Intentas incorporarte sin lograrlo, tu cuerpo está entumido como tus recuerdos. Escuchas el murmullo de la música sabatina de algunos autos varados en un malecón recién estrenado. Sabes que en poco tiempo estarás de nuevo en contacto con la realidad lacerante, huías de ella, así que resuelves a-sentarte como musgo en una roca, esperar que las ideas se acumulen y reacomoden en tu mente de habitación de adolescente. Poco a poco las imágenes llegan arrastrándose como tú hasta tu improvisado asiento, no puedes soportar la impresión hecha como marca de herradura incandescente en tu memoria, tu mujer y su amante, o mejor dicho, tu mujer y tu amigo en tu lecho.


Un golpe inesperado te asalta, despierta dentro de tu cuerpo, y el dolor que se albergaba en tu espíritu decide mudarse a la carne. El rudo vértigo como macanazo en la cabeza te sacude, te obliga a volver la mirada al suelo que se detiene en tus manos ignoradas, ‘¿de quién es?’; la mezcla de sangre y arena aún no ha secado. El instante de aquel momento se vuelve más claro como la luz que va escurriendo la luna, la nube de lluvia que la cubría es igual de pesada a la tormenta de cólera que desataste en aquel momento. Eres incapaz de matar a otra persona, siempre lo supiste, nunca tendrías el valor para hacerlo. Sin embargo, intentaste borrar su rostro con tus puños, él ni siquiera intentó detenerlos, su cara era una masa espesa de la que brotaba dolor y sangre. Ella se ahogaba entre gritos desesperados que sólo encontraron tus oídos sordos, mientras se le humedecía los ojos como un bulto de ropa arrumbada.

El dolor desvanecido en tu cuerpo por el caos vivido se torna en trazos más intenso y claros, más real. Sabes que la sangre con que se revestían tus manos no pertenecía a un cadáver que fue tu amigo de infancia. ‘Perdón’ y el chillido de un mocoso arrepentido fue lo último que le escuchaste decir antes de azotar la puerta. No huías por haberle matado, ahora lo entiendes. Corriste hasta encontrar la soledad necesaria para terminar con todo aquello que te atormentaba, optaste por adelantar el fin del mundo empezando por ti. Un vahído agudo te aprisiona como exprimiéndote la vida, y reconoces la profunda herida en tu muslo derecho de la que no deja de emanar tu existencia que comienza a encharcarse bajo tus pies. Terminas de armar el rompecabezas de lo negado: ibas a matarles muriendo.

Te aniquila el tiempo lentamente. Olvidaste cuando incrustabas la hoja de metal en tu carne y la girabas como furia para que la muerte tuviera un orificio más amplio e ingresara sin demora, más fácilmente. Ahora comprendes que el cansancio y el esfuerzo, al desgarrar el tejido y los hilos por donde transita la vida, fue lo que te hizo perder por un momento (parecido a una eternidad) el tiempo y el espacio. Miras alrededor, no ves a nadie. Lontananza está empañada de fatiga y agonía. Caes nuevamente como un árbol talado, una mejilla besa la tierra, tus pupilas se dilatan hasta encontrar el punto donde se localiza la muerte. La luz intermitente del faro sigue guiando el retorno de los pescadores que encuentran tu cuerpo inerte, embalsamado de sangre y arena.
Josué Enrique Nando

Poemas de José González Orozco

MI TIERRA

Tierra romántica y bella
de fantasía y de leyenda…
Tierra que diste a mi alma
el soplo divino y hondo…
Tierra en que las pasiones
son de calado sencillo…
Deja que cante a la amada
bajo el techo de esmeralda
de tus huertas de membrillo.
Deja bañarme en las ondas
de tus diafanías de pozo…
Que beba mi alma el preludio
de tus aves y tus ósculos…
Que me embriague en el hechizo
de tus mozas de rebozo…
Que me envuelvan los aromas
de naranjos y capullos
y me guarden en sus pétalos…
Deja cantarle mis quejas
a la mujer que yo adoro,
a la sombra de su reja
verter las penas que lloro…
Deja que los luceros
cual testigos mensajeros
despeinen ya sus cascadas,
y sorprendan la entrevista
con la amada de mis sueños,
con tu estampa nunca vista.
Dame a beber los nectarios
de tus hembras y tus rosas…
Quiero saciar mis angustias
en sus labios de manzana…
Deja asomarme al espejo
de tus pupilas acuosas,
y a la sombra del sabino
de tu “Ojo de Agua” extasiarme
en el requiebro insistente
de sus linfas y tus mozas…
Dame a beber la fragancia
de tus membrillos maduros…
Deja escuchar tus campanas
y penetrar a tu templo…
Deja doblar la rodilla
y meditar un momento…
Deja pasearme en tu plaza
y escuchar la serenata
que la banda se desata
dirigida por Don Luis…
Y las chicas brindan rosas
placenteras y gustosas
con perfumes de jazmín…
Tierra bella tachonada de leyenda…
Deja arrullarme en las frondas
de tu verde membrillar…
Deja soñar con tus hembras
que sí saben adorar
y dan alientos a besos…
Deja cantarte en los versos
que inspiraron tu calor…
Deja que sueñe despierto,
y cuando yo ya esté muerto,
dame, mi tierra, un rincón.

Poema declamado por Guillermo Portillo Acosta a través de la X. E. Q. el Jueves 3 de Diciembre de 1953

MI PUEBLO


Es un rincón bendito semi-oculto por los cerros,
de verdura perenne y cantos de gorrión…
Do´ las abejas lanzan sus mágicos cencerros,
haciendo más altivo este bello girón.

Tabachines morados rodean la placita
formando con sus flores alfombras de color…
Violetas y heliotropos perfuman la casita
donde vivió mi novia, mi primer amor.

Aquí nací entre aromas que exhalan los membrillos…
Entre capullos gráciles de naranjos en flor…
Contribuyen a ornarlos el sol y sus destellos,
haciendo más precioso y bello el esplendor.

El ahuhuete altivo de donde fluye el agua
de límpida frescura y azul crepuscular…
Ahí es donde lavan el calzón y la enagua
casi toda la gente de este lindo lugar.

Su iglesita tan triste, solariega y ufana
por tener en su seno al santo patrón…
No sé qué siente mi alma al tañer la campana
que oprime a raudales mi pobre corazón.

Es mi pueblo cenizo, pero lleno de encantos…
Sus callecillas desiertas, pero bañadas de sol…
Las avecillas lo alegran con sus místicos cantos,
aquí se funden tristezas en este áureo crisol.

La casita derruida donde vieron mis ojos
los primeros destellos de un día otoñal,
se ha caído en fragmentos por dejarla solita
y habernos largado hacia la capital.

Hoy añoro los días de mi infancia querida
cuando aún pequeñuelo iba yo a estudiar…
¡Cómo pasan los años y ha pasado mi vida!
¡Pero siempre recuerdo este bello lugar!

¡Oh mi pueblo adorado! Con tus bellos paisajes
se ha embriagado mi alma y da su inspiración…
Los membrillos te brindan sus suaves encajes,
yo no tengo más que darte que mi corazón.

Eres, ¡oh!, mi pueblito semi-oculto por cerros
de verdura perenne y cantos de gorrión…
Do´ las abejas lanzan sus mágicos cencerros,
haciendo más altivo este bello girón.

RINCONCITO ALETARGADO


Quién de paso a Chapala
no visita esta mi tierra…
Rinconcito aletargado
que bellezas siempre encierra.

Sus callejas son soleadas
y sus huertas olorosas,
con preciosas alboradas
como pétalos de rosa.

Sus muchachas son sencillas
morenitas querendonas…
Adoradas florecillas
de arrumacos de palomas.

Los domingos hay que verlas
con sus trajes vaporosos,
con mi paso menudito
y sus besos amorosos.

¡Ay! Mi tierra, mi tierra Ixtlahuacán
rinconcito aletargado…
Por tu grande modestia me dirán
que el Edén aquí ha mudado.

¡Ay! Mi tierra, mi tierra Ixtlahuacán
rinconcito aletargado…
por sabrosas carnitas volverán
y su botella de vino membrillado.

Y sus noches son de ensueño
de romance inigualado…
de verdores tan perennes
que mi Dios aquí ha pintado.

Desde lejos ya diviso
tu cerrito y la capilla,
donde guardas al santito
que hace grandes maravillas

¡Ay! Mi tierra, mi tierra Ixtlahuacán.

09 noviembre 2007

Editorial

Meretrices, esta pequeña, acaba de cumplir su primer año. Y digo ¿qué puedo decir al respecto? Tantas y tan pocas cosas a la vez. Podría, con las manos en la cintura, hablar sobre la importancia de los medios impresos que generan cultura en las regiones de Jalisco, tal y como muchos otros hacen. Entonces decir que las revistas culturales independientes son piezas fundamentales para la vida cultural sana de cada terruño del país, de cómo su trascendencia es marcada por la capacidad de ser un foro para las nuevas voces, para artistas en descubrimiento, para opiniones en verdad diversas y entonces convertirse en un mar donde habiten todos los pequeños factores que arman la industria cultural mexicana. Y decir que sin ellas todo se muere, y alardear de su reconocimiento nacional, y alzar la voz para que todos sepan de su afortunada existencia. Pero no. Eso sería pura soberbia; lo que importa es el trabajo. Entonces a falta de esa opción me puedo ir hacia el otro extremo y admirarme de que este proyecto haya llegado a su primer año, después de todo tomando en cuenta que cuando empezamos casi nadie creía en él, tú sabes, decían: –¿Cómo una revista cultural? No muchacho, eso no funciona, te vas a morir de hambre. Búscate algo más turístico pa que te deje unos billetotes. Y bueno, cosas por el estilo. Ahora vean, todos ustedes, regresen a la portada y en una de las esquinas hay un numerito. Sí, así como dice allí, ya cumplimos un año. Pero no. Eso sería entrar en conflicto de opiniones y guerra de egos. Insisto, lo que importa es el trabajo.
Eliminando la soberbia y tomando la caución de no caer en juegos que no llevan a parte alguna, lo único que queda es un sincero y profundo agradecimiento. Corriendo el riesgo de ser cursi, les digo que este año, que tan sólo es un año, no diez ni veinte, ha costado mucho trabajo pero se ha logrado gracias a todos ustedes. A los desquehacerados que nos leen, a los organismos que ya creen en nosotros y nos poyan, a los altruistas que nos echan la mano anunciándose en la revista, a los amigos que nos hacen recomendaciones, a quienes la esperan mes a mes, a quienes nos recomiendan con sus amistades, a los compañeros que nos invitan a llevar a la Meretriz a presentar en todos lados, a los que nos detallan nuestras faltas, a quienes nos dieron consejo y guía que hoy es vital, a los que han tenido paciencia cuando la revista tarda un poco, a los tolerantes de nuestra editorial, a los que nos han prestado pal camión, a los que creen ciegamente en Meretrices, en fin, a todos ustedes involucrados directa o indirectamente en la revista. Y tengo la firme creencia de que sin uno solo de ustedes las Meretrices hubieran desaparecido. Ya lo he dicho en números pasados pero no me canso de decirlo; la revista es un proyecto de todos, es una maquinota muy compleja (algunos ni se imaginan –y esto es algo que me hace respetar los semanarios y los diarios aún más– el trabajo de una revista mensual) que requiere muchos elementos para funcionar con relativa calma y lo hemos logrado, por lo menos durante este primer año.
En verdad gracias por todo, espero que nos siguas apoyando en los próximos años para que Meretrices pueda no sólo completar su chamba sino crecer y llegar muy lejos para que le pueda dar un nombre y un lugar con dignidad a esta región que hoy ya representa. Para acercarnos a todos, pulir las asperezas que se puedan pulir y reforzar los lazos que ya existan entre nosotros.
En nombre de todo el equipo de Meretrices, en nombre del arte y la literatura ribereña y jalisciense: GRACIAS, reiteradas cada día.

La mano incontenible de la creación

–Todos los artistas son unos pinches locos –me decía mi madre antes de que fuera una joven con inquietudes por el arte–, en todos los pueblos nunca falta el borracho, el poeta y el loco y hay lugares donde los tres son uno mismo.
–No, mamá –le decía–, estar loco no tiene nada que ver con ser artista, eso es una condición mental deficiente y bla, bla. –Pero no dejaba de decir lo mismo.
Y es que yo aún no lo sabía, no había aprendido lo poco o mucho que ahora sé. Después descubrí que este estigma de los artistas locos o borrachos ha tenido en la historia un mucho de verdad.
Cuando viví en la capital del país, recuerdo mucho una historia que se nos contaba el escuela de arte, acerca de un personaje que reunía las características que mi madre relató más una muy importante, la de haber sido uno de los mejores muralistas efímeros que deambuló por la ciudad de México.
Un poco loco y alcohólico por toda su estancia en el D.F., José Antonio Gómez Rosas, mejor o únicamente conocido como El Hotentote, nació en Veracruz y tenía unos marcados rasgos indios: nariz ancha, cabello quebrado, complexión anatómica corpulenta, tez obscura y labios gruesos. Era un hombre descomunal, medía 1.94 mts., y pesaba 135 kilos, lo que lo hizo merecedor del nombre de unos pigmeos africanos del sur de África, los hotentotes (y esto en sarcasmo por que los pigmeos no miden tanto).
A pesar de ser un genio (hay quienes le adjudican la creación de las máscaras de alebrijes hechas de papel maché) y un muralista mítico y capaz se conoce my poco acerca de su vida; se le veía caminar solo y muchas veces borrachín, los rededores de la Academia de San Carlos y el barrio de La Merced. No se sabe cuándo llegó a la capital ni cómo, todo por lo que es relacionado a la vida del arte fue a partir de su vida en el Distrito, por allá de las décadas de los 40´s, los 50´s y un poco más.
Su único trabajo que llegó a inmortalizarse fueron los murales que alguna vez pintó en el Salón México, en la Fonda Santa Anita y en el Ba-Ba-Lú. Cuenta le leyenda que entre juerga y borrachera y otras cosas desconocidas para los biógrafos, tardaba auténticos años en terminar un solo mural de los arriba mencionados pero que los resultados siempre eran satisfactorios (cuando me vine de la capital aún había en ese barrio un restaurante al que el dueño llamó El Hotentote en honor al artista).
Y es que a pesar de su estatura y físico imponente dicen que siempre fue un bonachón, muy amable y con una voz dulce y sincera. Que a veces desvariaba pero que en general pasaba la vida improvisando. Fue admirado por grandes artistas como Juan Soriano, Carlos Fuentes y muchos otros igual de importantes, y todo por su sincera originalidad, que no se sentía forzada; y por el trabajo que llegó a realizar en Artes Plásticas de San Carlos (ya como alumno, ya como maestro, escenografista –fue el creador de las escenografías de algunas películas del Indio Fernández– decorador, o pintor).
El Hotentote se convirtió en un personaje gracias a su estancia en la Academia. Resulta que en San Carlos se organizaban los estudiantes para realizar los famosos y espectaculares bailes de máscaras cuyos orígenes datan de la década de los treinta y que se hacían cada año, a finales de octubre, en el patio de la Academia.
La fiesta incluía un concurso de máscaras dedicados siempre a un tema específico. Entonces el patio siempre lleno de arcos y pilares renacentistas se transformaba en un escenario surrealista lleno de color gracias al trabajo que desde varios meses antes organizaba un grupo de alumnos encabezados por El Hotentote, quien vestido con un enorme overol de mezclilla, restiraba en el suelo cantidades de papel manila, que reforzaba por el reverso con manta de cielo. Allí, de pie, trazaba sus figuras con un carboncillo que colocaba en una especie de bastón. Caminaba en calcetines, para no dañar lo que pisaba. Sus murales de papel representaban lo más sobresaliente del año, en la escuela y en el país. Murales que siempre acababan en el cesto de la basura. El Hotentote los hacía nada más para los bailes y jamás quiso conservarlos, algo en él le obligaba a destruir su trabajo para comenzar uno nuevo.
Era bastante extravagante, sus famosos murales los pintaba con pigmentos fijados con pegamentos de carpintero, que olía horrible, como a huevo podrido, pues estaba hecho (algunas veces por él mismo) con vísceras de animal por lo que era un martirio para los alumnos compartir esta fase con el maestro.
En una de esas el pintor veracruzano ganó el premio al mejor disfraz en el concurso de máscaras usando una invención personal, que se hizo famosa, era esa máscara con un alebrije integrado, y desde ese año siempre lo ganaba hasta que los jueces decidieron hacerlo miembro del jurado para que los demás tuvieran una oportunidad.
Durante su vida realizó telones y decoraciones para todo tipo de negocios, o para teatros y centros de baile, pero que siempre estaban hechos con una calidad artística de mural con composiciones de colorido rutilante, imágenes audaces y humor incisivo, que competía con cualquiera de los muralistas famosos mexicanos. Sólo que sus murales siempre fueron efímeros. Incluso hacía las decoraciones de fiestas privadas para ganarse el pan (hay quien en la capital conservó un pequeño telón pintado por el Hotentote en una fiesta de la familia, que hoy tiene gran valor para el país).


José Antonio Rosas, el Hotentote, fue otro de esos personajes que todas las ciudades tienen pero a su vez un artista importante para toda la nación, a pesar de no ser tan conocido y tan aclamado. Su obra sólo ha sido apreciada hasta estos últimos años; el Museo Mural Diego Rivera organizó en el 2002 una exposición que contó con una selección de 150 piezas de pintura, dibujo, estampa, fotografía, escenografía, vestuario, máscaras y demás objetos que sirvieron para rendir homenaje a este grandioso pero devaluado artista mexicano, con la finalidad de darlo a conocer entre las nuevas generaciones de artistas.
Desgraciadamente ese fenómeno de pasar desapercibidos a los artistas de futuro valor aún no termina. Yo estoy se-gura de que en estos momentos hay más de un artista que no se nota a menos de que sea para decir: Ah, mira, ese pobre borrachito de allá, recitando su poesía o haciendo sus locuras.
Al final le di la razón a mi madre. Y no por la imponente figura que el Hoten-tote es en el arte, sino porque en lo pro-fundo, pero muy en lo profundo, yo también estoy un poco loca.
El retrato de José Antonio Gómez Rosas, el Hotentote hecho por Emilio Baz Viaud expresa pictóricamente un sentimiento de cercanía y familiaridad con su colega (aunque de mayor edad). La composición pictórica la conforma la estructura diagonal de los techos de la vecindad ubicada atrás del retratado. Los ladrillos y la loseta determinan el espacio de fondo, enmarcando la silueta del veracruzano. En el peculiar encuadre de esta vecindad localizada en el barrio de La Merced se puede ver la ropa tendida, las macetas con flores, los corredores, la mujer recargada en el barandal, un perro, y otros detalles. En el doble escenario del retrato, el Hotentote afirma una condición de superioridad por estar sobre de la construcción arquitectónica, lo que acerca a la idea de la imponencia de su físico.
Andrea Lizarri

Teatro, Cultura, Hoy
parte uno.

Alguien me dijo que hacer teatro significa practicar una actividad en busca de sentido.
Tomándolo por sí mismo, el teatro se revela como residuo arqueológico. En este residuo arqueológico, que ha perdido su inmediata utilidad, se inyectan de vez en cuando valores diferentes. Podemos adoptar los valores del espíritu del tiempo y de la cultura en la cual vivimos. Podemos por el contrario buscar en él nuestros valores.
Nos encontramos en una época en la que se están redefiniendo los límites culturales entre los países latinoamericanos. Las distancias se están acercando. Estamos empezando a escuchar que la cultura latinoamericana y la producción artística de los latinos en Estados Unidos es no es sólo de ellos sino también nuestra, sin importar el país americano en donde nos encontremos. Muchas de las obras actuales en el teatro son creadas en la mezcla del español con el inglés, por ejemplo, la pieza La condición de la chicana de Margarita Tavera Rivera. Y hay obras también que incluyen la presencia de lenguas indígenas, por ejemplo, la obra ensayística-poética de Gloria Anzaldúa.
Silviano Santiago detalló el lugar del escritor latinoamericano como un entre-lugar, porque absorbiendo teorías y formas europeas crea otra cosa que se yergue como resistente a la imposición cultural.
La marca cultural de los pueblos se refleja profundamente en su arte. Hoy, gracias a las manifestaciones actuales podemos conocer la otra América, la que corroe el continente, contrayendo nuevas fuerzas y guardando viejos rencores. En este ente todavía se presentan las pasiones en estado puro. La vida y la muerte, la venganza, la ceguera irracional, fortaleciendo un territorio oscuro donde aún habitan los mitos más primarios, las fuerzas elementales de la condición humana mientras sobre su superficie Occidente se deshace, debilitándose sin pasiones, sin objetivos mayores.
Escuchamos hablar de términos como la interculturación, transculturación, culturalidad competente y otros muchos más que nos sirven para referirnos al proceso de ruptura y reencuentro que se da en la cultura global actual. Imágenes y tópicos se entremezclan en un todo fragmentado: La utopía de un nuevo continente y la existente fabricación de armas de destrucción masiva, por ejemplo, confluyen construyendo y destruyendo el contexto social global.
El autor actual, de este siglo en movimiento, busca traspasar más que la frontera geográfica, la lingüística y cultural entre los países hispanoamericanos y europeos. En este tenor, toma algunas decisiones basándose ya no sólo en su propia identidad sino buscando también que su obra traspase hacia el interior de otras culturas y sabe que para hacerlo necesita hacer su obra universal tomando elementos de otros pueblos y casi adoptándolos como suyos.
Traducir las palabras significa traducir la cultura, sabemos que las palabras dicen lo que dicen además de lo que queremos decir con ellas y lo que se pueda interpretar de la señal. Por otro lado, también sabemos que el proceso lingüístico en ocasiones entorpece mientras en otras enriquece a determinada manifestación cultural. Se trata no sólo de traducir un sistema semiótico a otro buscando la aceptación, sino en la búsqueda de un espacio cultural que abarque más de un país, manteniendo aquello que permita diferenciarlo de los demás, pero lo suficientemente cercano como para que los espectadores de otro país latinoamericano no se pongan de pie y se retiren.
Las expresiones populares, difícilmente accesibles para muchos, están siendo cambiadas por otras en lengua universal, manteniendo la connotación de identidad. La contextualización entonces nos remite a una problemática de índole ética-estética: ¿un grupo cultural puede hacer tal cosa? La postmodernidad diría que sí. Pero realmente más allá de todo esto está el hecho importantísimo de entender a las manifestaciones del arte desde un punto de vista cultural-antropológico. Y el teatro actual, desde luego, no es la excepción.
Pero ya hablaré de esto más tarde.

Adán Aguilera

México de fábula.

México son dos: el México actual, que nada en la red y conoce de iPod´s y juntas empresariales con franquiciatarios y el México que está formado por un infinito entramado de fábulas y leyendas, muchas de las cuales forjan nuestra identidad. De ese México del pasado, del hecho de pequeños cuentos, yo recuerdo algunos de los que oí en mi infancia. La mayoría de ellos en boca de mi abuelo, pero muchos otros más por conducto de gente que fui conociendo en lo que llevo de vida.
Esas leyendas, ahora que crecí, aprendí que son muy importantes en la historia de nuestro país, que llevan la tradición viva de todos nuestros pueblos que son hoy un mismo pueblo. Y por esto quiero rendir un tributo, a través de Meretrices, a estas historias, algunas simples, otras complejas e impresionantes pero todas de igual valor e identidad de nuestro México. Pretendo, si me lo permite el lector, a partir de este número y cada dos meses dar a conocer una o dos historias de las que abundan en nuestra tierra mexicana.
De las dos leyendas que escribo en esta ocasión, la primera forma parte de una cantidad casi infinita de relatos que narran la historia del maíz (alimento sagrado en México) y que forma parte de une etapa oral muy antigua en la que el nacimiento del maíz aún no era tan detallado como en etapas posteriores, sino que se trata con una simpleza que se nota como un producto de la economía oral; la segunda historia contiene una moraleja sobre los valores ignorados.


Leyenda del maíz


Una vez, cuando los únicos habitantes de la ciudad de México eran pueblos sin raíces los campos se secaron y la gente repentinamente no tenía nada que comer. Un día vieron en un árbol un pájaro cubierto de plumas rojas y amarillas, los hombres querían matar al pájaro porque creían que tal vez era un presagio de los dioses.
Algunos días después hallaron debajo de este mismo árbol una planta. Primero la planta era muy pequeña pero después vino a ser más grande. Los habitantes de México la cuidaron y hallaron al fin entre sus hojas una bonita mazorca de granos amarillos. El feje dio un grano a cada uno de los hombres; éstos los sembraron y después de poco tiempo cada cual tenía muchos granos. Después descubrieron que el pájaro que les trajo los granos era el pájaro del paraíso.


El regalo de los dioses


Kukulkán, Dios de los mayas, llamó un día a su pueblo: –Quiero dar a mi país un regalo, un buen regalo –dijo el dios–, vayan ustedes a buscar por todas partes un buen regalo para mi país. Tráiganme cada uno un regalo y mañana voy a escoger el que más me guste.
Salieron los hombres, sabían que era difícil encontrar un buen regalo, pero también sabían que era necesario buscarlo. Y así los mexicanos fueron al mar, a las montañas, fueron a los bosques y a los campos. Querían encontrar un regalo para su país.
A la mañana siguiente el dios los llamó. Unos nativos trajeron fruta, otros oro y plata, algunos trajeron el agua de los ríos y otros más hermosas flores. De los bosques trajeron maderas y del mar perlas.
El dios miró todos los regalos: el oro, la plata, las flores, las frutas, las maderas y perlas.
–No me gustan el oro y la plata –dijo el dios– porque hacen soberbios a los hombres, las flores, las maderas y las frutas no me sirven, porque hacen perezosos a los hombres, los ríos no sirven a mi país, porque el sol es caliente y pronto se secan los ríos, Y usted, ¿qué trajo? –Dijo el dios a uno de los más pobres hombres.
–Yo, señor, sólo esto –contestó el hombre que traía un plantita.
–¡Un maguey! –Dijeron unos.
–No –dijo el indio–, no, es una plantita que encontré en una parte seca. Un espíritu me dijo que dentro de sus hojas tenía unos hilos blancos y suaves que eran como hilos de oro.
–¿Hilos de oro en esa plantita? –gritó el dios.
El pobre hombre arrojó al suelo la plantita y el dios salió furioso.
Pasó el tiempo, la planta echó raíz y creció. Era una planta de hojas largas como las del maguey, pero más estrechas. La planta creció y luego, después de algún tiempo, los campos estaban cubiertos de ellas. Un día una mujer cortó unas hojas y dentro de ellas encontró unos hilos blancos y suaves: ¡eran hilos de oro!
–Miren –gritó la mujer–, miren lo que encontré.
Todos los indios comenzaron a trabajar con aquellos hilos y al fin, hicieron con ellos petates. El pueblo quedó tan contento que comenzó a cuidar las plantas. Después de algunos años tenían plantas muy grandes. Así dice la leyenda, porque la plantita que encontró el pobre hombre humilde era una planta de henequén.

IXTLAYOLOTZIN



Tirano en ciernes




Este es el principio del cuento. En los próximos renglones encontrarán un esbozo –necesariamente tendencioso o parcial– de una historia (está de más añadir que es ficticia) que el lector podrá catalogar como digna de ser contada o fácilmente rechazará sin mayor remordimiento.
Esta historia arranca con un cinematográfico flashback, que nos sitúa temporalmente en la infancia de nuestro personaje principal de nombre Uriel. Uriel tiene por el momento apenas diez años, pero el origen de las gruesas gotas de sudor frío que recorren su frente se encuentra en el miedo de verse descubierto y acusado por lo que hace unos segundos acaba de hacer. Este sentimiento primitivo, sazonado en secreciones instintivas, hace demorar la llegada del arrepentimiento o la culpa, estados del alma mucho más elaborados. Sus piernas, por lo pronto, se encuentran temporalmente inhabilitadas para huir. No es este el miedo del cavernícola que de pronto se ve acechado por un par de depredadores ávidos de carne, es el miedo de quien inesperadamente se ve convertido en tigre dientes de sable.
Me salvé, piensa Uriel. La sentencia: (¡FUE ÉL!), que Ariadna debió de haber pronunciado se desquebrajó entre el sollozos infantiles y no logró llegar a los oídos de la maestra Rosita y las compañeras que acudieron prontamente a auxiliar y levantarla del suelo, tratando de aliviar un poco el dolor, pero sobre todo, de encontrar al culpable del inefable acto.
Esta escena se lleva acabo en el patio de la escuela en que los implicados estudian el quinto grado de la educación primaria (¿Cuántas rodillas sangrantes han visto estos viejos patios de escuela?). Que el lector logre desarrollar una imagen que ambiente y sirva de escenografía a estos sucesos no debe de ser difícil: ¿quién no alberga recuerdos felices de la escuela primaria, o muchas veces tristes o amargos? Incluso puedo aventurarme a decir que muchos han llegado a estar inmersos en una situación parecida. El lector más suspicaz es libre de especular sobre el carácter autobiográfico del párrafo anterior.
Me salvé, pensó Uriel hace veintidós años. Ahora resulta en vano cualquier grito para pedir auxilio; mucho más inútil blandir exclamaciones acusatorias.
Estamos ya, de súbito, en la escena principal (y final) de esta historia.
Ahora es de noche. Y basta con señalar el carácter nocturno de la situación para que el lector más impresionable dé rienda suelta a su imaginación y revista esta narración con los más profundos miedos que sólo esta atmósfera tenebrosa y oscura sea capaz de desencadenar. Pero si el simple hecho de la hora en que estamos, con la luna en todo lo alto, no logra por lo menos aterrorizar hasta la muerte al lector más temerario, tengo que añadir que nos encontramos en medio de un bosque sombrío e impenetrable, hábitat de infinidad de malévolas criaturas que penetran en el bosque con un coro siniestro y sepulcral. Multitud de rojizos ojos guareciéndose detrás de los árboles, a la espera.
En medio de la nada nos encontramos. O mejor dicho: se encuentran ambos, Uriel y la Ariadna en turno.
Solos.
La situación en esta noche es particular: de no ser por las heridas, las laceraciones en el bello rostro de ella (desafortunadamente una palidez cadavérica se ha apoderado de él) y por las manos atadas por la espalda, nos resultaría difícil guiarnos por la expresión en sus rostros. Imaginándolos así difícilmente podríamos distinguir victima de victimario. Ella y él; El o ella; Uriel o la nueva Ariadna.
Es esa cara de nuevo. Esos ojos con lágrimas encendidas. La boca titilante.
Este es un cuadro poco digno de una relación social por lo menos aceptable, pero cabe añadir que no hay aquí nada nuevo para Uriel.
Para perfilar con profundidad y eficacia un cuadro en que el rictus de dolor se hace presente a la par en la victima y en su futuro asesino, y más aún después de asegurarles que Uriel está en control total de la acción y en el fondo me aventuro a afirmar que lo está disfrutando, el autor se ve en la necesidad de interrogar a los actores de esta historia con el fin de indagar en los estados anímicos y motivaciones psicológicas que den al relato un antes, un durante y un después verosímiles. Pero es aún más importante que el autor establezca un proceso de autoexaminación por el cual se pregunte a sí mismo el porqué de las trayectorias que ha escogido para sus personajes o en un caso extremo se cuestione si es capaz de llevar a cabo tal narración. En este caso en particular, después de un verdadero examen de conciencia creo que soy incapaz de encontrar el hilo conductor que dé coherencia y ligue los dos sucesos descritos aquí. Tal vez ha llegado el momento de abandonar la narración y dejarla en voz de un tercer personaje, el cual debe de ser capaz de hacer las preguntas adecuadas y si es necesario obtener las respuestas a toda costa.
Al casi omnipresente personaje por el cual he optado, habrá muchos a los cuales les gustaría vestirlo de rojo y adornarlo de cuernos y cola. Personalmente me decanto por las descripciones menos bucólicas de este indeseable protagonista. Imaginemos a un sofisticado gentleman sentado en la sala de la campestre cabaña degustando una copa de buen vino, esperando el momento en el que Uriel arrastre hasta ahí a su víctima y tenga que aconsejarlo para llevar a cabo la estocada fatal con el buen gusto y el tacto requerido para la ocasión.
Sólo mediante la intervención de esta representación tan completa, compleja, vetusta o contemporánea pero siempre entrañable del Mal, podríamos comprender por qué Uriel se encuentra convertido en asesino y torturador de mujeres.

…fue el frágil equilibrio con que Ariadna brincaba y corría entre las piernas de sus amigas lo que lo llevó a meter el pie en su camino. Nunca lo había hecho y el arrepentimiento se manifestó categóricamente sólo con poder ver las consecuencias. No creo que tuviera un particular odio para con ella; de infantil travesura no pasó. Pero de esta travesura a ser el perpetrador de inenarrables torturas y suplicios a una joven que apenas acaba de conocer horas atrás, hay un insondable trecho…

Nuestro infernal narrador sería idóneo para buscar en lo profundo de Uriel y encontrar qué es lo que forma a un serial killer; el cómo, el cuándo y el porqué.

Podría empezar por hacer una disertación sobre la genética de los asesinos; buscaría en su ADN hasta el cansancio una clave para descifrar el enigma, para después continuar y atribuir las excepcionales cualidades del asesino en serie a las circunstancias, a la crianza, al trato paternal, al ambiente de desasosiego, (largo etc.,). Consumaría mi búsqueda y en un intento de honestidad podría confesarme culpable de la situación:
Soy yo el que sostengo y hundo la daga, el que mete las zancadillas, el que escupe y viola, el que arrastra y humilla.

Sin embargo, al final nuestro narrador optaría por resumir el relato en una simple frase:

Si Ariadna hubiera dicho ¡FUE ÉL!...

Si Ariadna hubiera podido (o querido) decir FUE ÉL esta historia no merecería ser contada. No pasaríamos de encontrarnos en una escena en el hogar de Uriel a los diez años. Después de que el recado de la maestra Rosita hubiera llegado a casa de los Martínez, unas cachetadas y un monumental regaño paternal hubieran tratado de enmendar la recién inaugurada carrera de Uriel como abusador de niñas.
Un cuadro muy común, sin méritos de convertirse en historia de suspenso.
El nombre de Uriel se hubiera quedado escondido en el tintero del autor, esperando el momento adecuado para etiquetar y reconocer a otro personaje, posiblemente de carácter diametralmente opuesto: podría ser un banquero o un pirata o alguien comiendo un helado en una banca o un piloto a punto de saltar del avión en llamas o un policía o un ladrón o tal vez serviría como astuto acrónimo (Unión Revolucionaria Insurgente de Estudiantes Libertarios).
La misma suerte correrían Ariadna y Rosita. Al de los cuernos puedo asegurarles que lo encontraremos en otro lugar con uno de sus múltiples nombres. Detrás de un banquero, al abordaje con el pirata, convenciendo al terrorista de poner la bomba en ese avión, saboteando el mecanismo del paracaídas, corrompiendo al policía, convenciendo al ladrón, pervirtiendo el levantamiento insurgente del U.R.I.E.L, en pos del hombre y su helado o en la pluma del Tirano escritor.
Este es el final del cuento. Después del punto final todo lo que puedas encontrar está fuera de mi tiranía.




Emmanuel Arriaga Varela





En la Barranca del Diablo

La Barranca del Diablo o el picacho, es la punta más alta del cerro de San Juan. Hay un viejo tepehuaje en la cima donde los muchachos hacen columpios y se lanzan al voladero demostrando su valor y desafiando a la muerte. En los días de fiesta los cuetes suenan secos como disparos y lo peor viene después cuando el sonido se pasea por cada hendidura de la barranca haciendo un eco parecido a lamentos y gritos desesperados de un niño. La gente habla de aparecidos; ánimas en pena que andan juntando sus pasos y clamando justicia para poder descansar en paz.
La sombras dejaron de bailotear cuando Miguel acercó el aparato de petróleo a su rostro y sopló con fuerza. El canto de los grillos se volvió más intenso. Miguel restregó sus manos contra el pantalón para limpiarse el sudor que no paraba de brotarle.
Afuera la noche caía cada vez más pesada, la muerte se paseaba en ella lenta y silenciosa, el calor se dejó sentir más fuerte, áspero y pegajoso. Gruesas gotas de sudor como de pus llenaron la frente de Miguel, ya no aguantaba más. Las manos le seguían sudando como liberando el llanto que sus ojos se negaban a soltar.

En la Barranca del Diablo, a un lado de la loma de los Guayabos, dos cuerpos yacen sin vida. Matías y su hijo de 12 años; el primero con tres disparos en el vientre y dos en la cabeza, la mitad del rostro desfigurado por los balazos y la otra mitad por los animales que ya han empezado a tragarlo; a cincuenta pasos de ahí, vereda arriba, cuelga su hijo de un tepehuaje.
Miguel recuerda le escena, da un trago a la botella de mezcal para tratar de borrarse el recuerdo que, como letanía de rosario, lo sigue chingando. Dos horas hacen del doble asesinato, dos horas que a Miguel le parecen dos segundos en su mente confusa. Miguel cae del caballo, tropieza y rueda, no sabe cómo pero está en su casa lleno de miedos e imágenes que lo acosan y golpean su cabeza. Del techo cuelga el morral con la pistola. Miguel lo mira y tiembla; la primera lágrima que le rueda por la mejilla le quema como si fuera de ácido, siente como si una navaja la abriera las entrañas. Se aprieta el rostro y cae de rodillas. Está llorando.
Hay un gran alboroto en el pueblo, son las vísperas de la fiesta de San Juan. María, la esposa de Matías, está preocupada, su esposo y su hijo no han regresado del cerro. La rabia y vergüenza le impiden ir a pedir ayuda a su cuñado, aunque sabe que éste no se la negará.

Miguel toma la pistola del morral, la acaricia y pasea por su mano, lo siente por su hermano que nunca supo lo de su mujer, mira la botella, ya no tiembla ni suda. Su cerebro administra la cantidad exacta de adrenalina que su cuerpo necesita. Da otro fuerte trago a la botella y sale de su casa. Todo está decidido. Hay en el cerro dos ánimas en pena clamando justicia, solas, una al lado de la otra tratan de rezar.

Son las vísperas de San Juan. María, la mujer bonita llora, muerde con rabia su falda y se tira al suelo; se siente culpable de lo que les haya pasado a su esposo y a su hijo.
Miguel ya no tiene miedo. En su mano izquierda la botella le da valor, y en la otra, la pistola coquetea con la muerte. Siente contra su pecho el golpe de su corazón y sus venas se llenan de sangre nueva. La noche es más negra pero Miguel no necesita linterna para caminar, su cuerpo conoce muy bien el camino y sus pies han hablado con cada una de las piedras que ha pisado. Es el mismo camino que María conoce.
Miguel viene bajando la loma de los Guayabos. Cinco disparos llaman su atención. El sexto lo tumba del caballo, a lo lejos escucha los gritos desesperados de su sobrino.

Delante de la casa de José el carnicero Miguel bebe el último trago, estrella con coraje la botella y el sonido la recuerda la primera vez que se encontrara ahí mismo, en ese mismo lugar, parado como pendejo viendo a su cuñada revolcarse con el carnicero.

El reloj de la iglesia marca las 10. Los gritos de su sobrino poco a poco se desvanecen. Miguel aprieta el gatillo, José cae de rodillas. Miguel apunta ahora en la frente, José pide piedad, aquella que él no tuvo hace apenas tres horas cuando matara a Matías y a su hijo allá en la Barranca del Diablo.
XILOTL



Terapia intensiva

Isidro 3; 10; 7.

3 juguetes a la entrada del baño
testigos de juguete
mudos testigos de ojos expresivos
y más aún
después del crimen.

10 veces fui muerto
10 veces,
10;
7 veces hundió el puñal en aquel vientre
que un día le diera vida
7 veces,
7.

Una vez al año
una vez,
una.

20 años atrapado, solo y angustiado
20 años soportando el dolor de los presos
20 años sin esperanza
20 años
20.
Un día más
un día menos
un día.

La cárcel es fría
la soledad chinga.

3 juguetes alcahuetes
testigos de juguete.

10 veces 7
una vez en 20 años
un día más
un día menos
un día.

//

Mónica se despidió ayer
lo supimos por la carta que dejó
escrita sobre el espejo
con el lápiz labial

Esta mañana no cantaron los gallos
el silencio fue interrumpido
por las campanas de la iglesia.

Mónica se despidió ayer
encontraron su cuerpo desnudo
sobre la cama con las muñecas
ensangrentadas.

Mónica se despidió ayer
y su sonrisa vaga por
los rincones de la casa.

Esta madrugada dejaron
de cantar los gallos cuando
Mónica se cortó las venas.



Los Seres Acuáticos


Como en un sueño



9 meses duró aquella pesadilla;
su cuerpo ya no cabía en aquel estanque
que cada día se hacía más pequeño. La falta
de oxígeno le llevó a la desesperación; necesitaba
despertar. Algo tendría que ocurrir. Afortunadamente
apareció aquella luz que poco a poco
aumenta invitándole a abandonar aquel lugar.
La desesperación volvió a apoderarse de él
“necesitaba despertar”
–Un grito, un grito y todo habrá terminado.
Aumentó la desesperación al no poder gritar
en su mente jugueteaba la única alternativa
que podía despertarlo. Intentó de nuevo; nada.
Su mente estaba a punto de estallar, gritar.
gritar, gritar, lo más fuerte posible.

–Un grito, un grito, un grito
¡Chingada madre, un grrriiiitttooooooooooooooo!–.


Terapia intensiva

Suicidio


Escuchamos un disparo….
¡La nena se mató!

21


21, tortura placentera
lagrima que hiere
luna que mata.

Fantasma


Allá está
¡Ire apá! Allá está
La niña,
la güerita,
la que se comió las moscas
la hija de su amigo
la que fuimos a ver
la niña;
la que se murió.

(A mi madre)


A la chuy se la tragó la tierra
se despidió de sus hijos y cerró los ojos
el cáncer la mató.
Ya no recuerdo el día ni el año,
sólo sé que la tierra se la tragó,
una mañana del mes de Noviembre
después de haber
cerrado los ojos.

Obsesión


Escapó de un sueño
para vivir cerca de la luna
pero…
ya no despertó.

Transición


Nació en invierno bajo la luz
de la luna llena.
El año viejo se llevó sus temores
y el año nuevo le entregó la desgracia.


Esta vez la soledad cayó más pesada
el denso silencio acabó con todo
gruesas gotas de llanto caían de mis ojos
una tras otra.

Esta vez el espacio acortó la distancia
la llave en la mano,
la esperanza en la garganta,
gruesas gotas de licor
cayeron por mis labios
una tras otra.

Esta vez la noche se volvió más oscura
el nuevo día tal vez no vendrá.
gruesas gotas de lluvia caen del cielo
una tras otra.
Nov 06.

07 octubre 2007

Editorial

Como muchos de ustedes notaron, Meretrices no circuló en el mes patrio, y no es por chauvinismo alguno ni por amor a la Malinche (una de nuestras madres meretrices), es que muchas cosas en este mes han pasado. Antes que nada quiero ofrecer una disculpa por este retraso, a nuestros lectores quienes son los primeros y casi en los únicos en que pensamos, y enseguida a todos los demás involucrados. La verdad es que cuando nació el proyecto de hacer una revista impresa y periódica que pudiera ser fondo y plataforma de la actividad artística y cultural de la ribera de Chapala, contemplamos un futuro paulatino, teníamos considerado un crecimiento gradual y sólo hasta un nivel en aquellos tiempos imaginado. Pero nuestras expectativas fueron ampliamente rebasadas a un estado que sinceramente no habíamos imaginado. Sé que esto no es algo que se deba de detallar pues pertenece sólo al ámbito interno de quienes hacemos esta revista, pero no podía dejar de decirlo. El hecho es de que Meretrices creció mucho y muy rápido y esto nos causó ciertas complicaciones (desde luego no son graves). ---Problemas de organización, de logística principalmente. Tuvimos que reacomodar nuestros organigramas, replantear nuestros alcances, sentar bien nuestra tradición literaria, esa que forjamos en casi un año de publicación, y construir sobre de ella. En lo interno, nada o casi nada ha cambiado, la revista sigue siendo la misma, con las mismas intenciones, temas, conceptos, técnicas y elementos comunes en nuestro presente y nuestras ficciones compartidas.
---Otro factor que nos detuvo en el mes de Septiembre fue la tromba del doceavo día de ese mes. Meretrices es una revista que por muchas cosas pertenece a San Juan Cosalá, está profundamente ligada a este pueblo y como casi todos los ribereños, nos tocó vivir la tromba de muy cerca y esto nos causó un gran impacto. Los medios informativos no exageraron al arrojar estadísticas de más de mil quinientos damnificados, cientos de estructuras dañadas parcial o totalmente. Aprovecho este espacio para agradecer a todos los miles que ayudaron directa o indirectamente a reparar el daño. A los que trabajaron con las palas como una extensión de sus cuerpos, a los que arriesgaron su integridad por poner a los demás a salvo, a los que se desvelaron días organizando la ayuda externa, a todos absolutamente.
---El desastre de San Juan Cosalá destruyó no sólo el futuro cercano de muchas familias haciéndolo más gris e incierto, también, y mucho más grave, destruyó su pasado, llevándose documentos, diplomas, fotografías irrecuperables y en muchos sentidos la historia de muchas de ellas. Agraciadamente la ayuda llegó admirablemente rápido y en cantidades considerables. Pero eso que aún sigue enterrado en las toneladas y toneladas de lodo ya no va a regresar. Así como el sentido de la seguridad y el tremendo susto que tardarán un tiempo en regresar a la normalidad, Pero en fin que lo que sobra ahora es tiempo.
---Así que en este Octubre Meretrices vuelve a caer sobre el riel en donde estaba, y qué mejor manera que dedicando el espacio a Don Héctor del Muro, fundador y director de El Charal de la Ribera, y un hombre comprometido con el periodismo cultural y la promoción de la misma en nuestra región. Además de ser un innato rescatador de leyendas e historias de nuestra identidad.
---Con esto agradezco tu permanencia, paciencia y pasión por el proyecto cultural de la ribera de Chapala. Espero que continúes con nosotros en los siguientes números pues eres quien le da vida a estas hojas de papel. Bienvenido otra vez.

La Jornada de Meretrices.

Apreciable lector, cartógrafo de las rutas que va trazando esta tu querida revista Meretrices. Quisiera participarte de las recientes actividades que la revista ha realizado para promoverse a sí misma en otros sitos ajenos a la ribera de Chapala, todo con la necesidad e intención de darles a conocer la cultura que generamos por acá. Ya ven cómo se las gasta la Meretriz.


---El viernes 28 de Septiembre, como a medio día se preparó para partir a la perra tapatía, digo, perla. Se armó con ropa de domingo y maquillaje extra, como lo acostumbra para prevenir; bolso de mano, de piel artificial similar a la marmota canadiense, teléfono cargado y completas ganas de entregarse al público que presenciaría la Segunda Jornada de Revistas Independientes, quizá el foro más importante en Guadalajara para este rubro sin sindicato.
---La Jornada daría inicio a las seis de la tarde, aún así, despreocupada llegó la Meretriz una hora antes. Dio su tradicional recorrido para identificar el entorno, dónde estaba, qué clases de negocios rondaban aquel lugar, qué tipo de gente la rodeaba, serían éstos posibles clientes de la revista. Después de marcar e identificar el territorio regresó al lugar del encuentro El Centro Cultural Mixcoacalli (en el centro de la urbe, Contreras Medellín media cuadra antes de llegar a Garibaldi, una casa de la colonia, sí de toda la colonia centro).
---Se puso feliz, revistas de diferentes estados estaban allí: de la capital del país, de San Luis Potosí, de Coahuila, de Michoacán, de Jalisco desde luego, e t c; y todas muy atractivas, muy arregladas y dispuestas como ella. A la Meretriz le tocó participar en el segundo turno de las presentaciones, después de Luvina de la Universidad de Guadalajara. En su presentación, la revista narró a los espectadores los detalles de su vida, algunos trágicos mientras otros felices, dio a conocer su trabajo, sus ideales y perfiles, su manera de laborar, les dejó saber de la calidad artística que se tiene en la ribera de Chapala, le dio su digno lugar a su cuna, habló de los creadores ribereños mientras el público atendía hasta al más mínimo detalle. La audiencia quedó complacida, la Meretriz había hecho de las suyas, otra vez. Muchos quisieron hacerla suya en ese momento, tenerla entre sus manos, leerla, saber porqué era el vehículo de la cultura de una región tan húmeda como esa en donde habita.





.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.Mayra en mesa de debate.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-



---Se quedó. Estuvo todo el viernes al tanto de sus compañeras y de sus propuestas. Se dedicó por el resto de la tarde a generar los contactos con ellas, contactos que le permitieran tender puentes entre otras del mismo oficio que puedan nutrir a la revista y así a sus lectores. Observó proyectos muy interesantes, revistas impresas o revistas virtuales como la Alterna Palabra, o Azur, o Al Margen; o revistas en distinto formato como La Jericalla Ahogada; o revistas sólidas en la cultura de la ciudad como Papalotzi, La Rueda, Luvina o Va de Nuez: y desde luego las foráneas como Blasfemia, Atemporia, Lenguaraz y otras muchas más.
---La Meretriz estaba como puerco en el lodo, después del festín de las letras vino su especialidad: LA FIESTA (sí, con mayúsculas). La velada fue amenizada por el grupo de rock 40 grados que cubrió de covers clásicos muy bien ejecutados la casa colonial. Y entonces el desperre de las personalidades –desperre: palabra derivada de una raíz latina que significa desesperado, es común en el italiano del sur de la Calabria–, parecían ratones haciendo fiestota cuando el gato de la solemnidad abandonó la casa, era la pasarela de los letristas abandonados por la coherencia.
---Entonces la noche llegó, sin que ninguna se diera cuenta, y entonces cada cual tuvo que buscar refugio en alguna caverna citadina, por esas escazas horas que faltaban para el nuevo día.




.-.-.-.-.-.-.-Meretrices (número de Junio) en mesa de debate.-.-.-.-.-.




El sábado 29 la Meretriz amaneció con la nueva de que había sido publicada una foto de ella en el periódico El Occidental de ese mismo día. Desde luego en nota de la Jornada pero como todo tema tabú de la literatura, la presencia mediática para ella no tiene comparación.
---A la una de la tarde se presentó ya no tan radiante a La Casa de Cultura de Jalisco, a la cabina de la estación de radio Radiarte del 630 de A. M., en el programa cultural llamado Másmédula. En esa cálida cabina (a pesar del aire acondicionado) ofreció una entrevista acerca del quehacer cultural de la Ribera de Chapala y del papel que juega Meretrices dentro de esta amplia y compleja red de pesca de arte. Una vez más se describió con calma y detalle pero ahora para los radioescuchas de la amplitud modulada, mientras en esa misma tarde, se entrevistaban y anunciaban músicos de la escena local y eventos culturales respectivamente.
---La revista regresó al segundo día de la Jornada de Revistas Independientes, a la misma casa colonial, donde cumplió con el programa establecido de las actividades. Ya para la tarde venía de regreso a su tierra, cargada de nuevas ideas, propuestas y ganas de seguir chambeando.
Esa fue la breve jornada de dos días que Meretrices aprovechó para darse a conocer con otro público. Desde luego que lo más importante es que tú te beneficies de este crecimiento, que participes en él en la medida de lo posible. Por eso te pedimos que te pongas en contacto con nosotros, que te nos unas o nos apoyes, que colabores o nos recalques nuestras faltas, que nos recomiendes y desde luego que sigas leyendo estás hojas mes a mes.



.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.En la estación de Radiarte.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Recargado en la pared

Descubrí el Acetil-CoA, cuando tenía alrededor de quince años y compartía mi tiempo entre la escuela cuyo olor no puedo olvidar y un trabajo de medio tiempo con mi padre en una joyería que cerró la depresión de la caída del narco en Guadalajara. El Acetil-CoA es mejor conocido por uno de sus derivados inmediatos: el Acetato de Vinilo, o disco de vinil como le decíamos en aquellos días. Mi primo Arturo fue el culpable, en su casa fue donde lo vi y desde luego oí con detallada atención por primera vez. Era una portada blanca, con rayas que asemejaban un muro interminable, y una tipografía sobre ella que era idéntica a los grafiti londinenses; era el disco The Wall, de Pink Floyd.
---Lo que quiero decir es que conocí a los acetatos con Pink Floyd y viceversa. Desde luego que recuerdo haber visto en mi casa discos de Ray Orbison o de la Electric Ligth Orchestra, o incluso del gran Pepe Pepe, pero eso nunca llamó mi atención.
---Fue hasta con The Wall que me interesé en los pormenores de ese extraño material, negro, en veces rayando en el café oscuro, con una textura que me hacía recordar las clases sobre el sistema solar y que, lo más importante, podía emitir sonidos exquisitos de la forma más inexplicable para esos escasos quince años de edad. Lo del cómo podían reproducir sonidos lo resolví años más tarde, con mis estudios, pero aquello de que los sonidos eran exquisitos, extraviados e intrigantes, no lo he podido descifrar aún hoy, casi treinta años después.
---Es The Wall el álbum que representa totalmente la idea de arte conceptual, por lo menos musicalmente hablando. Es decir, todo el trabajo lírico y musical está elaborado sobre un solo concepto, uno muy amplio a decir verdad, pero que no se despega de esta temática, que para ese entonces era fundamental. El nombre es un total paradigma sintetizado: el muro, y con eso la banda significa todo aquello que es limitado por leyes internas o externas. Las exclusiones, los autoexilios, las penas purgadas, los cercos mentales, el sistema autoritario, el pasado limitante, en fin, todo aquello que nos pueda hacer sentir franqueados o en otros estado de conformidad.
---Fue lanzado en el año 79 del pasado siglo, antes del ochenta y el inicio de la revolución musical de la electrónica, cuando la guerra fría entre los dos bloques vivía uno de sus momentos más álgidos y aún se sentían los estragos de la Segunda Guerra Mundial en ciertas partes y familias de Inglaterra. Es por eso que el disco está cargado de rebeldía juvenil, de la auténtica, el muro no está allí por que deba de existir, está con la sola finalidad de que pueda ser derribado y demostrar así la capacidad humana a liberarse eventualmente de toda atadura. Los miembros en ese momento de Pink Floyd (y digo en ese momento porque uno de los fundadores, Syd Barrett, perdía sus horas en el sótano de la casa de su madre en esos años), a pesar de que Roger Waters y Nick Mason eran relativamente producto de familias acomodadas tanto social como emocionalmente, supieron encontrar la verdadera voz de una generación que en esos momentos estaba dejando la adolescencia para convertirse en miembros activos de la sociedad europea, y la desarrollaron en una sola vida, la de Pink, el personaje que vive las líricas del disco.
---Entonces The Wall narra la historia de un personaje ficticio (atribuido casi en su totalidad a Roger Waters), que ve representadas las principales escenas de su vida en cada uno de los temas del LP. Pink nació con dos madres, la carnal, la que está atada a él por el parto y por lazos que son complejas de explicar; y su tierra, un país abatido por la guerra. Y estos dos factores son prácticamente los que lo llevan a vivir una vida de perdición y abandono. Su padre muere en aras del “deber” y esto hace que en su infancia, le sean heredados los temores, las fobias y los gustos de su sobreprotectora madre (escena que es explotada en el film homónimo de Alan Parker y en el tema Mother).
---Entonces Pink encarna, en un solo hombre, el eterno reaccionar de la sociedad moderna: escoge construir un muro mental que lo separe a él del resto de la vida palpable que le permita vivir en un estado permanente de calma, alejado de los problemas ordinarios de un ser humano. Y en su psicología, cada vez que se sale de esa zona y sufre un incidente, ya grave o ya pequeño, coloca otro ladrillo en ese muro imaginario pero muy real.
---Un hecho que expone la compleja psicología de Pink, es que tiene la capacidad de abrir ese muro a la mitad cada vez en cuando. Deja entrar a su vida elementos que él cree que reforzarán su supuesta estabilidad, un matrimonio, desde luego fallido, la experimentación con las drogas buscando distracción, roces eventuales con la sociedad de la que se retrae; y así, mientras cada ladrillo va fortaleciendo su muro, el mismo aislamiento lo va sumiendo en una caída pervertida e insana hasta que es capaz de despertar y darse cuenta de lo dañina que es la soledad, mientras observa con desprecio cómo se convierte en la persona absurda y dictatorial que representa todo lo que en un principio lo recluyó en esa soledad.
---La totalidad del álbum, cada tema, cada imagen (en aquellos años todavía importaba mucho el arte del diseño de portada e interiores casi igual que la música contenida en ellos), cada esquina, cada letra, cada nota, está desarrollada en torno a la vida y reinicio de ciclo de Pink. Se debe mucho de esto a el bajista Roger Waters, quien escribió las canciones casi en su totalidad, y quien en ese momento pasaba por una crisis de reclamo social por el status inglés de rock star que los alejaba más del concepto de artistas dedicados y los acercaba a la calidad de dioses. Entonces Pink encarnó a Roger Waters, comenzó a cantar con su voz, con ese extraño tiple.
---Waters, acompañado del genio musical de los otros miembros de la banda, expuso sus ideas nada estrechas acerca de la relación entre pareja, desnudó al hijo y a la madre, castigó al maestro, retó al padre, y renegó de su país y su patriotismo. En fin, hizo precisamente eso que se requería para que cada canción se pudiera aplicar con facilidad a nuestras vidas.
---A mi parecer la película The Wall que se lanzó en 1982, tres años después del disco, es a su vez una pieza de arte, pero se queda corta con la cantidad y calidad creativa del álbum, reduciendo sus méritos. Es otra vez la importancia de la imaginación en los recursos auditivos. Los papeles de la película, antes de aparecer ésta, en realidad los actuábamos nosotros. Sólo nos tocaba elegir cuál Pink de todos queríamos ser. Y sentíamos los gritos, la desesperación, la soledad, la infancia envuelta en cielo azul en guerra, y el filme sólo limitó estos múltiples personajes dándoles un rostro preciso. Y eso para mí fue un desacierto.
---¿Es The Wall el mejor disco de Pink Floyd? Yo lo creo (a pesar de que la crítica coloca a The Dark Side of the Moon como el trabajo más logrado de la banda) y lo hago pensando exclusivamente en mi experiencia personal. Desde luego que no soy un experto en el tema, pero la calidad es bastante fácil de ser apreciada. Al muro no le hace falta nada, ni una nota, ni una frase, ni mucho menos un ladrillo. Yo me quedo con el Pink que permanece sentado frente al televisar –única ventana al mundo de fuera– observando cómo el mundo se colapsa a sus pies. Desgraciadamente no puedo mantener esa actitud todos los días, hay que comer, pero esos pequeños momentos hoy después de tantos años, me siguen llenando de confort.

José Alejandro Méndez M.

Poemas por Yesenia Flores Gómez

Velando el cadáver del rencor.


Mientras enciendo un cigarrillo
con la luz de las velas rojas
sobre la mesa, me meriendo
la hiel de mi esperanza.

Siento su trayectoria
amarga en mi garganta
mis manos ya no quieren
tocar mi rostro, me desobedecen
cada día más, quiero volver
al jardín y mis pies no
responden parecen que imaginan
que es vana la espera.

Todos aquí dentro hablan
de mí, dicen que me has
enfermado, que por eso te
busco como a las aspirinas,
dicen que el tiempo es el
doctor de los dolidos, que
debo respetar la receta médica
que dicta tu ausencia dejar
de llorarte, pensarte, soñarte
y dejar volar todas las vivencias de habitación.

Dicen que debo dormir de
espaldas dejar la ventana y
puerta abiertas para que
escape tu embrujo y
todas aquellas palabras
de amor que los dos
inventamos en enero.

Trataré de sobrevivir con estas
recomendaciones sin olvidar
nuestro secreto, pues sólo
puedo sobrevivir amándote
con mi silencio.

Yesenia Flores Gómez





Nuestro fuego

Voy a robar tu cuerpo,
bañarlo con hielo y vinagre,
voy a esconderme de tus
ojos para evitar que me
conviertas en roca.

Tendido dentro de mi sitio
sagrado,
sobre la alfombra
del dolor,
enciende la
hoguera de mis sentimientos
ahí quemaré las palabras,
y recuerdos amándote.

Mi amor está arañado de
dolor, no te veré más
pero es mejor,
la cera de caricias resbala
por nuestra piel y siguiendo
callados sin entender
la vida se nos escapó
por los poros de la piel.

Encenderé también mis idilios,
como cartas de amor a la nada,
arde mi mente, tu cuerpo,
las lágrimas, el dolor,
mi felicidad, mi remedio
¡Auxilio me quemo!

Yesenia Flores Gómez



Despedida

Me despido porque no sé si
existo, me despido por educación.
Digo adiós por si preguntan
algún día dónde estoy.

Me voy sin saber dónde, cómo ni
porqué, pero me quedo en algún
cuaderno propiamente por mí
escrito, en el terrible instante
quieto de algunas fotografías.

Me marcho con dolor, me voy
con amargura, no siento el
corazón, que ya no escucho el alma
pura, me despido fielmente, me
sigo por mi sendero
desierto, y me marcho
olvidando mi vida,
emprendiendo
mi viaje,
es irremediable.
Mi huida comienza hoy,
adiós a mi tierra celeste
voy a descubrir porqué me voy.







18 septiembre 2007

Festival Todos por Coxala



Meretrices
INVITA



El festival Rock Surf Punk Ska, Todos por Coxalá será un rítmico esfuerzo por ayudar a los damnificados de San Juan Cosalá.

SERÁ EL DÍA 6 DE OCTUBRE a partir de las 3 p. m. en el lienzo charro de Ajijic (sobre la carretera, a un costado de el cine de Ajijic), y reunirá a 7 bandas de los géneros arriba mencionados.
Entrar te costará unos pesos que se destinarán principalmente a suplir esos enseres domésticos que se perdieron con la tromba.
También te invitamos a dar otra mano llevando el día del concierto un kilo de arroz, o frijol o cualquier otro alimento no perecedero; o bien puedes traer un pantaloncito que aún sirva, o una playera o una falda, o cualquier prenda que sirva para sustituir el patrimonio textil de esas familias que hoy no tienen casi nada.


Participan: