18 julio 2009

La grana cochinilla: el insecto mexicano que pintó al mundo



Difícil es encontrar en la historia de la humanidad a un insecto con la trascendencia y la importancia económica que logró la grana cochinilla (Dactilopius coccus Costa), durante el periodo colonial mexicano, aproximadamente de 1521 a 1821.

Al momento de la conquista, los ojos de los europeos se detenían constantemente en las mantas y huipiles de los antiguos mexicanos llenos de color y vida, en donde los tonos fuertes eran usados de forma constante, resaltando obviamente el rojo, que salía al paso decorando edificios, convertido en parte de murales y en los códices.

Un color destinado para la realeza europea y los príncipes de la iglesia católica estaba aparentemente al alcance de muchas más manos en la zona cultural mesoamericana, desatando de inmediato la codicia entre aquellos que tenían algún tipo de conocimiento sobre el costo de los tintes. El color rojo, ha sido históricamente el más difícil de obtener en el mundo, por ello durante siglos se le dio un lugar de preeminencia, dado que al ser complicado de conseguir y escasos los medios para obtenerlo, se convertía en un tinte muy caro, fuera del alcance de la mayoría de la población.

Nocheztli, que significa sangre de tunas en lengua náhuatl, fue el primer término que conoció el europeo para nombrar al causante de la pigmentación roja en Mesoamerica; sin embargo varias culturas poseían vocablos distintos para nombrar al mismo culpable, tales como Induco en mixteco, Bi-yaa en zapoteco, Mucay en maya, Gal mojua en chontal, Charapeti yustaca en purépecha, Chujk ak en quiché, Kooni en chantino, por nombrar algunas de las lenguas autóctonas que existen en la actualidad y que poseen un vocablo para el efecto.

El nocheztli, bautizado por los españoles como grana y cochinilla, o grana cochinilla fue de inmediato un producto que desató ambiciones y que a una velocidad sorprendente creó un mercado más allá de los mares. La primera exportación del colorante de la que se tiene registro, se llevó a efecto en 1523, apenas dos años después de la caída de Tenochtitlán, obedeciendo a una petición expresa del emperador Carlos V, quien gracias a la segunda “Carta de relación” de Hernán Cortés obtuvo noticias de la existencia de los diversos colorantes mexicanos.

El tinte proveniente del insecto mexicano tuvo un éxito tan grande, que los ropajes de Cardenales y la guardia Vaticana se tiñeron con él desde mediados del siglo XVI y hasta principios del siglo XX. Como datos curiosos, es digno de hacer notar que los mantos de la familia real y las chaquetas de gala del ejército británico se tiñen desde el siglo XVI con su tinte. Además, los hermanos franceses Gobelin hicieron uso de los diversos matices de rojo que podían producirse para iluminar los famosos tapices llamados “gobelinos”, que a pesar de los cientos de años de haber sido elaborados conservan sus tonos firmes.

El termino “granado” utilizado para hacer alusión a algo ilustre y notable, proviene de “grana” una de las denominaciones del insecto, por el hecho, de que para poder comprar el colorante, se debe tener una posición económica muy buena, por lo tanto, sólo se forma parte de lo más granado de la sociedad teniendo dinero suficiente como para comprar grana.

De 1560 y hasta 1810 la trascendencia económica del insecto fue tan grande que significaba el 70% de las exportaciones no metálicas de Nueva España, solamente el oro y la plata, metales preciosos obtenidos también en estas latitudes, superaban lo recaudado por la grana. Sin embargo el siglo XIX trajo consigo una singular aportación: las anilinas, colorantes artificiales que a un precio mucho menor pueden producir casi cualquier tono deseado. Su aparición así como el proceso de independencia nacional dieron un tiro de gracia a la industria de la grana cochinilla mexicana, que fue prácticamente destruida. Encontrando en otras latitudes la oportunidad de desarrollarse, especialmente en Sudamérica e Islas Canarias.

México fue el lugar de origen y expansión del Dactylopius coccus Costa, ahora después de casi 500 años es el segundo consumidor mundial y su producción es prácticamente artesanal, el mercado interno debe de hacer uso de la importación del producto para poder responder a la necesidad del mismo.

Los usos del colorante natural son enormes, en la industria textil, a raíz del descubrimiento de que ciertos colorantes artificiales pueden causar cáncer en la piel ha vuelto a tomar importancia; en la cosmética, en la alimenticia, en la artesanal. Se sabe que las propiedades del mismo permitirán emplearlo en un futuro inmediato para elaboración de productos contra el cáncer, es probable que se le encuentre según estudiosos en la materia un uso como antiviral y para disolver cálculos renales.

Los científicos del mundo han volteado la mirada al pasado para encontrar una fuente natural de tintura que sea segura y garantice el abasto, no sería extraño que dentro de pocos años, de continuar la tendencia que apunta hacia un repunte de sus ventas, podamos ver cómo la sangre de los dioses mexicanos circule una vez más en grandes cantidades por los mercados mundiales; en México no podemos quedarnos con los brazos cruzados ante esta segunda oportunidad que aparece en el horizonte del “oro rojo” mexicano Dactylopius coccus Costa.


Fernando Villaseñor Ulloa

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