10 marzo 2008

El sistema poético del mundo


Ha sido para los expertos más que arduo tratar de describir y con ello encajonar la obra de José Lezama Lima, que es muy común ver en una sola hoja los términos impresionista, vanguardista, barroco, discursivo, místico, neoclásico, surrealista y negrista, entre muchos otros cuando se trata de estudiar de cerca su trabajo poético.
Esto en parte se debe a que Lezama (La Habana, 1910-1976) pretendía ver el mundo desde otra visión distinta y expresarla a través de su poesía. Lezama fue la clase de poeta que no sólo practicaba la poesía como una forma de expresión y de vida sino que intentaba explicar el universo desde las bases de la poesía y encontrar métodos que explicarán las teorías por las que tal argumento se pudiese fundamentar. Todo este cúmulo de búsquedas de utilidad de las formas poéticas redundó en su Sistema Poético del Mundo introducido por el poeta cubano en la última cuarta parte de su vida.
.....A diferencia de la pasada edición en la que vimos tres poemas de William Blake, poemas grises que desde su lectura se puede interiorizarse en el autor, los poemas que veremos de Lezama Lima han sido pautas para algunos estudiosos (José Luis Arco por ejemplo) que sirven para descifrar en parte la teoría del Sistema Poético del Mundo.
.....Los siguientes poemas: “Muerte de Narciso” el primero, cronológicamente, de los tres es el poema que inicia a Lezama dentro de la talla internacional, siendo quizá el más conocido dentro de su obra; “Ah, que tú escapes”, tiene mayor fluidez, data de 1941 e inicia las inquietudes teóricas del cubano; y para finalizar “El pabellón del vacío” que está escrito el mismo año en que el poeta murió y de los tres presentes el más representativo del Sistema Poético del mundo por su extensa carga de imágenes e insistencia en describir el contesto desde la metáfora poética.


*
AH, QUE TÚ ESCAPES




Ah, que tú escapes en el instante
en el que ya habías alcanzado tu definición mejor.
Ah, mi amiga, que tú no querías creer
las preguntas de esa estrella recién cortada,
que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.
Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,
cuando en una misma agua discursiva
se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:
antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados,
parecen entre sueños, sin ansias levantar
los más extensos cabellos y el agua más recordada.
Ah, mi amiga, si en el puro mármol de los adioses
hubieras dejado la estatua que nos podía acompañar,
pues el viento, el viento gracioso,
se extiende como un gato para dejarse definir.
______________________________ (1941)




MUERTE DE NARCISO




Granizados toronjiles y ríos de velamen congelados,
aguardan la señal de una mustia hoja de oro,
alzada en espiral, sobre el otoño de aguas tan hirvientes.
Dócil rubí queda suspirando en su fuga ya ascendiendo.
Ya el otoño recorre las islas no cuidadas, guarnecidas
islas y aislada paloma muda entre dos hojas enterradas.
El río en la suma de sus ojos anunciaba
lo que pesa la luna en sus espaldas y el aliento que
en halo convertía.



(…)



Húmedos labios no en la concha que busca recto hilo,
esclavos del perfil y del velamen secos el aire muerden
al tornasol que cambia su sonido en rubio tornasol de cal salada,
busca en lo rubio espejo de la muerte, concha del sonido.
Si atraviesa el espejo hierven las aguas que agitan el oído.
Sí se sienta en su borde o en su frente el centurión pulsa en su costado.
Si declama penetra en la mirada y se fruncen las letras en el sueño.
Ola de aire envuelve secreto albino, piel arponeada,
que coloreado espejo sombra es del recuerdo y minuto del silencio.
Ya traspasa blancura recto sinfín en llamas secas y hojas lloviznadas.
Chorro de abejas increadas muerden la estela, pídenle el costado.
Así el espejo averiguó callado, así Narciso en pleamar fugó sin alas.
___________________________________________ (1937)




EL PABELLON DEL VACIO




Voy con el tornillo
preguntando en la pared,
un sonido sin color un color
tapado con un manto.
Pero vacilo y momentáneamente
ciego, apenas puedo sentirme.
De pronto, recuerdo,
con las uñas voy abriendo
el tokonoma en la pared.
Necesito un pequeño vacío,
allí me voy reduciendo
para reaparecer de nuevo,
palparme y poner la frente en su lugar.
Un pequeño vacío en la pared.
El principio se une con el tokonoma,

en el vacío se puede esconder un canguro
sin perder su saltante júbilo.


La aparición de una cueva
es misteriosa y va desenrollando su terrible.
Esconderse allí es temblar,
los cuernos de los cazadores resuenan
en el bosque congelado.
Pero el vacío es calmoso,
lo podemos atraer con un hilo
e inaugurarlo en la insignificancia.
Araño en la pared con la uña,l
a cal va cayendo
como si fuese un pedazo de la concha
de la tortuga celeste.
¿La aridez en el vacío
es el primer y último camino?
Me duermo, en el tokonoma
evaporo el otro que sigue caminando.
_________________________ ( 1976)





Javier Manuel Urrieta




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