17 febrero 2008

Sendero

Un largo y estrecho camino me lleva al centro de la noche que me recibe en sus brazos. Extraña en un mundo que ya conozco, voy caminando sin sentirlo, con pasos ligeros, como si flotara. Veo rostros sonrientes, cansados, iracundos, tristes, cruzando como ráfagas. Ninguno parece reparar en mi presencia.
Con una meta fija y en busca de un tiempo preciso, recorro las calles y llego a donde tú estás, impulsada por una fuerza interior, como si alguien o algo me llevara de la mano.
Y estás ahí… con la luna pegada a tu cara y tu boca dibujando esa media sonrisa que aún reposa en mis recuerdos. Por el leve movimiento de tus párpados, sé que me presientes. Nuestros pensamientos se enlazan, envolviéndonos en una comunicación silente, íntima.
Sigues sin moverte, pero siento tu abrazo entibiando el ambiente y el amor de tantos años se concentra en ese instante en el que el tiempo se suspende y no existe el espacio.
Tu imagen se va borrando de mis ojos. Las primeras luces del alba rompen la noche y me llevan al camino de regreso. Por donde enmudecen voces y sonidos busco mi morada, que apenas alcanzo a distinguir entre la fila de blancos monumentos.

Rebeca Cota

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