20 agosto 2008

UN DELINCUENTE LLAMADO BRADBURY

Seguramente más de uno ha leído el nombre de Ray Bradbury al estar paseando por los interminables pasillos de la biblioteca de Babel o al ir recorriendo el stand donde se albergan los tomos que se refieren a la literatura fantástica o de ciencia ficción en cualquier librería del mundo. Títulos como Crónicas Marcianas, El Hombre Ilustrado, Fahrenheit 451, La Feria de las Tinieblas, etc., son algunas de sus obras literarias más conocidas. Sin embargo, esta vez me tomaré la libertad de platicarles de un joven vendedor de periódicos, a quien la mala fortuna no le permitió asistir a la universidad convirtiéndolo en un precoz lector de escritores de la talla de Poe, Verne, Capote, Caín, etc. Les contaré el resultado de las mañanas de sábado y domingo en “Muscle Beach”, cuando el adolescente Ray se tiraba sobre una toalla azul que descansaba en la arena, y miraba al mar alejarse para volver con más fuerza (quizá de ahí su manera de narrar). Meses genéticos en los que nuestro amigo voceador influenciado por “Leight Bracket”, escribía cuentos policiacos respetando la estructura de la novela negra en algunos casos, en otros la del policial clásico o la novela de detectives del siglo XX. Para comenzar, colocaré la delincuente mirada sobre uno de sus cuentos más importantes en lo que a esta etapa se refiere: “El Pequeño Asesino”. Primero de quince cuentos que fueron publicados en los cuarentas en revistas como Dime Detective, Dime Mistery, Detective tales, Black Mask. Y, en los ochentas, en la antología titulada “Memorias de un Crimen”.
.


Entrando en materia, les diré que al inicio del cuento el escritor utiliza un anacronismo, prolepsis en este caso, para entrar a media res a la historia (No podía decir realmente cuándo tuvo la idea de que iban a asesinarla. Pag 1). Ray utiliza una tercera voz omnisciente con la finalidad de hacernos sentir que lleva bien sujeto el hilo narrativo y, además, con el propósito de introducir una primera voz protagonista, buscando hacernos sentir mayor velocidad en algunos momento convenientes del relato. Como leerán en la primera hoja y parte de la segunda, el sumario que Bradbury decide colocar, hace de nuestro conocimiento la trama y la moraleja del cuento; podríamos decir que esto llevaría a más de uno a cerrar el libro y continuar leyendo las tiras cómicas del diario, pero, en mi caso, como un experimentado lector del genero policial, es el nudo que sujeta mi piel a la historia. Ray Bradbury tiene la habilidad de crear tres nacimientos: el del asesino, el de la madre y, si me lo permiten, me gustaría pensar que el espacio que deja, al final de la segunda hoja, para continuar el relato, es el nacimiento del cuento. Con esta afirmación, he entrado al proceso de deconstrucción del cuento, así que me permitiré desbordar el relato con la finalidad de encontrar el paratexto de la historia. Hablar de moral cuando se analiza un relato de Bradbury es más que obligado, a lo largo de su vida literaria el autor ha fincado este tema como uno de los elementos primordiales en sus relatos. En el pequeño asesino, el joven Ray pone en juego un peligroso tema: el amor maternal; convierte a Alice, la madre del bebé, (es interesante que el autor evité darle un nombre al asesino) en una mujer que sufre la angustia de saber que su hijo, antes y después de nacer, la quiere asesinar. Para la mayoría de los lectores, el simple hecho de que les sugieran tan horrenda propuesta en un relato ya es algo abominable, enfermizo, algo que sólo un escritor fuera de sus cabales puede proponerles; pero, para Bradbury, es el corazón del relato. Continuando con el análisis del cuento, sabemos que David, el esposo, es advertido casi al inicio del relato por el doctor del sentimiento que Alice guarda hacía su hijo; Jeffers, sin saberlo, se convierte en el portador de un no saber, un secreto que al no ser revelado causa la muerte de David y Alice y, quizá, de él mismo. (Decía cosas raras de veras… No las repetiré. Pág. 13). Como buen jugador, Ray nos va dando en todo momento las claves y los sucesos que van ocurriendo, jamás traiciona a los lectores escondiendo información que dará coherencia al final. Alice nunca deja de demostrarnos temor por su hijo David, preocupación, el bebé no deja de acechar a su victima y el doctor de justificar las enfermedades de su paciente con cuestiones psicológicas. El clímax de la historia llega con la muerte de Alice, es el punto donde ya no hay retorno y la cadena de acontecimientos gira a mayor velocidad. David finalmente le cree a su mujer, sabe que su hijo mato a su esposa y se siente culpable; en más de una ocasión ella se lo había advertido y él no le creyó (El bebé está ahí pensando cómo podría matarme. Pág. 23). Al igual que con Alice, el doctor vuelve a ser caso omiso de la advertencia de David, todo lo encierra en una cuestión psicológica que tendrá que superar y ese errado diagnostico es lo que nos lleva al desenlace de la historia. El doctor ha entrado al cuarto de David y el olor a gas le hace saber que el esposo de Alice ha fallecido; por un momento, él busca encontrar una explicación lógica a este suceso, pero, al ir en busca del bebé a su cuarto y descubrir la cuna vacía, la información almacenada, el no saber, lo golpea de tajo. Ahora, Jeffers sabe quién es el asesino, mas no el nombre, (curiosa propuesta la de Bradbury) y baja sigilosamente las escaleras en busca de la herramienta que utilizó para traer al bebé a la vida y, si la suerte está de su lado, ahora le provocará la muerte. A pesar de conocer el final, de saber que el pequeño asesino ha sido descubierto, en la cabeza de los lectores, por lo menos en la mía, siguen rondando algunas preguntas, que estoy seguro que si logramos contestar, seguramente nos dará una nueva línea de investigación para continuar el juego que Ray Bradbury nos propuso, un juego interminable que está lleno de sorpresas, conspiraciones, traiciones y asesinatos.


Harel farfán Mejía.

No hay comentarios: