26 enero 2009

Una alcancía hecha de puerquito…






Una alcancía hecha de puerquito en forma de barro o la surrealidad como la conjugación dinámica de elementos situacionales o paisajísticos nítidamente verosímiles desplazados contextualmente hacia un panorama macroscópico intuitivamente irrealizable.

[…mientras tanto intentaba indagar el origen del aura perturbadora que rodeaba al peatón promedio. ¿Estará en su extraña mirada?, se preguntaba. No encontraba nada particularmente raro en su aspecto; la tupida barba creciendo sobre su panza, los anacrónicos lentes en sus rodillas, el pantalón raído que daba a su cabeza un aspecto elegante y distinguido; todo parecía estar en su lugar] Adair Yesca-Llanos. El impostergable encuentro entre el peatón promedio y su razón.

Si vaciáramos sobre la mesa del comedor un rompecabezas de 5000 piezas, tal vez con la imagen impresa de un sugerente paisaje forestal con cascada incluida, y decidiéramos rearmarlo de la manera más inoportuna posible, nuestro resultado sería invariablemente irreal. Podríamos ver, por ejemplo, un fragmento de cascada entre dos piezas que muestran un patrón de algo que parece ser piedra humedecida y musgosa. A su vez, piezas color azul cielo se intercalarían arbitrariamente con fragmentos de flores, de árboles o de la enmohecida cabaña que yace con precario equilibrio en la ladera. En fin, seríamos incapaces de rearmar esa escena en un marco general reconocible.


Al analizar minuciosamente cada pieza individual del gran rompecabezas de la complejidad en que estamos inmersos, encontramos que los fragmentos esenciales de las vivencias parecen tender a estar definidos tanto en su contorno como en su contenido de manera que la mente se encuentre capacitada para aislarlos y reorganizarlos mediante la interacción de determinados estímulos.


Volvamos hacia el rompecabezas que tenemos en la mesa, levantémonos de la silla y fijemos nuestra atención al cuadro completo. Lo que vemos es resultado de la disposición estocástica de los elementos componentes del rompecabezas. El estímulo que originó este proceso fue premeditadamente azaroso, dando como resultado un paisaje bastante difuso. Sin ningún mensaje.


Todos los seres vivos existentes en la actualidad son el receptáculo de un conocimiento enciclopédico obtenido a través de la historia de la vida sobre la tierra, y nuestro cerebro es el representante más pulido de un sistema de ciframiento y desciframiento de la realidad. Captar y registrar los estímulos en calidad, cantidad, tiempo y espacio y componerlos en un panorama macroscópico es indispensable para la sobrevivencia y éxito, desde la irritable bacteria hasta todas las ramificaciones derivadas a todo lo largo del árbol multidimensional de la vida.


En la composición macroscópica de los componentes individuales se manifiesta una propiedad netamente emergente, no observable en las piezas del rompecabezas por sí solas. Tenemos pues que en la frase usada como lugar común: “el todo es más que la suma aritmética de sus partes”, encontramos más un salto cualitativo que cuantitativo.

[El sentido común salió a dar un paseo por el vecindario, era la primera ocasión en que decidía poner un pie fuera de su habitáculo. Tal confinamiento voluntario había causado un ligero entumecimiento en sus extremidades inferiores que fue desapareciendo no bien había atravesado la calle. Su vecindario era tal cual lo había imaginado; una repetición finita de calles con sombríos edificios a su lado, el mismo paisaje que podía observar a través de la ventana de su hogar. ¿Hay algo más allá? Se dirigió entonces al centro de la ciudad.] Wioletta Van Enders. De umbrales.

He dedicado más de treinta años de mi vida al estudio de la surrealidad. A lo largo de estas tres décadas he encontrado que la analogía que cumple con mis más exigentes requisitos en cuanto a pedagogía es la del rompecabezas. Por medio de esta comparación he cumplido la tarea, hasta donde me ha sido dado, de explicar de manera clara y digerible que la surrealidad no consiste en simplemente vaciar y mezclar fragmentos de novela, de cuento, de historia, un diálogo, una sonrisa, un barco en llamas, la marca de sus dientes, viento golpeando la cara como la ola que siempre has seguido, deseando nunca verla romper y retornar a su ciclo de eterno reciclaje, pon la toalla en la secadora, verde, soledad indescriptible; de aliento de muerto (olores), a veces rojo, las granos sin lugar a dudas, profundidad del azul (colores) melancólico de ese día, (presión), y el sabor a mandolín no ha sobrevivido la década acética de Praga, (risas), con salsita de habanero y pepino picado (colores), punto de fuga, me da poquita pena, con helado (sentimientos), (colores), música, colores, (música), (muchos colores), con un color de la grabadora de mamá. No es así de fácil.

[…sobre los aleccionadores relatos de la sagrada tortuga 88 veces venerable; Kurma Kashyappa (nacida en el año cero de la era Kurmakashyappana), el real escribano atesora una colección particularmente notable en cuanto al volumen de provechosas anécdotas de conocido valor formacional. Es este compendio la última prueba de la rutilante necesidad de educar a las generaciones venideras de tortugas en las enseñanzas del único profeta: Kurma Kashyappa. La sabiduría contenida en los 88 volúmenes (la mayoría de ellos bellamente encuadernados) que comprenden lo que podríamos llamar la enciclopedia Kurmakashyappana -de la cual me puedo congratular en ser uno de los pocos en poseerla en su integridad- es el baluarte más caro y preciado en cuanto a cultura tortuguil se trata. Su instrucción y diseminación por todas las regiones del real país de Kaparagana debe de constituir la tarea primaria del Instituto Kurmakashyappano de Educación Testudínea] Owen Cruz. En el Valle de Kaparagana.

[-¿Ves esa mesa?-
Sí, sí la veo. ¿Y esa puerta? Por supuesto. Entonces, querida Danaë, esta ventana no representará ninguna dificultad para ti. La veo perfectamente maestro, como la he visto a lo largo de todo el tiempo que tengo asistiendo a este lugar, pero no logro averiguar a dónde quiere llegar con esto. Si logras ver esa mesa, esa puerta y esa ventana, querida Danaë, lo único que te espera por hacer es ver a través de ellas. Danaë da dos pasos y se acerca a la ventana Esta mesa está hecha de madera, no hay manera de negarlo.
Este árbol está hecho de madera. Esta madera es el árbol en movimiento. Esta mesa es el árbol a nuestro alcance. ] Lorenzo del Monte. Danaë: el antes y el después.

He enarbolado históricamente la bandera del discurso académico en el cual se ponderan preferencialmente las virtudes estéticas, poéticas y prosaicas, de la ciencia y arte de lo surreal, frente a otras expresiones.

Para esto me he servido casi siempre del avance actual de las ciencias biomédicas, evolucionistas y neurobiológicas, así como de las interpretaciones psicoanalíticas de la simbiosis arte-espectador, objeto-sujeto, realidad-imagen mental.

La metáfora parece ser un fenómeno esencial para nuestra comunicación.

[Tengo las vocales en mí, me habitan como el aire a estos pasillos. Tengo las consonantes aquí, en la punta de la lengua. Pero enfrente de la hoja en blanco simplemente se amotinan y mientras se encuentran en una especie de huelga de silencio decido cambiar de disco. Tal vez este sea el indicado, el que vaya cargadito de musas, o del que pueda, no sé, tomar prestadas unas frases. Necesito un maldito catalizador. Tal vez he leído muy poco a Borges o qué sé yo… a Göethe. ] Yadira Amado. Manifiesto número 22 bis (versión preliminar).

Hoy por la mañana, cuando preparaba este discurso, me he encontrado con un texto sobre la fractalidad de los fenómenos complejos.

Patrones repetidos, una danza cadenciosa de la geometría a través de la capacidad de resolución. Patrones en diferentes escalas organizativas que demuestran siluetas reconocibles hacia arriba y hacia abajo. La maravilla epistemológica que representa que un organigrama multidireccional e impredecible que a pesar de poseer la cohesión derivada de la manifestación de sus características emergentes, pueda ser etiquetado como un individuo dentro de un panorama más amplio, dando como resultado un panorama macroscópico secundario (¿macromacroscópico? ¿megascópico?), poseedor de propiedades emergentes derivadas de la caprichosa asociación de los, de por sí, ya complejos panoramas macroscópicos primarios.

Un surrealista cuadro de Dalí, con sus inmiscibles relojes y sus montañas; sus mesas y su arena, ordenado en una desquiciada galería artística. Una colección de paisajes imposibles ordenados de manera lunática.

La manera en que este pensamiento se podía llevar hasta el infinito hizo que un escalofrío recorriera mi columna cuando lo pensaba, y la recorre ahora que lo escribo.
Es por esto que mi único deseo esta noche es que guarden en sus adentros la sensación de que el arte y la geometría del infinito deben de mezclarse con precaución.

Al fin y al cabo en las áreas fisicomatemáticas encontramos la frase más surreal de la que el fragmentario registro de la cultura humana tenga memoria: "Dios no juega a los dados con el universo”

Vayamos entonces en paz a nuestros hogares y tratemos de liberarnos de la manera más visceral y protozoológica de esta lacerante coherencia.

[Al principio es el salir de casa, siempre precedido de ceremonias rítmicas y empalagosas. El adormecimiento que lo envuelve se sacude con los primeros metros de recorrido, un vistazo a la rutina ajena, una bocanada de aire nuevo.
Un vistazo al reloj: el primero.
Paso tras paso, la persecución se realiza a una velocidad inverosímilmente lenta a pesar del descomunal esfuerzo vertido en el acto de colocar un pie delante del otro. La densidad de la atmósfera respirable frena cualquier intento por descender lentamente y acelera las acciones de manera que el inicio termina inevitablemente en un escalofriante ascenso y descenso vertical. A veces horizontal. Al final un oblicuo devenir.
Mientras las manecillas devoran el espacio y se completa un círculo; trescientos sesenta veces -tal vez más - las miradas se juntan y coinciden. Nada que me pueda frenar, pero yo aún aquí.
Al final unas puertas se reconocen como abiertas, como si estuviesen dispuestas exclusivamente para recibirme.
Al final nada más que decir. Al final esto es sólo el principio. ] Paulo Passeri. Alfa y Omega.

Como Alonzo Balam:
Emmanuel Arriaga Varela.





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