Del Artista y su Dama
Cuando
todo se va y el cuarto es la cápsula, cuando las noticias del televisor son una
playa consentidamente humana, allí, el abraso del calor en los cuerpos rompe
incompatibilidades, destroza diferencias al sumo empollo de ese lugar apolítico
viciado de rebeldía, bunker de sentimientos al que le importan un bledo el frío
y el cielo gris de este invierno donde las noches nos ocultan otro siglo de
tragedias. El diálogo de las almas desnudas son la carne bajo las sábanas,
frazadas y acolchado sin orden, el apego entrelazado como dos fibrosas
enredaderas copulando su savia, latiendo el profundo respiro de la ternura, de
la protección de esas horas que no serán eternas. De la inclemente época que
patea el pecho de los pobres, que desgarra cuarentenas de la caridad, las
mantas son el refugio apolillando la evocación de los que están lejos. El
cuerpo, la vasta necesidad, el día a día del trabajo social más viejo del
mundo. “Y otra más que sale rana”
dijo el gallego tutor de las desesperanzas, alerta caballero de las doncellas
desvirgadas en las trampas del cariño. Así danza la historia, con la cortesana
amante de soledades dando ternura a las trampas del artista en su cuarto del
lupanar, en las puertas cerradas como si afuera ya no hubiese nada, ella ya
cumplió su horario, él será el ensueño de otra madrugada cobijados a ese mundo
creado con el insomnio, a ese dibujo, cuento, realidad que parece ser una
película diferente que están creando desde sus entrañas…
La taquilla de los teatros agotados los ven merodear en las
noches. Sus curvas veedoras de los deseos juegan con la debilidad de los
hombres, estirando agonías, reduciendo las paciencias, libando su recreo, su
natural actuación sin pausa, frenética; consiente roba la escena de las
tentaciones. El erotismo de sus caderas, la dulzura de su ser que ya no le
asombra nada, los años de experiencia en la oferta de su caro cuerpo. En el
otro rincón él entra en un perfil bajo, llama la atención como a la incógnita
patente de su vida. Luego los dedos en la guitarra con sus letras donde no
faltan mujeres como esa Muñeca Brava. El Negro lo acompaña con la otro viola,
los demás miran su ensayo de casualidades, se asombran, se excluyen por el
intruso conocido que ya encontró la mirada de ella en un pasar, pero no se
detienen, se ven actuar cuando el otro está descuidado encendiendo la luz a los
comensales. Son parte el uno y el otro, hay más músicos, cantantes, jugadores
de pool, damas, vicios y alcohol. Pero cuando entra a tornear la calma se
descubren ante los que no saben, están cada vez más juntos, cada uno habla su
sapiencia. Se miran cómplices, se hablan como los conocidos que son. El
erotismo, la elegancia y el deseo piden la última cerveza. Salen bebiendo por
la calle ante la mirada y el silencio de todos, dejan la estela de un romance
de arrabales con las luces de neón que marcan las leyendas. Están cada vez más
perdidos, están cada vez más juntas estas dos tormentas que abusan de la
osadía, que tiemblan, pues saben que se están cocinando a fuego lento en la
hoguera de sus pasiones, de sus pasados turbios, de sus historias de años que
pueden ser décadas, de alegrías y tristezas. De aventuras. De lo que hoy
sienten como nuevo por haberlo dejado tan lejos, casi olvidado en algún rincón
del alma, en lo que brillan sus ojos frente a frente por la pintura de los
cuerpos desnudos, en los días eternos de sus abrazos en la cama, en los sueños
de protección dentro del mar de sus calmas. En días que dejaron todo. En los
espacios que ganaron ante la sucia sociedad. Son un espejo que deberán romper,
saben del paseo que llevan sus vidas, pero ella es mas consiente que él, lleva
la madurez de la mujer para disfrutar, sufrir, levantarse y seguir. Él es el
hombre, el caballero inmaduro al son de la falsa frialdad. Así la historia
vibra los vértigos entre vicios, amor, alcohol, tranquilidades y sensatez.
Locuras de unos meses para el artista y esa mujer intensa que se siente como
dice nunca se había sentido, y sin miedos dice “Te amo”... se saben que pelean una batalla perdida que les dejaría
heridas… que se desangrarían a sus mercedes, porque hoy será la última vez que
se vean. Ella huirá, él se quedará dejándola partir en una pieza regocijada de
vida donde se dará parte al vacío, donde ambos con el tiempo mirarán atrás.
Ella 28, él 35, con mares de historias para mil novelas se animaron a perder
otra vez, tan sólo por ganar lágrimas caer de verdad… ella dijo una vez: “Una no elige de quien enamorarse, y yo me he
enamorado del hombre equivocado. Me estoy volviendo loca contigo”. Él se
sintió complacido y luego, antes de que partiera, cuando lentamente se vestía
le repitió su frase: “Como tú dijiste:
uno no elije de quien enamorarse”. Ella hizo una pausa, se dio vuelta con
los ojos llenos de lágrimas. Ambos se sintieron bellamente estúpidos. Se
despidieron, se abrazaron. Ella salió y tiró la caja de cigarros mirando un
camino parecido a la nada, flotando fuera del mundo, él se sentó en la mesa y
bebió un whisky en la mañana, mirando los árboles del patio, convencido de que así
es la vida, que todo queda prendido como un ovulo fecundado…
Maximiliano García
Escritor uruguayo nacido en Carmelo
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