21 abril 2009

Me regala una Bolsita


“Una bolsita para llevar, y otra por si se rompe. Ah, ay deme una grande para meter todo”.

Vamos de compras al súper y llevemos suelto para darle propina al cerillo que nos empaca nuestros productos.

¿Quién pensaría que el trabajo de un niño o persona mayor al final de la caja de un supermercado, sería tan dañino para el ambiente?

Es un trabajo digno, un trabajo que para un niño no es pesado y claro que para personas de la tercera edad tampoco. Empacar el producto después de un TIC, TIC, en una bolsita de plástico, o en dos o en tres. Bueno, depende de qué tanto compremos, aunque sea poco podemos ser dignos de una bolsita, por un chicle que llevemos somos muy bien atendidos por el encargado al final de ese pasillo que tan largo y lento a veces, aunque a la salida la tiremos, ya que un chicle o un jugo lo tomaremos al salir.

Tenemos un gran problema ecológico en el mundo: el plástico es uno de los materiales inorgánicos que más contamina, que con más frecuencia tiramos y más rápido e inútil si el juguito es para tomarlo justo después de sacarlo de la tienda.

El procedimiento de reciclaje de ciertos materiales inorgánicos, no degradables, puede ser más caro que la misma fabricación del mismo.

Así mismo el tiempo en degradarse este material (las bolsitas de plástico), puede durar hasta más de 150 años y algunos otros materiales que comúnmente podemos tirar, como encendedores, que duran algunos 100 años para su descomposición total. Entonces tenemos que vivir con basura, tener hijos, darles el mismo ambiente y morir bajo la misma basura.

Debemos concientizarnos, a lo mismo que las tiendas, y pedir bolsas para nuestra goma de mascar, bolsas biodegradables, bolsas del doctor Chapaín por ejemplo. O pudiéramos simplemente decir NO a la Bolsa, si es que no la necesitamos, decirle al niño o al señor(a) “Gracias, así está bien, sin bolsa” y claro, darle propina, no seamos irrestobarbajanes, no por el hecho de que no empacó nuestro producto porque así se lo pedimos quiere decir no se ganó sus centavitos, lo hizo por entender que no era necesario darnos bolsita y poner un granito de arena evitando que un cliente tirara la bolsa justo en el bote de basura de la salida o peor, sólo a la salida.

Es un problema global y que puede se implemente una medida, donde nos vendan las bolsitas si es que queremos o necesitamos.

¿A caso eso será necesario para hacer conciencia de que “una bolsita por favor” contribuye a un punto más en la estadística de contaminación ambiental y de que si una bolsita dura 150 años en degradarse, miles de bolsitas cada minuto tiradas en todo el mundo serán vistas cuando todos seamos muy compas de seres de otros planetas o galaxias que nos deslizaremos entre pasto o suelos muy bonitos hechos de bolsitas de plástico, aun con letras de algunas cadenas comerciales que quebraron en 2009 por una grave crisis económica nacida en Estados Unidos de América, ese pueblo que en su momento fue la Gran Potencia Mundial recordada en los libros de Historia de primaria de los niños de México? (perdón, cabeceé un poco, me comencé a dormir).

En fin, vamos a la tienda, “me da una bolsita por favor”.

Diego Amezcua

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