07 diciembre 2011

LA PROHIBICIÓN DE LOS NARCO-CORRIDOS


“Voy a cantar un corrido, escuchen muy bien mis compas…”

Los Tigres del Norte

En fechas recientes ocurrió un acontecimiento que debe poner en alerta a la libertad de expresión. Algunos gobiernos de diversos niveles prohibieron los narco-corridos, bajo el argumento de que son el estímulo que lleva a los ciudadanos a reclutarse en los distintos cárteles del narcotráfico que operan en el territorio nacional.

Es necesario no olvidar que la música es una de las múltiples expresiones que la cultura posee, y que en muchos de los casos es reflejo de los acontecimientos que se producen en ese ser vivo llamado sociedad.

Desde su concepción, los corridos han servido para la transmisión de historias, en las que en ocasiones de manera exagerada se narran las proezas del o los personajes principales a quienes está dedicado, los corridos de la Revolución Mexicana son un claro ejemplo.

El hecho de que en esas pequeñas narraciones, sus personajes hayan dejado de ser amores imposibles, caballos famosos o las carabinas que utilizaban los seguidores de Pancho Villa, entre otros; para ser suplidos por los capos de la droga, no es culpa de quien los escribe, es simplemente porque son ellos los que impactan la vida diaria de quienes después los cantan y los disfrutan.

Si el narcotráfico ha crecido es porque los gobiernos lo han permitido, han hecho caso omiso, o han participado en el. No es necesario ir más allá de los noticieros para corroborarlo, frecuentemente observamos la detención de algunos integrantes de algún cártel, en los que no es raro encontrar a autoridades implicadas.

Tanto ha sido el tiempo que el narcotráfico a vivido en nuestra sociedad, que hoy podemos hablar sin tapujos de una cultura del narco: formas estrafalarias de vestir, maneras al hablar, vehículos imponentes, armas pavoneadas, santos propios y los corridos como música predilecta.

Legalizar que los narco-corridos no se toquen en bares, restaurantes o lugares públicos, o que sus compositores dejen de producirlos, es una acción infantil hacía una situación complicada.

Habrá quien se encuentre convencido de que la medida es buena; yo, todavía estoy esperando los estudios que demuestren que existe una relación significativa entre escuchar un narco-corrido y la posterior conversión del escucha en miembro de algún cártel; pero como es costumbre en estás tierras, invertirle a la ciencia se considera un gasto mal empleado.

Los gobiernos que hoy prohíben la audición pública de los narco-corridos, mañana, utilizando los mismos argumentos podrían prohibir las novelas, cuentos, películas, obras pictóricas o teatrales sobre el tema; después lo harían con los artículos como éste, o con las noticias en los diversos medios de comunicación, dejándonos en un limbo informativo para así poder hacer lo que les plazca.

No nos confundamos, el narcotráfico tiene razones de ser profundas, el corrido es una expresión. Porque cómo dijo el Chochilico, personaje de la narco-película El Infierno: “Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa”.

Raúl Contreras Álvarez


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