21 abril 2009

Ratas de Tuskegee
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La historia de la medicina estadounidense, así como ha tenido sus logros, también posee lo que muchos llaman la cara oculta, la parte vergonzosa. Los casos más sonados han sido las múltiples ocasiones en que se ha experimentado con gente de color como si fuesen auténticas ratas humanas. La lista la encabeza el experimento Tuskegee, en el estado de Alabama, considerada la mayor prueba no terapéutica llevaba a cabo en seres humanos en la historia pues duró de 1932 a 1972, cuarenta años. El experimento corrió a cargo del Instituto Médico de la universidad de Tuskegee y el servicio de Salud Pública de los Estados Unidos. Hasta la fecha se sigue cuestionando sobre los motivos éticos que llevaron a estos científicos a usar seres humanos como sujetos de experimentación.

El proyecto comenzó en 1932 y su razón principal: estudiar el progreso de la sífilis y los efectos de la sífilis en el organismo utilizando autopsias. Estimado señor: Hace cierto tiempo, usted recibió una cuidadosa exploración médica que esperamos que le haya servido para obtener un buen tratamiento para la sangre mala. Ahora, usted va a recibir una última oportunidad para recibir una nueva revisión. Esta revisión va a ser muy importante y, tras ella, usted recibirá un tratamiento especial si se considera que está en condiciones de resistirlo”; era más o menos el contenido de las cartas que el gobierno estadounidense envió a 400 hombres negros de bajos recursos, enfermos de sífilis del condado de Macon, Alabama, con la intención de reclutarlos para su estudio. El documento, que se refería a la sífilis como la “mala sangre”, ofrecía a cambio de las revisiones alimentación gratuita y traslado al hospital de la universidad y 1000 dólares de ese tiempo para gastos funerales. Considerando el nivel de analfabetismo de esa región, la incidencia de la enfermedad y la calidad de vida, era un ofrecimiento que no se podía rechazar.

Al inicio del estudio la penicilina no estaba disponible, pero ya en 1947 se usaba con efectividad en el tratamiento de la sífilis. A pesar de eso, no se les administró a los participantes del experimento. Los doctores y las enfermeras, algunos de raza negra también, de vez en cuando les daban tan sólo una aspirina, pues lo intención era seguir la enfermedad hasta la muerte para luego diseccionar sus cadáveres e indagar si la sífilis producía efectos diferentes en los blancos y en los negros. Con los años, de las 400 ratas de laboratorio humanas 128 murieron entre graves sufrimientos como parálisis, ceguera, tumores y locura. Además 40 esposas resultaron infectadas y 19 niños nacieron con sífilis congénita.

El 25 de julio de 1972, Jean Heller reveló los hechos en un artículo publicado en el The Washington Star, que marcó el inicio de un escándalo mediático en el que se reveló la participación de doctores y autoridades negras e indignó a la comunidad médica de todo el globo. El gobierno de Estados Unidos suspendió el experimento y los sobrevivientes recibieron un tratamiento adecuado. Tras entablar un juicio las familias de las víctimas recibieron una indemnización de nueve millones de dólares. En 1997, el presidente Bill Clinton invitó a los sobrevivientes a la Casa Blanca y públicamente les pidió excusas por los hechos sólo comparables a los experimentos de los nazis con los internos judíos en los campos de concentración: “No podemos revertir lo que se hizo. Pero podemos poner fin al silencio. Podemos dejar de voltear la cabeza. Podemos verlos a los ojos y reconocer que lo que hizo nuestro gobierno es vergonzoso”.

Servando Macías Fermín

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