02 mayo 2011

Esta lengua que no me pertenece



La tierra prometida no existe. El paraíso no existe. Nada somos en esta tierra que no sea enfermedad que palpita a cada instante y en cada hueso. En este espacio entre tierra y ojo, que no sea dolor de arterias y sílabas. Entre esta lengua que no me pertenece y la que me dieron como gracia divina. Todo es silencio y bullicio entre la sien y mis manos. Sé que es temprano para irse muriendo entre el corazón y el pulmón derecho. Pero ya no hay hígado que nos aguante ni dolor que levemente soportemos, sin dejar de respirar y de exhalar, sin que seamos pura carne y latido por este cuerpo lleno de vocales y cenizas.

***



Un río invisible nos divide



La música no se logra
con arte de magia.
La palabra nace
porque tiene un rayo interior
y necesario a nuestros ojos.
Es un rayo que estremece
hasta al más ciego del mundo.

No todo es silencio y bullicio
en las calles donde murmuramos.
Ni desenfreno y fiesta
entre tus manos y mis manos.

Hay un río invisible que nos une
y nos hace enemigos.
Somos domadores
de serpientes y de bestias.

Falta mucho para cruzar
el puente de la luz que nos lleve
a la tierra de las sílabas.

Por desgracia, no nacimos hace siglos
ni tenemos el sacrificio suficiente
para alcanzar la orilla
de este río invisible que nos divide.





***





Desnudos en la intemperie





La palabra debe ser la llave
que abra las conciencias.
Abrir las puertas que nos separan
desafiar el pensamiento
y estremecer nuestra mirada horizontal.

Debe arrancar nuestros ojos y regalarlos
a los viajeros de otros mundos.

La palabra debe enterrarse en nuestra memoria
y dejar que nos descifre desde adentro.

Incendiémonos el cerebro
y quedémonos desnudos en la intemperie.

***



Los envenenados



La serpiente de la palabra
es una enfermedad agónica
en nuestra lengua.
Es mi debilidad
mi dolor que no es un simple dolor
un túnel indescifrable.

Me entrego a este vuelo luminoso
que no es una simple trayectoria lineal
de ave o rayo,
es algo más desenfrenado.

La serpiente de la palabra
no es simplemente un reptil
que se divida en símbolos
significados y significantes
al oído de los mortales

que vivimos espiando sus huellas.

Tengamos precaución
de no morir envenenados
que todavía hay luz y no todo es noche.










Augusto Rodríguez (Guayaquil, Ecuador, 1979)
Licenciado en Comunicación social.
Ha publicado los poemarios: Mientras ella mata mosquitos
(2004), Animales salvajes (2005),
La bestia que me habita (2005),
Cantos contra un dinosaurio ebrio (Barcelona, España, 2007),
Matar a la bestia –recopilación- (Guadalajara, México, 2007)
y La gramática del deseo (La Paz, Bolivia, 2009).








******************

Nuevo


La vi bajar del punto más alto:
el tango es amargo
De uno de los dos lados no reconozco
ninguna línea que detenga este poema
al que sólo le falta tu nombre

Me detengo al tomarte de la mano
entre aquellos rostros imborrables
ningún sitio es el lugar de este amante,
el que sólo te escribe al sentirte cerca

A quién le importa que nos detengamos aquí
Si la monotonía
sigue varias cuadras adelante,
chocando ventanas hundidas en el vacio

Esta frontera es
de quien no trae un peso en su bolsillo
el que trae el color de su amada en sus labios

Todo es necesario:
en esta calle que nos aleja de una herida,
el que habla un inglés impronunciable en medio del sol,
aquella cantina azulgrana donde bailamos jazz,
donde entendimos que la espera debajo de un puente es un ritual
en los ojos de este amante.




****

Incompleto




Muero arrullado en la luna de cobre
que me vio nacer

Corto la arena y sólo
queda el silencio

Como después de la muerte queda el mar
dejo los viejos nombres
que revientan el aire en los días de tormenta

Sordo entre las estatuas
abro mi corazón incompleto,
veo
cómo
la vida
se aleja



****



Joven



Cuando la nieve entraba en los huesos




y más adentro,
abría heridas

y el pasado al presente
entraba en una tormenta sin aire
(a veces sin cuerpo),
sin sangre en la pluma de tanto no escribir

Ya entrado el invierno
(al comenzar la despedida),
apretando los dedos del crepúsculo,
nos tuvimos que levantar sin alma,
con la dignidad enterrada
en alguna calle

Ya muy entrada la noche
y la vida
entendimos
que la derrota
no existe en los hombres.


Rubén Macías Esparza (Cd. Juárez, 1982)
Poeta y escritor comprometido con las causas sociales.
Ha publicado en revistas como Pluma de Ganso y Alforja.

No hay comentarios: