23 febrero 2013


Editorial

Pasan los años y maduramos. Algo parece decir que los cambios sufridos con el paso del tiempo, hacia un lado o hacia otro de la línea que separa lo bueno de lo malo, pueden ser interpretados como síntomas de madurez. Los expertos mismos no han logrado ponerse de acuerdo en cuáles actos, sumados, pueden definir la susodicha madurez. Quizá la médula de todo este asunto sea la experiencia; el polvo de lustre que poco a poco nos van dejando las cosas que atravesamos y que debemos de sortear. Si acaso las experiencias no nos mejoran, por lo menos, e indudablemente, nos preparan para lo que vendrá. Nos hacen aptos para el torrente que nunca se detiene, abren nuestros ojos y afilan los nervios con los que prevemos los días de sol y de lluvia. Aunque, seamos sinceros, nos queda la esperanza de que sufrir las batallas nos hagan menos combativos; de que los golpes de la vida sí nos hagan, al final, mejores personas, más susceptibles para amar y para dejar de una buena vez por todas de fingir y de pretender ser eso que en el fondo ni somos ni seremos jamás. Que cada quien se conduzca en la vida como la vida le ha enseñado a conducirse, pero que la meta al final sea una sola, maduros o inmaduros, completos o incompletos, que la meta sea: dar.

En Meretrices nos aferramos a esa esperanza, y lo haremos hasta el final. Ocho años han pasado desde que el primer número, aquel con una imagen satelital de nuestro lago, fue leído por primera vez. Objetivo cumplido. La vida de cualquier revista cultural se expresa a través de aquellos quienes las leen. A pesar de tantas cosas que han pasado, parece ser que el camino aún ofrece mucho por andar. Y aquí estamos de nuevo en tus manos dándote arte y literatura con total sinceridad. Esté número ha sufrido cambios propios del tiempo, cambios que esperamos que disfrutes y que contribuyan a dejar un poco del polvo del que hablamos. Celebremos todo; esa ha sido la actitud que hemos mantenido en estos 8 años de publicar y de resistir infinitos vientos que soplan hacia todos lados. Empieza un año nuevo y nuevos proyectos se asoman. Te deseamos lo mejor y agradecemos que sigas con nosotros todo este tiempo. Vivimos por ti. Que así sea.

Los años pasan y los arrebatos. Y aunque parezca ser sólo un segundo; o aparente ser el paso todo de una vida entera, como escribiera Miguel Hernández en aquel verso: la flor nunca cumple un año/y lo cumple bajo tierra, a nosotros el tiempo más importante, es aquel que se está siempre por cumplir.

El Editor.
Mario Z Puglisi


Reflexión de Gourmet.

Todos somos unos primates. Los otros animales se lo pasan todo el día buscando comida, abrigo, protegiéndose de que no se los coman y no los maten. Nosotros somos los animales con tiempo libre, la civilización  nos ha puesto en posición de crecer y multiplicarnos, gozamos de un prolongado espán de vida, tenemos tiempo libre. Hemos convertido la comida y  la reproducción en un arte: la gastronomía y la pornografía son los frutos cumbres, las mayores realizaciones de la humanidad. Hay que convertir a la necesidad en virtud. Todavía olemos, pero nos perfumamos. Nuestras melenas ya no se agitan con el viento, o se aplastan con la lluvia. Nos peinamos. Pero en el seno de las vastas megápolis que permiten el usufructo del ocio el noventainueve por ciento es presa de la angustia. El tiempo libre deja al instrumento agudo de supervivencia que era la mente girando en el vacío, de ahí la droga. Cuando el animal de bluyines o de terno se sienta frente a la televisión para entretenerse lo asalta el pavor y toma cerveza o vino, o se droga. Miles de millones liberados de alguna manera de la brega por la satisfacción de necesidades se inyectan, aspiran o tragan esos momentos de olvido. Ellas me miran, se ríen, dicen cosas en general no muy en serio, de acuerdo conmigo porque en ese momento llega una bandeja con una muestra de tres postres—que preferimos a otras alternativas porque su tamaño permite el disfrute total del alimento sin tener que dejar sobras, desperdiciar comida—lo que es un pecado habiendo tantas bocas hambrientas en el mundo que se multiplican segundo a segundo instadas por los negros pájaros de las religiones más establecidas que como buitres habrán de disputarse en un futuro quizás no tan lejano los jirones de la carne de la humanidad boqueante ya que han contribuido, qué, impulsado casi, a su extinción  paulatina y dolorosa. Ni siquiera tenemos el consuelo esta vez de ver cómo los gorriones confianzudos caminan sobre las losas de la terraza—no estamos en una estación que permita comer al aire libre, por tanto no caen al suelo migajas ni restos—por el contrario, afuera sopla un viento del diablo y en una de estas se larga a llover. Entonces es que reivindicamos el soma de Huxley, no para nosotros familiarizados con las limitaciones orgánicas de la vida y que nos hemos ido yendo desprendiendo de la religión como de capas sucesivas de piel seca que dejan salir por fin a la serpiente con cáscara nuevita pero para algunos repugnante—las grandes mayorías sin embargo—y no estamos inventando nada: una nota que leí el 21 de noviembre de este año que todavía no se acaba—el 2011 para ser más precisos—afirma que un estudio estableció que entre los usuarios de drogas ilegales hay más frecuencia de cociente intelectual alto.  No vamos a entrar en los detalles por el momento: el mundo abre sus alas oscuras y sus plumas incorpóreas tocan a los de más alto entendimiento, a los que gozan (o padecen) de más refinada sensibilidad—aquí no hacemos diferencia de credo, color, raza o continente. La misma publicación —un tabloide gratuito proclama en otro apartado que la velocidad del neutrino es una facción más rápida que la de la luz y así se contradice a Einstein—quizás debamos entonces corregir: no se trata de un tabloide, más bien de una publicación pequeña con noticias del mundo de las artes, la política, horóscopo y notas científicas, una gran parte del espacio dedicado a los chismes que involucran celebridades y hechos luctuosos criminales de factura local.

Jorge Etcheverry




METALENGUAJE y ANAMORFOSIS VISUALES.



Una imagen resulta ser tanto más interesante en función de la cantidad de interpretaciones que la misma puede generar de acuerdo con el espectador que la percibe y aprecia. El contenido de las imágenes desarrolladas por un servidor bajo un principio técnico Mixto Análogo-Digital está relacionado con una investigación ontológica personal de cierto matiz metafísico por lo general basada en preceptos filosóficos y matemáticos dualistas. Además de llevar un buen tiempo escribiendo al respecto, asunto que ha concluido en la redacción de un tipo de diario filosófico poético a manera de notas relevantes sobre los temas que comúnmente trato y que serían en cierto sentido las crónicas sobre la experiencia vital que la suerte me ha permitido tener hasta el día de hoy, así como un complemento del trabajo visual. Dicho trabajo visual consiste en dibujos elaborados con técnicas mixtas a mano y que después son escaneados en alta resolución para continuar con un proceso de trabajo en ordenador por medio del software Adobe Photoshop. Trabajo que, también en su momento, incluye la utilización de fotografía ya sea procedente de cámaras de película de 35 mm. y/o digitales, sometida de igual manera al proceso del ordenador de acuerdo a lo que necesite la investigación ontológica y respecto al curso que la última lleve. Tanto dibujos como fotografías son utilizadas para formar esquemas simétricos y yuxtaposiciones en transparencias de los mismos a través de las herramientas proporcionadas por el software, muchas veces en inversión de colores y formas con el fin de procurar un Equilibrio Cuasi Absoluto a nivel visual, que curiosamente no es estático debido a la riqueza de movimiento que la proliferación de los elementos y soltura de figuras que conforman las imágenes ofrece.
El resultado último de dicho proceso de investigación en función del desarrollo de las imágenes ha sido la confección de un tipo de Metalenguaje Visual: inverosimilitud y descubrimiento de información significativa a través de la progresión de dichas imágenes así como la relación que mantienen entre ellas debido al común denominador temático que lleva por igual una línea de tiempo y espacio definidos (como lo mencionaría el diario escrito). Estas imágenes acaban por generar un número bastante amplio de interpretaciones basadas en su composición visual: de una sola imagen se puede obtener a través del proceso muchas más, y éstas detallan una transformación, un tipo de mutación visual que bien podría entenderse como un proceso de Anamorfosis. Lo interesante, por mí parte, es poder afirmar que todo esto ha incurrido en la definición de un sistema de codificación visual en el cual sigo trabajando y que en verdad resulta muy complejo para definir… me arrojaría en decir, aludiendo al matiz metafísico mencionado al principio del texto, que podemos develar ciertos signos, ciertas pistas de un rompecabezas muy complejo, el crucigrama de nuestras vidas a través de imágenes que podrían ser mucho más específicas que una lectura de Tarot, imágenes que obtenemos del acontecer de nuestras vidas, las fotos y dibujos que vamos registrando y realizando durante nuestro viaje vital siguiendo un tipo de intuición. Corazonadas que, en la experiencia de un servidor, podrían revelar el verdadero sentido de nuestra existencia. Resulta arrojado afirmarlo… mas… así lo siento.
Gabriel Gaboides7







1. LA SOLE


Soledad se abraza al cuerpo del hombre que la incita. Se instala en su habitación con grandes tragaluces. Hay algo en ese cuerpo particularmente delicioso... intoxicante.
Soledad no habla de amor en las noches.
Habla del mundo y sus miserias. Se enfurece y maldice para luego reír a carcajadas. Hay algo en la voz de ese cuerpo, en sus palabras, que hipnotiza. Su compañía le nutre más, le resulta más satisfactoria y plena, que la efervescencia de mil pasos nuevos.
Soledad no habla de amor en las noches, mucho menos en los días.
Soledad, apenas, se abraza al cuerpo del hombre que la incita. Y al amanecer, retoza embelesada de recuerdos, disfrutando los dolores frescos que atestiguan el paso de ese hombre por su cuerpo.

2. DE LAS FOTOGRAFÍAS INEXISTENTES


Soledad lleva fotografías en su cartera: sus padres, sus hermanas, la abuela Tomasina... Kika, la bulldog inglesa que la acompaña en sus tardes de lectura. Sobre su escritorio, la credenza y las paredes de su estudio, imágenes diversas: momentos, personas, lugares entrañables. Memorias de su paso por el mundo.
Para Soledad esas imágenes son objetos atesorables. Sin ellas sus paredes -y su vida- lucirían vacías. Porque cada una es un recuerdo, un instante mágico en la vida, como pepitas de oro que brillan entre los guijarros monocromáticos de la cotidianidad.
Sin embargo, hay fotos inexistentes. Al menos sin espacio en las blancas paredes de su departamento.
Fotografías que se llevan tatuadas en la piel, bajo la ropa... por debajo, incluso, de las prendas más íntimas. Imágenes de sus manos [las de él] justo al límite de su espalda [la de ella]; close-ups de sus labios a punto del beso en una noche lluviosa. O sus sonrisas plenas, después de amar.
Esas fotografías no existen, ni en plata/gelatina, o archivo jpg... vaya, ¡ni en polaroid!
Son imágenes que Soledad conserva, también de manera entrañable y llenándole la vida, prendiditas de las paredes del alma.

3. DEL CUERPO DE ESE HOMBRE


Soledad se regocija en contemplarlo. El cuerpo de ese hombre, forjado al calor del desierto, con la piel curtida por la arena; es mineral, carbón de piedra que le funde las entrañas cada vez que [espada] la penetra. Mástil nocturno al que se aferra cuando, en su furia, el vendaval de la pasión amenaza con rasgar sus vulnerables velas.
Templo de saber inagotable, de todas las páginas acumuladas, de memorias sonoras que su voz reproduce -suave- cuando la colisión de los cuerpos firma la tregua.
Soledad se pierde en su beso que provoca antropofagia -que le despierta apetitos vedados- y se alimenta de él sin mesura, felina y zalamera. Porque su piel tiene sabores de milagro, se desvive en atizar la cúspide de sus empeños a fuerza de besos sin recato. Y resulta complicado interrumpir el campo magnético que se genera cuando, oscilantes, terminan derramándose en la tierra.
Ese cuerpo está hecho de hierro y madera, de mármol, sal y piedra; de noche y huesos, de carne y fiesta. Soledad, se regocija en contemplarlo y, en la distancia discreta, lo espera.

4. DE LAS NOCHES


Soledad es mujer de hábitos nocturnos. Puede escribir hasta entrada la madrugada, con apenas pausas para cambiar de disco, servirse otra copa de vino, estirar las piernas, ir al baño... y cuando la ansiedad le sorprende sin compañía, para hacer llamadas íntimas a algún amigo de confianza que igual duerma solo.
Soledad conoce los alcances de su voz, los efectos de sus matices, de sus pausas; de sus palabras oportunas cargadas de concupiscencia. Y a su vez, pocas cosas encuentra más incitantes -a distancia y en persona-, que la voz grave de un hombre describiendo atmósferas, sensaciones, deseos.
Cuando las distancias y las agendas le impiden el contacto; cuando lo súbito de un anhelo dicta la urgencia, Soledad recurre al teléfono. No es lo mismo, es cierto, pero le resuelve el problema al menos hasta el día siguiente. Porque siempre habrá un día siguiente para encontrarlo a Él y a su cuerpo generoso, vasto, irresistible. Siempre habrá un día siguiente... y de vez en vez, algunas noches.

5. DE LO QUE ESCRIBE SOLEDAD


Algunas veces las historias son retazos de su vida.  Como aquellas grandes colchas que la abuela Tomasina armaba con trozos de ropa y sábanas viejas, en las tardes de verano, sentada en el porche de su casa.  Soledad selecciona con cuidado de entre el armario de los recuerdos, algún amanecer memorable, la emoción de alguna noche clandestina, las miradas lacerantes de algún hombre de otros tiempos.
Y termina pariendo hermosos mutantes, capirotadas en letras que, con todo y la asincronía de tiempo y espacio de sus ingredientes, le resultan deliciosos.
Ahora que tampoco duda en verter su acalorada imaginación a partir de fantasías acumuladas en la entraña.  Y construye escenarios ficticios, personajes con patologías diversas; argumentos que justifiquen procederes temerarios, eufóricos.  Alguien alguna vez le incriminó: “Escribes de todo aquello que quisieras ser y no te atreves…”  Puede que tuviera razón.
Sin embargo, sus momentos de mayor lucidez poética o narrativa, surgen cuando algún hombre merodea sus sueños. Cuando se le cuela entre los poros y la inflama de ansiedad.  Cuando los besos le dejan la boca morada y el alma diluida en tinta.  Cuando el brillo de sus ojos la delata insomne, proclive a la embestida oscilante, urgente y voraz.
Es entonces su pluma liviana, ligera y disoluta. Generosa fuente de relatos e imágenes poéticas que navegan de lo sublime a lo salaz. Su cerebro, estimulado por aromas y sabores, por la química de un cuerpo torrencial, no descansa y sigue, sigue una y otra vez, insaciable.
Las historias verdaderas, irremediablemente terminan, tarde o temprano. Pero desde hace tiempo decidió no escribir del miedo y del dolor. Decidió brincarse unas cuantas etapas del duelo y –literalmente- saltar sobre páginas nuevas. 
Porque no hay nada más incitante que las primeras miradas, los primeros roces, los primeros besos… la primera noche.  Así sea, tan sólo en letras.

 

6. DE LAS HISTORIAS SIN CONTAR


Soledad, en silencio frente al monitor de la computadora que le muestra una hoja en blanco, sonríe. Al parecer ha perdido la noción del tiempo. Sigue recordando. Intenta contar la historia. En su cabeza: aromas, sabores, texturas, melodías... y Él.
De pronto, la oscuridad del estudio le avisa que el Sol debió marcharse hace rato. Intenta adivinar la hora en el reloj de la pared, mas no lo logra. Despliega el taskbar: 8:47pm. Kika sigue dormida sobre el sillón.
Soledad sonríe, cierra la pantalla y se va. Hay historias que prefiere no contar, dejar inconclusas, detenidas por tiempo indefinido en el clímax. Porque todas las historias -irremediablemente- tienen punto final, sin embargo, para efectos de ésta, Soledad aún tiene muchas letras bajo la manga.

7. DE LAS PALABRAS


A Soledad la matan las palabras. Las letras son su debilidad, su talón de Aquiles. Se dice que por apenas un par de estrofas -apresuradas, incipientes, sin embargo incendiarias- vertió su tinta generosa por casi dos años. Se rumora también, que la sola promesa de un idilio epistolar le mantuvo en ebullición constante el alma por un mes, y las letras -condensadas- tuvieron que ser retiradas del techo y las paredes de su alcoba, cuando un punto final le arrebató de las manos el argumento de su historia.
Es más, hay quien asegura que un poema -sin gramática ni sintaxis correctas- fue suficiente para que hiciera la promesa que involucra arroz y bendiciones oficiales.
Soledad no aprende.
Su sed es de aquellas que no se sacian leyendo sonetos dedicados a musas distantes; no se consuela con imaginarse Matilde Urrutia, Norah Lange o la más insignificante amante de Sabines. No.
Ególatra y narcisa, anhela saberse ocasión de sueños clandestinos, fuente de fantasías inundadas de lascivia... pretexto para la tinta derramada sobre sábanas. A Soledad la matan las palabras. Por eso escribe, porque tiene la certeza, la total y plena convicción de que en esta vida todos debemos ser recíprocos.

 

8. DE POR QUÉ NO HABLAR DE AMOR


Soledad no habla de amor en las noches... mucho menos en los días. Al menos no del amor como lo pintan las comedias románticas y los cuentos de hadas. Ese amor edulcorado en rosa fiusha que se explota cada 14 de febrero. Del que se aprovechan la industria de diamantes, vestidos de novia, y resorts para honeymooners. Ese amor del "...felices por siempre" y "hasta que la muerte nos separe" cuya monogamia institucionalizada respalda la -infame- epístola de Melchor Ocampo.
A Soledad le costó muy caro aprender la lección. Heridas profundas. Lágrimas aún frescas.
Ahora prefiere las teorías bioquímicas y eléctricas. Le agrada la idea de su cerebro estimulado por la alquimia de otro cuerpo. Reconoce que hay pieles que incitan sus sentidos. Y disfruta hasta el delirio del campo magnético que genera la fricción acompasada de las ansias. No ignora los riesgos, por ejemplo: la adicción que genera el dejo de tabaco de una lengua habilidosa.
Soledad se sabe aún vulnerable. Sin embargo, no habla de amor... prefiere dejar que las voces desde el iPod lo hagan por ella y cuenten las historias que no habrá de escribir.
Mónica Morales Rocha



Del Artista y su Dama

Cuando todo se va y el cuarto es la cápsula, cuando las noticias del televisor son una playa consentidamente humana, allí, el abraso del calor en los cuerpos rompe incompatibilidades, destroza diferencias al sumo empollo de ese lugar apolítico viciado de rebeldía, bunker de sentimientos al que le importan un bledo el frío y el cielo gris de este invierno donde las noches nos ocultan otro siglo de tragedias. El diálogo de las almas desnudas son la carne bajo las sábanas, frazadas y acolchado sin orden, el apego entrelazado como dos fibrosas enredaderas copulando su savia, latiendo el profundo respiro de la ternura, de la protección de esas horas que no serán eternas. De la inclemente época que patea el pecho de los pobres, que desgarra cuarentenas de la caridad, las mantas son el refugio apolillando la evocación de los que están lejos. El cuerpo, la vasta necesidad, el día a día del trabajo social más viejo del mundo. “Y otra más que sale rana” dijo el gallego tutor de las desesperanzas, alerta caballero de las doncellas desvirgadas en las trampas del cariño. Así danza la historia, con la cortesana amante de soledades dando ternura a las trampas del artista en su cuarto del lupanar, en las puertas cerradas como si afuera ya no hubiese nada, ella ya cumplió su horario, él será el ensueño de otra madrugada cobijados a ese mundo creado con el insomnio, a ese dibujo, cuento, realidad que parece ser una película diferente que están creando desde sus entrañas…

La taquilla de los teatros agotados los ven merodear en las noches. Sus curvas veedoras de los deseos juegan con la debilidad de los hombres, estirando agonías, reduciendo las paciencias, libando su recreo, su natural actuación sin pausa, frenética; consiente roba la escena de las tentaciones. El erotismo de sus caderas, la dulzura de su ser que ya no le asombra nada, los años de experiencia en la oferta de su caro cuerpo. En el otro rincón él entra en un perfil bajo, llama la atención como a la incógnita patente de su vida. Luego los dedos en la guitarra con sus letras donde no faltan mujeres como esa Muñeca Brava. El Negro lo acompaña con la otro viola, los demás miran su ensayo de casualidades, se asombran, se excluyen por el intruso conocido que ya encontró la mirada de ella en un pasar, pero no se detienen, se ven actuar cuando el otro está descuidado encendiendo la luz a los comensales. Son parte el uno y el otro, hay más músicos, cantantes, jugadores de pool, damas, vicios y alcohol. Pero cuando entra a tornear la calma se descubren ante los que no saben, están cada vez más juntos, cada uno habla su sapiencia. Se miran cómplices, se hablan como los conocidos que son. El erotismo, la elegancia y el deseo piden la última cerveza. Salen bebiendo por la calle ante la mirada y el silencio de todos, dejan la estela de un romance de arrabales con las luces de neón que marcan las leyendas. Están cada vez más perdidos, están cada vez más juntas estas dos tormentas que abusan de la osadía, que tiemblan, pues saben que se están cocinando a fuego lento en la hoguera de sus pasiones, de sus pasados turbios, de sus historias de años que pueden ser décadas, de alegrías y tristezas. De aventuras. De lo que hoy sienten como nuevo por haberlo dejado tan lejos, casi olvidado en algún rincón del alma, en lo que brillan sus ojos frente a frente por la pintura de los cuerpos desnudos, en los días eternos de sus abrazos en la cama, en los sueños de protección dentro del mar de sus calmas. En días que dejaron todo. En los espacios que ganaron ante la sucia sociedad. Son un espejo que deberán romper, saben del paseo que llevan sus vidas, pero ella es mas consiente que él, lleva la madurez de la mujer para disfrutar, sufrir, levantarse y seguir. Él es el hombre, el caballero inmaduro al son de la falsa frialdad. Así la historia vibra los vértigos entre vicios, amor, alcohol, tranquilidades y sensatez. Locuras de unos meses para el artista y esa mujer intensa que se siente como dice nunca se había sentido, y sin miedos dice “Te amo”... se saben que pelean una batalla perdida que les dejaría heridas… que se desangrarían a sus mercedes, porque hoy será la última vez que se vean. Ella huirá, él se quedará dejándola partir en una pieza regocijada de vida donde se dará parte al vacío, donde ambos con el tiempo mirarán atrás. Ella 28, él 35, con mares de historias para mil novelas se animaron a perder otra vez, tan sólo por ganar lágrimas caer de verdad… ella dijo una vez: “Una no elige de quien enamorarse, y yo me he enamorado del hombre equivocado. Me estoy volviendo loca contigo”. Él se sintió complacido y luego, antes de que partiera, cuando lentamente se vestía le repitió su frase: “Como tú dijiste: uno no elije de quien enamorarse”. Ella hizo una pausa, se dio vuelta con los ojos llenos de lágrimas. Ambos se sintieron bellamente estúpidos. Se despidieron, se abrazaron. Ella salió y tiró la caja de cigarros mirando un camino parecido a la nada, flotando fuera del mundo, él se sentó en la mesa y bebió un whisky en la mañana, mirando los árboles del patio, convencido de que así es la vida, que todo queda prendido como un ovulo fecundado…

Maximiliano García
Escritor uruguayo nacido en Carmelo



INNER SISTER, INNER LOVE

I. Laila
Laila sube al avión rumbo a su nuevo hogar,
la tierra de Jordania estará lo suficientemente lejos
como para poder llenarse de tierra los bolsillos;
familia y casa paterna estarán a casi 10 años,
y ahora sí tiene los ojos como brotes de agua,
hay un río que es vida, pero ahora llora,
¿será que les verá de nuevo?
mientras, su alma será la de hijos,
marido, trabajo y familia,
lo mismo de antes,
pero en anglosajón.

Allá, en Medio Oriente
un carro trata de evitar el atropello
de aquella bestiecilla sin domar que corre hacia el asfalto,
la pobre, ha quedado idiotizada con las luces,
ahora se queda quieta, no.
¡¡¡¡¡MUÉVETE!!!!!
¡¡Muévete!!
muévete...
Fátima, se escucha dentro de Laila en la lejanía continental.

Quería ver los ojos de Laila,
Vendría en verano, recordó Fátima,
y es que ¿dónde están las hermanas cuando no están cerca?
Tía y sobrina se vuelcan,
familia se enreda para hacer La llamada.

En el lobby,
los souvenirs están por todos lados,
Laila deja el cambio para evitar exponer las lágrimas,
se lleva las manos a la nariz
con un pedazo de papel humedecido con tristezas,
pienso en su corazón hecho trizas
y me recuerdo tan frágil como ella,
o bien,
las recuerdo tan frágiles como Fátima,
mi corazón se abre;
no es que Laila grite,
pero sus sollozos braman ese dolor que taladra en silencio,
que carcome el alma,
y me carcome a mí.

Nos asignan el 34 y el 35,
de sus ojos corren lágrimas,
no alcanzó a Fátima,
ningún vuelo llegará tan pronto.

La sangre que fue del mismo miembro
en el mismo útero,
se derramó demasiado pronto.



II. Susana
Ahora recuerdo y me destrozo por dentro,
¿qué necesito para conciliar contigo?
una muerte, una moneda, un viaje,
un deseo de ponerme al tiro...

A estas alturas ya me importas poco
o eso me digo con el afán de seguir bastante lejos,
pero el deber me lleva a amarte,
perdón, a llamarte...
no sé si deseo tu compañía,
pero deseo estar bien,
¿y si me alcanzara la muerte estaré lo suficientemente lista?
los papeles listos, el corazón unido,
la familia lista...
ah...
no,
espera,
me faltas tú.

me pregunto: ¿de dónde viene toda mi molestia?
y procuro intimidar a todas mis hostilidades,
pero nadie tiene una respuesta congruente,
sólo lo visceral de mis entrañas tiene argumentos a favor de una heladera,
pero lo demás, resulta absurdo,
incluso ralla en la estupidez,
¡vaya mi inteligencia incapaz de amar!
pero eso sí, todo es fácil cuando hay vida,
y Fátima ya ha muerto...

Yo no sé si acaso estemos en las condiciones de reparar esto
o mejor continuar separadas,
pero no,
Laila hubiera querido volver,
 sí.

¿A dónde se deslavan los muros de los buenos pensamientos y el cariño?
hace tanto que no espero con el deseo de verte,
sólo te miro con el tedio a pensar que abras la boca
y tus palabras como una cascada seca...
ya no lleven nada,
o yo ya no escucho tu vida,
ni tu agua, ni tus pensamientos.

Cerré la puerta,
pero no supe a dónde lancé la llave,
y debo aceptarlo, temo que suceda,
temo no mirar tus ojos con aquella alegría,
temo no nos miremos los ojos
a causa de esta condición de infame.

Te marco entonces,
me guardo el orgullo,
que igual no me sirve de nada,
timbra el teléfono
y dudo querer esperar en la bocina por tu voz,
¿mi dolor llevaría más palabras que el gozo de tenerte?
no, o no lo sé...
¿cómo era cuando estabas?
Suena tu voz.

Darrita López




Sospechas del porvenir
Raúl Contreras Álvarez






Meretrices: Esta noche estamos con Raúl Contreras Álvarez uno de los escritores jocotepenses más reconocidos y quien hace poco, en el 2011 fue becado por el Consejo Estatal para las Cultura y las Artes para publicar su primera novela. A pesar de ser este su primer ejercicio formal de publicación, es un autor que tiene muchos años escribiendo, que se ha entregado de forma seria y profesional al ejercicio de las letras y que hoy nos honra con su presencia en Meretrices. Raúl, antes de empezar con las preguntas importantes que giran en torno a la novela “El Arcano”, me gustaría que tomando esta novela como un parteaguas comencemos con el pasado. La pregunta a lo mejor es obvia pero es necesario: ¿por qué escribir?
Raúl Contreras: El primer contacto que tengo con la creación es un momento que recuerdo como si fuera ayer. El lugar existe todavía en la casa. Tendría 8 años cuando en la escuela primaria en la que estaba, en el colegio de Jocotepec hubo un concurso de cuento. Esa noche decidí que iba a escribir un cuento y lo hice en un sillón afelpado, de color gris, que fue muy significativo porque curiosamente en ese mismo sillón de color gris, cuando aprendí a leer, era el sitio en el que me acostaba para leer. Fue en el mismo lugar en el que por primera vez escribí un cuento. En la casa de mis papás todavía existe y de vez en cuando voy y me siento y recuerdo las cosas cómo iniciaron.
M: ¿Recuerdas de qué trataba ese cuento?
RC: Sí, hablaba sobre esta cuestión absurda de que todas las personas deseaban tener un diamante; y había carbón y por el sólo hecho de ser un pedazo de carbón solían hacerlo menos, discriminarlo. Pero un día a ese pedazo de carbón se lo traga el avestruz, se le queda en el cogote, matan al avestruz, le abren el cogote y se dan cuenta de que en ese proceso se había transformado en un diamante. Todos éramos iguales al final de cuentas, unos más oscuros y otros más relucientes.
M: ¿Ya leías en aquel entonces?
RC: Sí, ya leía, bastante. Para mí la lectura fue mi primer gran amigo porque siempre fui muy solitario. A pesar de que convivo con muchas personas, desde antes y hoy más, siempre he estado como en ese apartado de la soledad. Comencé leyendo, curiosamente, la Enciclopedia de México de Vicente Riva Palacio; era un regalo que me hizo mi papá. En esos tiempos era importante tener enciclopedias porque no había internet. Entonces me regaló esa, me regaló la Enciclopedia Cumbre y después me seguí leyendo Biografía del Poder, de Enrique Krauze, de allí mi pasión por la historia de México principalmente.
M: Raúl, compartes tu ejercicio literario con una profesión de odontología y una especialidad de odontología forense que imagino que el haber decidido tomar esta carrera ha impactado mucho en cuanto a la evolución que has tenido como escritor. Una cosa es escribir a los 7 años y otra cosa es escribir después de una carrera como estas, me imagino que los temas se han modificado. ¿Cuál ha sido el impacto de tu profesión directamente en el ejercicio literario?
RC: En el ejercicio literario me lleva a escribir la novela negra. Soy odontólogo forense y yo no decidí escribir novela negra, la novela negra decidió que yo la hiciera. Cuando te introduces a hacer algo nuevo regularmente te vas allegando de los datos, estudias las historias, estudias las costumbres de los lugares. Pero cuando yo empecé a escribir novela negra fue algo que se fue dando natural; yo no había leído absolutamente nada sobre la teoría de la novela policiaca y después de que escribo una primera novela curiosamente me doy cuenta que esos elementos se encontraban en mi novela. Por eso te digo que yo no decido escribir la novela negra, la novela negra decide escribirme.
 M: ¿Hace cuánto que la novela negra decidió que tú la escribieras?
RC: Cuando estaba en la maestría precisamente. Después de ver tanto muerto y tanto asesinato y tantas historias; siempre las reales son mejores que las inventadas. Entonces dije “voy a escribir sobre un detective”. Me aventé dos años buscándole el nombre al detective.
M: Sabino…
RC: Scalar, Sabino Scalar.
M: ¿Cómo llegaste a ese nombre?
RC: Primero llegó el apellido. Scalar, porque tiene que ver con esta cuestión de la medición, tiene que ver con esa parte científica que el mismo personaje tiene. Pero durante mucho tiempo estuve dándole vueltas al nombre y no quedaba fulanito Scalar, manganito Scalar, hasta que Sabino Scalar… Sabino, el nombre de Sabino es por un amigo mío que es criminólogo y criminalista y doctor en criminología y un excelente personaje. Que no tiene mucho que ver con el personaje que yo escribo, sólo por el nombre. Pero es Sabino también por un árbol mexicano. Ese es el punto, es un árbol mexicano. Y me gustó el Sabino Scalar.
M: Claro, es un vicio que ha sido realizado por un montón de escritores, recuerdo Dostoievski, recuerdo Juan Rulfo en cuyos personajes de novelas el nombre y el apellido comienzan con la misma letra.
RC: El impacto que da en la sonoridad: sssssssss. Y al final es como un silencio, la “s” es el silencio pero al mismo tiempo puede ser el viento.
M: Ahora, imagino, Raúl, que llegar al nombre del personaje no es el aspecto más difícil, sino la psicología del personaje. ¿Cómo describes la psicología de tu detective?
RC: Hay dos escritores de novela negra que me parecen muy importantes en mi propia experiencia porque fue a través de ellos que entiendo la psicología de mi personaje. Uno de ellos es Sherlock Holmes, clásico personaje de |Sir Arthur Conan Doyle. Aunque debo decirte que para mí el mejor relato policiaco es de Edgar Allan Poe, es fundamental.
M: El asesinato de la calle Morgue.
RC: Sí, El asesinato en la calle Morgue, que si tú te pones a estudiar el derecho, lo que viene siendo las pruebas periciales y el valor de las pruebas, yo digo que ese relato deberían de enseñárselo a todos los abogados porque es una manera de ver cómo las pruebas testimoniales llevan a crearte un gran conflicto y es hasta que entra esta cuestión de la ciencia a hacer una ayuda. En este caso no era algo tan científico pero sí había que descubrir al chango que se metía por la ventana. Entonces por un lado está Sherlock Holmes y por el otro lado está este personaje de Paco Taibo II, que es Belascuarain. Belascuarain me enseña que se puede hacer en México y eso es lo interesante y que traga Orange Cronch. Es un personaje de primera pero que tiene una vida de segunda, una vida oculta. Entonces yo te puedo decir que a mi personaje de alguna manera lo definen, en un principio, tan mamón como Sherlock Holmes pero tan naco como Belascuarain. Esa es la psicología de mi personaje.
M: ¿A tu corta edad, Raúl, has podido llegar a una receta que funcione para escribir el género de la novela?
RC: No creo en las recetas. Creo en que se debe buscar primero tener un oficio. Y yo me encuentro en ese momento, en el de entender el oficio. Yo soy un aprendiz de escritor. Creo que nunca voy a decir que soy escritor. Me cuesta trabajo. Siempre estoy aprendiendo, siempre estoy entendiendo la conjugación de un verbo, la manera en que se colocan unas comillas o cómo te viene la historia. Entonces yo solamente voy aprendiendo. Creo que lo importante es ir formando el oficio y el oficio se forma de a diario, no de mañana ni de pasado ni de a ver si algún día se me antoja y voy a ver qué se me ocurre. No. Es de a diario, meterte a tu máquina o a mano, con lo que quieras escribir y pegarle un rato… pero diario.
M: ¿Por qué no les comentas a nuestros lectores un poquito acerca de la temática de “El Arcano”?
RC: “El Arcano” conjuga temas que desde chico me han llamado la atención. El gran tema de “El Arcano” es el hombre. Tiene la referencia a las cartas del tarot. Yo tengo una tía, alguna vez te lo comentaba, ella es fanática de esto, de la lectura de las cartas y tenía su pirámide y colocaba la cruz y decía que no se podía y así. Curiosamente las primeras librerías que yo comienzo a visitar no es Gonvil, ninguna de esas; yo la primera librería que visito en mi vida es la librería Tao. Al entrar a la librería Tao, pues esos temas se vuelven parte importante de mis lecturas. Conjuga esa necesidad que tienen las personas por querer vislumbrar el futuro o querer tener algo de una manera mágica; y el darse cuenta de que eso no existe porque siempre hay un titiritero que mueve todo.
M: Dicen que los atajos no hacen sino regresar al punto de partida.
RC: Pero aun así es muy interesante la cuestión del tarot porque, bueno yo no lo veo como una cuestión adivinatoria, tirarse el tarot tiene que ver más con este concepto de Carl Jung que manejaba la idea de los arquetipos. Y curiosamente el tirarse el tarot es como ver un mandala tibetano, no es qué voy a descubrir del futuro de mi vida sino una manera de, a través de una serie de imágenes, entender una situación. Es como ver una obra de arte ¿no?, ir al museo o ir a una galería, te sientas y descubres que hay algo que estaba allí.
M: ¿Particularmente qué juego desempeña el tarot en “El Arcano”?
RC: Es la manera en que se comunica el gran titiritero con una serie de personajes que están a su disposición. A través de uno de estos tan frecuentes y famosos nuevos videntes y magos que aparecen en la televisión. Uno está muy acostumbrado a que sacas una carta y: ¡Tauro! ¡Te vas a morir pronto!; ¡Cáncer! ¡Sé feliz!; y es a través de esta dinámica que se crea en la organización criminal el cómo se van comunicando, no hay necesidad de llamarse por teléfono, no hay necesidad de implicarse como personas y dejar un rastro. Es más fácil tener un intermediario y ordenarle: “vas a decir tales cartas y cada quien sabe lo que tiene que hacer”.
M: Y nuestro detective Sabino Scalar tiene que descifrar todo ese sistema de símbolos…
RC: Tiene que descifrarlo. En un inicio llega un personaje y lo contrata. Sabino dice: “espérate, es que esto no es lo mío, yo no creo en esas cosas”. No tiene que ver con creer, tiene que ver con utilizar.
M: Sé, porque nos has contado antes, Raúl, que Sabino Scalar guarda otras historias perdidas. ¿Por qué no nos hablas un poco de esto?
RC: Como todo buen detective tiene historias antes de “El Arcano”, tendrá historias posteriores a “El Arcano” y cerrará un ciclo como todo detective. Porque la novela policiaca con un personaje como este tiene la obligación de platicar de dónde viene, cuáles son las raíces, cómo va evolucionando, cómo llega a tal punto de su personalidad, cómo la cambia; y al final tendrá que morir como todo en la vida. Por eso hay historias antes e historias después. Hoy estoy trabajando en una precuela, la novela que estoy escribiendo es una precuela de “El Arcano”.
M: Ahora, ya nos has platicado un poquito acerca del tema de “El Arcano”, de lo que trata y de lo que se puede encontrar el lector cuando acceda a tu obra. ¿Por qué no nos hablas ahora un poco acerca del proceso creativo? ¿A qué problemas te enfrentaste? ¿Hubo distancia entre la ubicación geográfica y la ubicación literaria? La psicología de los personajes, la trama… Cuéntanos un poco de esto.
RC: Mira, se dice que para aprender a escribir hay que meterse a escribir: es una realidad; y que cada quien va aprendiendo a escribir también es cierto, cada quien va creando su propio método. Yo me he hecho de unos pasos que no necesariamente los sigo 1-2 y 3, sino que cambio del 3 al 4 y del 5 al 1, por ejemplo. Primeramente pienso la novela, veo, vislumbro qué es lo que quiero escribir. Ya después de que pensé la novela desarrollo una historia, no necesariamente va todo en ese mismo momento. Ahora, viene un proceso de investigación. Si voy a hablar de Guadalajara pues tendré que meterme a estudiar Guadalajara. Si voy a hablar que había una banca enfrente del Ex Convento Del Carmen en 1948, habrá que ir a investigar la pinche banca. Ya que tienes esa investigación haces un primer escrito. Sueltas la historia, que tendrá mil defectos. Después vendrá un proceso de revisión y allí reescribes la historia. Quizás en ese momento necesites regresar a la investigación. Ya cuando tienes ese segundo tramo de la escritura vuelves a revisar y es en esa tercera revisión en la que yo digo que ya quedó más o menos, aunque siempre se le encontrarán defectos. Esa es la manera en la que yo escribo. Por consecuencia tengo que escribir, no puedo esperar a que venga la musa a decirme “hoy vas a escribir”.
M: ¿Cómo fue tu experiencia con la beca del Consejo Estatal Para la Cultura y Las Artes?
RC: Es algo muy curioso. Tú sabes que yo no creo en premios y en esas cosas. Pero a través del tiempo también va cambiando la manera de pensar y empieza uno a madurar. Para mí la beca no es más que un agradecimiento total a un trabajo que hacía de una manera más relajada. La beca y la producción de “El Arcano” me llevan a plantearme: “¿vas a escribir en serio o cada vez que tú quieras?”. Y decido escribir en serio. Te puedo decir que tengo poco tiempo intentando entrar al profesionalismo de la escritura. Y la beca para mí es eso, es la gran interrogante, es una encrucijada que tomo en mi vida. Me dice: “bueno, hay quien reconoce lo que estás haciendo. ¿Lo vas a dejar ahí? ¿Vas a seguirle?”. O prefieres decir: “bueno, alguna vez cuando yo era joven tuve una beca del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes… ah, qué chingón”. Eso representa, una encrucijada y una toma de decisión.
M: Es importante saber, Raúl, a parte de los nombres que nos mencionaste en qué otros escritores te recargas para poder resolver tu literatura.
RC: Soy un muy mal fan de cualquier escritor. Creo más en el Pullitzer que en el Nobel. Te puedo decir que hay textos que me encantan. Y sería una absoluta mentira decir que tengo dos o tres favoritos. Yo te puedo decir algunos que han marcado mi vida y algunos que me han enseñado a entender lo que es la literatura. De chico, no pudiendo escapar a Juan Rulfo. Juan Rulfo fue fundamental porque platicaba de cosas que yo conocía, eso de hablar de los indios güeros de Mazamitla es increíble porque mi familia, de parte de mi mamá, viene de la Sierra del Tigre. Yo me quedé fascinado. Años posteriores, en un viaje a Madrid, en uno de esos hostales en donde todos de pronto son amigos por el simple hecho de haber llegado al mismo lugar, nos juntamos un argentino, un ecuatoriano y yo, mexicano; estuvimos caminando. Por la tarde llegamos al museo Reina Sofía, para esto eran como las seis de la tarde y ya me tenían hasta la madre de: “es que Argentina es el mejor lugar para vivir”, “es que en Ecuador las mejores orfebrerías; nosotros los Ecuatorianos estamos haciendo un estudio entomológico”; y el argentino había sido tan chocante porque un día antes había aparecido en el periódico, creo que fue en El País o no recuerdo, diciendo que Buenos Aires era la mejor ciudad de América Latina, me lo tuve que chutar todo el día. Para mi fortuna y porque el destino es benévolo conmigo como con frecuencia, entramos a la librería del Reina Sofía y sobre el stand principal había una edición especial de “El Llano en Llamas” de Juan Rulfo. Voy, la veo, nunca la había visto, estaba acostumbrado a la del Fondo de Cultura Económica; la abro y en la segunda página quedo fascinado ­—todavía se me enchina la piel—, hay un mapa y en ese mapa está el Volcán de Colima, Mazamitla, Tuxcueca y esta zona de el Lago de Chapala que decía: San Pedrito, Jocotepec, San Juan… Con la cuarentaicinco en la mano, porque hay que tenerla de vez en cuando, saco el libro y les digo: “miren cabrones, pues ustedes serán lo que sean pero aquí está mi pueblo y de sus lugares, aquí en este museo, no hay nada”. Entonces Juan Rulfo me enseña la universalidad, me enseña la posibilidad de escribir donde sea y hacerlo parte del mundo. Después me fascinó la capacidad mental de un Borges, no soy ajeno a Borges; El Aleph es un cuento que cuando lo escuché por primera vez me volvió loco. Todavía recuerdo: Carlos Argentino en el espacio del escalón, que el Aleph es el punto del cual emanan y a donde regresan todos los puntos… y yo fascinado con esas cosas de la librería Tao, imagínate que hablar del Aleph era hablar de la cábala, eso es inmenso. Borges fue muy importante en su momento. Un libro muy especial que se llama “Siete noches” que es una compilación de siete diferentes pláticas que dio en un momento dado y que habla de las siete cosas más importantes para él y como a muchos autores universales le interesaba Las Mil y Una Noches. De Rulfo no quisiera dejar pasar que “Talpa” es el cuento genial que hay por estos lares y cada vez que escucho Talpa, perdón, yo no me acuerdo del lugar, yo me acuerdo del cuento de Rulfo. Leo lo que me llega a la mano pero le doy las primeras tres páginas y si no me gustan esa páginas lo tiro; a lo mejor habrá cosas muy buenas en la página diez pero tengo ese gran defecto. Mario Vargas Llosa me parece un excelente narrador. Hace poco estuve leyendo una compilación que tiene de los escritos que hace para El País cada quince días, se llama “El lenguaje de la pasión”, habla de todas esas cosas importantes que sucedieron el siglo pasado e inicios de este con una maestría muy interesante. La manera en la que arma sus párrafos es impresionante, a través de Vargas Llosa llego a leer a Flaubert, porque él menciona mucho a Flaubert, y te das cuenta que en realidad “Madame Bovary” es excelente, es un novelonón chiquito. Me encanta también la elegancia que tenía Carlos Fuentes cuando escribía. Yo digo que el escritor llega a apoderarse del lector cuando el lector acude a un lugar mencionado por ese mismo escritor y recuerdas el pedazo de la novela que estabas leyendo. Cuando fui a Veracruz y entré al café de la Parroquia recordé “La Silla del Águila” de Carlos Fuentes. De otros autores… se me irán muchos pero me gusta Orhan Pamuk, un escritor turco que es premio nobel también, Naguib Mahfuz un egipcio, podríamos platicar de tantos y tantos que me perdonarán todos los que se me fueron. Pero esos me han marcado.
M: ¿Ahora mismo qué lees?
RC: Ahorita estoy leyendo a Juan Villoro. Estoy leyendo este libro de “La Casa Pierde”, un compiladito de cuentos que me parecen muy bien. La edición es del 94 y genial. Anterior a ese estuve leyendo este libro de “El Principio del Placer” de José Emilio Pacheco.
M: Siendo un escritor publicado, Raúl ¿cómo ves el panorama literario de aquí, de Jocotepec? ¿ Qué falta? ¿Qué se necesita?
RC: Yo creo que el gran problema es que nuestras nuevas generaciones —igual la nuestra, yo le llamo la “generación del medio del sándwich” porque ni estamos con los que escribieron en máquina de escribir ni estamos con los que nacieron con la computadora, nosotros estamos en medio, yo tuve la locura esa de llevar al mismo tiempo computación y taquimecanografía en la secundaria—, desde esta generación del medio del sándwich para acá se va perdiendo la capacidad de soñar y cuando pierdes la capacidad de soñar, cuando pierdes la capacidad de imaginar es casi imposible acercarse a un texto y que la mente empiece a desarrollar todo un universo a tu agrado. Hoy la televisión… me gusta la tele, soy fanático de la televisión, pero la televisión mata, quema, también hay que ver qué ves en la tele. Es que ya todo está dado, ya no hay la posibilidad de la evocación, ya ni siquiera es la radio, la radio era genial, esas novelas de “El Ojo de Vidrio” ¿no?, Porfirio Cadena El Ojo de Vidrio, eso era genial. Había la posibilidad del manejo de la memoria y del manejo del cerebro. Pero hoy todo está dado: hoy sacas tu ipod, tu Smartphone y ves lo que quieras ver. Está bien, pero ¿dónde queda la posibilidad de soñar? Los jóvenes no tienen la posibilidad de soñar porque ya están en un camino en el que van, estudian, trabajan, y van a ser completamente infelices porque todo aquello que les han dicho que es, no es. Pero la literatura no está en sus vidas, no está.
M: ¿Alguna forma de incluir a la literatura en sus vidas?
RC: Ese comercialito que sale en la televisión de “lee 20 minutos con tus hijos al día” me parece que es una manera genial de empezar. No vamos a pedir que se lean las grandes novelas, yo creo que con que empiecen leyendo el Tvnovelas ya es un avance. Habrá que, luego, cambiar a otras cosas. Pero es importante leer: el libro policiaco, lo que tú quieras, el menú del restaurant. Ya nadie te pide un menú, ahora llegan al restaurant y preguntan: “Oiga ¿qué tiene?” Pues léele, cabrón, allí está en el menú. Empezar por allí.
M: Ábrenos un poco la cortina, Raúl, ya casi para finalizar; danos un poquito de luz acerca de las novelas que vienen, de las historias del detective Sabino Scalar y déjanos saber un poco antes de que las finalices.
RC: Estoy completamente contento porque estoy escribiendo un capítulo que me parece poca madre porque me estoy riendo mucho. En la novela de “El Arcano” habla de un Sabino callado, retraído, muy mental, aunque llega el momento en el que dice: “pero él, antes no era así”. Y la novela esta que estoy escribiendo tiene que ver con eso, con ese antes, cuando él no era así. Entonces se permite una serie de licencias, el personaje, que tienen que ver con el chiste mexicano porque la novela, curiosamente, la novela policiaca, la nuestra, la de México tiene una particularidad, que es el humor. Hay dos grandes escuelas: la inglesa que es mental, estos personajes rectos, que todo el tiempo están pensando, maquinando sus cosas y luego está la americana que tiene que ver hasta con una crítica social porque fue invadida por el comic y esos pequeños panfletitos de “Pulp”, pero ninguna de las dos es de risa. Y la novela mexicana, la policiaca por lo menos, el gran aditivo que le da es el humor. Y es en lo que me encuentro trabajando. Son dos historias, ocurren en momentos distintos pero se van entrelazando todo el tiempo. Una ocurre en Guadalajara y la otra en Paris. Y es genial porque es tratar de llevar las dos ciudades de cierta manera. Alguna vez me decías tú que no le hallabas mucha relación a Paris con Guadalajara pero yo te decía: “bueno, es que hay una calle que hoy se llama Chapultepec que antes se llamaba La Fayette”. Y tú pregúntale a la gente y dirán: “no, pues allí por La Fayette”; bueno, a los que tienen cincuenta años. Entonces se van desarrollando estas dos historias que tienen que ver también con una emotividad personal. Hablábamos hace rato de la psicología del personaje. Para entender “El Arcano”, aunque lo puedes leer y disfrutarlo, si quieres saber esa parte donde dice: “es que antes no era así”, y quieres saber cómo es el personaje este es el libro para leerlo, esta es la novela.
M: Sabemos, Raúl, que eres un autor que publica periódicamente en medios impresos, también en medios virtuales. También reconocemos que eres un autor que consume mucho la cultura popular, tú mismo lo acabas de reconocer, la televisión, el cine, la música popular, todo lo que es del pueblo, que son elementos que no hacen más que enriquecer tu labor literaria. En ese sentido, y en el entendido de que hay jóvenes escritores que leen Meretrices, ¿alguna recomendación para poder madurar el oficio, como tú le has llamado?
RC: Lo primero es entender que como cualquier profesión hay que sudarle y hay que sentarse. Una vez a mí me dijo un doctor cuando recién comenzaba esto de ser dentista, me decía: “mira, Raúl, es que las putas y los doctores trabajamos con lo mismo, con las nalgas, ellas las mueven y nosotros nos sentamos”. Y el escritor también, el escritor trabaja con las nalgas. Hay que sentarse y hay que escribir primero. Después… no, antes que eso: el placer por la lectura. Si no hay lectura en el escritor no hay nada, porque es de donde va a beber. El ser constante, el ser imaginativo y el tener la capacidad, que cuesta mucho trabajo (en lo personal a mí me cuesta mucho trabajo), de leer algo de uno mismo y decir: “esto es una porquería”.
M: La autocrítica.
RC: Sí, la autocrítica. Son las primeras cosas. Y decirles que no hay que desanimarse. Hace poco leía, curiosamente, un libro de Stephen King que se llama “Cuando escribo” y él mencionaba que antes de ganar esas cifras estratosféricas de los millones de dólares fue mandando cuentos desde que era niño y siempre venían con esta partecita que a mí ya me ha pasado: “Por el momento no estamos interesados en este tipo de historias. Agradecemos mucho. Siga con su proyecto. Quizá en otra editorial será mejor”. Y hay que aprender a vivir con eso.
M: Con el rechazo, y aprender que hay un proceso que se tiene que pasar. Te deseamos mucho éxito, Raúl. Estamos esperando que en cualquiera de estos días extraños aparezca una nueva novela tuya, una continuación de las aventuras del detective Sabino Scalar. Pero mientras eso sucede, seguirte leyendo, Raúl, y seguir aprendiendo de esa forma en que traduces todo lo que tienes en la palabra escrita. Te agradecemos por tu atención y por este tiempo que nos has dedicado. Ahora mismo es el momento de agregarles algo a todos nuestros lectores.
RC: Cuando salió el primer número de Meretrices tuve la oportunidad de estar allí. Con el tiempo ha aparecido uno que otro escrito. A veces las personas no entienden qué tan importante es esta revista. Esta revista es la única, ojalá hubiera más, pero es la única que tenemos en esta área. Ahí se les ha dado la oportunidad, como a mí, a muchos otros. Y algo de lo que me siento muy agradecido con Meretrices, es que un día caminando en Mazamitla entré a una tienda y vi que estaban las revistas de Meretrices; agarré una y vi que decía Raúl Contreras. Y eso me hizo feliz, y eso me hace feliz.
M: Pues muchas gracias, Raúl.