15 mayo 2008

Triunfos Perdidos

He estado pensando que en este mes de mayo, mes que se les festeja a las madres, les hablaré de la mujer que me trajo a la vida. Después de pensar y pensar sobre qué parte de la vida de mi madre iba a ser el tema de este artículo, me di cuenta que aunque fue una buena y cariñosa madre, una formidable esposa para mi papá, una artista plástica muy talentosa, una jinete muy buena, una escritora inédita excelente y una abuela que ama a sus tres nietos tanto como a sus tres hijos; ella hizo una cosa en su vida que se le debería de aplaudir: un día compró una yegua y decidió que quería compartirla con alguien. Escogió a los niños con capacidades distintas, se informó sobre la equino-terapia que en ese entonces no existía en nuestro país, y con ayuda de su servidora, consiguió más caballos, caballos inservibles, retirados o con deformidades en las patas y poco a poco las terapias comenzaron. Junto con cada esfuerzo que se lograba, también le acompañaban, los prejuicios, las críticas y los abusos de los demás. Aún así la equino-terapia seguía, gracias a la testarudez de una mujer que creía en lo que estaba haciendo…
----Proyectos fueron presentados al gobierno y también fueron rechazados. Pero los resultados se veían a simple vista. Cada pequeño que adquiría equilibrio, el habla, la comunicación, la aceptación, fue para nosotras un triunfo. Cada sonrisa, cada pequeño milagro que se nos iba revelando a cada paso de los caballos que encontraron amor y la habilidad de recuperar su utilidad de nuevo. Pero la energía se nos escapaba poco a poco, el dinero se agotaba y las donaciones no eran suficientes para lograr el proyecto. Luego de nuevo otra piedra en el camino, nos quitaban los caballos, algunos se morían, otros nacían. Y nosotras seguimos con el esfuerzo.
----Mi madre trató de llevar el centro de equino-terapia a la ciudad de México convencida de que nadie es profeta en su tierra. Más caballos llegaron, encontraron un oficio, Guadalajara nos había perdido. Pero los buitres eran peores en el D.F. Un dueño de un hípico le brindó ayuda pero con el objetivo de robarle a su yegua, las autoridades no le ayudaron a recuperarla: se vendieron. Jaime Hernández, se quedó con Farina (así se llamaba la yegua) y esto le rompió el corazón a mi mamá que la amaba por ser su primera yegua y porque despertó en ella el deseo de compartir y de ayudar.
----En la primera convención de animales ayudando a los humanos que presentó una compañía de alimentos balanceados en México, mi madre le mandó un mensaje al presidente Zedillo. Éste decía: AYUDANOS A AYUDAR. Y él ayudó. De pronto los discapacitados salieron del closet, más y más centros de rehabilitación física fueron creados, el gobierno dedicaba edificios y atención médica a esta numerosa población. Pero mi madre cayó en el olvido, yo seguí con mi vida. Un día hablamos sobre esto ella y yo, decidimos que ellos ya no nos necesitaban a nosotras. Fuimos una vez más atacadas cuando tratamos de ayudar por medio de la rehabilitación a caballo en Mazamiltla por parte del gobierno esta vez. Esa fue la gotita que derramó el vaso. Caímos en la misma actitud que muchas personas que deseamos mejorar el mundo para los demás. Bajamos la mirada, dejamos de luchar, los golpes ya se apreciaban, nos juzgaban de locas por querer ayudar altruistamente. Todos vieron en nuestro esfuerzo un excelente negocio. ¿Quién no pagaría una fortuna por ver a sus hijos rehabilitarse?
----Repudio a las personas que han convertido algo que nació para el bien de muchos en un negocio. Repudio al gobierno que rechazo la oportunidad de ayudar a miles porque simplemente no veían más allá de sus narices. Sin beneficio para los interesados, los burócratas, los políticos ¿para qué ayudar al pueblo?
----Mi mamá fue junto conmigo victima de la apatía. Sé de muchas personas que han pasado por lo mismo, personas con visión, personas con energía que desean utilizar para cambiar el mundo, pero que se topan con una enorme pared; un muro que está construido con el poder de unos cuantos: estas personas que si no ven carne en su hueso, no apoyan a estas ideas. También de carroñeros que se aprovechan de las buenas intenciones y las buenas ideas, y las convierten el cuestión de pesos y centavos. El altruismo, las ganas de ayudar, la empatía, la solidaridad, dependen de personas como mi madre. Pero si realmente queremos cambiar al mundo… ¿Cómo? ¿Cómo hacer que estas personas, estas piedras en el camino, acepten las nuevas ideas? ¿Cómo hacer que dejen hacer sus proyectos y los apoyen? Los revolucionarios no deberían tener que tomar las armas para poder cambiar al mundo. Es la apatía, la ignorancia y el hambre de poder ese muro con el que todos nos topamos, si queremos cambiar el mundo tenemos que buscar la forma de derribarlo.
----Si eres uno de los que prefieren interrumpir y bloquear a las personas que tienen ideas para mejorar el mundo, piensa en todo lo que se va a perder por tu causa. Si eres un revolucionario, y aún estás luchando por conseguir el cambio, no pierdas las esperanzas, siempre lo lamentarás. Si ya renunciaste a tus sueños, y crees que tu energía se ha agotado, como mi madre y, debo admitir, como yo, busca la forma de apoyar a aquellos que aún luchan, aunque su proyecto no sea el mismo que el tuyo. Pero si te unes a alguien que aún lucha, sentirás que todavía estás luchando tú. Y eso es ayudar a cambiar lo malo que abunda en este mundo. No dejes de soñar, de aspirar, de desear, de anhelar un mundo mejor.
----No permitas que les roben sus triunfos a otros, o que de plano se pierdan en el olvido. ¡ÁNIMO!…
Paloma Arau

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