21 octubre 2009

Eutanasia o adopción,
¿Cuál es la mejor opción?

En México existen muchos shelters y centros antirrábicos, en ellos se trata de ayudar (¿?) a la creciente población de perros y gatos que va en aumento por causa de la población humana que permite que éstos se reproduzcan sin ningún control. La causa es monetaria en su mayoría ya que los costos de castraciones y esterlisaciones ha subido y como la mayor parte de los dueños de estos animales son de escasos recursos no las pueden costear. Los extranjeros que viven como repatriados en nuestro país suelen crear centros de adopción para estos animales. Pero al adoptar un perro de uno de estos centros uno tiene que dar un donativo de más de doscientos pesos por el animal que aseguran que ya está desparasitado y vacunado. Es esta “garantía” lo que la gente paga, así como el hecho de que estos animales ya se encuentran operados o castrados para evitar su reproducción.

También está el caso de los animales que no alcanzan a llegar a un shelter y que agonizan en la calle, o de los animales que a pesar de tener “dueños” éstos se encuentran en pésimo estado de salud y llenos de parásitos que los van devorando por dentro. Esta muerte lenta y peor aún ante los ojos de un ser “humano” (o más bien inhumano) que por causas de la economía no compra los medicamentos necesarios para evitar las enfermedades que pueden llegar a ser un riesgo para la salud humana también.

Así como las autoridades del sector salud se preocupan por dar una vez al año de forma gratuita la vacuna antirrábica a todos los perros y gatos que conviven con humanos en todos los rincones de la república, deberían de dejar de venderse ante las farmacéuticas veterinarias que sólo quieren lucrar con los demás medicamentos, las pulgas, lombrices, y garrapatas así como con algunas de las enfermedades que estos animales pueden transportar; son problemas para los humanos. Además, la vida, pareja, de todos, no sólo de la especie humana debería de ser cuidada, respetada y supervisada la salud de todos estos seres que habitamos sobre la tierra por los gobiernos. Ya basta con sólo darles importancia a los humanos, las mascotas y animales que terminan en las calles deberían de también dejar de ser un negocio y se les debería dar la importancia necesaria tan sólo por ser seres vivos.

Esta protección también se debe de expandir a la fauna salvaje que ya sea protegida o desprotegida, de todos modos pasan los niños aventando piedras y matando a inocentes criaturas como pajaritos, lagartijas y ardillas o ratas. A veces ves a algunos depredadores humanos aún matando a animales que ya casi están extintos y “les vale” que sean de alguna especie protegida, de todos modos ¿quién refuerza estas leyes? Los policías locales de las pequeñas localidades apenas y pueden servir para mantener el orden entre los humanos, y los ministerios públicos de plano sólo son burócratas que piden seis copias de cualquier denuncia para que ellos junto con otros cinco ineptos disque lean lo que dice el papel y después citar a las personas involucradas, para terminar sellando el expediente como un asunto de archivo muerto donde se quedarán todas esas toneladas de papeles que alguna vez fueron árboles y que precisamente eran el hogar de los animales salvajes que seguirán siendo atacados sin tregua hasta que la extinción se encargue de su lamentable predicamento.

Espero en lo personal, no estar viva el día en que en las noticias se diga: “los humanos somos los únicos animales que quedamos sobre la faz de la tierra”. Porque realmente no me gustaría decirles a mis descendientes que no hice nada para detener el exterminio de los animales. Yo admito haber sido, algún día, de esos dueños que no vacunaban ni desparasitaban a sus mascotas. Y lamento mucho no haberlo hecho, gracias a mis descuidos, muchos pequeños seres vivos murieron bajo mi cuidado. Yo en lo personal odio la hipocresía y hoy me doy cuenta que eso estaba haciendo, decía que era una gran protectora de los derechos de los animales y no protegía a mis propias mascotas de cosas tan simples como parásitos externos e internos que me los arrebataban.

Peter es un perrito ratonero, que después de hacer una pausa en mi vida, y apenas cuando estaba empezando a formar una vida nueva, en la cual pudiera cuidar adecuadamente de los seres que amo, mi familia, llegó a vivir conmigo. Esta era la prueba para ver si me podría comprometer en totalidad a otro ser vivo. El animalito estaba en los huesos y pertenecía a una señora que era como yo antes, que no cuidaba de esos asesinos diminutos a su mascota. Los parásitos ya se salían con sus heces de lo cundido que estaba el pobre animalito. Así que me lo robé. Lo llevé al veterinario al día siguiente de adoptarlo y en pocas semanas gozaba de excelente salud, con sus debidas vacunas y desparasitado, y con un collar mata pulgas alrededor de su cuello.

Tomás llegó en cuanto yo sentí que Peter ya estaba en camino a ser una mascota sana y segura para hacerme compañía. Tommy es un gatito europeo de pelo largo, gris con blanco que medio comía con unas vecinas en el pueblito ribereño donde me mudé a fines de julio del 2008. En cuanto a mis mascotas anteriores, Kitty, mi gatita siamesa, es la única que aún sé dónde está y espero poderla recuperar y traer a mi vida; y claro, esta vez también será adecuadamente atendida para que goce de buena salud. Me está costando una cantidad de dinero que ahueca mi bolsillo pero esta colaboración, será para mostrarles que puedo ser lo suficientemente responsable como para poder vivir con otros seres en este mundo.

Aquí pido a las autoridades por último que ellos sean responsables de toda la vida en este planeta. Que realmente apoyen a las asociaciones de voluntarios que dedican su tiempo para tratar de ayudar con esta creciente y abundante situación de animales enfermos que nadie quiere. Las desparasitaciones, las esterilizaciones y todas las vacunas deberían de ser gratuitas, porque mientras haya gente lucrando con la salud, seguirá la enfermedad. El problema no va a desaparecer jamás mientras la economía esté de por medio. La gente no va a pagar quince pesos por una pastilla para matar lombrices cuando tienen que juntarlos para el siguiente kilo de tortillas que su familia comerá ese día. Piénsenlo, si los animales no se enfermaran, la gente no los tiraría a la calle, entonces no terminarían en shelters, donde no se tendría que tomar la dolorosa decisión entre la eutanasia o la adopción.

Paloma Arau

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