23 febrero 2013

Sospechas del porvenir
Raúl Contreras Álvarez






Meretrices: Esta noche estamos con Raúl Contreras Álvarez uno de los escritores jocotepenses más reconocidos y quien hace poco, en el 2011 fue becado por el Consejo Estatal para las Cultura y las Artes para publicar su primera novela. A pesar de ser este su primer ejercicio formal de publicación, es un autor que tiene muchos años escribiendo, que se ha entregado de forma seria y profesional al ejercicio de las letras y que hoy nos honra con su presencia en Meretrices. Raúl, antes de empezar con las preguntas importantes que giran en torno a la novela “El Arcano”, me gustaría que tomando esta novela como un parteaguas comencemos con el pasado. La pregunta a lo mejor es obvia pero es necesario: ¿por qué escribir?
Raúl Contreras: El primer contacto que tengo con la creación es un momento que recuerdo como si fuera ayer. El lugar existe todavía en la casa. Tendría 8 años cuando en la escuela primaria en la que estaba, en el colegio de Jocotepec hubo un concurso de cuento. Esa noche decidí que iba a escribir un cuento y lo hice en un sillón afelpado, de color gris, que fue muy significativo porque curiosamente en ese mismo sillón de color gris, cuando aprendí a leer, era el sitio en el que me acostaba para leer. Fue en el mismo lugar en el que por primera vez escribí un cuento. En la casa de mis papás todavía existe y de vez en cuando voy y me siento y recuerdo las cosas cómo iniciaron.
M: ¿Recuerdas de qué trataba ese cuento?
RC: Sí, hablaba sobre esta cuestión absurda de que todas las personas deseaban tener un diamante; y había carbón y por el sólo hecho de ser un pedazo de carbón solían hacerlo menos, discriminarlo. Pero un día a ese pedazo de carbón se lo traga el avestruz, se le queda en el cogote, matan al avestruz, le abren el cogote y se dan cuenta de que en ese proceso se había transformado en un diamante. Todos éramos iguales al final de cuentas, unos más oscuros y otros más relucientes.
M: ¿Ya leías en aquel entonces?
RC: Sí, ya leía, bastante. Para mí la lectura fue mi primer gran amigo porque siempre fui muy solitario. A pesar de que convivo con muchas personas, desde antes y hoy más, siempre he estado como en ese apartado de la soledad. Comencé leyendo, curiosamente, la Enciclopedia de México de Vicente Riva Palacio; era un regalo que me hizo mi papá. En esos tiempos era importante tener enciclopedias porque no había internet. Entonces me regaló esa, me regaló la Enciclopedia Cumbre y después me seguí leyendo Biografía del Poder, de Enrique Krauze, de allí mi pasión por la historia de México principalmente.
M: Raúl, compartes tu ejercicio literario con una profesión de odontología y una especialidad de odontología forense que imagino que el haber decidido tomar esta carrera ha impactado mucho en cuanto a la evolución que has tenido como escritor. Una cosa es escribir a los 7 años y otra cosa es escribir después de una carrera como estas, me imagino que los temas se han modificado. ¿Cuál ha sido el impacto de tu profesión directamente en el ejercicio literario?
RC: En el ejercicio literario me lleva a escribir la novela negra. Soy odontólogo forense y yo no decidí escribir novela negra, la novela negra decidió que yo la hiciera. Cuando te introduces a hacer algo nuevo regularmente te vas allegando de los datos, estudias las historias, estudias las costumbres de los lugares. Pero cuando yo empecé a escribir novela negra fue algo que se fue dando natural; yo no había leído absolutamente nada sobre la teoría de la novela policiaca y después de que escribo una primera novela curiosamente me doy cuenta que esos elementos se encontraban en mi novela. Por eso te digo que yo no decido escribir la novela negra, la novela negra decide escribirme.
 M: ¿Hace cuánto que la novela negra decidió que tú la escribieras?
RC: Cuando estaba en la maestría precisamente. Después de ver tanto muerto y tanto asesinato y tantas historias; siempre las reales son mejores que las inventadas. Entonces dije “voy a escribir sobre un detective”. Me aventé dos años buscándole el nombre al detective.
M: Sabino…
RC: Scalar, Sabino Scalar.
M: ¿Cómo llegaste a ese nombre?
RC: Primero llegó el apellido. Scalar, porque tiene que ver con esta cuestión de la medición, tiene que ver con esa parte científica que el mismo personaje tiene. Pero durante mucho tiempo estuve dándole vueltas al nombre y no quedaba fulanito Scalar, manganito Scalar, hasta que Sabino Scalar… Sabino, el nombre de Sabino es por un amigo mío que es criminólogo y criminalista y doctor en criminología y un excelente personaje. Que no tiene mucho que ver con el personaje que yo escribo, sólo por el nombre. Pero es Sabino también por un árbol mexicano. Ese es el punto, es un árbol mexicano. Y me gustó el Sabino Scalar.
M: Claro, es un vicio que ha sido realizado por un montón de escritores, recuerdo Dostoievski, recuerdo Juan Rulfo en cuyos personajes de novelas el nombre y el apellido comienzan con la misma letra.
RC: El impacto que da en la sonoridad: sssssssss. Y al final es como un silencio, la “s” es el silencio pero al mismo tiempo puede ser el viento.
M: Ahora, imagino, Raúl, que llegar al nombre del personaje no es el aspecto más difícil, sino la psicología del personaje. ¿Cómo describes la psicología de tu detective?
RC: Hay dos escritores de novela negra que me parecen muy importantes en mi propia experiencia porque fue a través de ellos que entiendo la psicología de mi personaje. Uno de ellos es Sherlock Holmes, clásico personaje de |Sir Arthur Conan Doyle. Aunque debo decirte que para mí el mejor relato policiaco es de Edgar Allan Poe, es fundamental.
M: El asesinato de la calle Morgue.
RC: Sí, El asesinato en la calle Morgue, que si tú te pones a estudiar el derecho, lo que viene siendo las pruebas periciales y el valor de las pruebas, yo digo que ese relato deberían de enseñárselo a todos los abogados porque es una manera de ver cómo las pruebas testimoniales llevan a crearte un gran conflicto y es hasta que entra esta cuestión de la ciencia a hacer una ayuda. En este caso no era algo tan científico pero sí había que descubrir al chango que se metía por la ventana. Entonces por un lado está Sherlock Holmes y por el otro lado está este personaje de Paco Taibo II, que es Belascuarain. Belascuarain me enseña que se puede hacer en México y eso es lo interesante y que traga Orange Cronch. Es un personaje de primera pero que tiene una vida de segunda, una vida oculta. Entonces yo te puedo decir que a mi personaje de alguna manera lo definen, en un principio, tan mamón como Sherlock Holmes pero tan naco como Belascuarain. Esa es la psicología de mi personaje.
M: ¿A tu corta edad, Raúl, has podido llegar a una receta que funcione para escribir el género de la novela?
RC: No creo en las recetas. Creo en que se debe buscar primero tener un oficio. Y yo me encuentro en ese momento, en el de entender el oficio. Yo soy un aprendiz de escritor. Creo que nunca voy a decir que soy escritor. Me cuesta trabajo. Siempre estoy aprendiendo, siempre estoy entendiendo la conjugación de un verbo, la manera en que se colocan unas comillas o cómo te viene la historia. Entonces yo solamente voy aprendiendo. Creo que lo importante es ir formando el oficio y el oficio se forma de a diario, no de mañana ni de pasado ni de a ver si algún día se me antoja y voy a ver qué se me ocurre. No. Es de a diario, meterte a tu máquina o a mano, con lo que quieras escribir y pegarle un rato… pero diario.
M: ¿Por qué no les comentas a nuestros lectores un poquito acerca de la temática de “El Arcano”?
RC: “El Arcano” conjuga temas que desde chico me han llamado la atención. El gran tema de “El Arcano” es el hombre. Tiene la referencia a las cartas del tarot. Yo tengo una tía, alguna vez te lo comentaba, ella es fanática de esto, de la lectura de las cartas y tenía su pirámide y colocaba la cruz y decía que no se podía y así. Curiosamente las primeras librerías que yo comienzo a visitar no es Gonvil, ninguna de esas; yo la primera librería que visito en mi vida es la librería Tao. Al entrar a la librería Tao, pues esos temas se vuelven parte importante de mis lecturas. Conjuga esa necesidad que tienen las personas por querer vislumbrar el futuro o querer tener algo de una manera mágica; y el darse cuenta de que eso no existe porque siempre hay un titiritero que mueve todo.
M: Dicen que los atajos no hacen sino regresar al punto de partida.
RC: Pero aun así es muy interesante la cuestión del tarot porque, bueno yo no lo veo como una cuestión adivinatoria, tirarse el tarot tiene que ver más con este concepto de Carl Jung que manejaba la idea de los arquetipos. Y curiosamente el tirarse el tarot es como ver un mandala tibetano, no es qué voy a descubrir del futuro de mi vida sino una manera de, a través de una serie de imágenes, entender una situación. Es como ver una obra de arte ¿no?, ir al museo o ir a una galería, te sientas y descubres que hay algo que estaba allí.
M: ¿Particularmente qué juego desempeña el tarot en “El Arcano”?
RC: Es la manera en que se comunica el gran titiritero con una serie de personajes que están a su disposición. A través de uno de estos tan frecuentes y famosos nuevos videntes y magos que aparecen en la televisión. Uno está muy acostumbrado a que sacas una carta y: ¡Tauro! ¡Te vas a morir pronto!; ¡Cáncer! ¡Sé feliz!; y es a través de esta dinámica que se crea en la organización criminal el cómo se van comunicando, no hay necesidad de llamarse por teléfono, no hay necesidad de implicarse como personas y dejar un rastro. Es más fácil tener un intermediario y ordenarle: “vas a decir tales cartas y cada quien sabe lo que tiene que hacer”.
M: Y nuestro detective Sabino Scalar tiene que descifrar todo ese sistema de símbolos…
RC: Tiene que descifrarlo. En un inicio llega un personaje y lo contrata. Sabino dice: “espérate, es que esto no es lo mío, yo no creo en esas cosas”. No tiene que ver con creer, tiene que ver con utilizar.
M: Sé, porque nos has contado antes, Raúl, que Sabino Scalar guarda otras historias perdidas. ¿Por qué no nos hablas un poco de esto?
RC: Como todo buen detective tiene historias antes de “El Arcano”, tendrá historias posteriores a “El Arcano” y cerrará un ciclo como todo detective. Porque la novela policiaca con un personaje como este tiene la obligación de platicar de dónde viene, cuáles son las raíces, cómo va evolucionando, cómo llega a tal punto de su personalidad, cómo la cambia; y al final tendrá que morir como todo en la vida. Por eso hay historias antes e historias después. Hoy estoy trabajando en una precuela, la novela que estoy escribiendo es una precuela de “El Arcano”.
M: Ahora, ya nos has platicado un poquito acerca del tema de “El Arcano”, de lo que trata y de lo que se puede encontrar el lector cuando acceda a tu obra. ¿Por qué no nos hablas ahora un poco acerca del proceso creativo? ¿A qué problemas te enfrentaste? ¿Hubo distancia entre la ubicación geográfica y la ubicación literaria? La psicología de los personajes, la trama… Cuéntanos un poco de esto.
RC: Mira, se dice que para aprender a escribir hay que meterse a escribir: es una realidad; y que cada quien va aprendiendo a escribir también es cierto, cada quien va creando su propio método. Yo me he hecho de unos pasos que no necesariamente los sigo 1-2 y 3, sino que cambio del 3 al 4 y del 5 al 1, por ejemplo. Primeramente pienso la novela, veo, vislumbro qué es lo que quiero escribir. Ya después de que pensé la novela desarrollo una historia, no necesariamente va todo en ese mismo momento. Ahora, viene un proceso de investigación. Si voy a hablar de Guadalajara pues tendré que meterme a estudiar Guadalajara. Si voy a hablar que había una banca enfrente del Ex Convento Del Carmen en 1948, habrá que ir a investigar la pinche banca. Ya que tienes esa investigación haces un primer escrito. Sueltas la historia, que tendrá mil defectos. Después vendrá un proceso de revisión y allí reescribes la historia. Quizás en ese momento necesites regresar a la investigación. Ya cuando tienes ese segundo tramo de la escritura vuelves a revisar y es en esa tercera revisión en la que yo digo que ya quedó más o menos, aunque siempre se le encontrarán defectos. Esa es la manera en la que yo escribo. Por consecuencia tengo que escribir, no puedo esperar a que venga la musa a decirme “hoy vas a escribir”.
M: ¿Cómo fue tu experiencia con la beca del Consejo Estatal Para la Cultura y Las Artes?
RC: Es algo muy curioso. Tú sabes que yo no creo en premios y en esas cosas. Pero a través del tiempo también va cambiando la manera de pensar y empieza uno a madurar. Para mí la beca no es más que un agradecimiento total a un trabajo que hacía de una manera más relajada. La beca y la producción de “El Arcano” me llevan a plantearme: “¿vas a escribir en serio o cada vez que tú quieras?”. Y decido escribir en serio. Te puedo decir que tengo poco tiempo intentando entrar al profesionalismo de la escritura. Y la beca para mí es eso, es la gran interrogante, es una encrucijada que tomo en mi vida. Me dice: “bueno, hay quien reconoce lo que estás haciendo. ¿Lo vas a dejar ahí? ¿Vas a seguirle?”. O prefieres decir: “bueno, alguna vez cuando yo era joven tuve una beca del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes… ah, qué chingón”. Eso representa, una encrucijada y una toma de decisión.
M: Es importante saber, Raúl, a parte de los nombres que nos mencionaste en qué otros escritores te recargas para poder resolver tu literatura.
RC: Soy un muy mal fan de cualquier escritor. Creo más en el Pullitzer que en el Nobel. Te puedo decir que hay textos que me encantan. Y sería una absoluta mentira decir que tengo dos o tres favoritos. Yo te puedo decir algunos que han marcado mi vida y algunos que me han enseñado a entender lo que es la literatura. De chico, no pudiendo escapar a Juan Rulfo. Juan Rulfo fue fundamental porque platicaba de cosas que yo conocía, eso de hablar de los indios güeros de Mazamitla es increíble porque mi familia, de parte de mi mamá, viene de la Sierra del Tigre. Yo me quedé fascinado. Años posteriores, en un viaje a Madrid, en uno de esos hostales en donde todos de pronto son amigos por el simple hecho de haber llegado al mismo lugar, nos juntamos un argentino, un ecuatoriano y yo, mexicano; estuvimos caminando. Por la tarde llegamos al museo Reina Sofía, para esto eran como las seis de la tarde y ya me tenían hasta la madre de: “es que Argentina es el mejor lugar para vivir”, “es que en Ecuador las mejores orfebrerías; nosotros los Ecuatorianos estamos haciendo un estudio entomológico”; y el argentino había sido tan chocante porque un día antes había aparecido en el periódico, creo que fue en El País o no recuerdo, diciendo que Buenos Aires era la mejor ciudad de América Latina, me lo tuve que chutar todo el día. Para mi fortuna y porque el destino es benévolo conmigo como con frecuencia, entramos a la librería del Reina Sofía y sobre el stand principal había una edición especial de “El Llano en Llamas” de Juan Rulfo. Voy, la veo, nunca la había visto, estaba acostumbrado a la del Fondo de Cultura Económica; la abro y en la segunda página quedo fascinado ­—todavía se me enchina la piel—, hay un mapa y en ese mapa está el Volcán de Colima, Mazamitla, Tuxcueca y esta zona de el Lago de Chapala que decía: San Pedrito, Jocotepec, San Juan… Con la cuarentaicinco en la mano, porque hay que tenerla de vez en cuando, saco el libro y les digo: “miren cabrones, pues ustedes serán lo que sean pero aquí está mi pueblo y de sus lugares, aquí en este museo, no hay nada”. Entonces Juan Rulfo me enseña la universalidad, me enseña la posibilidad de escribir donde sea y hacerlo parte del mundo. Después me fascinó la capacidad mental de un Borges, no soy ajeno a Borges; El Aleph es un cuento que cuando lo escuché por primera vez me volvió loco. Todavía recuerdo: Carlos Argentino en el espacio del escalón, que el Aleph es el punto del cual emanan y a donde regresan todos los puntos… y yo fascinado con esas cosas de la librería Tao, imagínate que hablar del Aleph era hablar de la cábala, eso es inmenso. Borges fue muy importante en su momento. Un libro muy especial que se llama “Siete noches” que es una compilación de siete diferentes pláticas que dio en un momento dado y que habla de las siete cosas más importantes para él y como a muchos autores universales le interesaba Las Mil y Una Noches. De Rulfo no quisiera dejar pasar que “Talpa” es el cuento genial que hay por estos lares y cada vez que escucho Talpa, perdón, yo no me acuerdo del lugar, yo me acuerdo del cuento de Rulfo. Leo lo que me llega a la mano pero le doy las primeras tres páginas y si no me gustan esa páginas lo tiro; a lo mejor habrá cosas muy buenas en la página diez pero tengo ese gran defecto. Mario Vargas Llosa me parece un excelente narrador. Hace poco estuve leyendo una compilación que tiene de los escritos que hace para El País cada quince días, se llama “El lenguaje de la pasión”, habla de todas esas cosas importantes que sucedieron el siglo pasado e inicios de este con una maestría muy interesante. La manera en la que arma sus párrafos es impresionante, a través de Vargas Llosa llego a leer a Flaubert, porque él menciona mucho a Flaubert, y te das cuenta que en realidad “Madame Bovary” es excelente, es un novelonón chiquito. Me encanta también la elegancia que tenía Carlos Fuentes cuando escribía. Yo digo que el escritor llega a apoderarse del lector cuando el lector acude a un lugar mencionado por ese mismo escritor y recuerdas el pedazo de la novela que estabas leyendo. Cuando fui a Veracruz y entré al café de la Parroquia recordé “La Silla del Águila” de Carlos Fuentes. De otros autores… se me irán muchos pero me gusta Orhan Pamuk, un escritor turco que es premio nobel también, Naguib Mahfuz un egipcio, podríamos platicar de tantos y tantos que me perdonarán todos los que se me fueron. Pero esos me han marcado.
M: ¿Ahora mismo qué lees?
RC: Ahorita estoy leyendo a Juan Villoro. Estoy leyendo este libro de “La Casa Pierde”, un compiladito de cuentos que me parecen muy bien. La edición es del 94 y genial. Anterior a ese estuve leyendo este libro de “El Principio del Placer” de José Emilio Pacheco.
M: Siendo un escritor publicado, Raúl ¿cómo ves el panorama literario de aquí, de Jocotepec? ¿ Qué falta? ¿Qué se necesita?
RC: Yo creo que el gran problema es que nuestras nuevas generaciones —igual la nuestra, yo le llamo la “generación del medio del sándwich” porque ni estamos con los que escribieron en máquina de escribir ni estamos con los que nacieron con la computadora, nosotros estamos en medio, yo tuve la locura esa de llevar al mismo tiempo computación y taquimecanografía en la secundaria—, desde esta generación del medio del sándwich para acá se va perdiendo la capacidad de soñar y cuando pierdes la capacidad de soñar, cuando pierdes la capacidad de imaginar es casi imposible acercarse a un texto y que la mente empiece a desarrollar todo un universo a tu agrado. Hoy la televisión… me gusta la tele, soy fanático de la televisión, pero la televisión mata, quema, también hay que ver qué ves en la tele. Es que ya todo está dado, ya no hay la posibilidad de la evocación, ya ni siquiera es la radio, la radio era genial, esas novelas de “El Ojo de Vidrio” ¿no?, Porfirio Cadena El Ojo de Vidrio, eso era genial. Había la posibilidad del manejo de la memoria y del manejo del cerebro. Pero hoy todo está dado: hoy sacas tu ipod, tu Smartphone y ves lo que quieras ver. Está bien, pero ¿dónde queda la posibilidad de soñar? Los jóvenes no tienen la posibilidad de soñar porque ya están en un camino en el que van, estudian, trabajan, y van a ser completamente infelices porque todo aquello que les han dicho que es, no es. Pero la literatura no está en sus vidas, no está.
M: ¿Alguna forma de incluir a la literatura en sus vidas?
RC: Ese comercialito que sale en la televisión de “lee 20 minutos con tus hijos al día” me parece que es una manera genial de empezar. No vamos a pedir que se lean las grandes novelas, yo creo que con que empiecen leyendo el Tvnovelas ya es un avance. Habrá que, luego, cambiar a otras cosas. Pero es importante leer: el libro policiaco, lo que tú quieras, el menú del restaurant. Ya nadie te pide un menú, ahora llegan al restaurant y preguntan: “Oiga ¿qué tiene?” Pues léele, cabrón, allí está en el menú. Empezar por allí.
M: Ábrenos un poco la cortina, Raúl, ya casi para finalizar; danos un poquito de luz acerca de las novelas que vienen, de las historias del detective Sabino Scalar y déjanos saber un poco antes de que las finalices.
RC: Estoy completamente contento porque estoy escribiendo un capítulo que me parece poca madre porque me estoy riendo mucho. En la novela de “El Arcano” habla de un Sabino callado, retraído, muy mental, aunque llega el momento en el que dice: “pero él, antes no era así”. Y la novela esta que estoy escribiendo tiene que ver con eso, con ese antes, cuando él no era así. Entonces se permite una serie de licencias, el personaje, que tienen que ver con el chiste mexicano porque la novela, curiosamente, la novela policiaca, la nuestra, la de México tiene una particularidad, que es el humor. Hay dos grandes escuelas: la inglesa que es mental, estos personajes rectos, que todo el tiempo están pensando, maquinando sus cosas y luego está la americana que tiene que ver hasta con una crítica social porque fue invadida por el comic y esos pequeños panfletitos de “Pulp”, pero ninguna de las dos es de risa. Y la novela mexicana, la policiaca por lo menos, el gran aditivo que le da es el humor. Y es en lo que me encuentro trabajando. Son dos historias, ocurren en momentos distintos pero se van entrelazando todo el tiempo. Una ocurre en Guadalajara y la otra en Paris. Y es genial porque es tratar de llevar las dos ciudades de cierta manera. Alguna vez me decías tú que no le hallabas mucha relación a Paris con Guadalajara pero yo te decía: “bueno, es que hay una calle que hoy se llama Chapultepec que antes se llamaba La Fayette”. Y tú pregúntale a la gente y dirán: “no, pues allí por La Fayette”; bueno, a los que tienen cincuenta años. Entonces se van desarrollando estas dos historias que tienen que ver también con una emotividad personal. Hablábamos hace rato de la psicología del personaje. Para entender “El Arcano”, aunque lo puedes leer y disfrutarlo, si quieres saber esa parte donde dice: “es que antes no era así”, y quieres saber cómo es el personaje este es el libro para leerlo, esta es la novela.
M: Sabemos, Raúl, que eres un autor que publica periódicamente en medios impresos, también en medios virtuales. También reconocemos que eres un autor que consume mucho la cultura popular, tú mismo lo acabas de reconocer, la televisión, el cine, la música popular, todo lo que es del pueblo, que son elementos que no hacen más que enriquecer tu labor literaria. En ese sentido, y en el entendido de que hay jóvenes escritores que leen Meretrices, ¿alguna recomendación para poder madurar el oficio, como tú le has llamado?
RC: Lo primero es entender que como cualquier profesión hay que sudarle y hay que sentarse. Una vez a mí me dijo un doctor cuando recién comenzaba esto de ser dentista, me decía: “mira, Raúl, es que las putas y los doctores trabajamos con lo mismo, con las nalgas, ellas las mueven y nosotros nos sentamos”. Y el escritor también, el escritor trabaja con las nalgas. Hay que sentarse y hay que escribir primero. Después… no, antes que eso: el placer por la lectura. Si no hay lectura en el escritor no hay nada, porque es de donde va a beber. El ser constante, el ser imaginativo y el tener la capacidad, que cuesta mucho trabajo (en lo personal a mí me cuesta mucho trabajo), de leer algo de uno mismo y decir: “esto es una porquería”.
M: La autocrítica.
RC: Sí, la autocrítica. Son las primeras cosas. Y decirles que no hay que desanimarse. Hace poco leía, curiosamente, un libro de Stephen King que se llama “Cuando escribo” y él mencionaba que antes de ganar esas cifras estratosféricas de los millones de dólares fue mandando cuentos desde que era niño y siempre venían con esta partecita que a mí ya me ha pasado: “Por el momento no estamos interesados en este tipo de historias. Agradecemos mucho. Siga con su proyecto. Quizá en otra editorial será mejor”. Y hay que aprender a vivir con eso.
M: Con el rechazo, y aprender que hay un proceso que se tiene que pasar. Te deseamos mucho éxito, Raúl. Estamos esperando que en cualquiera de estos días extraños aparezca una nueva novela tuya, una continuación de las aventuras del detective Sabino Scalar. Pero mientras eso sucede, seguirte leyendo, Raúl, y seguir aprendiendo de esa forma en que traduces todo lo que tienes en la palabra escrita. Te agradecemos por tu atención y por este tiempo que nos has dedicado. Ahora mismo es el momento de agregarles algo a todos nuestros lectores.
RC: Cuando salió el primer número de Meretrices tuve la oportunidad de estar allí. Con el tiempo ha aparecido uno que otro escrito. A veces las personas no entienden qué tan importante es esta revista. Esta revista es la única, ojalá hubiera más, pero es la única que tenemos en esta área. Ahí se les ha dado la oportunidad, como a mí, a muchos otros. Y algo de lo que me siento muy agradecido con Meretrices, es que un día caminando en Mazamitla entré a una tienda y vi que estaban las revistas de Meretrices; agarré una y vi que decía Raúl Contreras. Y eso me hizo feliz, y eso me hace feliz.
M: Pues muchas gracias, Raúl.


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