07 diciembre 2011

Editorial
Teñirse la piel con colores es un acto ancestral. Cuando creíamos que los dioses eran seres de enormes proporciones, que siempre venía del horizonte, allende los mares, que vestían extravagantemente y su piel era de colores distintos a los de la piel humana decidimos, en la ilusión de acercarnos a su naturaleza divina, imitarlos. Entonces, de las plantas, los minerales y los insectos extrajimos el color. Al inicio creíamos que cada tono diferente tenía que ver con aspectos específicos del agrado o desagrado de los dioses, del nivel de la ofrenda o el sacrificio y la homilía, de la preparación para la jornada o la batalla. Así, de los óxidos de los metales extrajimos el verde, de la cochinilla grana que crece en los nopales y del murex que descansa en el fondo del mar sacamos el rojo, de las plantas índigo y de las gemas lapislázuli un azul intenso, el amarillo venía de la cúrcuma y de otras raíces vegetales, y de mezclarlos todos alcanzamos una gama casi infinita de tonos, pero nada nos acercaba a los colores brillantes y vivos, insuperables que la naturaleza nos daba en sus aves, sus peces, sus felinos y sus paisajes. Y entonces quisimos colorearlo todo, nuestra piel y las paredes del lugar donde vivíamos, las cosas que adquiríamos y para representar el cómo veíamos la realidad conforme íbamos creciendo en ella pusimos el color sobre los lienzos.
El papel que han desempeñado los pintores, los maestros del arte a través de la historia ha sido no sólo la de ser fotógrafos y cronistas de su tiempo sino también la de intérpretes de su sociedad, arqueólogos de los rincones más oscuros de sus mentes, tasadores de las escalas de valores del hombre, traductores de los sueños y en muchos veces, dueños de los más altos anhelos para la igualdad de los pueblos. El arte, que nace en todos los géneros cuando llega a la pintura alcanza una dimensión siempre diferente. Allí se confirma que somos seres predominantemente visuales. No me imagino alcanzar este punto de la evolución social sin la presencia y el trabajo que han hecho los maestros del arte en la historia toda.
Este número de Meretrices está dedicado a Dionicio Morales López, uno de los pilares del arte, la pintura y las tradiciones de los pueblos en nuestra ribera de Chapala. Bienvenidos todos a esta edición de verano del veinte once.
Mario Z Puglisi

Pedro Moreno y la trabajadora social




Hace unas semanas, una trabajadora social del IMSS preguntó a mi esposa su lugar de nacimiento. Ella contestó “Chapala” y la mujer anotó “Guadalajara” en un documento. Acto seguido entablamos una discusión, nosotros defendiendo la autonomía política y geográfica de Chapala y la funcionaria empecinada en que Chapala es jurisdicción tapatía. Como es de suponer, nuestra rival no se rindió y salimos bufando de su pequeño imperio.

Lo cierto es que las conurbaciones centralistas del país (México, Guadalajara y Monterrey) se han convertido en una especie de ghetto para millones de habitantes, quienes viven cercados por la ciudad e ignoran lo que alrededor sucede. Son una masa inconsciente de la geografía y las condiciones reales del territorio nacional. Para ellos da lo mismo Autlán que el Caquixtle, no alcanzan a identificar las categorías de otros centros de población y son incapaces de concebir una vida “urbana” en asentamientos distintos a la “gran capital”. Se los ha comido el monstruo.

Pero lo realmente triste es cuando el estado alimenta el ego del monstruo. Y va un ejemplo.

En estos días, el gobierno de Guadalajara ha decidido implementar una nueva señalética a las vialidades del centro histórico bajo un programa de nombre “Ciudad Legible”. Se trata de placas plásticas en las que fue incluida una breve descripción sobre el origen en el nombre de cada vialidad. Si uno camina por el centro puede leer cosas como esta: “Pedro Moreno. Caudillo insurgente nacido en Guadalajara en 1775”.

No. Moreno nació la hacienda de La Daga, jurisdicción de Lagos (a poco más de doscientos kilómetros de Guadalajara) y falleció en 1817, en una emboscada del ejército realista. Fue un hacendado y comerciante de ideas progresistas que combatió en los límites de Jalisco y Guanajuato, específicamente en el Fuerte del Sombrero, un paraje agreste al que llegaron familias completas de insurgentes. Fue ahí donde se le unió el español Xavier Mina. Juntos combatieron y resistieron un épico sitio. Moreno vivió en Guadalajara sólo una temporada, en su juventud, cuando estudiaba en el Seminario.

¿Este error tendrá secuela en la población? Seguramente pocos leen las placas y al gobierno tapatío le preocupa en lo mínimo. Para ociosos como yo hay una congoja al saber que este error informativo costó tres mil 670 pesos (según el titular del Fideicomiso de Turismo, Enrique Balcácer) en cada monada de placa y el costo total del programa anda sobre los ocho y medio millones de pesos. ¿Qué otros datos imprecisos con dicho monto habrá por ahí?

Mientras el gobierno de Jalisco se encarga de segregar a los municipios fronterizos y el Congreso del Estado desaira a próceres como el Licenciado Verdad (porque nació hasta La Punta), la zona metropolitana de Guadalajara extiende su imperio. Ya va por Tlajomulco, regentea en Chapala y tiene un nuevo insurgente.

Dante Alejandro Velázquez




LA PROHIBICIÓN DE LOS NARCO-CORRIDOS


“Voy a cantar un corrido, escuchen muy bien mis compas…”

Los Tigres del Norte

En fechas recientes ocurrió un acontecimiento que debe poner en alerta a la libertad de expresión. Algunos gobiernos de diversos niveles prohibieron los narco-corridos, bajo el argumento de que son el estímulo que lleva a los ciudadanos a reclutarse en los distintos cárteles del narcotráfico que operan en el territorio nacional.

Es necesario no olvidar que la música es una de las múltiples expresiones que la cultura posee, y que en muchos de los casos es reflejo de los acontecimientos que se producen en ese ser vivo llamado sociedad.

Desde su concepción, los corridos han servido para la transmisión de historias, en las que en ocasiones de manera exagerada se narran las proezas del o los personajes principales a quienes está dedicado, los corridos de la Revolución Mexicana son un claro ejemplo.

El hecho de que en esas pequeñas narraciones, sus personajes hayan dejado de ser amores imposibles, caballos famosos o las carabinas que utilizaban los seguidores de Pancho Villa, entre otros; para ser suplidos por los capos de la droga, no es culpa de quien los escribe, es simplemente porque son ellos los que impactan la vida diaria de quienes después los cantan y los disfrutan.

Si el narcotráfico ha crecido es porque los gobiernos lo han permitido, han hecho caso omiso, o han participado en el. No es necesario ir más allá de los noticieros para corroborarlo, frecuentemente observamos la detención de algunos integrantes de algún cártel, en los que no es raro encontrar a autoridades implicadas.

Tanto ha sido el tiempo que el narcotráfico a vivido en nuestra sociedad, que hoy podemos hablar sin tapujos de una cultura del narco: formas estrafalarias de vestir, maneras al hablar, vehículos imponentes, armas pavoneadas, santos propios y los corridos como música predilecta.

Legalizar que los narco-corridos no se toquen en bares, restaurantes o lugares públicos, o que sus compositores dejen de producirlos, es una acción infantil hacía una situación complicada.

Habrá quien se encuentre convencido de que la medida es buena; yo, todavía estoy esperando los estudios que demuestren que existe una relación significativa entre escuchar un narco-corrido y la posterior conversión del escucha en miembro de algún cártel; pero como es costumbre en estás tierras, invertirle a la ciencia se considera un gasto mal empleado.

Los gobiernos que hoy prohíben la audición pública de los narco-corridos, mañana, utilizando los mismos argumentos podrían prohibir las novelas, cuentos, películas, obras pictóricas o teatrales sobre el tema; después lo harían con los artículos como éste, o con las noticias en los diversos medios de comunicación, dejándonos en un limbo informativo para así poder hacer lo que les plazca.

No nos confundamos, el narcotráfico tiene razones de ser profundas, el corrido es una expresión. Porque cómo dijo el Chochilico, personaje de la narco-película El Infierno: “Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa”.

Raúl Contreras Álvarez


A Propósito de Muñoz Rivera y de Obama.
Del valor

y de la libertad.




Anoche leía sorprendido el libro de José Calderón Rivera titulado “La pluma como arma”, una extensa reseña de la obra escrita del político de entresiglos. No he terminado la lectura, mas me sorprende −y desilusiona− no hallar nada en el libro, hasta ahora, de sus conflictos estratégicos y personales con Eugenio María de Hostos, y la marginación que hace el autor a los decisivos acontecimientos del llamado “año terrible del 87", año de los célebremente nefastos “compontes”. Apenas algunas líneas y un par de párrafos en medio de un capítulo que repasa el episodio recurriendo a la obra poética de Muñoz, pues no es sino hasta el capítulo siguiente, dedicado a la fundación del periódico “La Democracia”, cuando Calderón vuelve a reseñar los artículos políticos publicados.

En parte este fenómeno obedece a la tesis que propone Calderón al respecto: la poesía de Muñoz Rivera de ese momento revela al hombre revolucionario y separatista que clama por una reacción violenta a la represión que lleva al gobierno español a aplicar ese año el famoso “componte”, no sólo contra separatistas sino también contra los autonomistas que afirman los derechos políticos, económicos y administrativos del país.

Según Calderón, el desenlace de este periodo crítico lleva a Muñoz a una desilusión que lo hace olvidar las luchas patrióticas como las del Grito de Lares y a pensar que el puertorriqueño, “dócil”, es incapaz de demandar ni procurar el gobierno propio ni la restitución plena de sus derechos políticos. De allí que el Muñoz que reinicia con “La Democracia” sus campañas políticas se retire y refugie en un mero posibilismo práctico, congraciado con el poder real peninsular.

La tesis de la “docilidad” boricua, como se ve es muy antigua. Pero también lo es el razonamiento y la justificación convertida en ideología que se parece demasiado a lo que producen aun hoy los autonomistas del siglo XXI. Se diría que no ha habido progreso alguno. Que la experiencia vivida desde aquel Muñoz del siglo XIX hasta esta segunda década del siglo XXI no hace mella, no altera en forma alguna, no lleva a modificar un ápice la doctrina del acomodo y la política de peón arrimado al terrateniente del imperio. ¿Cómo es posible este calco literal, exacto, en la manera de pensar inhibida y sumisa entre Muñoz Rivera y los “nuevos” autonomistas, que de “nuevos” sólo tienen el haber nacido un siglo después?

La respuesta, me temo, es la conciencia de que la acción en la colonia es impotente, inútil. La respuesta, me temo, es la falta de valor de quienes viven castrados. No en balde Pedro Albizu Campos sostenía que el valor era el máximo valor. Pero no sólo don Pedro nos lo recordó. Lo demostró todo libertador, y todo revolucionario de la historia. Pues no ha habido acto transformador que no haya exigido su cuota de valor. Sólo en el ejercicio del valor reluce la libertad.

No hay libertad, ni ser, en la sumisión ni en la obediencia, en la auto negación. El que se afirma a sí mismo, el que se autodetermina, se independiza, y sólo de esta manera vive la experiencia de la libertad. Eugenio María de Hostos, el joven, se convenció temprano de ello, expresándolo en aquella consigna formulada para sí mismo, como uno de los principios del hombre completo que buscó siempre ser, y que decía, más o menos: “Escoge entre tu voluntad y una pistola”. Por eso pudo consignar años más tarde, en el “El programa de los independientes”, que “la libertad es un modo absolutamente indispensable de vivir”. Por eso pudo responderle al oficial de aduanas de Brasil que no tenía patria, que estaba construyéndola.

El colonizado, el sumiso, el obediente, carece de ser propio. No existe. No hay existencia verdadera sin libertad.

¿No le diremos a Barack Obama basta ya de gobernar sin plebiscito verdadero?

¿No le diremos a Obama que es bajo el gobierno de la bandera americana que hemos llegado al fondo de la miseria, de la droga rampante, de la corrupción absoluta, de la dictadura fascista?

¿No le diremos a Obama y a todos los suyos de una vez que queremos ser quienes somos, hijos de esta tierra y de nuestros abuelos, padres y madres? ¿Que queremos vivir la democracia?

¿No le diremos a Obama que, para poder autodeterminarnos,

¡¡Yanqui: Go Home!!


Marcos Reyes Dávila

A L M A LA CUENTACUENTOS

Agosto 27 de 2008.

Medianoche.

Hoy es domingo. Alma se prepara con esmero. Para este día especial, escoge un sencillo overol de mezclilla con un cierre al frente y una blusa azul cielo de manga larga, y sobre los hombros un abrigo largo de mezclilla, también. El atuendo justo. Le queda como un guante a su silueta delgada de adolescente.

Con un ligero toque de rubor en las mejillas y un poco de color de rosa en los labios y envuelta en una nube de fragancia de lilas, se dirige al centro de la ciudad, donde el bullicio de la gente en su paseo dominical por la vía recreativa aumenta su alegría.

Alma recuerda que desde muy pequeña anheló ser artista, para ser exactos bailarina de ballet. Su sueño empezó el día que su padre la llevó al teatro, a uno de los más suntuosos de la región. Se sintió cautivada por la belleza de la música y por los magistrales bailarines que interpretaban “El Lago de los Cisnes”.

Sin remordimientos se alejó de su padre y de las tías solteronas que la criaron, para estudiar con ahínco en las mejores escuelas, primero de país y luego del extranjero.

La danza le ofrecía pasión, fama y viajes por el mundo, pero también, egoísta amante, le exigía una entrega absoluta. Por ella Alma renunció al matrimonio y a la maternidad e hizo de la danza el motivo de su existencia y felicidad.

Como todos los domingos, Alma se presenta en el mismo foro de arte y cultura, donde se reúnen los amantes de las artes o tal vez los solitarios que buscan compañía, donde todos matan las horas que les sobran.

Alma gusta de contar cuentos a los niños y les habla de valores y de la belleza de la vida y cuando se lo piden, y cuando no, también; deleita a chicos y grandes cantando canciones de arrullo, en un desconocido dialecto africano con cálida y cristalina voz o baila con música de canciones de cuna o de Cri Cri en una danza solitaria y espontánea.

Llama la atención su frágil y virginal figura, casi etérea. Se desliza por el foro con graciosas piruetas contagiando su ingenua alegría. Los rizos de sus finos cabellos danzan con ella imitando sus graciosos saltos y sus manos delicadas juegan con velos invisibles.

Su actuación sólo dura una hora. Al finalizar Alma agradece los cálidos aplausos con el rostro ruborizado, estirando levemente los lados de la falda de su largo abrigo, en una infantil caravana.

La magia del momento sugiere que alguien vendrá por ella en una limusina o tal vez en una calabaza encantada con chambelanes que la escolten y le brinden un brazo en que apoyarse.

En vez de eso, terminada la función se aleja solitaria entre la gente, con un ligero balanceo danzando imperceptiblemente con la música interna que sólo ella escucha por el especial privilegio que le otorgan sus setenta y un años.

Virginia Martínez Rizo.


Emil Sinclair se enamora


Tú sabes, que te busco entre imágenes

De ángeles y soles

Y tú sabes, que al final encontraré la caja

Donde escondes el ave heráldica incendiada

Llena de miradas de recuerdos de grabados

De virutas que dañan mis ojos.

(Tus lágrimas se enfrascan en un discurso inservible)

Y eres eco Seguimos siendo el eco

Sólo soy eco

Una moneda falsa que cae al piso

Abraxas la sigue y cae al piso

Refleja la miseria en el atardecer cuando camino

Entre las nubes entre las calles

Pensando, en el frío de la muerte

Que habré de sentir en las palabras

el día que me odies tanto que te acuestes conmigo

Y me destruyas con tu sexo de azucena

Después destaparemos una botella

De vino tiempo polvoso de las santas baldosas

y caminaremos por la plaza riendo de los tuertos y los cojos

Maldecidos

Quizás enfermos de alegría

Como náufragos dos enloquecidos abandonados a su suerte.

Nos sentaremos a la mesa

Nos atenderá una camarera

con humor de mil demonios

(sus zapatos rojos y bajitos).

Y yo la amaré… por sus manos de niña

Por el bucle caprichoso de su voz

Tu sólo voltearas a ver la calle

Y sabremos que estás sola y que muero

El fantasma que tanto temimos sólo existe cuando recuerdas…

Imaginemos que vagamos por el parque

Después de dar fin a todos los vinos

De todas nuestras mesas

Supongamos también que tú traes falda y que no llevas pantimedias

el aire acaricia tu necedad de no querer la serenidad de tu figura (enloqueces)

Yo boto todo a la cara del río que se arrastra

que nos lleva reflejados en imágenes radiantes de tristeza

Ahogados en los naranjas de la tarde

Que nos mezcla nos diluye y somos

Una mancha fugaz que se confunde que se desea

-Vamos a la casa- dice tu voz diáfana

Comemos de tu mano, yo y mi lujuria.

II.-

Imágenes que se congelan en mi mente

Son estas fotos de lujuria

En las que reconozco la mano del aire

Del tiempo relativo Que marchita los ocasos

En esas fotos de lujuria veo las estrellas que eclosionan

Creando un clímax en tu universo lleno de agua

La arena se desliza y descubre tu rostro (mi mano en tu barbilla)

Mientras penetro tus fronteras

Que son y siempre serán

Rostro del sol que me incinera

Qué vanas son estas letras fotos de lujuria

Qué traicionadas son las manos que acarician

que olvidan que rasguñan que masturban

y que dejan temblorosas las persianas

Cuando apagas la luz y sales al abismo de la noche

Que dejas en mí adentro.

René Morimoto




Colores Ancestros

Dionicio Morales




Meretrices (M): Estamos con Dionicio Morales, “Nicho” para los amigos. Dionicio es uno de los pioneros del arte en Ajijic, junto con algunos artistas como Antonio López Vega y Julián Pulido pertenece a la primera generación de artistas en Ajijic no sólo en considerar el arte como una formación seria sino como un trabajo profesional. Dionicio también es uno de los primeros artistas en montar una galería en forma y uno de los más grandes impulsores del pensamiento de izquierda y del movimiento indigenista aquí en Ajijic; a lo que recientemente le podemos sumar que se nos revela como escritor con la publicación de una breve novela llamada Santos Rico: Ánimas de Ajijic. Nicho ¿en qué momento supiste que te dedicarías al arte?

Dionicio Morales (DM): Mira, yo creo que desde el momento que naces, que ves la luz, el paisaje, los colores; desde ese momento vas creándote algo en tu mente, se van grabando imágenes, un recuerdo. En ese momento tratas de manifestarlo a través de algo, haciendo dibujos en la tierra o haciendo esculturas con barro o con olotes de maíz que hacíamos castillos cuando niños. Siempre tratando de marcar un territorio quizá o el simple hecho de hacer rayas. Desde allí empieza esa sensibilidad. Ya creces y tienes otras razones. Entras a una escuela primaria y luego a una secundaria y entre los compañeros a veces te dicen: “oye pues hazme este trabajo o aquel trabajo”. Por la misma habilidad que se te da desde niño. Es así como yo empecé a dibujar y a pintar.

M: ¿Quiere decir que siempre supiste que tu vocación sería el arte?

DM: Sí, siempre. Fíjate, aunque mi papá tenía muchos intereses conmigo. El quería que yo estudiara de todo, arquitecto, ingeniero, doctor. Yo creo que tomé todo esto que quería mi papa y dije: “bueno, para ser de todo yo creo que hay que ser artista”. Y yo lo hice a través de la pintura y con ella manifesté todo ese pensamiento, esa vocación.

M: En esa infancia, quiero suponer, viviste siempre cerca del campo, de las actividades del pueblo porque se refleja mucho en lo que conocemos de tu obra. ¿Cuándo tomaste alguna formación formal para el arte?

D: Bueno, pasaron algunos años y había mucha inquietud. Cuando yo llegué de Trojes a Ajijic, en ese tiempo había muchos artistas internacionales. Así como los hay ahora pero había más y mejores; anteriormente eran muy buenos pintores los que habitaban aquí en Ajijic. Yo tenía interés. Cuando pasaba por las casas y miraba a alguien pintar a través de las ventanas, me asomaba y tocaba, decía que tenía mucho interés también en pintar y ellos decían: “órale pues ahí hay colores y hay un bastidor para que pintes”. También me acuerdo que a un lado de la casa había un señor que se llamaba Carlos Gómez Arias, un arquitecto y pintor; en el lote de la casa no había una división de pared así que yo miraba que pintaba. Un día me invitó a pasar a su estudio y empezó a enseñarme lo que eran las técnicas de aquel tiempo, el grabado, el pastel, el óleo o el temple; el acrílico no porque en aquel tiempo todavía no se escuchaba mucho. También hablaba de literatura, era un señor intelectual… y de música siempre. Recuerdo que tenía su tocadiscos lleno de ópera; cuando él ponía ópera yo me asustaba, la comparaba con las películas de vampiros. Ya luego me fue gustando la ópera, la opereta, la zarzuela y la música clásica.

En aquel tiempo trabajaba mucho lo que era el pastel y el óleo. Fu lo que empecé trabajando. Había una biblioteca por allá por el lado de Tecoluta, lo que ahora es el barrio de Guadalupe, allí llevaron algunas pinturas y pues allí empecé a hacer cuadritos. Por este lado del centro también había otra biblioteca y allí empecé a hacer cuadros. Mi papá un día me llevó una serie de pinturas, tintas más que nada, yo no le hallaba porque eran realmente muy brillantes y además se secaban rápido. Pero empecé a pintar muchos dibujos con tinta china y a ponerles color con acuarela; junté una serie de pinturas; como unas 50. Un día la biblioteca que Neill James abrió becó a algunos de los muchachos, Antonio López Vega fue uno de los becados, José Manuel Castañeda y otros. Entre ellos estaba Víctor Romero y estaba yo. Pero a nosotros nos rechazaron. Yo tenía muchas ganas de entrar a una escuela de artes, y dije: “bueno, voy a hacer una exhibición de mi trabajo y con lo que saque me voy a estudiar a Guadalajara”. Hice la exhibición y vendí casi todo, más de 50 cuadros y con eso junté el dinero y me fui a Guadalajara, hice todos los trámites a la UdeG, a Artes Plásticas. Siempre pensé que era una escuela como me la imaginaba. Cuando llegué pues había muchachos inquietos como yo; los maestros, esperaba que fueran más formales. Y no, eran igual que uno: la forma de vestir, algo hippiosos. En ese tiempo se fumaba mucha mariguana allá en la escuela, yo creo que todavía. Y yo era muy serio, siempre lo he sido. Me decían: “oye ¿de dónde vienes?” “No pues vengo de Ajijic”. Siempre iba con huaraches y un morral. “Ah sí, ¿vienes de Ajijic?, oye pues ahí te encargamos, hay mucha mariguana allá, tráenos ¿no?” Donde quiera había en ese tiempo en Ajijic, en la calle te podías encontrar las plantas. Para mí era algo bien común porque aquí había en ese tiempo, estamos hablando ya de los finales de los hippies aquí. Un día yo me encontré unos sobres de té y los hice pedazos y los aventé en una bolsita, los quemé y olían como a mariguana; dije: “estos se los llevo”. Y les llevé té. Así es como yo empecé en la escuela de Artes Plásticas. Yo ya llevaba una formación cuando llegué, ya sabía hacer un bastidor, pintar, grabar porque ya me lo habían enseñado aquí los pintores.

M: ¿Hasta qué grado llegaste? ¿Y qué siguió después?

DM: Salí los 5 años. Después tuve una invitación del Departamento de Bellas Artes, querían que yo me encargara del auditorio. Me vine de allá, hablé con una serie de personas. Había un comité que desgraciadamente era de americanos en ese tiempo, y yo como que choqué, además con mis ideas que traía de la escuela de los maestros de artes: que el arte al pueblo, que hay que enseñar a la gente, a los niños, a quien tuviera cierta sensibilidad y no cobrar; pero esa gente tenía otros intereses y yo dije: “no, yo no le entro aquí”. Y entonces me dieron la oportunidad de dar clases en la Escuela de Artesanías, allí estuve dando clases muchos años, como unos 8 años, de pintura, dibujo y papel maché. Después recibí una invitación a Estados Unidos a hacer una exposición y me fui. Allí se quedó Julián Pulido como maestro en la Escuela de Artesanías, también él duró como unos 6 años.

Me fui y me fue muy bien, allá con los gringos. Se puede decir que también vendí bastante. Además las oportunidades que son muy diferentes a las de aquí. Allá me sentía hasta halagado, realmente me reconocieron. Por allí yo hice un trabajo, una pintura para un político, creo que era el gobernador del estado, para un cumpleaños de él; y cuando fue la ceremonia para la fiesta de su cumpleaños invitaron a mucha gente, a la televisión y yo pude salir en televisión nacional. Me salieron muchas oportunidades. Había gente que me decía “quédate, aquí te damos departamento, tienes dinero suficiente, nosotros te compramos todo lo que hagas”. En aquel tiempo me acuerdo que vendía en 500 dólares mis acuarelas. Dije “pues me va a ir muy bien si me quedo”. Pero también añoraba Ajijic, y me regresé de nuevo. Yo pintaba bastante anteriormente, mucha acuarela, donde quiera me invitaban a exponer, hice muchas exposiciones individuales y colectivas. Así pasaron los años, me casé y me divorcié. Me volvieron a invitar a Estados Unidos. Me volví a ir, hice una exposición en otro lugar, en una galería en Oklahoma que se llama Galería Casa Blanca. La gente que me invitó era gente que trabajaba en el gobierno, en las embajadas. También pude vender mucho de mi trabajo. Pero siempre quería regresarme aquí a Ajijic, no me gustaba estar más de un mes allá. Se pude decir que Estados Unidos tiene cosas muy bonitas: paisajes, lugares, ciudades, las grandes tiendas y gente bien interesantes, gente de todo tipo. La gente con quien yo conviví era muy interesante, a lo menos en el momento de las exposiciones. En aquel tiempo conocí a una mujer muy bonita allí en Oklahoma, que trabajaba en la galería. Ella era parte de una… se puede decir que era indígena, parte de una reservación; y me invitó a una ceremonia. Fue muy interesante, de allí me empezó una inquietud de saber cómo estaban organizados los grupos indígenas. Me regresé así, con esa motivación.

Después tuve una invitación de un amigo para ir a Estados Unidos. Nos fuimos, yo llevaba mi obra en papel acuarela y allá pude vender y pude conocer mucha gente, muchas galerías, fui a un lugar que se llama Carmel en California que está lleno de galerías, otro lugar que se llama Monterey. Se puede decir que gran parte de California la conocí. De allí nos fuimos más al norte, a Oregón, estuvimos unos días, luego nos fuimos a Washington, allí nos quedamos con una familia que era política porque hasta una avenida tenía su nombre, y de allí nos invitaron, a mi amigo que se llamaba José Hinojosa, que ya murió, fotógrafo, coleccionista, muy bueno, la mejor colección que tiene todavía su hermano Héctor, quien es ahora director del Centro Cultural de Axixic, y a mí nos invitaron a Canadá, nos fuimos a la Isla Victoria, allí estuvimos una semana, y pues igual, las galerías, el colorido, los jardines grandes, jardines de flores, muy hermosos, lástima que no es mi gusto, es como si fueran paraísos pero artificiales. Ya de allí nos regresamos de nuevo a México en avión.

Por otro lado siempre tuve el interés de promover a los pintores, se puede decir que yo tuve la segunda galería. Porque si hablamos de la primera galería está muy atrás, en los años 1950 o anterior, El Tejaban le llamaban. Abrimos una galería entre Julián Pulido y yo, pero a la par se había abierto también otra galería que se llamaba La Galería Del Lago, que fue una galería que sí funciono muy bien, que realmente le dio un nombre a Ajijic porque esos pintores realmente eran gente profesional. Recuerdo algunos pintores todavía, un mexicano de nombre José Santibáñez, a George Rauch que acababa de llegar, a un señor de nombre Carson, a John Frost que hacía serigrafía en Jocotepec; y así había un numero de pintores muy buenos y fotógrafos y escultores. Allí también llevé mi trabajo, a esa galería, lo vendía muy bien. Había mucha gente que venía a ver esa Galería del Lago que estaba frente a la plaza donde ahora es el Centro Cultural de Ajijic. Se puede decir que era la segunda galería, una galería colectiva, cada pintor tenía su espacio. Nosotros abrimos la galería que se llamaba José Clemente Orozco, la primera galería mía y de Julián Pulido, la tuvimos un año. Posteriormente abrimos lo que se llamaba los Jardines del Arte, en los jardines de la señora Neill James, formamos un comité, estaba integrado también por Julián Pulido, por Daniel Palma, Alejandro Martínez y yo, había otra gente que se integraba posteriormente pero ya no eran artistas, gente interesada en el arte, posteriormente llegó Sid Schwartzman y se integró a nuestro grupo, fue la primer persona extranjera que integramos, pero era un señor muy interesante, idealista como pintor, crítico y autocrítico. Cuando le hacían una pregunta decía todos los detalles que estaban mal en la obra; decía “este trabajo es así y así y no sirve para nada”. Había una persona, era un judío, que decía, éste y éste (estando los pintores allí), estos trabajos son puras mierdas, no sirven para nada. Y yo me fui dando una idea de lo que es el arte e ir equilibrando, ir viendo cuando la gente es buena y tiene cualidades. Con Sid Schwartzman, hicimos un estudio, de hecho así le llamamos, Estudio de Arte. Después de eso yo continué abriendo otros espacios, galerías, acá por la calle 16 de Septiembre abrimos una galería que se llamaba DyD porque la abrimos entre José Durán y yo, por eso se llamaba así, Durán y Dionicio, allí duramos un rato exponiendo, siempre hicimos exhibiciones buenas de los pintores ya sea locales o de afuera. Después me cambié allí por la calle Colón y allí abrimos la otra galería, Centro de Arte y Cultura

M: Es el nombre que conservas hasta ahora ¿no?

DM: Sí, han pasado muchos pintores, he conocido muchos pintores, escultores, fotógrafos. Por ejemplo el Colegio de Fotógrafos de aquí de Guadalajara, hicieron la primera exhibición de fotografía de desnudos, y recuerdo que la gente se alarmó. Mujeres desnudas y todo eso; para mí era normal porque en la escuela nosotros tuvimos los cinco años modelos y estaba acostumbrado a eso, lo miraba muy normal. De la gente que llegaba a algunos no les gustaba y otros decían: “ah, qué bonita mujer, qué bonito cuerpo”. Recuerdo que mis hijas no se alarmaban. Todo eso también ha cambiado mucho mi formación. También se puede decir que nos tocó a nosotros, a Alejandro Martínez, Jesús López Vega y a mí, fundar el Centro Cultural Axixic. Había un lugar allí que solamente era un tejaban donde se colaba el agua y se mojaban las pinturas; dijimos: “pues hay que darle forma, ¿cómo le hacemos? Bueno, el municipio a lo mejor nos puede apoyar. Pero al municipio siempre le hemos pedido que nos arregle la Casa de la Cultura −que era así como le llamábamos− y nunca hacía nada, siempre manda uno o dos piones y allí nomas parchaban, pero realmente no hacían nada significante.” Y un día salió la idea de llevar el proyecto completo ya con costos y todo. Fuimos con María Briseño, la arquitecta, le planteamos la idea y ella nos ayudó, ella hizo el proyecto arquitectónico e hizo todo lo que tiene que ver con el presupuesto. También en cierta forma hubo inquietud de Rubén León que también ya murió, él apoyó mucho en esto, a que se le diera forma con ideas. Se presentó al Ayuntamiento, lo llevamos, lo estudiaron y dijeron que sí. Empezaron a darle forma, se puede decir que hicieron un buen trabajo. Claro, con el apoyo del Estado, de la Federación y de nosotros que empezamos a juntar dinero haciendo quermeses, noches mexicanas. Se le debe reconocer a Alejandro Martínez que realmente fue la iniciativa de él. Claro, ha habido mucho interés en formar más centros culturales, museos, bibliotecas. Ese lugar está proyectado para talleres, para museo, para una pinacoteca y una biblioteca. Ahora ya con el centro cultural en la plaza ha dado reconocimiento a Ajijic y ha venido gente de varios lugares a exponer. Fíjate que sinceramente por un lado no me gusta la idea de que vayan a ensayar allí las gentes de lo que es la zumba y no sé qué otras cosas o que a veces les da por llegar a otros grupos políticos a hablar de otras cosas que no tienen que ver con la cultura, hasta el Avon creo que ha estado allí. Eso debe acabarse, yo creo que es una idea equivocada. Piensan que el baile hawaiano es cultura, no, espérate, ese centro cultural se creó con la idea de rescatar la cultura mexicana y sobre todo la local. Yo creo que hay lugares para cada cosa, si este grupo de gente tiene interés que busquen un lugar o que vayan con el ayuntamiento. Por otro lado está bien que allí ensaye el grupo de la banda del pueblo. Pero hay otra cosa, que se necesita organizarse, se necesita un reglamento estricto porque de repente entran y salen familias y hay obra allí y la mueven, la ven, la tientan los niños; no porque no tengan derecho, los niños son niños y pueden tocar mientras nadie les diga nada. Yo creo que debe haber un orden porque a veces hay una exposición y están ensayando. Y se necesita el silencio, siempre el arte debe ser centrado y concentrado, enfocado. Yo le decía a Alejandro: “oye, eso no va, no hay que permitir eso”. Con Héctor hice un comentario al respecto.

Ahora estoy aquí en esta galería y trato de continuar trabajando con las personas promoviendo pero también estoy empezando a pintar, haciendo obra; quiero hacer una exposición a lo mejor pronto pero no quiero sacar la obra aún. Ahora, tenía la inquietud de escribir todas esas añoranzas, todo eso que sabes y que por una razón u otra hay que sacarlo porque si no sale te duele, te provoca hasta llanto. Cala en lo muy profundo cuando ves imágenes, cuando ves la gente que te lo comentó y te dijo: “mira te voy a comentar esto pero para que lo escribas o para que lo sigas diciendo a la demás gente, como era el Ajijic de antes”. Yo soy de Trojes por la población pero soy del ejido de Ajijic, es una colonia así como es El Aguacate, como la colonia Luis García que esta allá por Cedros, es un territorio muy grande, arriba de las 3,600 hectáreas. Tenemos mucho terreno en Ajijic, y hay mucha historia. Yo quería escribirla así como lo escribe cualquier historiador pero pensé que la historia es muy fría y le di un sabor, mejor que lo cuenten esas ánimas como Santos Rico, Martin Toscano, tantos personajes, como Villanueva, el Cuáchalas, el Gallito, esos personajes que existían, que son de aquí de Ajijic. Entonces son ellos los que la cuentan y no yo. Porque me dicen: “oye, hablan malas palabras”; pero es que son ellos, no soy yo. Si saben yo no digo ni pinche si quiera, me da hasta pena. Ellos son los malhablados, los personajes. Estoy escribiendo otro libro, otra historia muy interesante relacionada también a Ajijic pero ampliando más los criterios porque en Santos Rico no pude meter más capítulos. Porque decía: “dónde los meto, dónde encuentro la pieza del rompecabezas, cómo lo meto”; aunque parezca sencillo, tú sabes como poeta que no es fácil. Ahora estoy metiendo más personajes. A pesar de que yo critico mucho a la gente de Ajijic, a los locales, por la forma de pensar. Yo soy parte de una comunidad indígena, hay mucha gente a la que no le gusta porque yo soy blanco, pero mis padres siempre han sido de la comunidad indígena y hemos conservado los títulos, hemos sido parte de una agrupación interesada en rescatar toda la tradición, toda la dignidad más bien, de una comunidad. La gente de aquí de Ajijic pues muy poco lo ha hecho porque estamos muy cerrados; ahora se están abriendo más y me da mucho gusto. Antes muchos de mis compañeros me contradecían o chocábamos en todo porque tenían un pensamiento muy retrograda; pensaban mucho en las cuestiones de la iglesia, le daban nada más valor a la religión y todo dependía de allí. Así ha sido Ajijic desde mucho tiempo, desde siglos atrás.

M: Aunque ahora ya es más abierto, nos estamos universalizando.

DM: Ahora ya te entienden. Yo lo digo allí en la introducción del libro. Cuando se dio el movimiento de la Revolución Mexicana pues fueron muy poquitos los que le entraron de aquí de Ajijic, un grupo muy reducido porque la iglesia los demandaba, los excomulgaba les decía: “los vamos a excomulgar porque andan robando la tierra que no es de ustedes, eso le pertenece al patrón, al señor, al hacendado” La tierra es para darla a la gente del pueblo, es para todos, pero la gente no entendía eso porque siempre se apegaba mucho al pensamiento de la iglesia de aquel tiempo. Ahora estoy empezando con este nuevo libro que ya lo llevo bastante adelantado, y estoy hablando de toda esa relación de la historia de Ajijic para realmente rescatar todo eso que hay. Yo tengo más de 25 años en esto, conociendo gentes de muchos grupos étnicos, de muchas culturas y el tipo de pensamiento: cómo son, cómo pensaban o cómo siguen pensando los grupos étnicos. Llevo mucha amistas con los wixarikas, de hecho estoy yendo a sus ceremonias y cada vez entiendo más. Formamos el temazcalpulli, todas la ideas, todo lo que nosotros hacemos esta dentro de los conceptos. Yo escucho hablar a los huicholes, escucho hablar a los lakotas, escucho hablar a los trikis, por ejemplo, a los mixtecos o los mayas; es el mismo concepto del respeto a la madre tierra, el mismo concepto a la naturaleza, el mismo concepto a los elementos, al fuego, al aire, al viento, a la tierra; la misma idea de respeto. Por otro lado me tocó ser participante del concurso para escudos y me tocó ganar por toda esa información que pude salvar, entender lo que era el significado de Chapala. En Ajijic hay un escudo que es de otra persona, está muy atinado nada más que si yo lo hubiera hecho mis conceptos serían un poquito diferentes. También hice esa investigación del nombre de Ajijic que nadie la había hecho. Había muchos conceptos equivocados, unos decían que Ajijic era por el agua, porque el agua se reía jijiji, otros que porque cuando llegaron los españoles iban pisando las hojas y había agua y se oía chichichi, otro comentario decía que Ajijic significaba lugar de orines, otro, como José Durán que dice “donde el agua corre”, concepto muy equivocado que yo creo se debe de quitar de la delegación; mis respetos para José Durán pero eso no tiene nada que ver con el nombre de Ajijic.

M: ¿Qué significa entonces?

DM: Ajijic significa ombligo del agua que se derrama. Ombligo, que ahora españolado es ojo de agua. Viene del nahual: Atl, de agua; Chichime, de derramar y Chicome, de ombligo. Si te fijas Ajijic termina en “c”. Se puede decir que es un locativo de lugar. El significado de las montañas como el Tepalo. ¿Qué significa el Tepalo? Dicen: “ha de ser de palo, de pedazo de madera”. Yo lo sé. Canacinta, Alcececa, Chupinaya; ya hice una investigación completa de todos los nombres. O la famosa Michicihualli, también equivocada. Antes se decían los nombres correctamente pero se fue deformando. Qué significa un río, qué significa el nombre de los árboles, por qué un árbol se llama así, es igual que las raíces griegas o latinas que tienen un fondo, que tienen un significado bien profundo. Del nombre de una planta en náhuatl te puedo decir qué hace, qué alivia.

M: ¿Y piensas incluir algo de esto en el nuevo libro?

DM: Sí, estoy incluyendo todo. También hay muchas leyendas que se han perdido; yo les estoy dando la forma. De hecho estoy creando leyendas del lugar. Es muy bonito porque es dignificar a Ajijic. Y sobre todo a las personas, a los luchadores, que lucharon desde muy atrás. Durante la Reforma y la Revolución había gente que tenia ideales bien claros. Yo me acuerdo simplemente que mi papá fue agrarista. Él fue del siglo pasado, nació en el año 1900. Ya para los años 18 andaba con Obregón, en ese reparto de tierras. Entonces sus ideas eran muy claras. Cuando Madero y el plan de San Luis para derrocar al gobierno porfirista ya había muchos revolucionarios, lideres que se levantaron en armas en apoyo a Madero; mucha gente que a lo mejor ya andaban levantados o que eran gavilleros. Pero tenían sus ideales claros porque ya estaban cansados de los latifundios y las haciendas. El plan de San Luis fue creado con esa idea, claro que no se cumplió en el cien por ciento. Muchos revolucionarios se fueron en contra del plan por lo mismo, por no cumplirse, porque siguieron en el poder los gobernantes y alcaldes de ese tiempo. Por eso hubo esa sublevación de la misma gente revolucionaria. Estoy escribiendo todo esto. Cuando el reparto de tierras acá en las haciendas de Potrerillos, de la cañada de Buena Vista y de El Zapote, escuché una crítica que le hicieron a mi papá. Le dijeron: “oye José, ¿cómo es que tú habiendo repartido la tierra te quedaste con tan poco terreno?, hubieras agarrado la mayoría”. Porque a él le tocó repartir la tierra junto a un ingeniero y a las demás gentes del comité. La idea de ellos no era quedarse con las tierras sino repartir todo ese terreno que era muchísimo y a ellos nada más se les podía conceder en ese tiempo 9 hectáreas por familia. Él decía: “no, esa no es la idea, nosotros no luchamos para eso, luchamos para repartir la tierra, para darle a la gente necesitada”. Es la historia en sí relacionada al arte, a la cultura y a todo eso que traemos, a lo mejor una serie de traumas, de frustraciones, de complejos que vamos sacando y descubriendo. Yo todavía veo muchas imágenes en mi memoria, en mis sueños. Ahora con esta decadencia del país, se puede decir que hay una decadencia de valores, de todo. Es bien triste que eso suceda. Antes, en la Revolución la gente se mataba pero por un ideal, cada uno tenía unos ideales, unos defender a la iglesia, otros en contra de ella. Los cristeros se opusieron mucho a eso, fueron pagados por las haciendas, se crearon los Guardias Blancas, igual sí se asesinaba, se colgaba a la gente pero diferente. Ahora son hermanos contra hermanos, gentes que se matan solamente para darle poder a otros, a los que están en el gobierno arriba y yo creo que eso no debe suceder en México. Pero está pasando. Yo creo que debe haber un cambio, la misma gente, los mismos grupos que les llaman narcotraficantes que muchos de ellos ni lo son, yo creo que deben estar consientes y deben tocarse el corazón y que esto no debe continuar porque si no va a ser un caos completo en México. Y que se den cuenta que tienen hijos y que sus hijos van a sufrir las mismas consecuencias y va a ser doloroso para ellos mismos ¿no?, que estén matando y que al rato maten a sus hijos y a sus familias. Que se esté dando toda una serie de asesinatos, un rio de sangre como en el efecto dominó, yo sí llamaría a la conciencia de toda esa gente, que se tienten el corazón y que vean el sufrimiento de la gente y que se esté creando más odio, porque el problema es el odio. También lo que está pasando, tanta pobreza, desigualdad, la gente no tiene dinero. Ahora yo veo que todo mundo se queja, hasta los que tenían dinero están quejándose. Es una situación complicada. Se dice que a la izquierda está el corazón y yo por eso soy de izquierda porque me interesa la justicia. Al lado de la izquierda está el espíritu, está el sentimiento.

M: Pues Nicho, te debo de agradecer que en este tiempo hiciéramos un recorrido de toda tu historia, de todo tu crecimiento como artista y de tu crecimiento como ser humano. Y agradecerte la oportunidad de que nos hayas recibido aquí en tu galería.

DM: Igualmente.