02 enero 2010

La Pinta

¨El que a los veinte no es valiente, a los treinta no es casado y a los cuarenta no es rico, ese es gallo que clavó el pico¨. Del sesenta y siete a la fecha, ya le caí a los cuarenta y el versito que a los veinte me causó risa y a los treinta sentí cabalmente cumplido; el estado de cuenta hoy me dice que tengo que erguir el pico o dobletear turno. Nunca me consideré un problema para mis padres. Lo mío siempre fue el buscar la palabra correcta, la timidez, el desvanecerme entre la bola y esquivar el menor de los problemas, la disciplina era fuerte en casa y más valía no buscarle ruido al chicharrón. Pero… ¿Cómo darle la espalda a las tentaciones? Ramón, el hijo de la seño Aurelia, me tocó de compañero, y ese territorio inhóspito que me parecía la escuela en los primeros años, a Ramón le había servido de cuna, las historias de varazos y descalabros causados con el borrador de la seño Severa y la leyenda de la niña sepultada en la segunda planta de la escuela, eran propiedad intelectual de mi coposeedor de mesa-banco. Entonces, no puedo negar el sentimiento de seguridad y respeto que me causó, el saberme su amigo. Nada como amistar con el dueño de la plaza, dicen los plebes de Culiacán. Mas el precio llegó y había que pagarlo.

–¡Tú bien sabes que nunca me he hecho la pinta!, si mi jefa se entera, me va a poner una, que no me queda hueso sano, me cai. Ámonos a la escuela Ramón, chance y todavía está la puerta abierta, y no pasa que la seño Aurelia nos regañe.
–¡Qué escuela ni que nada! Dijimos que nos íbamos a la playa y no nos vamos a rajar. Mira, ya está la puerta cerrada, “valió maye” dijo Tello. ¡Ora sí! Tú dices a quién le topas ¿a la seño Aurelia o a tu mamá?
–No, pos me la pones fácil, ¿tú bailarías con María la del panteón?
–¡No manches ratón!, soy capaz hasta de estudiar, pero no me pidas eso.
–Ahí está, pa donde le busquemos está difícil.
–Te prometo, mi ratón, que no te vas a arrepentir. Vámonos ándale, compramos un birote con cajeta ahí con Chepa la de Mere y nos vamos pa la laguna.
–¡Hay camotes, calabaza! ¡¿No va a querer camote?!
–Órale, ratón, ahí te habla Don Lupe.
–No, paso. Yo prefiero mi birote. Ámonos ya, aquí en el mercado no falta quien nos vea y ya ves que aquí en Chapala, hay más chismosos que carpas en la Laguna. Antes de media hora mi mamá ya nos anda poniendo una tunda.
–Está bien. Ya nomás compramos unas papas en el súper de Don Fernando y nos vamos.
–¡Estás loco, ahí está diario Don Polo en la puerta!
–¿Y?
–¿Cómo que “y” Ramón? Es compadre de Don Robe y casi diario viene mi jefe a saludarlo. Capaz y le platica que nos vio.
–Ándale pues, tú apúrate y hazte como que vamos a un mandado a la parroquia.
–¡Uy sí, güey! Con lonche y refresco, ni que fuéramos a Talpa.
–¿Trajiste tu short o te piensas bañar en calzones?
–Sí, aquí lo traigo.
Las olas, la brisa, la playa, parecían dispuestas sólo para aquellos nóveles aventureros. El miedo se dispersó con el agua, el hambre desapareció con la suculenta vianda de Doña Chepa y la mañana nunca como hoy transitó intangible.
–¿Cuánto cobrarán la alquilada de las llantas? ¿Traes dinero?
–Sí, pero las llantas sólo las alquilan los domingos. Entre semana no vienen; y en lunes menos.
–Entonces, ¿no crees que venga hoy Chema el heladero? Nomás de escucharle su cantar de: “helados hay helados”, me imagino las manos pegosteosas y me veo quitándole el pedazo de cajeta que traen los de vainilla.
–Tú nomás pensando en comer ratón. Mejor sécate y vámonos al cerro de la cruz. Subimos acá por Lourdes y desde allá arriba vemos la forma de escorpión que dicen tiene la isla de los alacranes.
–Pa mí que esa es otra de tus historias.
–¿No me crees? Vente, vámonos.
Benditos ocho años. Como dice la feria de las flores, no hay cerro que se te empine, y antes de media hora, habíamos alcanzado la cima aquella, coronada por la emblemática cruz. Y por más temeraria que fue nuestra imaginación, la forma de escorpión de la isla, jamás se llegó a percibir, lo que avizoré sin el menor esfuerzo era el cúmulo de cates, fajazos, gritos, empellones, moretes y sopapos que el auto-impuesto asueto nos devengaría y pues aprovechando la inmediatez que me unía a la cruz, no me quedó otra que empezar a rezar. La tarde había llegado y el reflejo de la luna en el Lago, me hizo temblar.
–¡Ora tú! ¿Qué tanto murmuras?
–No murmuro, rezo. Yo no sé pa que te hice caso. A esta hora ya nos han de andar buscando, y no es que andemos jugando a las escondidas, te aseguro que aquí no va a haber quien diga, una, dos, tres por mí y por todos mis compañeros, de esta no me salva nadie.
El desasosiego que me causaba el encuentro con mis padres pronto se vio superado por el pavor que aún me causa la oscuridad. Si alcanzar la cima fue trámite por demás expedito, el descenso fue suspiro fugaz. Obviaré el encuentro con mis jefes, sólo les diré que todo resultó como dicen los partes médicos de lesiones: por sus signos y síntomas, el auscultado sólo muestra lesiones que tardan menos de quince días en sanar y no ponen en peligro la vida.
La vida siguió, cambié de escuela, de amigos, maestros; forjé una profesión y una familia. El recuerdo del día de pinta persistió más allá de los moretes, así como la amistad con Ramón. Hoy, plantado como el respetable maestro de Literatura, tengo el placer de nombrar entre mis pupilas a Mayra González, hija de Ramón y con propiedad le hablo a ella y a sus compañeros de responsabilidad y de cómo deben privilegiar las obligaciones al relajo, y de cómo su profe siempre cumplía con su deber… Quién me viera.

Rubén Salcedo
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KAIRA Y EL LAGO DE CHAPALA
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Voy por la carretera muy despacio, bajo la velocidadsólo con la intención de verte, platicar contigo, vercómo luces el día de hoy. A decir verdad estás espléndido, te mando besos, arrumacos,bendiciones, en respuesta te mueves ondeando el cuerpo.
Te sonrío, eres como mi nieta a sus escasos tres meses;según ella camina, habla, ríe, en fin, todo como si fuera unser adulto hecho y derecho. Veras, mi querido lago, algún día te llevaré a conocerel mar, el gran océano, ya veremos si te encoges y te das cuenta que eres sólo el mar chapálico; pero aun asíambos son una ternura, con esa inocencia,inicio de vida apenas brotando en cada crestade tus orgullosas olas. Los amo a los dos, doy gracias a Dios por estar en mi vida y contagiarme de pureza en la rutina diaria.
Evelia Lara Sierra
8 septiembre 2009

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