20 agosto 2008

Editorial

Dentro del recorrido escultórico que uno puede hacer de ordinario por Guadalajara encontramos, como en muchas ciudades, un intrincado laberinto de arte urbano, murales, monumentos y figuras de aquellos que han forjado la historia y que por sus bronces y canteras continúan vivos entre nosotros.
¿Por qué un pueblo tiene que inmortalizar a sus hijos predilectos? ¿Por qué adentrarse en el pasado con tanto afán? Hoy la respuesta parece ser más simple que aquellas que se han dado en los intentos por resolver tal cuestión: la sociedad esculpe a esta especie de preclaros porque desafortunadamente cada vez son más pocos los que quedan vivos. Y hay que tenerlos presentes, recordar esa época en que el hombre llegaba a sitios de humanismo que en estos momentos no podemos ni imaginar, que exaltaba su alma y creía en ese ideal que aunque hoy borroso al parecer debemos revivir: la idea de nación. Y buscamos, precisamente, que esta nación no olvide que su forma y contenido deben mucho a esta raza de valientes. Hombres esclarecidos como Agustín Rivera, Mariano Escobedo, Gonzalo Curiel, Vicente Suárez, Mariano Jiménez, Valerio Trujano, Miguel Ibarra, Jacobo Gálvez o Pedro Garfias empiezan a hacer sentir sus ausencias entre nosotros.
Y es entre estos trazadores de arte monumental, entre estos forjadores de momentos históricos que encontramos en las calles, que la figura del maestro Miguel Miramontes se destaca. Tapatío de cuna, ha realizado más de trescientas esculturas en su larga e intensa trayectoria y algunas consideradas como las más importantes en la capital jaliscienses. Y no se destaca sólo por todas las figuras de nuestros héroes que han pasado por sus manos, que han sido modeladas por su genio, también es porque el mismo maestro Miramontes pertenece a esta especie de hombres, pocos, como les decía, que han forjado al país empleando su trabajo y su ingenio. Considerado como uno de los escultores vivos más importantes en México, don Miguel Miramontes es nuestro orgullo, nuestra inspiración, nuestro maestro. Lo notamos en su trabajo que podemos ver en numerosas ocasiones en Guadalajara y aquí mismo en Chapala; lo sabemos por los treinta años agotados de enseñanza en nuestra Universidad, por la incontable cantidad de alumnos a los que ha enseñado; por su calidad como ser humano; en fin, por todo lo que nos ha legado. He aquí, pues, nuestro sincero homenaje a uno de los jaliscienses más notables en la historia de la escultura mexicana.
Que por qué se interesó en este oficio, que cuáles han sido los caminos por los que ha realizado su obra, que cómo llegó a Chapala y qué lo ata con estas tierras; todo eso lo sabremos en esta edición dedicada al maestro y amigo de tantos: don Miguel Miramontes.
Bienvenidos.

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