14 mayo 2008

Quiero contarte…


Quiero contarte, sobre cómo nos fuimos quedando acá en
tu ausencia,
el tiempo pasó y no alcanzó para agradecer las
enseñanzas que me diste sin decir,
en el silencio de la reflexión.

Me hablaron de ti cuando ibas acariciando el sueño
americano, desafiando familia, hijos, entorno. Ahí
aprendí a guiarme por mis instintos. Tus cartas llegaban
invadiendo de alegría los ojos de mamá. Las leía despacio
como queriendo encontrarte en cada letra, buscándote en
cada palabra, sabíamos de duros trabajos, de familiares
abusivos y tus amistades en el job.

Fuiste con ellos sí y los conociste entonces desde dentro.
Te ayudó ser como eras, defendiste tu origen ante la
pregunta inquisitoria del border patrol, Américan?,
No Mécsican, respondiste dos o tres veces ante el
desconcierto del vigilante gringo.

Tu regreso significó alegrías duraderas en viajes de risas
y tardes de lotería porque entonces nos reencontramos
con la felicidad que a nosotros se acercaba y la hacíamos
nuestra en la sencillez del rancho en la ciudad.

Extraño también tus alteñas palabras, las leyendas y mitos
cargados de sabiduría, entonces supe de serpientes
traicioneras que asaltaban pechos amamantadores y
dejaban rojos lunares en la boca de los escuíncles
descuidados por mamás dormidas.

Mitos de cristeros, haciendas perdidas en nombre de
¡Viva Cristo Rey!, convertidas luego en chozas de
pobreza, campos sembrados y en el cielo siempre ajena,
la luna rechoncha, presagio de regeneraciones.

Ahora aquello es abandono, soledad, porque en La
Capilla de Milpillas City, los hombres se van puro Norti,
y se subliman en pintores que regresan para buscar dónde
mojar su brocha, decías,
dejando desolado el pueblo y a las mujeres en espera del
amor que nunca regresa.

Añoro tu presencia como llama del hogar, fuego de
Prometeo, brasa alegre que perdura a través de tus
enseñanzas, plantas, pájaros y limpieza.

Todo se ha vuelto recuerdo, tu risa, tus regaños, en
tiempos que fueron buenos y santos, con tu cobija
portadora del amor maternal para todos los tuyos.
Te extraño.

Rosario Orozco

*

El Pretendiente

Navegué toda la noche
el laberinto de las calles
me escapé de tantos desfiguros
esperpentos soñados

de meretrices letras que, cobran cada beso

Deambulé por las calles: graffiteando
alas de mariposas...escaparates de arte
removí las imágenes de los muchachos pinta-paredes:
borré las historias de mi ciudad

Tomé tequila y anduve de circo en circo
habitando esa intemperie...labrándome mi corona
caminando junto a otros payasos y bailarines callejeros
que se pintan la cara, como mujeres para divertir gente

que desafían la noche comiendo lumbre
Allí donde se juntan muchas equinas...bajo la lluvia
intermitente...

Gabriel Mariscal

*

Paraíso Celular

Cuando muera, yo no iré al cielo.
Sí, el cielo, un lugar llamado paraíso.
Seguro que haré la tierra otra vez.
Sabes, ese planeta donde tú y yo vivimos.

Yo he hecho este mundo más de una vez.
Estoy condenado a volver aquí hasta que lo haga bien.
Entonces, la próxima vez que yo expire
Volveré como celular de una chica Mexicana.

Voy a viajar en su bolsillo trasero, apretado y cálido.
O abrochado al frente de sus 'jeans' de corte bajo.
Ella me dará unos finos tonos musicales
Ella recargará mi batería cada noche.

Ella me besará y me manejará suavemente
con sus dedos delgados y uñas y pintadas.
Mi chica me hablará con dulzura y gentileza.
Y entonces dirá "yo te quiero."

Quién sabe, tal vez yo tomaré su foto.
Y mensajes a su correo.
Viviré mi vida celular
y seré muy gentil.

Tal vez moriré e iré al cielo,
antes de que ella tenga
treinta años de edad.
M. Mercer

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