02 enero 2010

Editorial

Pues llegamos al último número del año 2009. Ahora, podríamos utilizar este espacio para hacer un recuento de lo sucedido en estos doce meses que como agua se nos fueron de las manos. El resultado sería, como cada vez que intentamos ser sinceros, descubrir que a pesar de las cosas trágicas, no todo ha sido tan malo ni tan negativo como para empobrecer nuestra capacidad de experimentar plenamente.
Descubriríamos entonces que el balance, a pesar de estar aparentemente nivelado se inclina un poco hacia el lado de lo bueno, hacia el lado que nos obliga a tomar el valor de lo vivido, que nos orilla a no lamentarnos y dar las gracias por lo que se tuvo y que se tiene, que nos lleva a reconocer que lo que en su momento vimos como una desgracia ahora estamos seguros que se suma a un pilar más sobre el que recargaremos nuestro futuro. Y el recuento sería justo, un tanto subjetivo pero justo. Y entonces sentiríamos un poco de satisfacción y trataríamos de recomenzar un nuevo ciclo en el que los errores cometidos no se repetirán jamás, una nueva era en la que trataremos de hacer lo que este año no hicimos; y haremos todo lo posible, todo lo que en nuestras manos descanse, por alcanzar las metas que consideramos como necesarias para lograr lo que queremos o pretendemos de la vida, antes de que se acabe, repentinamente, como se acabó este año y como se han ido todos los pasados que nos han dejado aquí, con esta necia necesidad de elaborarnos ciclos para no amargarnos y poder siempre tener más oportunidades para corregir las malas decisiones que en algún momento tomamos. Y entonces quizá algo nos diga que la vida es precisamente eso, un océano de oportunidades nuevas, una autopista llena de rutas alternas que llevan a un mismo sitio, un sinfín de momentos para actuar mal y corregirnos de nuevo; y encima de todo esto, tener todo el derecho humano para hacerlo, sin ser reprochados, porque siempre tendremos la oportunidad para empezar de nuevo. Y entonces ser felices no porque las cosas nos hagan felices, sino porque al final no tenemos más remedio. Y apretar los dientes y asentar la cabeza y decirnos a nosotros mismos que la conclusión es buena, que nuestro recuento dio frutos preciosos, que nuestra reflexión es acuciosa y acertada; y salir a comprar al pavo para la cena, los juguetes de los niños, la ropa para estrenar en enero, cualquier cosa que nos evite pensar que nos estamos engañando.

Y podríamos hacer eso, pero en Meretrices no estamos acostumbrados a los recuentos porque nosotros no creemos en los ciclos anuales, tenemos fe al trabajo, y fe a que algún día, producto de ese trabajo, las artes tengan el lugar que se merecen.
Feliz año 2010.

4 comentarios:

GRUPO VOLUMEN II dijo...

En horabuena por el nuevo número de Meretricez Mario!!!

Un abrazo sincero desde Tijuana

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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