26 enero 2009

Editorial

“El físico está hecho de átomos, luego el físico es quien se encarga de estudiar a los átomos, entonces el físico es la forma en que los átomos se estudian a sí mismos”. Este silogismo sirve muy bien para confirmar la calidad circular de todo cuanto hay en el universo. Desde luego que hay muchas otras cosas que lo demuestran. El hombre mismo está formado por ciclos claros y definidos. Todo en él es comenzar, terminar y luego volver a empezar de manera infinita. El problema radica en cada cambio importante, cuando se está parado ante el umbral de un ciclo y se tiene que decidir entre tomar un camino o el otro. De esas pequeñas decisiones, del cómo las enfrenta el hombre, es que depende el desarrollo completo de su vida.

Bienvenido a un año más de la era cristiana. Este enero comenzamos un ciclo nuevo de doce largos (y a la vez breves) meses. Meses en los que muchas cosas puedan pasar en el ámbito de la cultura; desde luego cosas buenas y malas, expectativas y realidades concretas. Se dice que desde los últimos años, gracias a los cambios que hemos sufrido como colectividad humana, todo puede llegar a pasar.

En Meretrices hemos andado la frágil línea de los dos años de arduo trabajo y lo hemos hecho con sumas antes que con restas. Este mes tenemos la dicha de compartirte que, así como llegamos a entrar de lleno en esa fértil tierra ocotlense, hoy hemos subido hasta la montaña donde mora el tigre en Jalisco: hemos llegado de forma oficial al municipio de Mazamitla. Este es otro gran esfuerzo de la gente que está comprometida con el quehacer cultural y de todo el equipo del proyecto de Meretrices. Por eso creo que empezamos este año como el pasado, dando un pequeño paso con el pie derecho (y no es que el izquierdo tenga nada de malo, es sólo que la superstición así dicta el orden del camino). Entonces estaremos cerca de Mazamitla y ellos lo estarán de nosotros.

Este año queremos seguir con el compromiso que tenemos directamente contigo y con nadie más. Trataremos de vencer todas las contradicciones aunque sea yendo en contra de nuestra propia capacidad para comprometernos. Digo, al fin y al cabo todo proyecto nace y se va adecuando a las necesidades que en el camino mismo van surgiendo. No hay falta en desandar algo del trayecto para recoger lo que por algún azar se nos haya olvidado levantar. La estrategia será sobrevivir, dándolo todo y enfrentándose a todo con la carga necesaria de dignidad y, por qué no, de chulería.

Y en verdad que te deseamos también lo mejor para este año, para todos tus planes, para todas tus suertes; sabemos, en lo verdaderamente profundo, que sabrás darle la cara a lo que te espera este 2009 (es algo que compartimos los que andamos haciendo y registrando a la cultura).

Esperamos saber más de ti este año, cualquier comentario que tengas, por favor háznoslo saber en la dirección de correo que aparece en esta misma página, para estar cerca de ti, que es ese el fin último de Meretrices. Nos leeremos.

Nocilla Experience
Breve paseo por la nueva narrativa iberoamericana


Recientemente un diario español abrió un debate sobre movimientos generacionales que involucran a la Nueva Narrativa Hispanoamericana, el punto de partida de tal debate (que se puede considerar como la secuela del famoso Boom Latinoamericano) se encuentra en 1996. En ese año coinciden dos generaciones de escritores que proponen revolucionar la literatura.

Por un lado, al norte del continente americano los chilenos Alberto Fuguet y Sergio Gómez, después de ser “marginados” en un reportaje por parte de un editor de una prestigiosa revista literaria, con el argumento de que sus textos carecen de “realismo mágico”, se proponen a realizar una antología de narradores hispanoamericanos llamada McOndo (Mondadori 1996, Barcelona). Obviamente es una burla, una sátira y una forma de darle carpetazo final a ese recurso narrativo tan usado y abusado por algunos escritores latinoamericanos.

McOndo contiene textos de escritores que nacen cerca de 1960 y escriben en español. Otro dato: son poco conocidos en sus países y algunos (la mayoría) viven fuera de sus lugares de nacimiento. La nómina de dicha edición la conforman: Juan Forn, Rodrigo Fresán, Martín Retoman (Argentina); Edmundo Paz Soldán (Bolivia); Santiago Gamboa (Colombia); Rodrigo Soto (Costa Rica); Leonardo Valencia (Ecuador); Martín Casariego, Ray Lóriga, José Ángel Mañas y Antonio Domínguez (España); Jordi Soler, David Toscaza y Naief Yehya (México) Jaime Bayly (Perú) y Gustavo Escanlar (Uruguay). Además de los antologadores.

Paradoja: se tiene que cruzar el Atlántico y llegar a España para que una editorial edite y distribuya tu obra en tu continente.

McOndo fue un buen intento por parte de escritores jóvenes para mostrar su trabajo. El impacto, en cierta medida fue bueno. ¿O malo? Se abrieron las puertas a los jóvenes narradores, se dio a conocer una generación importante, muchos de ellos fueron absorbidos, contratados y premiados por las grandes editoriales transnacionales y los ojos volvieron a ver a Latinoamérica.

No muy lejos, en la región más transparente de este país, un grupo de amigos, a saber: Pedro Ángel Palau, Eloy Arroz, Ignacio Padilla, Ricardo Chávez Castañeda y Jorge Volpi se reúnen para escribir 5 novelas y publicarlas. Incluido un manifiesto. Entre las propuestas expuestas en el mencionado manifiesto (Manifiesto del crack) destacan, entre otras: definirse a sí mismos como herederos de la novela que llaman profunda y señalar una ruptura con el movimiento anterior, el Boom y escribir novelas profundas, con exigencias, arriesgar estética y formalmente.

En un principio, poca atención por parte de la gente y la crítica hacia este grupo de amigos escritores. Pero 3 años después, Jorge Volpi se haría acreedor del premio Novela Breve que otorga la editorial Seix Barral. En busca de Klingsor la obra ganadora. Al año siguiente Amphitryon de Ignacio Padilla se hace acreedora del Premio Primera Novela otorgado por la editorial Espasa Calpe. Novelas similares en trama (ambas tratan sobre el nazismo) catapultaron hasta el cielo a estos escritores. ¿Comentarios? Sí, y muchos, como la sobrevalorización de En busca de Klingsor al nivel de La ciudad y los perros de Vargas Llosa por parte de Cabrera Infante. Caso aparte el saludo de Gabo a Volpi en una FIL, de Guadalajara. García Márquez, felicita al único escritor que es mejor que él.

Ambos movimientos tuvieron su impacto y se puede cuestionar su importancia como revolucionarios de la literatura, aunque la diferencia más grande en ambos, es que el crack sólo se dio en México. Y bueno, poca gente ha leído las novelas de Padilla o de Palau.

Y ahora, en España, 10 años después de esos acontecimientos literarios (¿o editoriales?) aparece una novela que convulsiona a la crítica en España: Nocilla Dream (Ed. Candaya) de Agustín Fernández Mallo (Licenciado en Ciencias Físicas). Narración fragmentada con abundantes referencias a elementos de la cultura pop, música indie y el cine norteamericano, ¿Una suerte de éxito mediático?

Nocilla es el nombre de la crema de cacao conocida por nosotros como Nutella. La idea surge de una canción del grupo español Siniestro Total: ¡Nocilla, qué merendilla!
Temporalmente, esta obra, que es parte de un proyecto que incluye un par de novelas más (Nocilla Lab y Nocilla Experience) coincide con el modelo de obra y creador posmodernos: la citación, el pastiche, el azar, lo fragmentado, además de que la distancia entre creador y lector es muy corta.

En cambio, Eloy Fernández Porta, con un discurso más sólido presenta un par de libros: Afterpop, la literatura de la implosión mediática (Berenice, 2007) y Homo Sampler, tiempo y consumo en la era Afterpop (Anagrama, 2008). Esta crítica pop, iniciada como avant-pop en el 2000, tiene como fin, utilizar formas de la cultura de masa (a.k.a. cultura pop) para subvertir el mercado, situando y valorizando estas creaciones dentro de la historia de la literatura.

Y para finalizar, se presenta El futuro no es nuestro. Narradores de América Latina nacidos entre 1970 y 1980. Antología que reúne a 67 escritores latinoamericanos: la novedad. La antología se puede consultar en la web: www.piedepagina.com y que inicia con una pregunta: ¿Quién de nosotros se quedará en la historia? Una edición que nos muestra el panorama de lo que se está haciendo en Iberoamérica.

Sólo el tiempo pondrá a cada quién en su lugar y nos dirá si los éxitos de ventas y premios son el reflejo de la calidad de esas obras. Lo que es cierto, es la influencia de estos escritores en la literatura de Hispanoamérica.


Miguel Avilés

Bibliografía:

Fernández Mallo, Agustín. Nocilla Dream. 2006. España

VV.AA. Invasores de Marte. Mondadori, 2000. España.

Fuguet, Alberto y Gómez, Sergio. McOndo. Mondadori, 1996. España

ABCD. 880, semana del 13 al 19 de diciembre de 2008.

VV.AA. El futuro no es nuestro. Narradores de América Latina nacidos entre 1970 y 1980 en www.piedepagina.com

Una alcancía hecha de puerquito…






Una alcancía hecha de puerquito en forma de barro o la surrealidad como la conjugación dinámica de elementos situacionales o paisajísticos nítidamente verosímiles desplazados contextualmente hacia un panorama macroscópico intuitivamente irrealizable.

[…mientras tanto intentaba indagar el origen del aura perturbadora que rodeaba al peatón promedio. ¿Estará en su extraña mirada?, se preguntaba. No encontraba nada particularmente raro en su aspecto; la tupida barba creciendo sobre su panza, los anacrónicos lentes en sus rodillas, el pantalón raído que daba a su cabeza un aspecto elegante y distinguido; todo parecía estar en su lugar] Adair Yesca-Llanos. El impostergable encuentro entre el peatón promedio y su razón.

Si vaciáramos sobre la mesa del comedor un rompecabezas de 5000 piezas, tal vez con la imagen impresa de un sugerente paisaje forestal con cascada incluida, y decidiéramos rearmarlo de la manera más inoportuna posible, nuestro resultado sería invariablemente irreal. Podríamos ver, por ejemplo, un fragmento de cascada entre dos piezas que muestran un patrón de algo que parece ser piedra humedecida y musgosa. A su vez, piezas color azul cielo se intercalarían arbitrariamente con fragmentos de flores, de árboles o de la enmohecida cabaña que yace con precario equilibrio en la ladera. En fin, seríamos incapaces de rearmar esa escena en un marco general reconocible.


Al analizar minuciosamente cada pieza individual del gran rompecabezas de la complejidad en que estamos inmersos, encontramos que los fragmentos esenciales de las vivencias parecen tender a estar definidos tanto en su contorno como en su contenido de manera que la mente se encuentre capacitada para aislarlos y reorganizarlos mediante la interacción de determinados estímulos.


Volvamos hacia el rompecabezas que tenemos en la mesa, levantémonos de la silla y fijemos nuestra atención al cuadro completo. Lo que vemos es resultado de la disposición estocástica de los elementos componentes del rompecabezas. El estímulo que originó este proceso fue premeditadamente azaroso, dando como resultado un paisaje bastante difuso. Sin ningún mensaje.


Todos los seres vivos existentes en la actualidad son el receptáculo de un conocimiento enciclopédico obtenido a través de la historia de la vida sobre la tierra, y nuestro cerebro es el representante más pulido de un sistema de ciframiento y desciframiento de la realidad. Captar y registrar los estímulos en calidad, cantidad, tiempo y espacio y componerlos en un panorama macroscópico es indispensable para la sobrevivencia y éxito, desde la irritable bacteria hasta todas las ramificaciones derivadas a todo lo largo del árbol multidimensional de la vida.


En la composición macroscópica de los componentes individuales se manifiesta una propiedad netamente emergente, no observable en las piezas del rompecabezas por sí solas. Tenemos pues que en la frase usada como lugar común: “el todo es más que la suma aritmética de sus partes”, encontramos más un salto cualitativo que cuantitativo.

[El sentido común salió a dar un paseo por el vecindario, era la primera ocasión en que decidía poner un pie fuera de su habitáculo. Tal confinamiento voluntario había causado un ligero entumecimiento en sus extremidades inferiores que fue desapareciendo no bien había atravesado la calle. Su vecindario era tal cual lo había imaginado; una repetición finita de calles con sombríos edificios a su lado, el mismo paisaje que podía observar a través de la ventana de su hogar. ¿Hay algo más allá? Se dirigió entonces al centro de la ciudad.] Wioletta Van Enders. De umbrales.

He dedicado más de treinta años de mi vida al estudio de la surrealidad. A lo largo de estas tres décadas he encontrado que la analogía que cumple con mis más exigentes requisitos en cuanto a pedagogía es la del rompecabezas. Por medio de esta comparación he cumplido la tarea, hasta donde me ha sido dado, de explicar de manera clara y digerible que la surrealidad no consiste en simplemente vaciar y mezclar fragmentos de novela, de cuento, de historia, un diálogo, una sonrisa, un barco en llamas, la marca de sus dientes, viento golpeando la cara como la ola que siempre has seguido, deseando nunca verla romper y retornar a su ciclo de eterno reciclaje, pon la toalla en la secadora, verde, soledad indescriptible; de aliento de muerto (olores), a veces rojo, las granos sin lugar a dudas, profundidad del azul (colores) melancólico de ese día, (presión), y el sabor a mandolín no ha sobrevivido la década acética de Praga, (risas), con salsita de habanero y pepino picado (colores), punto de fuga, me da poquita pena, con helado (sentimientos), (colores), música, colores, (música), (muchos colores), con un color de la grabadora de mamá. No es así de fácil.

[…sobre los aleccionadores relatos de la sagrada tortuga 88 veces venerable; Kurma Kashyappa (nacida en el año cero de la era Kurmakashyappana), el real escribano atesora una colección particularmente notable en cuanto al volumen de provechosas anécdotas de conocido valor formacional. Es este compendio la última prueba de la rutilante necesidad de educar a las generaciones venideras de tortugas en las enseñanzas del único profeta: Kurma Kashyappa. La sabiduría contenida en los 88 volúmenes (la mayoría de ellos bellamente encuadernados) que comprenden lo que podríamos llamar la enciclopedia Kurmakashyappana -de la cual me puedo congratular en ser uno de los pocos en poseerla en su integridad- es el baluarte más caro y preciado en cuanto a cultura tortuguil se trata. Su instrucción y diseminación por todas las regiones del real país de Kaparagana debe de constituir la tarea primaria del Instituto Kurmakashyappano de Educación Testudínea] Owen Cruz. En el Valle de Kaparagana.

[-¿Ves esa mesa?-
Sí, sí la veo. ¿Y esa puerta? Por supuesto. Entonces, querida Danaë, esta ventana no representará ninguna dificultad para ti. La veo perfectamente maestro, como la he visto a lo largo de todo el tiempo que tengo asistiendo a este lugar, pero no logro averiguar a dónde quiere llegar con esto. Si logras ver esa mesa, esa puerta y esa ventana, querida Danaë, lo único que te espera por hacer es ver a través de ellas. Danaë da dos pasos y se acerca a la ventana Esta mesa está hecha de madera, no hay manera de negarlo.
Este árbol está hecho de madera. Esta madera es el árbol en movimiento. Esta mesa es el árbol a nuestro alcance. ] Lorenzo del Monte. Danaë: el antes y el después.

He enarbolado históricamente la bandera del discurso académico en el cual se ponderan preferencialmente las virtudes estéticas, poéticas y prosaicas, de la ciencia y arte de lo surreal, frente a otras expresiones.

Para esto me he servido casi siempre del avance actual de las ciencias biomédicas, evolucionistas y neurobiológicas, así como de las interpretaciones psicoanalíticas de la simbiosis arte-espectador, objeto-sujeto, realidad-imagen mental.

La metáfora parece ser un fenómeno esencial para nuestra comunicación.

[Tengo las vocales en mí, me habitan como el aire a estos pasillos. Tengo las consonantes aquí, en la punta de la lengua. Pero enfrente de la hoja en blanco simplemente se amotinan y mientras se encuentran en una especie de huelga de silencio decido cambiar de disco. Tal vez este sea el indicado, el que vaya cargadito de musas, o del que pueda, no sé, tomar prestadas unas frases. Necesito un maldito catalizador. Tal vez he leído muy poco a Borges o qué sé yo… a Göethe. ] Yadira Amado. Manifiesto número 22 bis (versión preliminar).

Hoy por la mañana, cuando preparaba este discurso, me he encontrado con un texto sobre la fractalidad de los fenómenos complejos.

Patrones repetidos, una danza cadenciosa de la geometría a través de la capacidad de resolución. Patrones en diferentes escalas organizativas que demuestran siluetas reconocibles hacia arriba y hacia abajo. La maravilla epistemológica que representa que un organigrama multidireccional e impredecible que a pesar de poseer la cohesión derivada de la manifestación de sus características emergentes, pueda ser etiquetado como un individuo dentro de un panorama más amplio, dando como resultado un panorama macroscópico secundario (¿macromacroscópico? ¿megascópico?), poseedor de propiedades emergentes derivadas de la caprichosa asociación de los, de por sí, ya complejos panoramas macroscópicos primarios.

Un surrealista cuadro de Dalí, con sus inmiscibles relojes y sus montañas; sus mesas y su arena, ordenado en una desquiciada galería artística. Una colección de paisajes imposibles ordenados de manera lunática.

La manera en que este pensamiento se podía llevar hasta el infinito hizo que un escalofrío recorriera mi columna cuando lo pensaba, y la recorre ahora que lo escribo.
Es por esto que mi único deseo esta noche es que guarden en sus adentros la sensación de que el arte y la geometría del infinito deben de mezclarse con precaución.

Al fin y al cabo en las áreas fisicomatemáticas encontramos la frase más surreal de la que el fragmentario registro de la cultura humana tenga memoria: "Dios no juega a los dados con el universo”

Vayamos entonces en paz a nuestros hogares y tratemos de liberarnos de la manera más visceral y protozoológica de esta lacerante coherencia.

[Al principio es el salir de casa, siempre precedido de ceremonias rítmicas y empalagosas. El adormecimiento que lo envuelve se sacude con los primeros metros de recorrido, un vistazo a la rutina ajena, una bocanada de aire nuevo.
Un vistazo al reloj: el primero.
Paso tras paso, la persecución se realiza a una velocidad inverosímilmente lenta a pesar del descomunal esfuerzo vertido en el acto de colocar un pie delante del otro. La densidad de la atmósfera respirable frena cualquier intento por descender lentamente y acelera las acciones de manera que el inicio termina inevitablemente en un escalofriante ascenso y descenso vertical. A veces horizontal. Al final un oblicuo devenir.
Mientras las manecillas devoran el espacio y se completa un círculo; trescientos sesenta veces -tal vez más - las miradas se juntan y coinciden. Nada que me pueda frenar, pero yo aún aquí.
Al final unas puertas se reconocen como abiertas, como si estuviesen dispuestas exclusivamente para recibirme.
Al final nada más que decir. Al final esto es sólo el principio. ] Paulo Passeri. Alfa y Omega.

Como Alonzo Balam:
Emmanuel Arriaga Varela.





Para no caer

Como Juan Gabriel… dijera:
“te sigo amando”

Y al final de los absurdos, esa absurda necesitad de encajar como pieza de rompecabezas en una sociedad más bien disfuncional. La hipocresía de andar ofreciendo sonrisas de muñeca barata para que le digan: qué buena muchachita eres; o comportarse como “señorita mosquita muerta” para agarrar el mejor novio; por eso mejor me alejo, cómo dijo José Alfredo, la voz del agua ardiente, “del bullicio y la falsa sociedad” (bien dicen que los niños y los borrachos nunca mienten). Eso de ser sociable me da urticaria pero me gusta.

Yo el otro día fui a una de esas fiestas de pipa y guante donde la gente se transforma y por poco no la reconoces, es esa gente que te encuentras al cruzar la calle o comprando bolillo (escribo bolillo porque birote se oye más de arrabal), quiero decir esa gente que es igual que tú pero emperifollada. Yo sinceramente me asusté cuando sobre la mesa vi más de dos tenedores. Digo, estoy acostumbrada a mi cuchara sopera o a comerme todo en tacos pero sobreviví. Como no sabía cual instrumento era para qué cosa dije finamente: “la dieta no me lo permite, gracias, retírelo”. Ahí me tienes con un hambre de perro pero, incapaz de preguntar cómo se comía aquello, me quedé sin comer; mejor así no me fuera hacer daño.

Lo peor vino cuando yo quería un vodka, un tequila o un mezcalito y tenían puro whisky. Yo creo que han de pensar que el whisky se ve más de caché. ¡No y espérate! eso no es todo, me iba a preparar un trago y llega un pingüino para prepararme mi “bebida”. Muy propio dice: señorita con una o dos onzas. “Onzas” ni que yo hubiera cargado con el biberón para tomar la medida. Ya tuve que decirle que solamente quería refresco.

Que llega la hora del bailongo y yo pensé: van a poner esta canción de “quiero mover el bote, quiero mover el bote, le gusta, mueve”; o la de Caballo Dorado y todos bailando con “no rompas más mi pobre corazón, estás pegando justo entiéndelo” y ya para los expertos: “les digo ven, ven, ven animalito ven, ven y sígueme veras lo que vas a aprender”. Qué equivocada estaba, pusieron orquesta para la hora de la cena y remataron el baile con música de salón: danzón, cha cha cha, salsa y puras de esas cosas en las que hay que saber llevar un paso, un dos tres, un dos tres.

Desde donde estaba sentada veía muy bien a los que estaban bailando, le hacían bien curioso, aleteaban como pollos alzando y abriendo los brazos a los lados, entonces pensé que todos somos iguales; las muchachas aunque estén bien pintadas, con peinado de salón y traigan su vestido bonito con sus zapatos finos mañana van a verse greñudas y fodongas; los hombres, por otra parte, con su trajecito y corbata mañana van a estar comiéndose una torta bien picosa y una chela para la cruz.

De repente llega mi amiga (que en realidad es fanática del duranguense) y me dice vamos a bailar, y pues que me animo. A esas alturas ya todos bailaban en círculos, me puse a aletear yo también mientras en mi cabeza sonaba la canción del Gran Barón “en la sala de un hospital, a las 9:43 nació Simón”; luego aquella que dice así: “ma-yo-ne-sa, ella me bate como haciendo mayonesa y todo lo que había tomado” como que apenas comenzaba la noche.

Qué noche, qué vida, qué cosas. Para no caer en convencionalismos yo soy yo, yo no regalo sonrisas si no me nacen desde el fondo. Yo me aferro a esta vida de escribir para cuando hago preguntas fuera de lo “común” (por no decir fuera del orden de lo que debe preguntar una “señorita”) y no hay respuestas.

También lo dijo ya la Baronesa Paquita: “Eres: una brújula sin rumbo, un reloj sin manecillas, una Biblia sin Jesús”. Yo diría somos porque todos hemos errado el rumbo, todos hemos caído, y vamos pagando el precio, por eso hay canciones de desamor, por eso la cantina y el alcohol sacan al poeta que los hombres llevan dentro.

Para no caer voy recolectando pedacitos de vidas pasadas y acordándome que el pulque es mejor curado, que la nieve sabe mejor en verano, que la esperanza mata, que las muelas y el amor duelen más de noche, que no es bueno andar con tacos sobre las piedras, y tomar zanahoria ayuda a tener un mejor bronceado. Para no caer más abajo de lo que ya caí presa de la moda me voy a ir a vivir al cerro, voy a buscar a mi yo interno y vamos a practicar una de esas nuevas técnicas para purificar el alma y controlar el estrés, voy a… Oye, dame la mano, me resbalé.

P.D. “el frio de mi cuerpo pregunta por ti” acá abajo siempre hace más frio.

Sihara Nuño

Dolly



Hay animales famosos en la vida: el gato con botas, los renos de Santa, el conejo de Alicia y muchos otros más. Pero también los hay en la ciencia. Y quien encabeza la lista de los animales más famosos en el mundo de la investigación, es sin lugar a dudas Dolly, la renombrada oveja clonada. Dolly entró en la historia de la ciencia, desde su nacimiento el 5 de julio del año 1996, por ser el producto de la clonación a partir de una célula adulta de otra oveja. Este descubrimiento fue de gran relevancia en el campo de la biotecnología y además fue la clave para iniciar el debate, aún vigente, sobre la polémica clonación humana.

Todo comenzó con el descubrimiento del código genético. Los biólogos del mundo desarrollaron varios proyectos de clonación, entendiendo la misma como la creación de la copia idéntica de un organismo vivo a partir de su propia cadena de A. D. N. El Instituto Roslin, ubicado en Edimburgo, capital de Escocia, era ya uno de los centros más afamados en manipulación de embriones y estudios del mapa genético. Hasta antes la clonación se había practicado con ranas, vacas, ovejas y otros animales pero siempre a partir de células embrionarias, y no de la célula de un adulto. Sin embargo el objetivo más ambicioso era clonar a los seres humanos y desde esa medida enfocaron su atención en los mamíferos. El equipo de biólogos Ian Wilmut (1944) y Keith Campbell (1954) fue el responsable del experimento.

Lo hecho por los científicos fue, básicamente, aislar una célula de una glándula mamaria de una oveja de seis años de edad (adulta, reproductivamente hablando) y de allí tomar el núcleo celular, estructura donde se concentra la información genética. Del mismo ejemplar retiraron un óvulo, célula sexual sin fecundar y desecharon el núcleo. Pero aquí lo importante fue conservar el citoplasma de la célula porque allí se encuentra la maquinaria bioquímica que se necesita para fabricar las células y dentro de ella unir las dos células manipuladas.

Cuando tuvieron el material listo, incitaron la unión de ambas células al interior del citoplasma mediante la aplicación de una ligera corriente eléctrica. La nueva célula que crearon dio origen a un embrión que fue colocado dentro del útero de la donadora, donde la gestación progresó normalmente en el curso de seis meses. Entonces, Dolly, el primer mamífero clonado después de 277 intentos, nació en ese año 1996, aunque la noticia fue dada hasta 1997 por su creador Ian Wilmut pues pretendían guardar el secreto hasta conseguir la patente de la técnica utilizada. Para cuando Dolly nació ya tenía seis años genéticos pues era la edad de la célula de donde se obtuvo. La hermana de Dolly, Oveja Monka, no pudo ser clonada.

Su apariencia exterior era absolutamente normal, similar a cualquier oveja, aunque realmente había nacido con algunas anomalías cromosómicas. Fue diagnosticada con artritis a una edad muy prematura. Un estudio demostró que la edad de sus cromosomas era mucho mayor de lo debido; es decir, Dolly estaba envejeciendo demasiado pronto. A los seis años enfermó de un cáncer pulmonar, una enfermedad que es común en las ovejas de once o doce años y especialmente en las que viven en recintos cerrados. Las investigaciones de Ian Wilmut, uno de los creadores de le oveja, demostraron que todos los animales clonados en el mundo sufren malformaciones genéticas y físicas, y frecuentemente envejecen a un paso mucho más veloz de lo normal. El Instituto alertó al mundo en diciembre del 2002 sobre los peligros de la clonación de seres humanos, justo un día después del anuncio del nacimiento de un bebé clonado por parte de la secta de raelianos (el grupo religioso de ideologías extremas) en Estados Unidos.

Pero lo más importante fue demostrar que la clonación era posible. Dolly pasó toda su vida en el instituto Roslin, donde se cruzó y tuvo seis crías. Murió el 14 de febrero del 2006. Entre duros debates sobre sus implicaciones éticas, se han realizado varios experimentos exitosos de clonación en otras especies con éxitos similares a los de la oveja Dolly.

Servando Macías Fermín

Escape de paleta

Mirando al hombre maduro tras el cristal de su consultorio, el doctor Maden le dijo a su asistente que ese hombre (señaló hacia las espaldas de un tipo de incipiente calvicie), después de varias pruebas, radiografías, llenado de formatos, etcétera, etcétera, y de hablar con largueza con la doctora Waters, habían llegado a la conclusión de que Mr. Swelling tenía dentro de la cabeza, con el fin de pensar, una especie de reloj, cuyo principio podía ser el del escape de paleta, ideado por Huygens y Coster a mediados del siglo XVII.

Al notar la cara de incomprensión de su asistente, el doctor Maden le explicó que cuando el péndulo se encuentra en el extremo derecho del arco de oscilación, la parte anterior de las dos paletas se encuentra enganchada en la cara vertical de uno de los dientes de la rueda de escape y el diente impulsa el péndulo a través de la paleta; cuando el péndulo oscila de derecha a izquierda, la paleta anterior queda librada de la rueda de escape.

El muchacho seguía teniendo cara de galimatías, le pidió que se imaginara la maquinaria más sencilla de un reloj de péndulo, de los altos, en general con caja de madera; que cerrara los ojos y que pusiera ahí , en esa oscuridad, lo que le acababa de decir y que escuchara con atención, que dejara de pensar en bobadas y prosiguió: La paleta posterior se engancha ahora en un diente situado al otro lado de la rueda de escape; y el impulso del péndulo hace que la rueda de escape retroceda hasta que el péndulo llega al extremo izquierdo del arco de oscilación. Entonces, se repite de nuevo la misma secuencia, aunque ahora el péndulo oscilará de izquierda a derecha.

Viste, botarate, qué sencillo es; abre ya los ojos, he terminado el diagnóstico psiquiátrico. De seguro estabas imaginado a tu novia moviendo las piernas como si estuviera enganchada en tu diente vertical para impulsarla con la paleta. El muchacho se sonrojó y siguió al médico hacia el interior de su consultorio; el doctor tomó asiento frente a su escritorio mientras que su asistente se quedaba de pie contra la pared del lado y cerca de su jefe.

El psiquíatra se talló las manos como si tuviera frío y se dirigió a su paciente: Mire, Mr. Swelling, hemos llegado a la conclusión de que puede irse ya a su casa; no hay ningún problema. Bueno, hay uno, pero pequeño; aunque no lo crea, su mente se encuentra oxidada como si trajera dentro de su cráneo una maquinaria que tiene siglo y medio funcionando. Usted comprenderá que ante ello no podemos hacer nada, no existe medicamento alguno, ni siquiera el aceite de bacalao –el médico esbozó una media sonrisa y su asistente contuvo una carcajada--; no se preocupe si a veces llega tarde o temprano, o si no sabe el día ni el mes ni el año en que vive. En usted es normal y no le haga caso a las opiniones desmedidas de su esposa. Lleve usted siempre una agenda, un reloj de los mejores de carátula grande con números romanos; en las pruebas que le aplicamos, respondió usted muy bien a este tipo de números.

Hoy es Navidad, tiene usted aquí seis meses; su seguro cubre todos los gastos. Póngase su ropa de vestir, salga del nosocomio y detenga al primer taxi que pase y llegue a su casa a celebrar este día. Sobre todo, sus hijos se pondrán contentos de tener a papá de vuelta en casa. En cuanto usted salga, yo le llamaré a su esposa, dándole la nueva buena y le pediré que el día 26 pase a firmar los documentos del seguro mancomunado.

La sonrisa de Mr. Swelling fue como de rebanada de sandía, le agradeció al médico, se despidió del asistente y salió tan rápido como si su péndulo se hubiera acelerado de súbito, como escape de paleta.

Guillermo Samperio

*********
TREN

Cuando hablamos la última vez, sabía que después de la próxima ocasión en que nos veríamos no habría ninguna más. Tu y yo, o solo yo sin ti, o lo que quedó, o lo que nunca existió, o lo que inventé entre nosotros, o aquello que hubo de suceder pero no ocurrió, indujeron el proceder que hoy desvanecidas las ataduras me hace libre.

En la voz se te notaba emocionada, los deseos persistentes durante años dejarían de ser posibilidad para transformarse en actividad. Sobre todo la necesidad absorbente de largarte de estas tierras, esa que a pesar de consumirte, fomentabas comprando revistas de viajes y viendo programas de televisión en donde la cultura expuesta fuera cualquiera menos la propia.

Cotidianamente imaginabas que partías. Maleta en mano, acostumbrabas presentarte en la antigua estación de tren, donde hacía décadas ninguno de ellos se desplazaba sobre sus vías. Elegantemente vestida, colocabas los pies sobre el andén de mármol. Desesperada, observabas el reloj inservible colocado en lo alto del edificio que albergó las oficinas de la Continental Rail. Angustiada, agudizabas el oído en busca del sonido provocado por el silbato de la locomotora. Caminabas de aquí para allá, hasta que el gusano de metal aparecía; te subías, con la mano decías adiós, te ibas.

Nunca dudé de tu cordura, sé estás loca, tenías lo necesario para ser feliz, jamás lo aprovechaste. La maldita condición de aventurera que te ha acompañado desde niña –tienes que aceptarlo– te condujo a la demencia. Mira, igual hubieras nacido en otro sitio y la situación no sería distinta, lo tuyo es un mal con el que se nace.

Para protegerte de ti misma te invité a tu frecuentada estación. El pretexto era despedirme. Llegaste puntual. Te esperaba bajo la sombra del árbol que se encuentra al lado de donde empieza el cuartucho anteriormente habitación de los maquinistas. Previamente, acomodé el mantel blanco que me regalaste en mi cumpleaños colocándole encima una botella de Merllot, pan, queso, agua y dos copas de cristal.

Nos sentamos en el suelo, platicamos, te deseé lo mejor. Brindamos por el futuro, tú con vino, yo con agua –sabes que no tomo alcohol–. Comimos, seguimos brindado hasta que comenzaste a convulsionar.

Emanaba tanta saliva de tu boca que en pocos segundos te mojaste el cuello. Intentabas decir algo, no podías, te tome entre mis brazos. Tus ojos me miraban como preguntándome porqué lo había hecho, ya te lo dije, fue para salvarte. Con la calma necesaria te llevé a la fosa que escarbé un día antes especialmente para ti. Deposité tu cuerpo, lo cubrí con cal, devolví la tierra que había removido a su lugar.

Hace rato pasé por la estación del tren, a pesar de los esfuerzos del gobierno por reutilizarla sigue sin funcionar; parece que todo sigue en su sitio: el silbato de la locomotora que llega, tú subiéndote y diciendo con la mano adiós; mientras… te vas.
Raúl Contreras Álvarez.
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EL FANTASMA

Otra vez ese súbito despertar, la misma hora de otras noches.

La misma hora, el mismo sueño, el mismo lugar, la misma angustia.

Antonio despertó con el corazón latiéndole muy fuerte, con el cuerpo tembloroso y cubierto de sudor. Descalzo fue a la cocina y se sirvió un vaso de agua fría para humedecerse la boca seca por la ansiedad.

El sueño que lo angustiaba era recurrente y muy nítido, casi real, juraría que era real.

Se soñaba navegando en una pequeña embarcación con un vaivén tranquilizador. La luna plateada se derretía en la superficie de un lago inmenso, como el mar, pero tranquilo y silencioso y una suave y fresca brisa movía sus cabellos largos hasta los hombros.

El aroma de naranjos en flor perfumaban el aire y a su alrededor flotaban en el agua frutas untadas de plata. Recogió una, la mordió, pero no tenía sabor, sin embargo un aroma intenso a guayaba madura lo envolvió.

Lentamente se acercaba a la orilla, ya distinguía la figura delicada de una muchacha que aguardaba con el amor prendido en los ojos y un ramo de flores de San Juan en el regazo.

Se sentía muy feliz, estaba a unos instantes de llegar a ella. De pronto, de la nada, aparecía un anciano que lo azotaba con un látigo de piedritas redondas que le escocían la cara y los brazos, veía con claridad el miedo en sus ojos, pero no entendía la oración incomprensible que como un conjuro le lanzaba.

Las flores blancas alrededor de su cuello se alejaban. Sentirse dolorosamente incomprendido y arrebatado de lo que tan feliz lo hacía, lo despertaba.

Dejaba pasar el día, vagando sin rumbo, ansiando que llegara la noche, esperaba con impaciencia el momento de dormir para disfrutar de la primera parte del sueño, antes de que el anciano apareciera y lo arrancara a la realidad.

Sus padres habían muerto hacía tiempo en esas tierras extranjeras a las que llegaron cuando Antonio tenía dos años, por eso todos los recuerdos de su origen estaban borrados.

Un día, que ya no soportaba la añoranza de lo que no recordaba y ni siquiera conocía, decidió ir en busca de sus raíces.

Regresaría a la tierra de sus antepasados. Hurgó en su memoria, tratando de recordar donde habían vivido sus padres antes de viajar al norte. Se arrepentía de la poca atención que había puesto cuando los oía hablar de su juventud. Los viejos eran tan aburridos con sus añoranzas.

-Mire m’ijo- decía su padre –nosotros vivíamos por la laguna de Chapala, allá por donde sale el sol. Todos éramos pescadores y en las noches de luna, yo, mis hermanos y mi padre –que en gloria esté – nos íbamos a pescar. Teníamos una lancha, que entre todos compramos. Agarrábamos muy buena pesca y luego ya amanecido nos íbamos a vender pescado por las calles de Ocotlán.

¡Ocotlán¡¡Cerca de Ocotlán¡, se felicitó por haber recordado el lugar en donde empezaría la búsqueda. Tal vez allá encontraría la respuesta al porqué de sus sueños.

Vendió todo lo que tenía y se dispuso a viajar a la tierra de sus padres y de sus abuelos. Llegaría a la ciudad y se dejaría llevar por la “querencia” como le contó su padre que contaba su abuelo.

Ya estaba aquí en el final de su viaje y en el principio de su destino.

Recorrió algunas calles buscando con la mirada quién pudiera ayudarlo. Se acercó a un hombre mayor y le preguntó si conocía a la familia de Salvador González, el pescador. El anciano sonrió y le dijo –tú has de ser nieto de Chava tienes la misma cara de tu abuelo y hasta el modo como tuerces la boca al hablar.

-Mira muchacho, vete a Cuitzeo, está aquí nomás, luego, luego. Sigue caminando cargado a tu izquierda, siempre a tu izquierda y vas a encontrar la laguna, no la verás porque el caserío te tapará la vista, luego el camino sube y veras la laguna abajo a tu izquierda. Sigue caminando por la carretera y vas a llegar, no hay pierde, te jalará la “querencia”, llegarás a Las Tortugas, quieras o no. Pregunta a quien sea, por ahí viven muchas familias, cualquiera te dará razón de tus parientes. Pero vete rápido, porque pronto obscurecerá.

Parecía que eran verdad los cuentos del abuelo, porque a medida que salía del caserío, ya en las afueras de Cuitzeo, sentía una felicidad inexplicable, reconocía el terreno como si lo viera todos los días, recordaba cada uno de los recodos, los árboles y las peñas. Desde lo alto de la carretera, pudo ver por fin, la laguna. El corazón se le quería salir del pecho cuando reconoció allá a lo lejos la silueta del paisaje de sus sueños y desvelos.

Y ahí en el atardecer, en esa rara vez cuando la luna se apresura a aparecer y el sol se entretiene para mirarla, Antonio vio con claridad, que con un vestido azul con dibujos de guirnaldas de flores blancas, una muchacha esperaba a la orilla de la laguna plateada en la temprana noche.

Muy cerca de ella, un anciano repasaba las cuentas de su rosario, rezando por el descanso eterno del fantasma enamorado que se aparece en las noches de luna llena en las aguas mágicas de Chapala, cuando los pescadores tienden sus redes y las almas en pena vagan entre los vivos.

Virginia Martínez Rizo.

A través de las horas y el peso...


Pasa que el tiempo no llega,
ni un buenos días ni un qué tal,
sucede que tengo rabia
y me llevo por los labios un beso amargo,
ocurre sin dispar la ocurrencia
y renace lo vivo hecho carne de mi carne
por cada gota de sangre que empapa el sueño.

Situaciones cotidianas,
el ir y venir,
los pasos, el sigilo,
las sombras y las sobras,
hambre de fe
sobre muerte colectiva.

Así tanto va
y no hay un porqué,
quizás se dirá vida
pero entonces preguntaré universo,
y me seré humano
y sabré de llorar sin decirlo
y sin decirlo me iré a beber un saldo
para de esa forma ser
y de ser no saber ni un carajo.

Que esté malhumorada la vecina,
dulce el café
y mi padre entre la sal y el párpado,
que mi hermana no ha llamado
y mi hermano ha cantado demasiado, oh, demasiado,
sin saber digerirlo, sin ser sutil,
para de esa forma, quizás, contagiarlo;
que mi novia no atina a un poema
y que yo, no sé, no sé
y es de diario.

Pasa que la lluvia,
un cigarrillo, bohemia y hartazgo,
pasa que para esta noche ya es noche
y el polvado cuerpo de mi madre
denota frías galerías de tiempo
y yo lo he notado
y por vivir no hice nada,
absolutamente nada
y además, resta decirlo,
hay viento, mucho viento y desamparo...

Jorge Von Düben




Lo que un beso habla a Laura


Te diré en vez de un beso un poema
y haré de esto una vida
y de esta mentira crearé nuestros cuerpos
para de esta piel ser tiempo
y de nunca estar
tenernos.

Seguiré, paso firme, tus bordes,
me iré a la cama y,
sin palparte,
rozaré tus longitudes;
callaré estos labios con sueños,
presa de amor, presa libre;
encenderé un cigarrillo, y enseguida humo,
luego cenizas
y la razón distante,
y seguiré
y continuaré
queriéndonos.

Por la plaza y las fronteras
y un retrato enriquecido de recuerdos,
por Chapala y sus brazos
y agosto y retrasos,
por un lado de la sombra, por el espejo,
por tu pie y mi pie
y nuestros tiritantes silencios,
por la mañana y a la noche,
por el frío y los corazones escritos,
estaré, amor, ahí estaré.

Dime en qué luna tienes tu mundo
y se de mí esto y aquello
mientras las comas y los versos
van y vienen por la vida;
donde se ate el beso
desángrame la herida,
encuéntrame en la hora,
en la calma de tu piel partida...
Te diré un sueño.

Jorge Von Düben

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HACE MUCHO.

Hace mucho que no viajo con tus ojos
cansado de tu color de bosque
me desprendo de ti
de tu danza de hormiga
y de tu ley de Herodes
Escribiendo es como me libero de tus sueños
de tus angustias
del silencio incrustable
de estas cuatro paredes
Toco tus miedos
y siento que va a llover.


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CUANDO CAE LA NOCHE

Cuando cae la niebla
me sumerjo en tu nombre
para desmenuzar tu silencio
Tus ojos color de noche
despuntan el alba
Te ocultas en los jardines

Tu única voz rondando por la escarcha
del amanecer Ahí están tus palabras
lluvia
esperando el reposo del tiempo A carolina

Victor Manuel Vázquez

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Tiempo

Vacío e inmediato
lento, recorre el silencio.
Vas por todos los mundos
despertando y durmiendo
muriendo y naciendo.
Das a luz
para después atacarla.
Sujetas rosas en el aire
y detienes tu marcha.
Vives dentro y mueres fuera.
Eres masa de polvo y agua,
Roca de luz
que grita en el
infinito.


Antonio López Vega